miércoles, 27 de marzo de 2019

Edición Número 4, Guataquí, mayo 23 de 2017



GUATAQUÍ EN EL SIGLO XIX


Por Carlos Arturo Rodríguez Bejarano


La dinámica de los hechos políticos y económicos en Europa se transmiten generando inconformidad, rumores y levantamientos que se agregaban a los que la población soportaba por el estricto monopolio que se ejercía sobre la producción tabacalera en un claro estado de independencia económica que urgentemente pedían entre otros su cura Fray José Ignacio Pescador que el 29 de febrero de 1808 se quejaba al Virrey sobre el desorden en que vivían los indios por falta de juez, por lo cual cambió a su Teniente Valentín García por Manuel Méndez. Fray José Ignacio sería uno de los firmantes del Acta de Independencia de 1810.

El proceso de formación del Estado Nacional con las puertas interminables entre poderes locales y entre éstos con el poder colonial contribuyó a empobrecer su economía y a disminuir su población. Sin duda donde se originaron lazos afectivos y económicos con los independentistas en términos políticos comenzó a conformarse lo que posteriormente se denominó como revolucionarios o liberales. Con justa razón la región contribuyó efectivamente con soldados y pertrechos a cada revolución que consideraba justa en su momento y que sencillamente era la respuesta positiva de un poder local constituido por muy pocos que generalmente eran los más ricos y poderosos.

La producción libre de tabaco entre 1845 y 1860 permitió cierta prosperidad al propiciar movimientos poblacionales y de mayor liberación de la mano de obra para el cultivo de la hoja favoreciendo mayores salarios, incremento poblacional y ampliación de la frontera agrícola en las tierras planas de su jurisdicción. Los intercambios comerciales con Ambalema y Honda se incrementaron de manera notable, percibiéndose lentamente su relativa importancia como puerto fluvial de la zona.

Otro producto primario que influencia la situación económica es el añil entre 1860 y 1864, que desafortunadamente fue menor que el impulso dado por la producción tabacalera. A final de siglo aún continuaban estos dos productos junto al maíz impulsando su economía.

A mediados de siglo se genera un proceso de adquisición de tierra por parte de comerciantes y personas adineradas para roturar tierras para la producción ganadera. La carne de vacuno se instala dentro de la dieta cárnica montuna de los habitantes de una vasta zona que comprende los climas medios y calientes el occidente y suroccidente de Cundinamarca y los ribereños cercanos del Tolima Grande. El precio de la tierra y del ganado bovino se torna importante elemento de los ricos y los nuevos ricos; la gastronomía lugareña recibe un habitante más.



GUATAQUÍ, reunión comunitaria, plaza principal, años 1930 aproximadamente




Dentro del proceso colonial la reducción de indios, la creación de pueblos de indios y posteriormente los resguardos indígenas fueron figuras de expoliación y exacción sobre los pobladores naturales que continuaron indelebles durante el período de Independencia tanto que el proceso avasallante del capital comercial y la ambición desmedida del poder latifundista terminaron consiguiendo que en 1843 los últimos indígenas vendieran a Ramón Lombana las tierras del resguardo, siendo entonces indios principales los Solaques, Cupitos y José Botín.

Como ya habíamos mencionado su ubicación geográfica era estratégica y mucho más cuando de guerra se trataba, así que el Libertador Simón Bolívar pasó por Guataquí el 15 de diciembre de 1821 procedente de Tocaima; hasta hoy nadie recuerda su paso que debió ser ligero.

La poca experiencia por tratar de desarrollar las regiones ubicadas en la vertiente occidental de la Cordillera Oriental se refleja en el interés creciente por comunicar a Bogotá por el Río Magdalena a través de una línea férrea que nunca llegó a concretarse a pesar de que se concedieron privilegios para usufructuar la misma en caso de construirse. Los privilegios en el momento de la llegada de los españoles es una figura que permitió la creación de elites locales y nacionales para controlar el Estado.

Luego de contribuir a casi todas las guerras civiles del siglo en el bando liberal, su máxima expresión la dejó sentada en la conformación de combatientes guerrilleros macheteros al mando del coronel Tulio Varón, en la gran última guerra civil, la de los mil días (1899-1902), gesta recreada por el escritor tolimense Gabriel París. Nicolás Cantor guataquisence raizal, contribuía solidariamente con su contingente de guerreros al coronel, contribuyendo con su ejemplo a la fama de héroes, desafortunadamente perdedores pero ante todo altivos; la historia de los cuarenta años siguientes les daría la razón, desgraciadamente también. El siglo se despide con esta, la centralización del país y la desaparición de los Estados federados, convertidos en organizaciones menores.


