Edición Número 132, Girardot, Mayo 21 de 2020:-HISTORIA: CÓNDORES NO ENTIERRAN TODOS LOS DÍAS
Edición Número 132 Girardot, Mayo 21 de 2020
HISTORIA: CÓNDORES NO
ENTIERRAN TODOS LOS DÍAS
Facebook: Girardot Eterna
POR JOHN BETTER*
“…Cóndores…”, considerada
uno de los pilares de la novela sobre la violencia en Colombia desde hace 49
años.
Gustavo Álvarez Gardeazábal es una leyenda de la literatura
colombiana, al punto que cuando se
menciona su novela Cóndores no entierran
todos los días, a la gente le resulta familiar, como una canción, un poema,
o una película que vieron hace mucho tiempo.
El autor valluno (Tuluá, 1945), quien tuvo entre
otros, como compañeros de estudio al novelista Harold Alvarado Tenorio y a la
poetisa Carmiña Navia, está en estos días más en boga que nunca, con la
reedición de su novela, la que los críticos consideran como la génesis de la
novela sobre la violencia en Colombia.
Autor de diecisiete novelas y un buen puñado de
cuentos, ha sido censurado, perseguido por su lenguaje mordaz, Álvarez Gardeazábal
pero asegura que sigue en pie, enfrentándose a las prohibiciones de sus libros
en algunas bibliotecas de Colombia, a la excomunión que le hizo una iglesia de
provincia y a los señalamientos de que es un extremista.
Con sus columnas de opinión en algunos medios
periodísticos, Álvarez Gardeázabal monta guardia todos los días sobre el
acontecer del país.
Ex estrella del programa radial La Luciérnaga, en
estos momentos, a sus 71 (75) años de edad todavía se considera un mirón,
<<como el niño que se asomaba desde el balcón del castillete republicano
donde vivíamos en Tuluá y de donde salían los tiros que se escuchaban todas las
noches>>. Así narra en esta entrevista aquellas vivencias que dieron paso
a su famoso Cóndores no entierran todos
los día; días que en el
calendario real de su vida han estado surcados por su participación en
política, como que fue alcalde de su pueblo natal, Tuluá, y gobernador del
Valle del Cauca, pero sobretodo más que haber vivido en medio de los hilos del
poder, lo ha hecho y lo hace desde la escritura.
P.-
A los 45 años de la publicación de su novela Cóndores de la publicación de su
novela, ¿qué significa este libro para usted?
R.- Es la undécima de Panamericana, en ocasión de
cumplirse 45 años de la primera edición que hizo Destino en Barcelona en 1971.
No sé cuántas ediciones se hayan hecho. Yo alcancé a adquirir 107 ediciones piratas y eso que
Ediciones Ariel de Guayaquil sacó en 1974 una super edición de 300 mil
ejemplares, al precio de lo que costaba un periódico, para barrer los piratas,
y lo logramos.
Tengo que admitir que el mejor juez ha sido el tiempo
y que si 45 años después el libro se sigue leyendo, se sigue estudiando en
Colombia y en muchas universidades del mundo es porque ya pasó a ser un ícono
de la literatura colombiana. Tal vez por eso en el mausoleo que está realizando
el escultor Vélez Correa, en su taller de La Tablaza, para mi tumba del
Cementerio Libre de Circasia solo habrá un epitafio: Cóndores no entierran
todos los días.
P.-
¿Se hizo alguna revisión del texto original o salió tal cual como en su primera
edición?
R.- en estos 45 años se han hecho algunas pequeñas
correcciones por parte de editores puntillosos, pero en un 99.9% es el mismo
texto que se ganó en 1970 el premio Manacor en España en un jurado que presidía
Miguel Ángel Asturias, el premio Nobel centroamericano.
P.-
Durante la época recreada en su novela, usted apenas era un niño, ¿en qué
momento se da cuenta de ese ambiente de violencia que reinaba en Tuluá y otras
zonas del país?
R.- mi madre debió haber pasado muchos más trabajos
para criarme que los que me reconoció. Yo fui (tal vez he sido siempre) un niño
mirón. Todavía a mis 71 (75) años miro las cosas como el niño que se asomaba
desde el balcón del castillete republicano donde vivíamos en Tuluá a ver de
dónde salían los tiros que se escuchaban todas las noches o a asomarse si no se
veía, a primera hora de la mañana, para revisar si había algún o algunos
muertos tendidos en el piso de la calle. En aquéllas épocas no los cubrían con
sábanas e impactaba en mi diario viaje al colegio ver semejante matazón.
