miércoles, 26 de diciembre de 2018

Edición Número 49, Girardot, Diciembre 26 de 2018:-JOSÉ MARÍA VARGAS VILA





                                                            Edición Número 49 Girardot, diciembre 26 de 2018



JOSE MARIA VARGAS VILA *

POR CONSUELO TRIVIÑO ANZOLA




JOSE MARIA VARGAS VILA
(DE JOSE MARIA VARGAS VILA)


 El 24 de agosto de 1884 se publicó en el periódico La Actualidad, de propiedad de Juan de Dios Uribe, un artículo titulado “Camino de Sodoma”. En él se ponía en tela de juicio no sólo la moral del sacerdote jesuita Tomás Escobar, sino el sistema educativo. El autor del texto era nadie menos que  José María Vargas Vila, quien hasta hacía unos meses se había desempeñado como vicerrector del “Liceo La Infancia”, institución que regentaba el cura en cuestión. Con semejante escándalo sale a la luz pública quien habría de ganarse la vida combatiendo a sus contemporáneos. La acusación fue tan grave que sacudió a la pacata sociedad bogotana de entonces, puesto que se le imputaba al prelado el delito de sodomía con los alumnos del plantel.

El responsable del escándalo había nacido en Bogotá el 23 de junio de 1860. El padre, don  José María Vargas Vila, alcanzó el grado de general del estado mayor del director supremo de guerra, Tomás Cipriano de Mosquera, quien se había enfrentado al presidente conservador, Mariano Ospina Rodríguez, para evitar que este derrocara a los liberales radicales. Al fallecer el padre en 1864, la familia quedó en el más completo abandono. La madre, doña Elvira Bonilla Matiz, quien se encontraba en Funza con sus cinco hijos, debió trasladarse hasta la  capital, buscando la protección de la familia, pues la pensión de viuda de militar no le alcanzaba ni para cubrir las mínimas necesidades.

El joven José María Vargas Vila cursó sus estudios primarios y secundarios en distintos colegios de la capital pero, debido a las limitaciones económicas no pudo adelantar la carrera universitaria. Por ello tuvo que conformarse con ejercer el magisterio, profesión que desempeñó en Ibagué, en diversas poblaciones de Cundinamarca y Boyacá y finalmente en Bogotá. Desde su adolescencia mostró su rebeldía cuando en 1876 se incorporó a las tropas gobiernistas de Camargo y de Acosta quienes marcharon a aplastar la revolución conservadora del Cauca. Vargas Vila, igual que su padre, se mostraba fiel al ideario liberal radical.

Aquel niño enfermizo y enclenque,  excesivamente mimado por la madre, jamás se imaginó despertar en torno suyo una leyenda negra que aún hoy envuelve su vida. Los odios y las pasiones que suscitó llevaron al suicidio y al asesinato, como ocurrió con aquel campesino que mató a su interlocutor por atreverse a afirmar que Víctor Hugo era más grande que Vargas Vila. No obstante,  el autor de Aura o las violetas dio muestras de insubordinación en su carácter arrogante y altivo. Las humillaciones y las privaciones que soportó, en medio de un ambiente clasista, hicieron de él un rebelde desde la juventud. La primera pelea que enfrentó fue en defensa de sus ideales políticos y la segunda contra el clero. Por eso no es de ninguna manera gratuito el incidente ocurrido con el jesuita. La institución religiosa coartaba su libertad de pensamiento y le imponía soportar la miseria con cristiana resignación. Bogotá era una ciudad provinciana, lúgubre y silenciosa. Sin embargo, los chismes circulaban en exceso. Las intrigas por el poder descabezaban líderes y arruinaban familias. Los curas manejaban las conciencias, mientras mantenían al pueblo sumido en la ignorancia.

El grueso de la población estaba conformado por indios y mendigos que se aglutinaban en la plaza los días de mercado. La ignorancia y la miseria de las clases bajas contrastaban con las élites cultas y refinadas que hablaban en verso y vivían a la usanza europea, con sus “five o’clock”, sus veladas alrededor del piano y sus tertulias.