Edición Número 4, Guataquí, mayo 23 de 2017



viernes, 22 de marzo de 2019

Edición Número 66, Girardot, Marzo 22 de 2019:-PUENTE FÉRREO DE GIRARDOT




                                                            Edición Número 66 Girardot, Marzo 22  de 2019



PUENTE FÉRREO DE GIRARDOT



POR CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO


1955. PUENTE FÉRREO. PERIÓDICO 'EL DIARIO' DE GIRARDOT


El puente férreo, así sin más nombre, afortunadamente, se inauguró el domingo 1° de enero de 1930.

Enrique Estevez-Breton en un texto clásico que con el correr de los años se convirtió, sin proponérselo, en el primer texto de historia de Girardot, GIRARDOT EN 1930, anota que el nuevo puente ferroviario es Tipo Standard. Cooper E-40. Mide 6 metros de ancho por 466 metros de largo, es de doble vía: férrea y para peatones (a ambos lados). Cada una de las vías para peatones mide 1.35 metros. Es de concreto armado y el peso total de su estructura metálica es de 1500 toneladas. Cada uno de los contrapesos de los cantilivers es de 1200 toneladas. Lo construyó la compañía Sir W. G. Armstrong whitworth & Company Limited. Su costo total fue de $ 1.150.000. De una u otra forma el dinero en dólares por el caso Canal de Panamá, afianzó algunas obras civiles durante el régimen conservador.

El antecedente de la necesidad de construir un puente, lo refleja EL ESFUERZO, primer periódico en la historia de Girardot, en 1906: Hubo una reunión general de vecinos……Terminaron invitando a los concurrentes para que se hicieran las indicaciones que tuvieran a bien acerca de las necesidades del lugar y también respecto al sitio que se crea más conveniente para levantar el puente que haya de enlazar el Ferrocarril de Girardot con el del Tolima.  “… La población vería con especial agrado que el puente se colocara en cualquier paraje que dé frente a la misma ciudad de Girardot, y más particularmente, si fuere posible, en el que determina la perpendicular de la línea férrea que entra a los cobertizos del taller de la Empresa aquí… Se indemnizaría a la ciudad del perjuicio que le ocasionara el error de colocar el puente existente en el lugar en que está.Lo último hacía referencia al puente Real, luego Puente Viejo, que al parecer, había sido construido en la parte más angosta del río, pero peor situada entre Girardot y Flandes.

Y proseguía con percepción mesiánica: Es pues ésta una labor patriótica que acoge con entusiasmo el pueblo girardoseño, que solamente anhela por la paz y prosperidad de la República.Tal como se estila ahora en la República de Colombia. El documento lo redactaron J. J. Vernaza, Gregorio Puentes Lozada y Jesús Gutiérrez.




Edición Número 66, Girardot, Marzo 22 de 2019


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jueves, 21 de marzo de 2019

Edición Número 65, Girardot, Marzo 21 de 2019:-¿ADIÓS A LAS ARMAS?




                                                            Edición Número 65 Girardot, Marzo 21  de 2019





¿ADIÓS A LAS ARMAS?*



POR ROBERTO GONZÁLEZ ARANA**





A propósito del histórico acuerdo de cese al fuego bilateral definitivo del 23 de junio de 2016 en La Habana, entre el gobierno colombiano y las guerrillas delas Farc, surgen muchas expectativas e interrogantes sobre el futuro inmediato del país.

Con la desmovilización de las FARC, habremos superado lo que Eduardo Pizarro denominase en su momento, una “insurgencia crónica” dado que luego del conflicto Este-Oeste no se gestaron en Colombia las condiciones para el triunfo revolucionario por parte de las guerrillas y tampoco fue posible que éstas se convirtieran en una auténtica opción de poder (a excepción del M-19) lo cual sí sucedió en países como Cuba o Nicaragua. Incluso en gobiernos como Brasil, El Salvador o Uruguay, fueron elegidos exguerrilleros que se desmovilizaron para alcanzar el poder por vía de las elecciones.