Verificando después archivos he comprobado que eran 5 o 10 muertos en una
ciudad de apenas 40 mil habitantes entonces.
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P.-
Usted tenía 27 años cuando escribió lo que muchos consideran como la novela
sobre la violencia colombiana, ¿sigue siendo un espejo esta obra con respecto a
nuestra realidad inmediata?
R.- No hay la menor duda. Y no lo digo yo, lo dice la
consagración que la obra ha tenido. Es tan vigente que hay varias tesis de
grado que han recibido honores en Estados Unidos y Alemania comparando los
pájaros de mi novela con los paramilitares. El esquema de dominio a través de
la violencia ha continuado, evolucionando sus metas, primero con los narcos,
después con los paras, ahora con los bacrim. Son situaciones que se dan porque
siempre hemos sido más Nación que Estado y siempre hay quien quiere reemplazar
o suplir al Estado.
P.-
Siendo León María Lozano un personaje real, ¿cuáles fueron sus fuentes a la
hora de construirlo?
R.- Cuando León María Lozano, El Cóndor, ejercía su
patronazgo conservador, despachaba desde el Happy Bar; un bar céntrico de Tuluá
que tenía puertas de bambolina como las de los cafetines del lejano Oeste y
cuando salíamos del colegio íbamos hasta el Happy Bar a asomarnos por debajo de
las puertas a mirar a León María reunido con sus pájaros en una mesa donde
siempre había más de seis personas y donde siempre supimos que todos estaban
armados. Los demás datos de mi novela, distintos a los de los archivos que
busqué estaban en las calles de Tuluá, en los pupitres del colegio, en las
reuniones familiares. Mi pueblo ha sido fundamentalmente “chísmico” y cada
versión de lo sucedido se dilataba con cierta maldad y un nivel interpretativo
que le daba ese calor humano que tienen mis relatos novelísticos.
P.-
¿Cree usted que el ex presidente Rojas Pinilla fue como afirma, un favorecedor
de este hombre tan oscuro?
R.- León María Lozano no fue tan oscuro. Fue un
conservador íntegro para su momento. Católico de misa diaria. Defensor de las
tesis de la derecha y en especial de la fe que profesaba. Era un simple
vendedor de quesos en la Galería de Tuluá, donde su mujer, Agripina, tenía
también una venta e dulces. Hasta el 9 de abril cuando, como hicieron en
Barranquilla, la turba multa que vengaba a Gaitán salió a quemar el colegio de
los salesianos. Los odiaban especialmente porque significaban el fascismo
italianos (muchos curas eran italianos). Creo que en Barranquilla ese día
mataron un cura salesiano.
En Tuluá, José María se la jugó y lo catapultó la
historia como héroe. Cogió un taco de dinamita y se paró en la esquina del
Colegio Salesiano que iban a incendiar y con un cigarrillo en la otra mano
amenazó a la turba y la hizo retroceder. Después lo promovieron a jefe
conservador cuando empezó la violencia, de Cali los políticos conservadores
laureanistas le llevaron las armas para dar la batalla y que comenzara la
matazón. Cuando el golpe de Rojas Pinilla, como Ospina Pérez se volvió
patrocinador del general, El Cóndor migró a las huestes rojaspinillistas. Hay
una estupenda foto de él al lado del general el día que se reunió con los
pájaros en el batallón de Buga. Igual a lo que volvió a pasar hace unos años en
Colombia. Esto no cambia.
P.-
¿Quiénes son los “cóndores” de esta época?
R.- Los pájaros eran los esbirros de León María
Lozano, a quien llamaban El Cóndor, porque era el rey de los pájaros. Pero
Cóndores no han existido muchos ni en los cielos ni en la tierra de este país.
Los jefes de agrupaciones han sido muy poquitos. Recordemos que era una
violencia que se ordenaba desde las ciudades a los campos y el mando piramidal
se ejercía igual que ejerció con los paramilitares o con los narcotraficantes y
sus bandas. Subyugaban pueblos, como aun lo hacen ahora los Gaitanistas a quien
no los llaman así, como pasó con los de El Cóndor para no llamarlos
conservadores, que es lo que eran, los bautizaron “pájaros”.
P.-
¿Cómo define a los conservadores y liberales de nuestro tiempo?
