viernes, 30 de marzo de 2018

Edición Número 20, Girardot, Marzo 30 de 2018 – NARIÑO (CUNDINAMARCA): 180 AÑOS DE HISTORIA (1838-MARZO 31 - 2018)


                                                            Edición Número 20, Girardot, Marzo 30 de 2018



NARIÑO: 180 AÑOS DE HISTORIA (1838 - MARZO 31 - 2018)




PLATO VIUDO DE BOCACHICO
PLATO TÍPICO TRADICIONAL
DE SU GASTRONOMÍA



La génesis de lo que comenzó siendo el futuro municipio de Nariño, posiblemente comenzó con el asentamiento de los primeros núcleos de familias de origen español, que tomaron de los aborígenes panches, sus tierras y mano de obra semi esclava. El mestizaje biológico gestó ese probable núcleo humano de cultivadores de maíz y demás productos agrícolas y pecuarios, y pescadores avezados del río Magdalena, recién nombrado por los nuevos amos de lo que luego se llamaría Colombia. Y le dieron o se conoció primitivamente con el nombre de LA ALQUERIA, dentro de la hacienda que tenía mucho que ver con el río Grande de La Magdalena: REMOLINO, tal vez porque en ese estrecho paso, se formaban agitadas olas que ponían en riesgo personas y embarcaciones.

Así que quizás en el siglo XVII, se podía entrever los primeros resultados del mestizaje cuasi obligado entre lo indígena y español en el sitio denominado LA ALQUERIA, que era como se denominaba a este lugar, por los curas de Guataquí y Coello. En temas eclesiásticos, estas dos parroquias tenían esa prerrogativa, que los condujo a enfrentamientos por los diezmos y tributos que cobraban a los  pobladores del futuro Nariño. En lo civil se encontraba adscrito a la ciudad de Tocaima, fundada en 1544, y en lo económico por Ambalema, debido al auge del cultivo del tabaco por las riberas del río Magdalena, que mucho progreso le retornó a la futura Parroquia, cuyo aniversario congrega a muchos cada marzo 31.

Para solucionar el problema del manejo del dinero obtenido por vía eclesiástica, un vecino de Coello propuso crear la parroquia de Remolino, que después pasó a llamarse Nariño, por solicitud de los donantes de tierras SALVADOR CORTÉS, FLORIANO CORTÉS, MARIANO CORTÉS Y JUAN ANDRÉS CABEZAS. Puesto que LA ALQUERIA o REMOLINO era apenas un sitio, un lugar que no estaba conformada por edificaciones importantes, sin templo católico para oficiar misa, sin oficina de Regidor, sin cárcel, prácticamente sin nada, era muy sugestiva la iniciativa de crear la futura parroquia de Remolino.




CASONA DONDE VIVIÓ EL POETA 
EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ
HACIENDA APAUTA - VEREDA APAUTA



Afortunadamente, como comportamiento altruista de propietarios de tierra amantes de su origen, cuatro ciudadanos donaron el espacio físico necesario para poder crear efectivamente la parroquia. Así que de la escritura firmada en 1833, se dio el paso definitivo el 31 DE MARZO DE 1838, CUANDO POR DECRETO DEL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE BOGOTA, PEDRO A. HERRAN, Y SU SECRETARIO, PASTOR OSPINA, SE CREA EL DISTRITO PARROQUIAL DE NARIÑO, EN HOMENAJE AL PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA, DON ANTONIO NARIÑO, HEROE NACIONAL Y PRECURSOR EN NUESTRO PAIS DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE.

La historia económica, política, social y cultural durante el siglo XIX, giró en torno a las diversas bonanzas económicas que conmovieron el cimiento de  la Republica colombiana, como lo fueron el oro, el añil, el tabaco, el desarrollo de la ganadería en grandes haciendas y por último el café, del cual se nutrió el municipio de Nariño a través de la gran arteria fluvial, el río Magdalena. Se convirtió en un gran puerto que conectaba por río y tierra a Girardot, el centro económico regional por excelencia. Esa cercanía se dio a todos los niveles, siendo al día de hoy tan o más cercana que hace casi dos siglos.

A la generación de riqueza en cada una de las bonanzas mencionadas,  se sumó la inmigración de población del interior del país, como la boyacense, huilense y bogotana. Aportaron biología, maneras y formas de ver, de interactuar, gastronomía e iniciativas en el tema agro productivo. Nariño sirvió de experiencia para que se publicara el único libro que sobre la producción del tabaco se escribiera en la provincia del alto magdalena en Cundinamarca y Tolima.