A Colombia se le ha conocido internacionalmente por ser un país violento. Y no propiamente por nuestra historia reciente, sino por haber tenido más de quince guerras civiles durante el siglo XIX y luego, después de la época de La violencia, padecer el conflicto armado más longevo del Continente. Pese a esta realidad, coincido con el historiador Eduardo Posada Carbó (La Nación Soñada, 2004), en que esta percepción es injusta, dado que los intolerantes, o quienes acuden a conductas violentas no son ni representan a la mayoría de la población colombiana.

Es innegable sí, que el Estado colombiano a lo largo de su historia ha sido poco tolerante con quienes ejercen oposición o acuden a distintas formas de protesta para canalizar su inconformidad, limitaciones propias de una democracia restringida y excluyente. La guerra fría y el conflicto armado interno fueron funcionales para estigmatizar a la izquierda o a los movimientos políticos o sociales.

Por cierto, siguiendo esta línea, la ausencia de una mejor pedagogía de paz para explicarle al país los propósitos de cada punto de los avances en la agenda de la negociación han hecho posible que las estrategias de desinformación y la “campaña del miedo a la paz” por parte de los opositores al gobierno de Santos  hayan hecho bastante ruido. La Constitución política colombiana, en su artículo 23, habla de  la paz como un imperativo del Estado. Por lo tanto, el tema de la paz no “es de la agenda del presidente Santos” sino de todos los colombianos, sin distingos partidistas. Es hora de hacer un llamado a superar tantos odios del pasado y a pensar más en el país que en ambiciones partidistas o personales.

Retos del pos acuerdo
Son muy diversos los retos del desafío que se le presentarán a Colombia en un escenario de post acuerdo, pues la naturaleza y la larga duración del conflicto armado interno suponen resolver múltiples asuntos. Las prácticas de las guerrillas han sido condenadas por sus nexos con el narcotráfico, la violación a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. La degradación de la guerra derivó en un conflicto contra la población, ante lo cual tendrá que garantizarse justicia, reparación y no repetición. También la sociedad deberá entender, que la aplicación de la justicia transicional supondrá fórmulas más creativas que el simple encarcelamiento de todos los actores del conflicto que incurrieron en delitos (lo cual incluirá también a las fuerzas militares). En este proceso, el acompañamiento de la comunidad internacional será clave.

Sobre los temores de que luego de la finalización del conflicto se genere una “Centroamericanización” de la violencia, coincidimos con Carlos Nasi en que la situación colombiana dista de la que vivió El Salvador o Guatemala una vez se firmó la paz. Eso debido a que la relativa fortaleza de las instituciones del Estado en Colombia es mucho mayor que en  Centroamérica. Asimismo, Nasi ilustra diferencias como que en El Salvador la Comisión de la Verdad pidió que no hubiera juicios para los responsables de crímenes (contrario al caso de Colombia donde se aplicará la justicia transicional) y en Guatemala, luego de alcanzada la paz, se multiplicaron los linchamientos contra los responsables de delitos contra la sociedad (Nasi, 2016). Y aunque tenemos bandas criminales en el país, por fortuna no alcanzan la dimensión de las maras de El Salvador.

El ciclo de violencia que comienza a cerrarse con la firma de los acuerdos para la finalización definitiva de las hostilidades entre el Estado y la guerrilla de las FARC, luego de cincuenta y dos años de confrontación armada, marca un hito histórico para el país y las futuras generaciones, aunque la sociedad no termine aun de asimilar la importancia y la magnitud de lo pactado en La Habana. Quedan por supuesto, otros factores generadores de violencia (ELN,  bandas criminales, narcotráfico, corrupción, violencia intrafamiliar, delincuencial) en los que tendrá que enfocarse el Estado y que paradójicamente, superan en porcentaje a la violencia asociada directamente al conflicto armado.

Por otra parte, también es claro, que fruto del proceso de paz, el gobierno no entregará  el país a las guerrillas niños tomará el castro-chavismo. La presencia del Secretario General de las Naciones Unidas en la firma de los acuerdos del 23 de junio da fe de la legitimidad y la seriedad del proceso. Como bien lo señala Shlomo Ben Ami (2015), con los acuerdos de paz, “no se trata de eliminar la economía de mercado ni tampoco de la implantación del realismo socialista. La lucha por la sociedad supuestamente ideal no es tema de la negociación de paz; es más bien el tema de la lucha política en democracia, y que sea la mayoría democrática la que decida”.

El fin de la guerra en Colombia, desnudará el hecho de que no todos los males de nuestra sociedad son atribuibles exclusivamente al conflicto armado y de que la paz armada no es igual la paz social pues las inequidades del modelo económico o la desigual distribución de las tierras en el país no se resolverán mágicamente porque no haya guerrillas. En eso no podemos equivocarnos para que no se generen expectativas desbordadas con el fin del conflicto armado.