Varga Vila huyó de Bogotá cuando Rafael Núñez emprendió el periodo que se conoció como la Regeneración. Entonces se enroló en las filas del general Daniel Hernández para hacerle frente al tirano, contra quien escribiría sus más encarnizados panfletos. Pero los radicales cayeron y él tuvo que refugiarse en los Llanos en la hacienda del general Germán Vargas Santos. Después pasó a Venezuela y allí ejerció el periodismo, medio que utilizó para denunciar los excesos del dictador Núñez. A partir de esa época inició su interminable exilio, pues no volvió a pisar el suelo de su patria, salvo en 1924 cuando el barco que lo llevaba de gira por Latinoamérica atracó en el puerto de Barranquilla.

Las medidas políticas de Núñez marginaron de la vida política a los radicales quienes huyeron del país. En Venezuela se encontraron con Vargas Vila, Diógenes Arrieta y Juan de Dios Uribe, “El indio”. Los tres fundaron el periódico Los Refractarios, desde cuyas páginas denuncian los atropellos de Núñez contra los radicales. Por entonces el panfletario fue creando en torno suyo una aureola de perseguido político que de algún modo contribuyó a su exitosa carrera como escritor. Núñez instauró un centralismo político y administrativo,  fortaleció el ejército, introdujo el papel moneda y restableció la pena de muerte.  Sin embargo, lo que más afectó a los radicales fue el hecho de que a través del concordato se dejara la educación en manos de la Iglesia, puesto que desde sus comienzos aquellos se mostraron como anticlericales.

Vargas Vila jamás aceptó la política de Núñez, como tampoco entendió sus intentos de modernización del Estado. El sólo veía en ello la pérdida de su libertad de expresión y de pensamiento.

En 1887 se editó por primera vez Aura o las violetas en una imprenta de Maracaibo. La madre del autor acababa de fallecer y éste le dedicó a sus hermanas aquella novela de juventud con la que inició su carrera como novelista, después de haber pasado por el periodismo de denuncia política que alcanzó su máxima expresión en los panfletos de Vargas y de su amigo,  no menos ácido, Juan de Dios Uribe. Después viajó a Caracas y luego a New York donde colaboró con El Progreso. Encontrándose en aquella ciudad recibió el llamado del presidente Crespo de Venezuela, quien le propuso ser su secretario privado y consejero en asuntos políticos. De allí viajó a París donde entabló amistad con Rufino Blanco Fombona,  Enrique Gómez Carrillo y César Zumeta quienes lo introdujeron en el mundillo de la bohemia de la que tanto habría de renegar en sus memorias. En ese mismo año Núñez nombró a Rubén Darío, cónsul general de Colombia en Buenos Aires. Este nombramiento indignó al panfletario quien llamaría al príncipe de las letras “el tirano poeta”. Tales odios acabaron en la más entrañable amistad de la que da cuenta el libro de Vargas Vila, Rubén Darío, donde narra los pormenores del encuentro con el poeta nicaragüense.

Viajando de un sitio para otro el autor de Aura o las violetas inició proyectos literarios, como la fundación de la revista Hispanoamérica en la que le colaboró César Zumeta; después se aventuró con La Revista, publicación que no debió sobrepasar el segundo número, y finalmente Némesis, escrita por él y sobre él. Esta empresa se mantuvo hasta poco antes de su muerte y fue el órgano a través del cual el ególatra Vargas Vila dejó constancia de que su verbo era infatigable.







Con la publicación de Ibis en 1900 asistimos al momento de mayor prestigio de su autor. En ese mismo año publica también en Estados Unidos Ante los bárbaros, donde ataca abiertamente la política intervencionista norteamericana en Centroamérica. Su antiimperialismo es radical, lo cual le acarrea problemas, pues debe abandonar New York, a causa de la publicación de este panfleto. Su carrera como novelista se consolida con la aparición de Alba Roja, Los Parias y El Alma de los lirios, obras visiblemente influidas por sus concepciones políticas. Por esa misma fecha es nombrado representante diplomático del gobierno del Ecuador en Roma, ciudad en la que se desplazará como un aristócrata, ataviado con lujosos chalecos, luciendo las más estrafalarias vestimentas, para alimentar el mito del misterioso escritor de la lejana Colombia, del que dijera D’Anunzio que sólo le hacía falta haber nacido en Francia para poder sentarse a la diestra del trono de Hugo.

De Roma pasó a España para radicarse definitivamente en Barcelona donde Ramón Sopena editó la totalidad de su obra. Acompañado de Ramón Palacio Viso, Vargas Vila se retiró de la vida mundana para dedicarse a exaltar su soledad en una considerable lista de novelas, ensayos, escritos políticos y filosóficos, los cuales son proyecciones de su yo, como él mismo lo repite, una y mil veces en los extensos prólogos de sus obras. Aparte de su soledad el autor de Ibis goza hablando de sus enfermedades y en su diario íntimo, un documento verdaderamente revelador, nos deja constancia de su preocupación por la muerte.