CALABAZO DE TOTUMO TÍPICO INSTRUMENTO 
DE TRABAJO DE LOS
CULTIVADORES DE MAÍZ



A medida que Girardot, Ciudad de las acacias, crecía y se desarrollaba, creando nuevos servicios y avances técnicos, Nariño se beneficiaba por su cercanía, en todos los ámbitos: energía eléctrica, la carretera antigua y las nuevas, el transporte de carga y pasajeros, servicios médicos, bancarios, educativos, comunicaciones. Ayer como hoy es de suma importancia esa cercanía para continuar en la brega de articular proyectos que beneficien a las partes.

De la misma manera ocurrió con el vecino municipio de Guataquí, durante muchos más siglos. Parece ser que el control de las rentas eclesiásticas produjo la feliz iniciativa de crear la Parroquia de Nariño. El beneficiado fue Nariño como municipio, pues las rentas y la nueva importancia administrativa y política, le dieron aire de desarrollo, por supuesto con todas las dificultades que representó la lucha por los terrenos primigenios de los generosos donantes de principios del siglo XIX.

La relación con el municipio de Guataquí ha sido importante a través de su existencia, pues la historia nos señala la relevancia que tuvo durante siglos, dado que en primer lugar la vida rural en las veredas de la parte alta resulta altamente articulada en la producción de un producto milenario, como quiera que es el mejor de los cereales: EL MAÍZ. Este artículo agrícola ha sido el motor de la economía en la región del alto magdalena desde hace mil años por lo menos. En segundo lugar, su larga historia generó con el municipio de Nariño, una convivencia que va más allá de lo puramente económico; los nariñenses tienen lazos de sangre muy fuertes con “la tierra de la labranza del cerro largo”, como se deduce de una de sus traducciones del idioma panche.




MURAL CASA VIVIENDA 
SECTOR URBANO DE NARIÑO



El municipio de Coello, también por la importancia económica que tuvo durante siglos el valle del magdalena en su conexión con la ciudad de Ibagué, ha dejado su impronta. La comunicación a través de la vereda Garbanzal con el Corregimiento de la Vega de los Padres, se dio por la importancia económica, religiosa y eclesiástica de esa antigua hacienda jesuita, un emporio de riqueza durante siglos. Hoy ese valle se encuentra distribuido en diversas propiedades.

No se puede dejar de señalar la importancia máxima del río, el Río Grande de La Magdalena, pues sin el quizás nada de lo que tenemos existiría. La Providencia ubicó este poblado al lado del gran río de la patria, para hacerlo grande y generoso.

Hace 85 años, es decir, en 1933, la Cámara de Comercio de Girardot, contribuyó a organizar y se vinculó de manera importante a la celebración de los 100 años de haberse firmado la escritura que dio vida física real al caserío, que cinco años más tarde sería Distrito Parroquial.

Hoy, innumerables ciudadanos nariñenses y amigos están de plácemes por un nuevo aniversario, que celebra con alegría y jolgorio, sin olvidar la difícil situación por la que atraviesa el municipio, la región y el país. De manera particular el cambio climático nos juega una mala pasada, dejando la incertidumbre de los trabajadores del campo en el quehacer administrativo. Nuevos retos se enfrentan, pero se sabe y conoce la importancia del trabajo tesonero, de la necesidad de profundizar en la educación para que el día de mañana podamos aportar generosas iniciativas a nuestro pueblo, de ser emprendedores para encontrar el éxito, disminuir la pobreza y ser cada día mejores.

Hoy como ayer, la alegría ilumina los corazones de quienes aman a Nariño, por lo que los nuevos retos deberán convertirse en regeneración de la mano con el trabajo, la cultura, la salud, el deporte, la educación y la historia. Luchar denodadamente por encontrar soluciones con todos aquellos que desean ver al municipio mucho mejor que ayer, es la disyuntiva.




PREPARACIÓN DEL PLATO 
VIUDO DE BOCACHICO
UTILIZANDO LEÑA



Edición Número 20, Girardot, Marzo 30 de 2018

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martes, 20 de marzo de 2018

Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018 – GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: DESDE PARÍS CON AMOR




                                                            Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018



GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
(Aracataca, 6 de marzo de 1927-Ciudad de México, 14 de abril de 2014)



http://img.soy-chile.cl/Fotos/2014/04/17/file_20140417174339.JPG


<<Tantas cosas se han dicho y continuarán diciéndose. Es uno de los colombianos más famosos en la historia de este país. Como los grandes hombres, resumió y resume con su experiencia vital y su obra escrita, un universo, un país, una sociedad y una esperanza. Así será por un buen número de años, hasta cuando solucionemos lo que es menester.