Decir adiós a las armas será tan solo el comienzo, no el fin de la violencia. Pero este hecho sin duda, es de una inmensa trascendencia y una condición necesaria para construir una mejor sociedad en nuestro país.

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*REVISTA LATITUD (LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO)/ 20.06.2016
**ROBERTO GONZÁLEZ ARANA: Ph. D en Historia. Profesor del Departamento de Historia, División de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad del Norte. Director del Instituto de América Latina y el Caribe de la misma institución.
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Notas bibliográficas:
BEN AMI, Shlomo. ‘Reflexiones en torno al Post Conflicto en Colombia’, Comfecámaras, Cartagena, septiembre 24/2015 (conferencia).
NASI, Carlos (2016). ‘El postconflicto no es tan malo -ni tan bueno- como lo pintan’. Razón Pública.
PIZARRO, Eduardo. ‘Elementos para una sociología de la guerrilla en Colombia’. Revista Análisis Político. N°. 12 Ene/Abr. Iepri-Universidad Nacional, 1991.
POSADACARBÓ, Eduardo. ‘La Nación Soñada’. Editorial Norma, 2004.



Edición Número 65, Girardot, Marzo 21 de 2019


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martes, 19 de marzo de 2019

Edición Número 64, Girardot, Marzo 19 de 2019:-URDIMBRE DEL CANTO VALLENATO




                                                            Edición Número 64 Girardot, Marzo 19  de 2019




URDIMBRE DEL CANTO VALLENATO*


POR LIBARDO BARROS**


Las múltiples realidades donde nació el vallenato lo han elevado a la categoría de macrogénero musical.
Sus diversas influencias y la manera como se constituyó históricamente pone

 una voz de alerta
 a quienes se reclaman como sus exclusivos exponentes y no aceptan su natural evolución.


En el sur de La Guajira a las palabras se las acentúa de una forma emparentada con el canto. El fraseo de la lengua cotidiana está hecho para acomodarse a esta particular manera de hablar. En esta zona se canta como se habla y se habla como se canta. Ello explica la proliferación de cantantes y compositores guajiros de música vallenata. Como tal, el aporte de esta región es insoslayable al momento de abordar cualquier asunto relacionado con este aire musical.

Los habitantes de otras regiones del país por mucho que lo intenten no podrán cantar el vallenato como lo hacen los nativos de toda la zona de influencia de los municipios de Fonseca, San Juan del Cesar, Villanueva, Urumita y El Molino. Porque no es cuestión de voluntad, ni siquiera de una opción personal de quien lo intente, es algo que está metido en el inconsciente de quienes nacen y se crían en estos pueblos.

Lo mismo les pasa a quienes cuya lengua materna es el castellano hablado en Andalucía o en Cuba, el italiano del norte o el portugués del nordeste brasilero, lenguas cuyos hablantes las han hecho con tal plasticidad para resaltar en ellas su enorme filiación con el canto. De ahí que Lola Flores, Benny Moré, Luciano Pavarotti y María Bethânia representen la manera en que las culturas de sus pueblos de origen han predispuesto, adaptado, el uso de su lengua para cantar; o el canto para recordar, mientras se ejecuta, su manera cotidiana de hablar.

La adaptabilidad de los órganos del aparato fonador a las maneras propias de ciertos pueblos en el uso de la lengua debería ser estudiada en profundidad. Debido a que esto tiene un gran peso conceptual a la hora de encontrar las motivaciones psicológicas y culturales que den cuenta de las causas que predisponen a un pueblo a sobresalir en el arte musical.

En La Junta, corregimiento de San Juan del Cesar, existen elementos que dan luces sobre algunas de las causas de dicho fenómeno. Sus habitantes, dicharacheros ingeniosos, hábiles cuenteros, versados en nombrar la realidad con una particular entonación, son además hábiles tejedores de mochilas de lana y de fique. A la caída del sol, bajo una sombra cualquiera, hombres y mujeres de este pueblo tejen mientras cantan bajitico para animar sus puntadas. Da la impresión de que este es un lugar en donde la delicadeza está mejor repartida. Gracias a esa antigua y habilidosa conjugación de la urdimbre del tejido con el canto fue posible que allí naciera uno de los mejores cantores de la música vallenata: Diomedes Díaz. ¿Y por qué fue en La Junta y no en otro lugar donde nació este cantor?