Repuesto de uno de esos quebrantos de salud emprende una gira por Latinoamérica de la que espera sacar ganancia dictando conferencias y publicando sus libros. Pero, infortunadamente para él, su estilo ya había pasado de moda. Esto lo confirmó el silencio de la prensa argentina. El periódico más importante de Buenos Aires, La Nación, ni siquiera reseño su visita. En respuesta, Varga Vila se ensañó, no sólo contra el director del periódico sino también contra el país, del que escribió verdaderos horrores en su Odisea romántica. En cambio su leve estadía en Barranquilla lo reconfortó al ver que entre los estudiantes liberales su palabra aún se mantenía viva. El encuentro con su patria fue conmovedor. Estas fueron sus emocionadas palabras: “Mi corazón de Ulises libertario no podía desoír la voz de su Itaca natal. El perro tendido en el umbral de la puerta me ha reconocido”. La gira culmina en Cuba donde permanece más de dos años, a causa de una enfermedad que lo obligó a guardar cama largo tiempo.

De regreso a Europa se radica definitivamente en Barcelona. Ramón Palacio, a quien bautizó como su “hijo adoptivo” queda irremediablemente ciego, con lo que el sino de tragedia  marcará los últimos años de su vida. Lo único que seguirá teniendo sentido para el panfletario será la escritura, puesto que se dedica a sus libros con una pasión poco corriente.

A pesar de encontrarse aislado en su apartamento de Barcelona, Vargas Vila no deja de preocuparse por la suerte de América Latina. Muchos acontecimientos históricos demostraron que su antiimperialismo radical tenía una razón de ser. Colombia había perdido el canal de Panamá y la doctrina de Monroe, concretada en la expresión: “América para los americanos”, era una dolorosa realidad. El escritor culpó siempre a los dictadores, al tradicionalismo de las sociedades conservadoras y al clero, cómplice de esta actitud. El autor de Ante los bárbaros no dejó de ser nunca un liberal radical. De ello dejará constancia en un artículo publicado en el Diario de la Marina de La Habana cuando se le culpó de un incidente, de origen comunista, contra el dictador Machado. Copia del artículo, en una hoja volante, circuló profusamente en el continente y dice lo siguiente: “Yo quiero que en mi patria se conozca bien mi actitud ideológica y política de hoy, que es la misma de ayer, de hace cuarenta años cuando aparecí en la prensa –sacudiendo mi pluma como fusta- sobre los lomos y sobre las ancas de ese rebaño de tigres que han sido los dictadores de nuestra América, los de mis Providenciales, los de mis Césares de la decadencia; esa fauna que no se extingue y antes bien, cuenta a diario con nuevos ejemplares de su vergonzosa fecundidad… que mi radicalismo es estacionario y demodé… lo sé, lo sé… pero amo esa actitud estacionaria de  mi pensamiento y espero morir en ella; fiel a mis ideas de toda la vida; sin avanzar, sin retroceder; sin capitular con nadie, ni con los dioses ni con los hombres”.

A pesar de haberse paseado por los más elegantes salones europeos, ostentando cargos diplomáticos, luciendo sus chalecos, sus joyas y sus finos bastones, el fantasma de la pobreza no abandonó jamás a Vargas Vila, quien fue considerado como uno de los escritores más ricos de su tiempo. Tenía una finca en Málaga y casas en las distintas ciudades entre las que transcurría su existencia. La leyenda de su fortuna se debe tal vez a la ostentación en que vivió. El autor sí fue acomodado, puesto que alcanzó a ganar hasta sesenta mil pesetas al año por las regalías que le dejaban sus libros, pero pronto se encontró viviendo austeramente. El viaje que hizo por Latinoamérica disminuyó su fortuna. Esto explica que se viera obligado a escribir libros en quince días, puesto que vivía de la venta de los mismos. No obstante, él buscó otras alternativas para asegurar su vejez y la de su amigo Ramón Palacio. En Cuba, por ejemplo, había montado un negocio de importación de carros, pero fracasó.