R.- Ya no existen. Los partidos políticos dejaron de
ser agrupaciones con ideologías diferentes para administrar la cosa pública.
Después del Frente Nacional han sufrido una metamorfosis que los ha ido
acabando hasta el lugar miserable que hoy ocupan. Después del Frente Nacional,
que acabó con la violencia entre partidos pasaron primero por (y de empleo) y,
ahora vinieron a terminar siendo agencias operativas de los contratistas que
les pagan las campañas, les alientan sus prebendas porcentuales y los sostienen
haciéndonos creer que hacen patria.
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|
P.-
En lo que respecta al proceso de paz ¿cómo lo percibe y cómo analiza a quienes
han sido tildados saboteadores?
R.- El acuerdo
firmado por las FARC y el Gobierno Santos en La Habana hace unos días tiene una
parrafada que establece los términos de la nueva guerra y condena como
“actividad criminal” tanto la actuación de gentes como Uribe y el Procurador
que se oponen a la forma en que se ha hecho la paz. Allí se establece que
gobierno y Farc unirán sus esfuerzos para combatir a quienes se opongan a la
consolidación y la refrendación de la paz, es decir, al plebiscito. Es muy
grave. Estamos viendo hacer la paz con la guerrilla para poder comenzar otra
guerra contra “los enemigos de la paz” y como ese carácter se lo otorga
subjetivamente el gobierno y las Farc, aquí corremos el riesgo de usar la
vanidad y la terquedad de parte y parte para llevar al país al holocausto.
Sería inaudito.
P.-
Usted que ha participado en la política del país. (Alcalde de Tuluá en 1988 y
gobernador del Valle del Cauca 1998-2011), pero que además ha sido víctima de
ciertas persecuciones, me gustaría que nos respondiera: ¿qué mueve a un hombre
a inmiscuirse en los movedizos territorios del poder?
R.- El poder lo ambicionamos desde la familia, cuando
nos ponen como ejemplo a quien lleve las riendas de la casa, sea el padre o la
madre. Después nos educan en una sola competencia feroz para ver quién saca las
mejores notas, quién corre mejor, quién juega mejor, etc. Ir tras el poder es
entonces otra competencia. Algunos lo
logran con el dinero, otros con la fuerza bruta. Yo hice el tránsito al revés.
Escribí mis novelas, desde Cóndores
hasta El Resucitado, mi última obra,
sobre las distintas manifestaciones del poder. Cuando ya lo estudié muy bien
quise vivirlas y me metí a ejercerlo y aunque lo hice muy bien, me supo a
cacho.
P.-
En cuanto a la adaptación que se hizo para el cine, ¿hasta dónde usted
intervino en ella? ¿Quedó contento con el resultado?
La historia del cine en Colombia se parte en dos,
antes y después de la película que sobre mi novela hizo Pacho Norden. El paso
de los años se ha encargado de mostrar que fue una obra maestra. Es una
película hecha hace 32 años (36) y se sigue repitiendo con inmensa aceptación.
P.-
Hablando de realidades inmediatas, ¿cómo vio el asunto de la firma de la paz entre el gobierno y las Farc?
R.- El país entero quiere la paz, pero como el
gobierno santafereño de Santos no ha sido capaz de venderla cual producto ideal
y la oposición cerrera de Uribe ha terminado por convertir la paz en un mal que
no debe ser deseado. Va a terminar siendo inservible. Estamos jodidos.
P.-
¿Habrá otro tipo de novela tipo Cóndores, en su haber, a lo mejor muy pronto?
R.- Ya a esta edad, 71, (75), es muy poco lo que se
puede escribir que me satisfaga y que sorprenda al lector. Después del éxito de
venta de La misa ha terminado, estoy
pagando las consecuencias de la última que saqué, El Resucitado. He tenido
que defenderme de las tutelas y soportar el veto de curas y cristianos
recalcitrantes y lo que más me extrañó, el veto de la Universidad de Antioquia
a tenerla en sus estantes.
Escribo y escribiré por un largo rato, mis memorias
noveladas que he titulado El Violin y de pronto para mascar chicle me
escribo uno sobre las guerras de mi pueblo…
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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR: CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO
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*John Better. REVISTA LATITUD / LA REVISTA
DOMINICAL DE EL HERALDO / 03.07.2016 / # 1700 / BARRANQUILLA – COLOMBIA.
TEXTO.
Edición Número 132, Girardot, Mayo 21 de 2020
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