Jairo Daza Hinojosa, de 59 años de edad y amigo de infancia de Diomedes Díaz, reconoce que la tenacidad y el convencimiento de este cantor para imponer su arte fueron dignos de exaltación. Consideró su arte como un encargo que sus paisanos le encomendaron. Y ellos mismos consideraban que un talento de esos era demasiado grande como para quedarse inédito.

Cuenta Marciano Martínez, compositor y amigo entrañable de este juglar, que muchas de las veces que llegó a su finca de Carrizal (caserío cercano a La Junta) casi de madrugada, lo mandaba buscar para hablar y contar cuentos hasta el final de la tarde. Una forma muy usada por los nativos de los pueblos de no perder su polo a tierra con las costumbres de la tierra natal.

Hablando con otro juntero, Javier Gámez, ingeniero de 46 años de edad, concluimos que el fenómeno Diomedes Díaz no se puede entender aislándolo del pueblo donde bebió aquello que su música hacía sentir, mezclado con un estilo que resaltaba su gracejo y su talento personal para el canto, que incluye el saber de vaqueros, campesinos y tejedores de La Junta. Aunque era normal que en un comienzo no lo aceptaran, la tímbrica de su aguda y melódica voz, capaz de adaptarse a todos los registros, terminó gustando de tal manera que ya ni el mismo Diomedes se lo creía. Al final, por no saber administrar tanto éxito, la fama hizo estragos en el hombre sencillo que había dentro de él. Pero esa es otra historia.

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Lo que no han podido comprender sus cultores y defensores es que el vallenato es un macrogénero, como la cumbia, el jazz, el son cubano o el porro, que son expresiones musicales que no desconocen ni dejan por fuera nada de lo que se da en su entorno.

El vallenato, valorado a partir de este concepto, incluye en su recorrido histórico los antiguos cantos en copla y estribillos españoles, entre los que sobresale el villancico (de “villano” o pueblo rústico que los cantaba), los cantos e instrumentos musicales de los esclavizados africanos y los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta (arhuacos (o ikas), wiwas, kogis y kankuamos); a los cuales se suma el gran aporte de los indios wayuu con su música, muy cercana también a la cadencia expresiva de su lengua. Este sincretismo de la música, el habla y el canto convergen en una zona específica de la cual Valledupar es un componente más. Pese a que con el tiempo, por razones socioeconómicas, no culturales, se convirtiera después en su epicentro. Gracias a la conjugación de estos y otros hechos, el vallenato traspasaría sus primitivos linderos y se integraría a la música de cada nuevo sitio de acogida sin ningún tipo de complejo.

Así ha ocurrido con la cumbia, que ha seguido desarrollándose para trascender en pocos años sus antiguas fronteras culturales. Es por eso que hoy día se habla de la cumbia argentina, la peruana, la mexicana, que no son más que versiones con las que cada pueblo la recrea y se apropia de ella.

El vallenato no puede ser la excepción. Cada zona de la Costa Caribe colombiana donde se cultiva esta música ha recreado una versión propia del vallenato. Incorpora los sonidos más afines de su realidad a este género. Y no hay que entrar en discusiones que no tienen nada que ver con esta dinámica. Porque, como ya se ha dicho y se dirá, el supuesto vallenato tradicional no es tan puro como lo quieren hacer ver.

Me contaba Marciano Martínez que él aprendió a versear sin ir a ninguna escuela. Siguió una tradición y con base en ella compuso canciones tan sentidas como Amarte más no pude, Usted y La juntera. Cuando llegó a la adultez descubrió que hacía tercerillas, redondillas o cuartetas y décimas. Su canto estaba inscrito en las formas tradicionales del romancero español, lo supiera o no.

 
Carlos Mario Rincón Mendoza, compitiendo en la categoría infantil-juvenil
 del Festival de la Leyenda Vallenata 2014.


...


La traición del vallenato que se gestó en Valledupar y otros pueblos del departamento del Cesar, entre los cuales Patillal es el más reconocido, no podría dejar por fuera a compositores y cantores tan importantes como Luis Enrique Martínez, Rosendo Romero, Octavio Daza, Silvio Brito, los hermanos Zuleta, Marciano Martínez y Chema Ramos, entre muchos otros, y aunque el lugar de confluencia de este macrogénero musical estuvo en Valledupar, fue gracias al aporte de otros pueblos que acogieron como epicentro a dicha ciudad.