Cuando regresó a Europa estaba arruinado, no solo por sus malos negocios sino también por los costos de su enfermedad. Además, la operación que debió hacerse Ramón para curarse de la ceguera acabó con sus reservas monetarias.

El indiscutible prestigio de Vargas Vila rebasó las fronteras de su patria, hasta extenderse al continente latinoamericano y, en general, al mundo hispánico, puesto que en la Península, el autor formó parte de una extensa nómina de escritores fundamentalmente populares, a quienes Carlos Mainer incluyó en el periodo conocido como “la edad de plata”. La literatura había abandonado el sagrado espacio del arte con mayúsculas para bajar hasta los sectores populares. La clase obrera incursionó en el mercado del libro iniciándose con la lectura de novelas como Flor de fango o las novelas de folletín que se publicaron en España a comienzos de siglo.

Vargas Vila fue muy consciente del tipo de literatura que estaba haciendo, puesto que la venta dependía del gancho que utilizara para atrapar a los lectores. No en vano sus novelas cargadas de erotismo fueron la biblia en que se iniciaron sexualmente varias generaciones de jóvenes latinoamericanos. Las historias truculentas, con personajes decadentes que hacían ostentación de sus vicios escandalizaron a todos los sectores conservadores de la sociedad, al tiempo que aseguraron el prestigio del escritor, quien gozaba al enterarse de los suicidios ocasionados por la lectura de sus libros. Además, los jóvenes enamorados de entonces eran proclives al suicidio. El mismo Vargas Vila exaltaba en su obra esa actitud tan desesperanzadora: la misma que amargó su existencia y que mantuvo hasta su muerte ocurrida en 1933 en Barcelona.

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* JOSE MARIA VARGAS VILA/ CONSUELO TRIVIÑO ANZOLA/ PROCULTURA/ BOGOTA/ 1991



Edición Número 49, Girardot, Diciembre 26 de 2018


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martes, 18 de diciembre de 2018


Edición Número 48, Girardot, Diciembre 18 de 2018:-LAS LECCIONES DE LA HISTORIA





                                                            Edición Número 48 Girardot, diciembre 18 de 2018


LO QUE SIGNIFICAN LAS LECCIONES DE LA HISTORIA*



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HISTORIA DE LOS BUFONES


La Historia, tal como la conocemos, de la manera que se enseña a aquellos a quienes se quiere hacer hombres, no es una ciencia: es un vulgar engaño, un instrumento del cual se sirven las pasiones de los unos y de los otros, para agrandar o empequeñecer las cosas, negar o atenuar los hechos, tan pronto elevar sobre el pavés como arrastrar por el lodo a ciertos hombres, crear influencias ficticias, rechazar otras serias y verdaderas, a favor de los tiempos, de los partidos y de las ambiciones triunfales o vencidas.

No puedo oír sin indignación hablar de la gran voz de la Historia, del juicio de la Historia, de la imparcialidad de la Historia. Cuando examino de cerca esta gran voz, este juicio, esta imparcialidad, todas estas palabras sonoras con las cuales se satisface la admiración de la multitud, veo que los hábiles las explotan audazmente en provecho suyo.

         La historia, juzgando desde lo alto y con imparcialidad, está aún por nacer; por ahora no es más que una alcahueta complaciente y servil de todas las causas y de todas las opiniones.*

         Bruto apuñalea a su bienhechor, y la Historia no tiene bastantes palabras para alabar al virtuoso ciudadano.

Volved algunas hojas del libro, dejad transcurrir algunos siglos, y Jacobo Clement, Ravaillac y Louvel, son por la misma Historia señalados con hierro candente con el sello de la ignominia y de la reprobación.

         ¿Qué significa esta indigna comedia? ¿Por qué estos ramos de laurel y esta alabanzas para los unos y esa santa indignación para los otros? ¿Por qué no tienes valor, tu a quien se llama la maestra de los pueblos y de los reyes, de fustigar a los asesinos de todas las épocas, y de rechazar como medio la traición, el puñal y el veneno?

         Es en vano que busque tus principios: no puedo hallarlos.

         ¿El famoso de que el fin justifica los medios, procede de ti?

         Tentado estaría a creerlo, viéndote sin pudor de clase alguna admirando o ensalzando el mismo hecho, como considerándolo indigno y despreciable para las edades futuras.

         ¿Quién te paga esta obra tenebrosa de bajeza e inmoralidad? ¿Es esto todo lo que puedes y debes enseñarnos?