Obra que según eruditos contiene 11 novelas, 12 libros de cuentos, 22 libros de no ficción, 10 guiones de teatro, cine y televisión, un libro de memorias, probablemente documentos encontrados a deshora para los saldos; sin duda lo más chévere, placentero, es que no pasa de moda, y aquí simplemente las futuras generaciones tendrán la palabra: qué tan universal será, dentro de 200 años, por ejemplo, el aporte de García Márquez al acerbo literario del mundo conocido, sería una de las preguntas de alguien en torno a su legado. O a la manera de Cortázar, dentro de mil años probablemente mi apellido y si no lo encuentran, el título de alguna publicación de las que se salvaron del olvido, seré un pie de página de un estudioso de la historia.

Si se perdiera, habría que inventarlo de nuevo. Disfrutemos sus escritos, su genialidad. >>

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DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ (DERECHOS RESERVADOS)

DESDE PARÍS CON AMOR


Vine a París por primera vez una helada noche de diciembre de 1955. Llegué en el tren de Roma  a una estación adornada con luces de Navidad y lo primero que me llamó la atención fueron las parejas de enamorados que se besaban por todas partes. En el tren, en el metro, en los cafés, en los ascensores, la primera generación después de la guerra se lanzaba con todas sus energías al consumo público del amor. Que era todavía el único placer barato después del desastre. Se besaban en plena calle, sin preocuparse de no estorbar a los peatones, que se apartaban sin mirarlos, ni hacerles caso, como ocurre con esos perros callejeros de nuestros pueblos que se quedan colgados los unos de las otras haciendo cachorros en mitad de la plaza. Aquellos besos de intemperie no eran frecuentes en Roma-que era la primera ciudad europea donde yo había vivido- ni tampoco, por supuesto, en la brumosa y pudibunda Bogotá de aquellos tiempos donde era difícil besarse aun en los dormitorios.

Eran los tiempos oscuros de la guerra de Argelia, al fondo de las músicas nostálgicas de los acordeones en las esquinas, más allá del olor callejero de las castañas asadas en los braseros, la represión era un fantasma insaciable. De pronto, la policía bloqueaba la salida de un café o de uno de los bares de árabes del Boulevard Saint Michel y se llevaban a golpes a todo el que no tenía cara de cristiano. Uno de ellos, sin remedio, era yo. No valían explicaciones: no sólo la cara sino también el acento con que hablábamos el francés eran motivos de perdición. La primera vez que me metieron en la jaula de los argelinos, en la Comisaría de Saint Germain después, me sentí humillado. Era un perjuicio latinoamericano: la cárcel era entonces una vergüenza, porque de niños no teníamos una distinción muy clara entre las razones políticas y las comunes, y nuestros adultos conservadores se encargaban de inculcarnos y mantenernos la confusión. Mi situación era todavía más peligrosa, porque si bien los policías me arrastraban porque me reían argelino, estos desconfiaban de mí dentro de la jaula cuando se daban cuenta de que a pesar de mi cara de vendedor de telas a domicilio no entendía ni la jota de sus algarabías. Sin embargo, tanto ellos como yo seguimos siendo visitantes tan asiduos de las comisarías nocturnas, que terminamos por entendernos. Una noche, uno de ellos me dijo que para ser preso inocente era mejor serlo culpable,  y me puso a trabajar para el Frente de Liberación Nacional de Argelia. Era el médico Amed Tebbal, que por aquellos tiempos fue de mis grandes amigos en París, pero que murió de una muerte distinta de la guerra después de la independencia de su país. Veinticinco años después, cuando fui invitado a las fiestas de aquel aniversario en Argel, declaré a un periodista algo que pareció difícil de creer: la revolución argelina es la única por la cual he estado preso.