Lo mismo pasó con el son cubano. Es en La Habana donde encontró unas condiciones socioeconómicas favorables. Desde el inicio de las guerras de independencia, los soldados y muchos campesinos expulsados de sus campos trajeron consigo sus ritmos representativos (nengón, kiribá, changüí, sucu sucu, etc.), los cuales, gracias a una serie de acertadas fusiones de estos con músicos habaneros, dieron origen al afamado son, que con justicia desde sus inicios se le llamó son cubano, no son habanero.

Los géneros musicales, al igual que los instrumentos musicales, acomodan sus formas a la realidad de su entorno. La ópera, el son cubano, el flamenco, la cumbia, el porro, el vallenato, etc., se integraron al patrimonio cultural de la humanidad y ya no pertenecen solo a sus pueblos de origen.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

  • •
En El Paso (Cesar) se desarrolló un estilo de vallenato que bebió de la música de los pueblos del río Magdalena; ejemplo de esto fue el aporte de la música de tambora de Altos del Rosario (sur del departamento de Bolívar), incorporada por Alejandro Durán en sus sones. Y Andrés Landeros, Enrique Díaz, Los Corraleros de Majagual y Adolfo Pacheco tienen en sus cantos acentos y expresiones propios de la cumbia y el porro, los que, a su vez, integran músicas de sus regiones. Carlos Huertas, como otros compositores, dijo más de una vez lo mucho que aprendió del bolero y la ranchera para luego incorporarlo a sus composiciones vallenatas.

En consecuencia, no son las anécdotas ni las dinastías de una región las únicas válidas para explicar la historia del vallenato. Todas tienen cabida, porque todas convalidan una manera propia de asumirlo y recrearlo. No se puede excluir caprichosamente lo que no se inscribe en una forma que se pretende exclusiva, y en consecuencia, hegemónica, de determinada zona porque negamos la dinámica de los pueblos. La dialéctica del arte, el cual una vez publicado es susceptible de cuestionamientos y cambios.

Al igual que muchas expresiones populares, como por ejemplo el merengue y la ranchera, el vallenato atraviesa una crisis importante. El paso de esta música a los centros urbanos exige una mejor formación de sus compositores e intérpretes. A nivel latinoamericano Juan Luis Guerra y Rubén Blades son un ejemplo de ello. Los temas que cantan desarrollan temáticas del lugar donde habitan: el vecindario, la calle, el policía, el ladrón, las enfermedades, etc. Y ni qué hablar de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina en España, o el Cuarteto de Nos, en Uruguay, por citar solo algunos. En estos grupos prevalece un acompañamiento musical que fusiona instrumentos y géneros universales.

Pese a que las emisoras se las ingenian para vender la peor música a sus oyentes mientras van embruteciéndolos entretenidamente al negarles la posibilidad de acceder a otros estilos musicales, a los actuales consumidores de música popular del mundo, que prefieren emisoras de internet, les importa la calidad interpretativa de los temas y, en igual medida, el uso del lenguaje para abordarlos.

Sin olvidar que Gabriel García Márquez advirtió más de una vez que su obra maestra Cien años de soledad no era más que un vallenato de 350 páginas, Al emparentar un género literario de tanta trascendencia como la novela con un aire musical, el premio Nobel realzó aún más las credenciales con las que el vallenato debe presentarse en el contexto universal. Y la obligada pregunta es si el vallenato así como va tiene posibilidades de continuar ocupando un sitial importante en la música universal.

El vallenato, al igual que la cumbia, el porro, el jazz y el son, se ha librado desde hace mucho tiempo de los encasillamientos aldeanos en los que lo han pretendido encerrar, con la excusa de mantener su pureza, de mercachifles que no han hecho más que empobrecerlo.

Considerar al vallenato como patrimonio exclusivo de determinada región significa cortarle el vuelo hacia lugares con mentalidades tal vez más dialogantes, abiertas. Hace rato que esto pasó, y no se sorprendan si después de ser asumido como propio, en el nuevo lugar de acogida pueda encontrar su tierra de promisión.
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*LATITUD/ 04 de Mayo/ 2014/ LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO
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**Profesor de Uniautónoma y la Escuela Normal Superior La Hacienda.
libardobarros@gmail.com



Edición Número 64, Girardot, Marzo 19 de 2019


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viernes, 15 de marzo de 2019

Edición Número 4, Guataquí, mayo 23 de 2017




EL CHUPE Y SU INSERCIÓN EN LA HISTORIA GASTRONÓMICA DE GUATAQUÍ

Por Carlos Arturo Rodríguez Bejarano

(El texto siguiente es parte de una investigación en elaboración sobre el municipio de Guataquí. La receta de El Chupe apareció publicada en el libro de mi autoría “Guataquí Para Principiantes”, en 1994).