         Un loco revoluciona el Asia; durante quince años arrastra como séquito los despojos de veinte pueblos vencidos y diezmados; deja huellas profundas de su paso sobre la tierra por el hierro, el fuego y la devastación, y tú en presencia de tantas ruinas y de tantas miserias, sólo tienes cantos de triunfo para ese nombre maldito, que se convierte, gracias a tus estúpidas adulaciones, en Alejandro Magno.

         Ah! Sin embargo tu héroe no es completo; hallas una sombra en el cuadro: Alejandro se embriagaba y mató a Clito. Y olvidando los millares de hombres a quienes ese loco cavó la tumba, te dignas darle una pequeña lección de moral, demostrando, en distintas ocasiones, que si hubiera sido más sobrio no habría muerto a su amigo.

         Después, siempre con la misma lógica, Atila, Tamerlán, Gengis khan, son considerados por ti, imparcial Historia, como azotes devastadores y monstruos sedientos de sangre.

¿Por qué? Porque al fin son vencidos y junto con sus hordas indisciplinadas no han logrado fundar nada.

         Aplaudir a los audaces afortunados, vituperar a los audaces que fracasan; elevar sobre el pináculo de la gloria a los destructores de naciones y olvidar a las víctimas: considerar como conquistadores a los que triunfan y como aventureros a los que sucumben, esa es tu misión: no nos hables, pues, de tu imparcialidad, de tu grandeza, aduladora de las suertes propicias, vil esclava del dios éxito!*
         
        César, que destruyó ¿no es para ti más grande que Vercingétorix que defiende su patria? ¿Has sabido, acaso, sujetar tus juicios a la eterna ley moral, que aprecia el hecho por el hecho mismo, rechaza el crimen porque es crimen, y no incurrirá jamás en excusarlo por la intención y el fin que se propone?

         ¿Qué has hecho de la gran idea de la divinidad? Cuan no la niegas por completo la mezclas tan íntimamente con las debilidades y cobardías de la especie humana, que en verdad no se sabe si es preferible que no te ocupes de ella.

         Sabes por qué la Humanidad lucha tan penosamente desde siglos para alcanzar el bien y la fraternidad universal, que debe constituir la única ambición del porvenir? Porque tu anciana narradora de espíritu débil, no has tenido el valor de separar nuestra cuna de todas las fábulas y de todas las supersticiones que la rodean;  y el hombre que formas está obligado a emplear las energías de su edad madura  en extirpar, antes de poder marchar hacia adelante, todos los errores que tu enseñanza le ha legado.

         Del mismo que la Ciencia ha empleado siglos y siglos en hacer mover la tierra porque le plugo a un iluminado hacer parar el sol; del mismo modo, con los leños encendidos, los misterios de Isis o de Eleusis, las revelaciones en Las cumbres de las montañas rodeadas de rayos y truenos, los sortilegios y milagros que has recogido sin atreverte a combatir, la razón moderna no puede avanzar con plena independencia, sujeta como está a veces por todas estas ilusiones del pasado que tienen partidarios encarnizados y que no se pueden vencer en un día.

La Historia que merecerá el nombre de tal será aquella que basada en la eterna justicia, en la eterna moral y en la eterna moral y en la eterna verdad, rechazando toda componenda, toda transacción de conciencia, juzgará con igual severidad, pesará en idéntica balanza los actos del débil y del fuerte, las faltas de los pueblos y de los reyes, los crímenes de los aventureros y de los conquistadores.*

         Hasta el presente la moral de la Historia no se ha elevado por encima de esto:

         Cartuche no ha llegado a reunir más que una cuadrilla de trescientos hombres: Es un bandido;

         Alejandro ha podido reunir y arrastrar tras de sí  a más de cien mil pillos: Es un genio;

         El Condestable de Borbón ha levantado la bandera de la revolución contra su rey; no ha obtenido éxito: Es un traidor.

         César ha pisoteado las leyes de su país; ha triunfado: Es un gran hombre.

         ¡Qué perversión han de producir en la mente semejantes estudios!

         Nosotros los que soñamos en un porvenir de concordia, de trabajo, de paz y de libertad, inculquemos a nuestros hijos el odio a ese pasado corrompido; apartemos de ellos a la prostituida Historia que solo ha sabido humillarse ante la fuerza brutal que triunfa, los traidores favorecidos por la suerte y los destructores de naciones. Enseñémosles que aquellos que lanzan unos pueblos contra otros, como fieras en celo o gladiadores pagados, son seres malditos, escoria de la humanidad a los que es preciso señalar con la nota de infamia.