(El Gabo Parisino)




Sin embargo, el París de entonces no era sólo el de la guerra de Argelia. Era también el del exilio más generalizado que ha tenido la América Latina en mucho tiempo. En efecto, Juan Domingo Perón -que entonces no era el mismo e los años siguientes- estaba en el poder en la Argentina, el general Odría estaba en el Perú, el general Rojas Pinilla estaba en Colombia, el general Pérez Jiménez estaba en Venezuela, el general Anastasio Somoza estaba en Nicaragua, el general Rafael Leonidas Trujillo estaba en Santo Domingo, el general Fulgencio Batista estaba en Cuba. Éramos tantos los fugitivos, de tantos patriarcas simultáneos, que el poeta Nicolás Guillén se asomaba todas las madrugadas a su balcón del hotel Grand Saint Michel, en la calle Cujas, y gritaba en castellano las noticias de América Latina que acababa de leer en los periódicos. Una madrugada gritó: “Se cayó el hombre”. El que se había caído era sólo uno, por supuesto, pero todos nos despertamos ilusionados con la idea de que el caído fuera el de nuestro país.

Cuando llegué a París, yo no era más que un caribe crudo. Lo que más le agradezco a esta ciudad con la cual tengo tantos pleitos viejos, es que me hubiera dado una perspectiva nueva y resuelta de la América Latina. La visión de conjunto que no teníamos en ninguno de nuestros países se volvía muy clara aquí, en torno de una mesa de café y uno terminaba por darse cuenta de que a pesar de ser de distintos países todos éramos tripulantes de un mismo barco. Era posible hacer un viaje por todo el continente y encontrarse con sus escritores, con sus artistas, con sus políticos en desgracia o en ciernes, con solo hacer un recorrido por los cafetines populosos, de Saint Germain Des Pres. Algunos no llegaban como me ocurrió con  Julio Cortázar – a quien ya admiraba por su hermosos cuentos de Bestiario- y a quien esperé durante casi un año en el Old Navy donde alguien me había dicho que solía ir. Unos 15 años después lo encontré por fin, también en París, y era todavía como lo imaginaba desde mucho antes: el hombre más alto del mundo, que nunca se decidió a envejecer. La copia fiel de aquel latinoamericano inolvidable que en uno de sus cuentos del Otro cielo gustaba de ir en los amaneceres brumosos a ver las ejecuciones en la guillotina.

Las canciones de Brassens se respiraban en el aire. La bella Tachina Quintana, una vasca voluntariosa a quien los latinoamericanos de todas partes habíamos convertido en una exiliada de las nuestras, realizaba el milagro de hacer una suculenta paella para diez en un reverbero de alcohol. Paul Coulaud, otro de nuestros franceses conversos, había encontrado un nombre, para aquella vida: la Misere Doree. La Miseria Dorada. Yo no había tenido una conciencia muy clara de mi situación hasta una noche en que me encontré de pronto por los lados del jardín del Luxemburgo sin haber comido ni una castaña durante todo el día y sin lugar dónde dormir. Estuve merodeando largas horas por los boulevares, con la esperanza de que pasara la patrulla que se llevaba a los árabes para que me llevara a mí también a dormir en una jaula cálida, pero por más que la busqué no pude encontrarla. Al amanecer, cuando los palacios del Sena empezaron a perfilarse entre la niebla espesa, me dirigí hacia la “cité” con pasos largos y decididos,  y con una cara de obrero honrado que acababa de levantarse para ir a su fábrica. Cuando atravesaba el puente de Saint Michel sentí que no estaba solo entre la niebla, porque alcancé a percibir los pasos nítidos de alguien, que se acercaba en sentido contrario. Lo vi perfilarse en la niebla, por la misma acera y con el mismo ritmo que yo, y vi muy cerca su chaqueta escocesa de cuadros rojos y negros, y en el instante en que nos cruzamos en medio del puente vi su cabello alborotado, su bigote de turco, su semblante triste de hambres atrasadas y mal dormir, y vi sus ojos anegados de lágrimas. Se me heló el corazón, porque aquel hombre parecía ser yo mismo que ya venía de regreso.


1937. Torre Eiffel

http://images.nationalgeographic.com.es/medio/2016/03/31/la-torre-eiffel_3ddb59de.jpg


Ese es mi recuerdo más intenso de aquellos tiempos y lo he evocado con más fuerza que nunca ahora que he vuelto a París de regreso de Estocolmo. La ciudad no ha cambiado desde entonces. En 1968, cuando me trajo la curiosidad de ver qué había pasado después de la maravillosa explosión de mayo, encontré que los enamorados no se besaban en público, y habían repuesto los adoquines en las calles, y habían borrado los letreros más bellos que se escribieron jamás en las paredes: la imaginación al poder, debajo del pavimento esta la playa, amaos los unos encima de los otros. Ayer, después de recorrer los sitios que alguna vez fueron míos, sólo pude percibir una novedad: unos hombres del municipio vestidos de verde, que recorren las calles en motocicletas verdes y llevan unas manos mecánicas de exploradores siderales para recoger en la calle la caca de un millón de perros cautivos expulsan cada 24 horas en la ciudad más bella del mundo.