Un visitante de Guatiquí, (sic) recibiría de sus anfitriones como el viajero francés, Edouard André, una ración de “Chupe”, sancocho preparado con agua, plátanos, arracacha, papas, tasajos y abundante achiote, sazonado todo ello con cilantro; luego chocolate con queso y dulces de frutas hervidas en melaza como mora, cidra o naranja”.*


(*FUENTE: En “Del Comer y el Beber”. Colombia 1886, p. 82 Programa Centenario de la Constitución. Bogotá-Colombia Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango –julio-septiembre de 1986-Bogotá).



Dada la calidad de puerto primerizo del Alto Magdalena, muchos suponen que los peces del río se constituyen en la preeminencia gastronómica, sin que otras realidades productivas sean conocidas. Es el caso del Chupe, caracterizado por estar constituido básicamente por carnes rojas. Lo conocemos porque un francés pasó por aquí, llamado Edouard André, quien fue invitado a cenar o a almorzar, le gustó todo y lo escribió en francés. Eso fue como en 1872. Puesto que ese es un dato histórico y aquí no se enseña historia y los profesores tampoco saben de historia local, el hallazgo ha pasado un tanto desapercibido. Desde 1986, estoy dando a conocer ese diamante; así, poco a poco, ha crecido el interés.

Es la receta gastronómica documentada más antigua, hasta hoy, de un plato gastronómico en el actual municipio de Guataquí. La primera referencia sin recetas de flora y fauna, en español colonial, data más o menos de finales del siglo XVI. Guataquí en su milenario trasegar ha desarrollado expresiones gastronómicas cruzadas, de acuerdo con su lejanía del río Magdalena, su cercanía con serranías boscosas y con nuevos especímenes trasladados desde la vieja Iberia para solaz de sus seguidores y por supuesto con la cercanía del hilo de agua portentoso que lo apacigua. El ovejo es un maravilloso animal que se reprodujo, a la par con la sábila, por ejemplo, como moscas o como gusanos, que parecía que fueran tres partos anuales y precocidad de un año para el áloe.

De ello nos fue adjunto el asunto de las carnes rojas, que a no ser por un ciudadano francés, habríamos perdido la pista del monte, la montaña o la manigua, de lo que allí podía ocurrir para no morirse de hambre en los tiempos de la pólvora y los perros bravos. La sorpresa más grande nunca jamás conocida, como la de anotar un plato de carnes rojas a escasos metros del gran Río de la Patria, en idioma francés parisino, con caligrafía de cirujano y con amoroso aroma a vino tinto de la zona leticiana, es un gran descubrimiento, tan importante como cuando Nicolás de Federmán al llegar en junio de 1539 al puerto de San Juan (que todavía no se llamaba San Juan), en Guataquí, para marchar a Palos de Moguer a contarle a los reyes nuevos qué se había tumbado  y esas cosas, inevitablemente comenzó a hablar en alemán antiguo para dar órdenes a su tropa, con la mala suerte que los indios del lugar comenzaron a lanzarle piedras medianas y redondas, porque, dijeron luego, ellos no recibían órdenes de un ignorante que presumía de profesor de español y de alemán mal hablado. Y para colmo de males, los perros, los primeros, comenzaron a aullar y ahí sí, exclamaron los primeros españoles, vámonos a misa porque parece que estos indios conocieron Europa antes que nosotros. Y se fueron a escuchar misa.

Pero pasemos al Chupe, primer plato gastronómico del que se tiene registro documental escrito, gracias a la curiosidad bendita de este científico, amador de buen vino, estupendo cronista e inalterable romántico que le dio por venir a glorificarse en tierras americanas. Tiene nuestra bendición.