         Sepamos hacerles distinguir entre los heroicos defensores del suelo patrio, del hogar doméstico, y aquellos vulgares ambiciosos que convierten en trono un campo de matanza. Demostrémosle que no existe un Dios de los ejércitos, y que los cantos triunfales de un Te Deum y de un Hosanna, cuando veinte o treinta mil hombres han sido degollados la víspera, sólo son manifestaciones bárbaras e impías, y que el Ser Supremo, cuya bondad iguala a su poder, debe volver la cabeza para no oírlos.

         Después, destruyamos por su base todos los mitos, todos los misterios, todos los milagros que no tengan explicación física, medios de dominación inventados en la infancia de los pueblos, y que se tiene mucho cuidado en renovar en la época de madurez. Apartémonos de todas las intolerancias religiosas que convierten a lo <<divino>> y a lo <<revelado>> en instrumentos del poder, para seguir sólo las luces de la conciencia y de la razón.

         De esta manera habremos profundizado el verdadero surco del porvenir, arrojado la semilla y preparado la cosecha.

         Que se sepa: el momento es solemne. Es necesario romper sin vacilaciones, sin mirar hacia atrás, con un pasado que hasta el presente no ha sido poderoso más que para la destrucción, sino queremos dar a las generaciones futuras un ejemplo más de civilizaciones caídas por la corrupción y la teocracia.*

                                                                           JACOLLIOT

*NOTA: El subrayado es del compilador (CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO)
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­­­­­­­­­­­­­LA PLUMA/ GIRARDOT/ NÚMERO 6/ 1912



Edición Número 48, Girardot, Diciembre 18 de 2018


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lunes, 17 de diciembre de 2018


Edición Número 47, Girardot, Diciembre 17 de 2018:-EL CLERO Y LA POLITICA




                                                            Edición Número 47 Girardot, diciembre 17 de 2018


EL CLERO Y LA POLITICA



http://tabernadelosfrailes.com/


         Reproducimos hoy parte de la circular que el Illmo. Sr. Federico González Suárez, Arzobispo de Quito, dirigió al clero de su Arquidiócesis, con el fin de probar a nuestros lectores que no es un deber del Sacerdote católico el meterse en la política, sino únicamente un ultraje y el más insufrible de todos los apasionamientos.

         Quisiéramos que a la manera que el Illmo. Señor González, los Arzobispos y Obispos de Colombia, tomaran también serias medidas contra este mal que hasta hoy ha sido funesto e inevitable en este país.*

         No hemos creído bien intencionada la labor política del clero, sino por el contrario disociadora, y como tal, una amenaza para la República, tanto más que el clero extranjero, violando la Constitución, toma gran parte en esa labor.*

         El clero nacional hace campaña contra el liberalismo, porque no lo conoce y lo juzga enemigo de su Iglesia; fruto es este de la ignorancia. Pero el clero extranjero que no se preocupa sino por los terrenales bienes de las almas, en nada tiene que ver con la política del país, siendo así que su lucha es obra de la perversidad solamente, porque con ellas aprietan las cadenas de un pueblo harto ya del dominio extranjero.*

         Sanas y bien intencionadas encontrarán los Arzobispos y Obispos de Colombia, las  palabras del Illmo. Señor González Suárez, y seguros estamos de que imitándole en este buen proceder, la Iglesia perderá el gran enemigo que hasta hoy ha sido la parte principal de su ruina: la intransigencia y el personalismo inmiscuidos en la cátedra sagrada hablando en nombre de Cristo cuya religión fue Caridad, Fraternidad, Perdón y Tolerancia.

         A la letra la circular dice así:
         “La costumbre de pronunciar nombres propios en el púlpito la calificamos de abuso escandaloso y queremos que no sólo en nuestra Arquidiócesis de Quito, sino en todas partes, sea eliminada. Es ocasión de pecado contra la caridad de parte del sacerdote; le pone a este en peligro de ser arrastrado al Tribunal civil de justicia y envuelto en un juicio criminal por injurias y hasta por calumnias; siembra funestos resentimientos en las familias de los sujetos contra quienes ha predicado el párroco, y provoca de parte del bando político desfavorecidos represalias implacables. Todo esto se evita con la obediencia puntual a lo resuelto por la Santa Sede. ¿Tenemos mucho celo por la causa católica? Pues la piedra de toque para distinguir el verdadero del falso celo, es la pronta obediencia a la Santa Sede.”