(Tomado de EL GABO PARISINO/BOGOTÁ, ABRIL 2017 N° 1/ 30° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BOGOTÁ)





Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018

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Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018 – GABO: NEVANDO EN PARÍS -LA PRIMERA NIEVE DEL INVIERNO-




                                                            Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018



NEVANDO EN PARÍS
- La primera nieve del invierno

(De Aquellos tiempos con Gabo, Plinio Apuleyo Mendoza) (Fragmento)




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“Seguramente empezó a caer mientras comíamos en un restaurante próximo a la plazuela del Luxemburgo. Pero no la vimos en aquel momento. No la vimos por la ventana sino en la puerta, al salir, y era deslumbrante y sigilosa, cayendo en copos espesos que brillaban a la luz de los faroles y cubría de blanco los árboles, los automóviles y el bulevar. El aire de la noche era limpio y glacial, olía de pronto a pinos de montaña.

Lavada de humores, rumores y colores, la ciudad se envolvía suave y lujosamente en aquella nieve como una bella mujer en una estola de armiño.

García Márquez quedó de pronto extático, fascinado por aquel espectáculo de sueño.
Nunca había visto la nieve.

Para un muchacho nacido en un pueblo de la zona bananera, en Colombia, donde el calor zumba como un insecto y cualquier objeto metálico dejado al sol quema como una brasa, la nieve, vista tan sólo en los grabados de los cuentos de Grimm, pertenecía al mundo de las hadas, de los duendes, de los gnomos, de los castillos de azúcar en el bosque.

Y he aquí porqué el glorioso reportero, el prometedor novelista recién llegado,  viendo la nieve, la nieve cayendo, brillando, cubriéndolo todo de blanco, tocándole el bigote y el pelo, besándole suavemente la cara como una hada dulce y traviesa, se estremeció como una hoja.

Le tembló un músculo en la cara.

-Mierda-exclamó.

Y echó a correr.

Corría y saltaba de un lado a otro por el andén, bajo la nieve, levantando los brazos como los jugadores de un equipo de futbol cuando acaban de anotar un gol.

Volvía de pronto a ser el muchacho alegre y rápido que había visto años atrás.

el pelotero de béisbol,
el cantante de rumbas,
el costeño desenfadado
Gabo y no García Márquez.
(…)

El más prometedor de nuestros jóvenes autores, heredero de Proust, de   Kafka, de Joyce y de William Faulkner, con un profundo anclaje en la angustia contemporánea según decían o escribían nuestros críticos; el hombre que ellos, <<cachacos>> llenos de retórica, veían buscando una dimensión cósmica de la soledad y planteándose los profundos interrogantes de la condición humana, corría y brincaba como un mono por el bulevar Saint Michel.

Menos mal que es loco, pensé con alivio.

Desde aquel preciso instante somos amigos”.


(Tomado de EL GABO PARISINO/BOGOTÁ, ABRIL 2017 N° 1/ 30° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BOGOTÁ)



Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018


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Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018 – LA RUTA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ EN PARÍS




                                                            Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018



LA RUTA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ EN PARÍS

Este es un recorrido por algunos lugares y personas que marcaron la historia de amor de García Márquez con París.




EL GABO PARISINO



Hotel de Flandre (Hotel des Trois Colleges)
García Márquez pasó la mayor parte de su estadía en París en el Hotel del Flandre, en el número 15 de la Rue Cujas en pleno corazón del Barrio Latino. El colombiano iba con frecuencia al cine Le Champo (a una cuadra de su hotel) y al restaurante L´Acropole, también cercano, donde podía comer con muy pocos francos. Hoy el edificio se llama Hotel des Trois Colleges y tiene una placa en la puerta en la que se lee que allí vivió García Márquez y escribió El Coronel no tiene quien le escriba en 1957.