Fuente: RÍO MAGDALENA NAVEGANDO POR UNA NACIÓN - MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA SEGUNDA EDICIÓN, 2010


Los intercambios  casi milenarios (momentos de tregua y o paz) entre panches y muiscas por productos que mejoraban su calidad de vida, mirado desde los nutrientes (tipos de maíz, carnes de tierra caliente, pescado en sus múltiples variedades, oro, collares elaborados con piedrecillas de colores indescriptibles, colmillos de animales prehistóricos, cuernos de animales extraños, pero siempre presentes en el instante de la negociación, cueros de la mejor fauna y cuanta flora farmacopeana declarada en sus intenciones de supervivencia elemental, un trasvase en temporadas de recolección y épocas de lluvias o veranos), fue constante hasta cuando el factor español desdibujó el mapa florido de guerras y los panches domeñados fueron, más rápidamente que los muiscas por tantas razones que hoy no sorprenden. Sin embargo el mestizaje de sangre y el cultural continuaron con su retroalimentación que por supuesto a todos convenía; no se detuvo, simplemente otros tomaron el lugar, hasta hoy.

Esta es la razón elemental de porqué alimentos de climas medios y fríos tienen presencia por estas regiones. En ese delirante proceso hubo cambios de tipo demográfico y de tecnología. El añil y la quina precedieron al tabaco y el café como productos agrícolas que hicieron soñar a varios gobiernos con un repunte de nuestra precaria economía nacional, pero no fue suficiente.


Las embarcaciones fluviales a vapor comenzaron a frecuentar las riberas del Tolima Grande  y Cundinamarca transportando de subida pasajeros, ganado, cueros, leña, maderas y los productos típicos de allí y de bajada tabaco, dado el boom de la hoja en el extranjero. La importancia del café aparecería 40 años luego. Y Guataquí cercano a Ambalema (el centro de la producción tabacalera por excelencia) reconocido puerto del Alto Magdalena y ubicado en punto geoestratégico, continuó siendo puerto y los caballos de Troya de agua dulce, nuevas y viejas mercancías expulsaban, transadas en dinero; ya no había trueque: lo que no podía abastecerse por tierra para llegar a Guataquí y de allí hacia el valle del Magdalena en Tolima, llegaba al puerto de Peñalisa en el actual municipio de Ricaurte en Cundinamarca, cinco kilómetros río arriba del Girardot actual; aquel era el puerto de embarque de exclusivo tabaco nacional de fama mundial  a mediados del siglo XIX en los mercados europeos y norteamericanos y desde luego de lo que llegaba de la altiplanicie muisca; los caballos y mulas reemplazaron definitivamente la fuerza bruta de los aborígenes para transportar cualquier objeto pesado.

 A partir de 1881, comienza a construirse el Ferrocarril de Girardot (creado Distrito parroquial el 9 de octubre de 1852), entregado al servicio en 1883, convirtiéndose Girardot en puerto entre otras cosas ayudado por una zona de aguas profundas entre los actuales puentes Férreo y Ospina Pérez. Por tanto, los productos de climas medios y fríos demoran menos tiempo en arribar al límite del camino de hierro para descargarlo en Girardot y oficinas de tren remotas y desoladas.

La Sultana del Magdalena (Girardot) otro de los nombres con que se le ha conocido, reemplaza definitivamente el primigenio puerto de Peñalisa, que no es de aguas profundas, no tiene tren ni telégrafo ni teléfono; además, en 1882 se construye un puente que ya no existe, entre el casco urbano de Girardot y la población de Flandes en Tolima, por lo que los productos del valle ardiente grantolimense con los del valle de Ibagué, llegan más rápido que de costumbre.

En conclusión, todas las poblaciones ribereñas con sus clases sociales degustan lo que la tecnología, los negocios, las oportunidades del día a día y las oportunidades del capital ofrecen. En este contexto es cuando Edouard André aparece en Guataquí como un extraterrestre parisino en el trópico dispuesto a pasar a la historia en Europa con la idea de “contribuir al adelantamiento de la ciencia”. Sus apuntes son tan refrescantes que el oleaje del Magdalena fue mayor mientras estuvo allí; por lo demás dejó con sus acompañantes siete impresionantes grabados para memoria eterna del puerto. “Imágenes de una belleza deslumbrante”.

De todas las vicisitudes de la ocurrencia española en Guataquí surgieron nombres para designar ciertas zonas desde aquí hasta allá y por allá y más allá, denominadas veredas, con nombres tales como ApautaMendoza, Buscavida, La Reforma, Los Escaños,  Macanda, Las Islas, El Bagal, Campoalegre, entre otras. Las seis primeras se encuentran relacionadas con la parte quebrada y alta del territorio actual, región distante del río Magdalena. Las restantes limitan con el río…

Edición Número 4, Guataquí, mayo 23 de 2017