…………………….
         El sacerdote no debe pertenecer a ningún partido político, a fin de poder desempeñar bien su ministerio de maestro de la verdad y de consejero de la virtud; si enseña no le escucharán, porque dudarán de su doctrina, sospechando que trabaja no por amor a las almas, sino por el interés de su partido; interés de su partido sospecharán en todo: en la enseñanza, en el consejo de la reprensión, en todo……La política desvirtúa por completo la palabra sacerdotal: el sacerdote que se afilia en un partido político condena su ministerio a la esterilidad más completa.

                                                                           +  FEDERICO
                                                                                                                    Arzobispo de Quito



*NOTA: La cursiva es del compilador (Carlos Arturo Rodríguez Bejarano)
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EL VERBO LIBERAL/ GIRARDOT/ NUMERO 1/ FEBRERO 1913



Edición Número 47, Girardot, Diciembre 17 de 2018


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lunes, 3 de diciembre de 2018

Edición Número 46, Girardot, Diciembre 3 de 2018:-... Y la poesía, ¿para qué? 






                                                            Edición Número 46 Girardot, diciembre 3 de 2018




… Y la poesía, ¿para qué?



POR EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ*





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De pronto, a la vuelta de la esquina, aparece el encumbrado caballero o el modesto trajinante que pregunta: Y la poesía, ¿para qué sirve la poesía? Pues, infortunadamente, para la generalidad de nuestros príncipes o principales y también para la persona cualquiera, la poesía es una ineconómica actividad contemplativa. Se ha olvidado que para el hombre lo más importante puede ser algo que no es de este mundo. ¿No es angustioso pensar que si diéramos por completo y clausurado el ciclo humano que se abrió hace tres milenios en Grecia con el humanismo, la metafísica, la contemplación y la poesía el hombre puede volver –acaso ha vuelto ya- al hormiguero arcaico? De todos modos este mundo traidor en que vivimos se va pareciendo –desde el comunismo de tipo eslavo, hasta el comunitarismo capitalista de estilo anglosajón- a los antiquísimos imperios prehistóricos (asirios, etruscos, incas, aztecas…), con su cruel y sombría cultura de rebaño y su perfecta organización de hormiguero… Lo que está en peligro, entonces, es nada menos que el problema de la libertad.
Recuerdo ahora un emocionante poema de Leopoldo Panero. “Al que no sirva para nada”.
“Porque Miguel es torpe, porque Miguel no sirve para nada.
Porque no sirve para nada, como el arrebol soñoliento
de la tarde y los pájaros. Porque no sirve para nada,
como el olor de las encinas. Porque no sirve para nada,
como Miguel en el umbral de las puertas. Porque es torpe,
y tartamudo como un niño que es niño;
porque besa lo absorto en lo inmediato
y se fatiga cuando corre sin fe…”

Para muchos, para casi todos, este Miguel, que digo, la poesía, no sirve para nada. Este Miguel, que no sirve para nada, es Miguel de Cervantes, que, en una u otra medida, a todos nos asume y se desangra por todos los que movemos una pluma para escribir en español. Pero Miguel no sirve para nada…

Lo que no advierte ese señor es que él, vive como vive y donde vive porque hay, porque ha habido poetas. Porque Cristóbal Colón, un misterioso poeta de sí mismo, cruza el océano oyendo cantar ruiseñores del mar. Y otro poeta, un capitán granadino que traía la alhambra sobre el corazón, en una marcha inverosímil con sus portentosos españoles y abriéndose paso con la punta de su alma y la punta de su espada, llega hasta la cumbre andina y funda en lo más alto de la Primavera el reino que llamó Nueva Granada y la ciudad que bautizó, sembrando su corazón y su nostalgia,  Santa Fe: Santafé de Bogotá. Y porque otro gran poeta llamado Simón Bolívar, cruzando pampas devoradoras, trepando riscos y cortando ríos con su pecho, siempre a caballo y seguido por la ráfaga de sus jinetes llaneros, fundando patrias y vaticinando fue, a un tiempo, Odiseo, Aquiles y Homero de su epopeya. Y porque vive, en torno suyo, otro gran poeta que es el pueblo. (Una vida social civilizada, o si se quiere una comunidad histórica, necesita por igual los alimentos terrestres y los otros, vale decir, nuestras palabras cubiertas de cotidiano polvo terrenal o de mágico, dorado polvo sideral).