Jardines de Luxemburgo
Como si se tratara de una reinvención de la primera escena de Cien años de soledad, a García Márquez le correspondió conocer no el hielo sino la nieve en París, en el invierno de comienzos de 1956, en el Jardín de Luxemburgo, a pocas cuadras de su Hotel. Ese día estaba acompañado de Plinio Apuleyo Mendoza, el “cachaco” del que se había hecho amigo en Bogotá y que iba a cumplir un papel fundamental durante estos años. Plinio cuenta que,  al contacto con la primera nevada de su vida, el joven García Márquez se puso a saltar y jugar de la felicidad.

Rue d´Assas
Al otro lado del jardín de Luxemburgo pasa la Rue d´Assas, la calle donde vivió Tachia Quintana, la actriz y escritora española con quien García Márquez tuvo un breve e intenso romance durante su estadía en París.  García Márquez compartiría con ella más que con nadie aquella ciudad. Vivió con ellas algunas semanas en su habitación de la calle Assas, pero pronto se dio cuenta de que la pobreza y el amor no van bien juntos. García Márquez y Tachia siguieron siendo amigos aún después de que cada uno había contraído nupcias. La edición francesa de El amor en los tiempos del cólera no está dedicada a Mercedes, como en español, sino a Tachia.



EL GABO PARISINO


Boulevard Saint Michel
En la primavera de 1957 García Márquez vio caminar por el Boulevard Saint Michel a su adorado Ernest Hemingway. Como no pudo dominar su timidez congénita para hablar con él, sólo pudo gritar de una acera a la otra un saludo de respeto al autor de Adiós a las armas: ¡maestrooo! A lo que el norteamericano alcanzó a responder: “¡Adiós amigo!”.

Teatro Olympia
Otro de los amores parisinos de García Márquez fue el cantautor George Brassens, a quien tuvo oportunidad de ver una noche en el legendario teatro Olympia, y de quien dijo que era el mejor poeta francés de su generación. Fueron las canciones antipoliciales de Brassens las que García Márquez y un grupo de árabes terminaron cantando en la comisaría cuando fueron arrestados por ser sospechosos de terrorismo durante los años de la guerra de Francia contra Argelia. Y fue con las canciones de Brassens que García Márquez aprendió a hablar francés.

Rue Stainlass
Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se decidió a comprar apartamentos en París; primero en la Rue Stainlass, a finales de la década de los sesenta, y luego en la Rue du Bac, en 1993. En ellos recibió a jóvenes periodistas y artistas colombianos que llegaron a París a repetir sus pasos, como María Jimena Duzán, o se reunía con sus amigos latinoamericanos o franceses.

Café Old Navy
Cuando García Márquez llegó a París ya llevaba varios años instalado en esa ciudad el escritor argentino Julio Cortázar. Los dos llegarían a ser muy buenos amigos, pero en un principio el colombiano sólo alcanzó a mirar desde lejos y con respeto en las mesas del Café Old Navy, en el barrio Saint Germain des Pres, el autor de Bestiario, un libro que García Márquez había devorado en Colombia con mucho interés.

Café L´Escale
No fueron pocas  las noches que García Márquez pasó en el Café L´Escale, ubicado en la Rue Soufflot. Allí podía ganarse unos buenos francos cantando rancheras en dúo con el pintor venezolano Jesús Rafael Soto. El café era frecuentado por muchos músicos, como Violeta Parra o Paco Ibáñez, con los que seguramente compartió algunas copas el escritor colombiano.

Ministerio del Interior de Francia
La primera crónica que García Márquez escribió  desde Francia fue la que bautizó, tal vez un poco exageradamente, “El juicio del siglo”, sobre el proceso judicial que la extrema derecha francesa impulsó en contra del ministro del Interior, Francois Miterrand, por supuestamente haber compartido información confidencial de su gobierno con los comunistas. Este juicio suscitó el interés de los periódicos franceses, pero no la serie de reportajes de García Márquez para Colombia no tuvo el mismo éxito.



https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/027/4a0/0274a01ead2e11abc51c191bd6763a98/garcia-marquez-intimo-y-digital-las-fotos-desconocidas-del-nobel.jpg?mtime=1513181361




(Tomado de EL GABO PARISINO/BOGOTÁ, ABRIL 2017 N° 1/ 30° FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BOGOTÁ)





Edición Número 19
, Girardot, Marzo 20 de 2018


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Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018 – POESIA, CONVIVENCIA Y PAZ (HISTORIA DE GUATAQUÍ, CUNDINAMARCA)




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POESIA, CONVIVENCIA Y PAZ [1]

Por Carlos Arturo Rodríguez Bejarano



Eduardo Carranza Fernández

http://www.elpais.com.co/files/article_main/uploads/2017/02/02/58938e2eeb455.jpeg


Una experiencia individual o local es universal en la medida que puede replicarse en distintos lugares y sociedades sin aparente conexión cultural entre sí; claro, sin desconocer la universalidad cultural de los rasgos que identifican a este hombre planetario por dondequiera que trasiegue.