Es también justo y bueno y saludable, recordar de vez en cuando la absoluta necesidad de la poesía como atmósfera de la vida humana. Más allá de las palabras, de los poemas y los versos: cuando la poesía se llama ilusión, esperanza, ensueño, idealismo, patriotismo, amistad, nostalgia, generosidad, melancolía, amoroso silencio… Olvida ese señor que la verdadera historia de un hombre es la de los momentos poéticos que ha vivido. Y que la historia grande de un pueblo es la de sus más altos momentos de tensión poética y heroica.  Y que toda gran política en la historia universal, desde César hasta Bolívar, fue una política poética. Y que –ya se dijo con bellas palabras inmarchitables- “a los pueblos no los han movido nunca sino los poetas y a la poesía que destruye hay que oponer la poesía que promete”. Y donde no hay rapsodas, centinelas de la luz,  que esperen el amanecer y lo esperen cantando, donde no hay canciones de recuerdo y esperanza, de vaticinio y profecía, no hay política, ni polis, ni patriotismo, ni patria. ¿Verdad, querido y añorado Eugenio Montes? Juventud, divino tesoro. Todavía es nuestra el alba de oro. Sólo la música, la poesía y la primavera son incontenibles e irrefutables. Si la poesía, como valor ambiente de la vida cotidiana, desapareciera, los mismos que preguntan o se preguntan para qué sirve la poesía, esos mismos se sentirían de súbito como inválidos, inconclusos e incompletos. Y si un día sólo contara lo que es mensurable, contable y tabulable, y la poesía desapareciera del mundo, todos nos sentiríamos, de repente, como si nos faltasen las manos, el corazón o el despertar.

Nos ha tocado –le ha tocado a mi generación que es una generación de náufragos- vivir en un mundo caído, en donde el hombre perdió la conciencia de los valores eternos y de su origen divino,  en un torvo mundo en donde han fracasado los ideales renacentistas, la cultura caballeresca y la ambición delirante de la técnica. Tres siglos de escepticismo y desorden, de vaguedades humanitarietas y de ilusiones cientifistas y de libertarias utopías decimonónicas, nos han conducido al límite vertiginoso en que vivimos: a la torrentera del materialismo histórico, al tremedal anarquista, al pantano nihilista y existencialista. Nos ha tocado vivir la tenebrosa era de la batería tecnocrática y económica, y la nauseabunda sociedad de consumo. Nos ha tocado vivir en el confín de un mundo, en el sangriento atardecer de una edad histórica, en el crepúsculo del Renacimiento, en vísperas de un nuevo milenario y con el aterrador presentimiento de una catástrofe cósmica: la final catástrofe nuclear o la catástrofe ecológica final: ambas originadas en la técnica sin alma. Hemos entrado en una nueva edad oscura, en una noche oscura, sin alma. El tiempo sufre en nuestros corazones. A este sufrir, que es también un esperar, llamaron los místicos plegaria. Con himnos, con oraciones y con canciones se pidió siempre a lo alto la salvación del pueblo. No con estadísticas ni con organigramas, ni con vagas planeaciones económicas. Todo esto quiero escribirlo en el corazón de todos los jóvenes, de mis hijos, de mis discípulos.

Pero no todo está perdido. Estamos edificando sobre la esperanza, según el decir paulino.  Si no esperáramos estaríamos muertos. Contamos todavía con la poesía, que también es acción, acción latente y concentrada, que a veces se detiene en la punta de las palabras, de los dedos, y a veces se dispara, ebria y lúcida, en heroísmo. Ya en las entrañas del viejo bardo y en el corazón de los más jóvenes se presiente el crepúsculo de la nefanda edad tecnocrática y el amanecer de una nueva edad mágica, poética y religiosa. En dos palabras: más humana.

La poesía sirve para la vida y para la muerte, para el recuerdo y la esperanza. Y para la alegría y la melancolía, para el amor y para el rocío. Para soñar y respirar. Y para la paz.

y para confirmarnos, finalmente, en que “el camino más corto para ir de un lugar a otro pasa por las estrellas”.
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*Eduardo Carranza Fernández (23 de julio de 1913 - 13 de febrero de 1985)



Edición Número 46, Girardot, Diciembre 3 de 2018



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