Nuestro caso es singular. No todos los pueblos, ciudades o veredas de nuestros corazones y geografía han tenido o contemplan un poeta, un vate que predice el futuro o bardo que les cante o haya cantado. Guataquí ha contado y tiene sin que lo supiera, un predictor de su futuro que en versos generosos contó su importancia en su periplo vital y para desgracia de todos nosotros lo ignoramos por más de veinte años pero a partir de esta hora lo reivindicamos para la vida, la convivencia, la poesía y la paz, tal como lo predijo el mismo, poeta, profeta y maestro: Eduardo Carranza Fernández.

Casi siempre la humanidad ha existido en desorden bajo los cielos. Por alguna extraña razón, la sinrazón toma el mando de nuestras iniciativas y a partir de ahí las desgracias se precipitan en saltos terribles y profundos hacia la oscuridad, el desenfreno y la paranoia. Eso sí, esa perturbación mental individual y social se nos presenta como la quintaesencia de lo mejor (cuando oigáis paz, no lo creáis, porque nada de eso es cierto). Puesto que esta es una sociedad cristiana, el libro de libros debería reposar al lado del trabajo y el pan; algo que tampoco ocurre.

Las tecnologías de ahora no las conoció el poeta, ni falta que le hacían. ¿Desde cuándo cualquier cosa es más importante que la magia de las palabras, si al principio era el verbo? ¿Y para cualquier principio la palabra es lo más grande e inmarcesible? Aquéllas no nos hacen mejores ciudadanos, es decir, la libertad de que hacemos gala la despreciamos y negamos inundando de dolor todo a nuestro alrededor. A veces desgraciadamente, el exceso de democracia es una verdadera vergüenza, un acto criminal, demencial. En este momento nos están diciendo por todos los medios que dispone el Estado de la necesidad de disminuir el hurto de teléfonos móviles, pero no se nos dice que ello significa también un mayor control del Estado sobre la vida y los bienes de todos los ciudadanos que caigan en la trampa. ¿Pero, y qué podemos hacer?
Parece que no mucho, pero algo puede hacerse; mas, lo anterior es una piñata de niños nerviosos frente a lo otro, el escenario del llanto, el dolor, la guerra, la pérdida de la vida por culpa de enemigos visibles e invisibles. La hemos vivido, presenciado, ayudado a construir con nuestra cobardía y otros con sus propias manos.

El poeta Eduardo Carranza poco antes de su fallecimiento se preguntaba por aquello que muchos de manera despectiva pronunciaban… y la poesía, ¿paraqué?

Es preciso tener claro el panorama en cuanto a las repercusiones del comportamiento de las sociedades y de los Estados y de los individuos, porque, sentenció: …. Lo que está en peligro, entonces, es nada menos que el problema de la libertad.

Y dijo: lo que no advierten muchos o alguien “es que justamente el o ellos viven como viven y donde viven porque hay, porque ha habido poetas. Porque Cristóbal Colón, un misterioso poeta de sí mismo, cruza el océano oyendo cantar ruiseñores del mar. Y otro poeta, un capitán granadino que traía la Alhambra sobre el corazón, en una marcha inverosímil… abriéndose paso con la punta de su alma y la punta de su espada, llega hasta la cumbre andina y funda Santa Fe: Santafé de Bogotá. Y porque otro gran poeta llamado Simón Bolívar, cruzando pampas devoradoras, trepando riscos y cortando ríos con su pecho, siempre a caballo y seguido por la ráfaga de sus jinetes llaneros, fundando patrias y vaticinando fue, a un tiempo, Odiseo, Aquiles y Homero de su epopeya. Y porque vive, en torno suyo, otro gran poeta que es el pueblo. (Una vida social civilizada, o si se quiere una comunidad histórica, necesita por igual los alimentos terrestres y los otros, vale decir, nuestras palabras cubiertas de cotidiano polvo terrenal o de mágico, dorado polvo sideral).”



http://bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/grafica/Lists/ImagenesPublicacion/fcarranza_35_pza11r.jpg


Es también justo y bueno y saludable, recordar de vez en cuando la absoluta necesidad de la poesía como atmósfera de la vida humana. Más allá de las palabras, de los poemas y los versos: cuando la poesía se llama ilusión, esperanza, ensueño, idealismo, patriotismo, amistad, nostalgia, generosidad, melancolía, amoroso silencio…”

“Olvidan algunos que la verdadera historia de un hombre es la de los momentos poéticos que ha vivido. Y que la historia grande de un pueblo es la de sus más altos momentos de tensión poética y heroica. Y que toda gran política en la historia universal, desde César hasta Bolívar, fue una política poética….” 

Y que “a los pueblos no los han movido nunca sino los poetas y a la poesía  que destruye hay que oponer la poesía que promete”

“… donde no hay canciones de recuerdo y esperanza, de vaticinio y profecía, no hay política, ni polis, ni patriotismo, ni patria…. Si la poesía, como valor ambiente de la vida cotidiana, desapareciera, los mismos que preguntan o se preguntan para qué sirve la poesía, esos mismos se sentirían de súbito como inválidos, inconclusos e incompletos. Y si un día sólo contara lo que es mensurable, contable y tabulable, y la poesía desapareciera del mundo, todos nos sentiríamos, de repente, como si nos faltasen las manos, el corazón o el despertar.”

“Nos ha tocado-le ha tocado a mi generación que es una generación de náufragos- vivir en un mundo caído, en donde el hombre perdió la conciencia de los valores eternos y de su origen divino en un torvo mundo…”

“Nos ha tocado vivir la tenebrosa era de la batería tecnocrática y económica, y la nauseabunda sociedad de consumo”. Nos ha tocado vivir en el confín de un mundo, en el sangriento atardecer de una edad histórica, en el crepúsculo del Renacimiento, en vísperas de un nuevo milenario y con el aterrador presentimiento de una catástrofe cósmica: la final catástrofe nuclear o la catástrofe ecológica final: ambas originadas en la técnica sin alma. Hemos entrado en una nueva edad oscura, en una noche oscura, sin alma. El tiempo sufre en nuestros corazones. A este sufrir, que es también un esperar, llamaron los místicos plegaria…..Todo esto quiero escribirlo en el corazón de todos los jóvenes, de mis hijos, de mis discípulos.”

“Pero no todo está perdido. Estamos edificando sobre la esperanza… sino esperáramos, estaríamos muertos. Contamos todavía con la poesía…”

“Ya en las entrañas del viejo bardo y en el corazón de los más jóvenes se presiente el crepúsculo de la nefanda edad tecnocrática y el amanecer de una nueva edad mágica, poética y religiosa. En dos palabras: más humana.”

“La poesía sirve para la vida y para la muerte, para el recuerdo y la esperanza. Y para la alegría y la melancolía, para el amor y para el rocío. Para soñar y respirar. Y para la paz.”

Y para confirmarnos, finalmente, en  que “el camino más corto para ir de un lugar a otro pasa por las estrellas.”

Sin duda las enseñanzas de nuestro más ilustre ciudadano pueden ser escuchadas, meditadas y puestas en acción. Con un poco de optimismo intentemos ser mejores que ayer.

Guataquí, octubre 02 de 2012
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NOTA: Un texto de 1985, aparece publicado en el periódico JORNADA, fundado por el suscrito, con motivo de la celebración del cumpleaños de la fundación españolizada de Guataquí, que el alcalde de la época (Luis Rodríguez Ramírez) copió de manera generosa luego de contarle lo importante que sería conmemorar tal gesta, la número 446!! Lo negativo es que no se institucionalizó, sino hasta la época de la elección popular de alcaldes, luego de Acuerdo  de 2008, presentado por Aldemar Martínez Avendaño, alcalde 2008-2011.

El segundo texto está relacionado con la presencia vital y poética del Maestro y poeta Eduardo Carranza Fernández, el personaje más relevante que ha tenido Guataquí, dada su cercanía con Rosendo Trujillo Carranza, su primo, personaje liberal del cual se historiará próximamente. (Carlos Arturo Rodríguez Bejarano)



[1] RODRÍGUEZ Bejarano, Carlos Arturo. Texto leído en el Auditorio del  IED Nicolás de Federmán, Sector Urbano, en octubre 02 de 2012 en un encuentro de profesores y estudiantes del municipio.


Edición Número 19, Girardot, Marzo 20 de 2018


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