sábado, 3 de agosto de 2019

Edición Número 92, Girardot, Agosto 3 de 2019:-LA CUMBIA




                                                            Edición Número 92 Girardot, Agosto 3  de 2019




LA CUMBIA*


POR GUILLERMO ABADÍA




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Nombre
.- El nombre de “Cumbia” es apócope de Cumbiamba. No juzgamos lógico suponerle parentesco a esta palabra con la quechua Cumbamba, pues carecen de toda relación; en cambio podría pensarse más bien en una similitud con la antillana “Cumbancha” (en Cuba, jolgorio, parranda, etc.) y derivadas una y otra, al parecer, de la voz Cumbe, que tuvo entre los negros el significado de Baile. De allí seguramente se derivan voces como “Caracumbé”, juego coreográfico que tuvo auge en Antioquia (posiblemente llevado por los negros de las minerías), y la voz espuria “merecumbé” con que se designa un aire popular no folclórico, hibridación del dominicano “merengue” y de nuestra “cumbia”, tomada la raíz “cumbé”, según su autor.

Definición.- Se denomina cumbia a la tonada musical y a su coreografía respectiva para designar al aire típico y su correspondiente danza-tipo de la zona del Litoral Atlántico. Aire y danza mulatos que se ejecutan en los departamentos de Bolívar, Atlántico, Córdoba y Magdalena. Desde el punto de vista ritmo-plástico no posee Colombia nada que pudiera comparársele en riqueza expresiva, a no ser derivaciones de la misma danza (Bullerengue). Ni siquiera el africano “Currulao” del Litoral Pacífico posee la fuerza plástica y la calidad de matices rítmicos de la Cumbia.

Instrumental.- tanto la Cumbia como sus derivaciones y tonadas afines poseen un instrumental típico muy característico que puede sintetizarse así: dos gaitas (gaita macho y gaita hembra). La “gaita”, nombre derivado del antiguo alto alemán (gahi : vivaracho) que pasó luego al francés “gai” (alegre, vistoso) y al castellano arcaico “gay” (gay, decir; gay, saber, o gaya, ciencia: la poesía), puede significar el conocido instrumento gallego y el escocés y el bretón, todos basados en una flauta unida a un odre o vejiga que sirve para suministrarle aire, o bien a una simple flauta dulce o flauta derecha que se toca soplando por el extremo en donde lleva un fotuto hecho con el corazón del cactus llamado cardón y sin implemento para el suministro de aire. En la gaita costeña debemos diferenciar la gaita macho que lleva un solo orificio lateral y es la que marca el compás de la tonada; la hembra lleva cinco orificios a lo largo de la caña y sirven éstos para el registro de las notas, es decir para llevar la melodía.

No debe confundirse la gaita costeña (flauta dulce) con la “chirimía” indígena que es una flauta travesera, esto es,  que se toca en sentido horizontal.

Además de las gaitas, funciona en el conjunto musical costeño la famosa “caña-de-millo”, que permite dar un sonido de gran agudeza, de altísima tonalidad, fabricado con el carrizo del maíz “millo” y que ha hecho popularísimos en la Costa a muchos cañamilleros.

Dos tambores, el mayor o hembra, que es un cono truncado con un solo parche que se estira por medio de cuñas de madera colocadas en la parte inferior y que permiten dar la gama de los sonidos según la altura y posición en que se coloque, con respecto al suelo al apoyarse, semejante en su sonido característico al grave y retumbante de los “cununos”, pero estos últimos llevan tapa de madera. Es curioso que un instrumento de música negra –o al menos mulata- tenga un nombre indio, pues “cununo” se deriva de “cununúnun”, que en quechua es la onomatopeya del trueno. Posiblemente este tamborín de madera, hecho de la palma llamada “gualte” fue en sus orígenes instrumento de los indios del sur del Cauca y Nariño (familia quechua), y pasó de ellos a los negros del Litoral Pacífico. Sin embargo, en un instrumento tan simple y común a todas las culturas del mundo, no vale la pena elucubrar si el nombre con que lo conocemos fue el originario entre los indios o si ellos llamaron así a un instrumento de los negros, cuyo sonido les recordaba el del trueno: cununúnun. Este tambor hembra mide unos 50 centímetros de alto y marca los registros de la música; el otro, denominado “Llamador”, mide unos 25 centímetros de alto y sirve para llevar el compás (monorrítmico). La percusión está auxiliada, además, en el conjunto costeño, por la “guacharaca” o rascadera y a veces trasculturada “maraca” de las Antillas. En los conjuntos modernizados (vale decir adulterados) las gaitas se han reemplazado por el acordeón o bandoneón porteño o todo el conjunto por las bandas de charangas, cosa inaceptable. Algunas “gaitas” –muy típicas también- son pequeñas ocarinas de carbón molido mezclado con cera de abejas a las cuales se une el fotuto ya mencionado. El bongó es también un tambor pequeño, semejante al cununo, que avece acompaña a los conjuntos. Antes de presentar la coreografía de Cumbia y los aspectos de su atuendo vestuario, vamos a considerar algunas otras tonadas del Litoral Atlántico, algunas de las cuales poseen interpretación coreográfica más o menos completa.

El Bullerengue o Chandé. Esta danza, de tonada simple, realizada en forma casi exclusiva por los tambores, es mesurada en sus comienzos y a medida que adelanta el desarrollo de las escasas figuras (3), va acentuando su compás en ritmos más rápidos, se adorna con algunos ademanes expresivos de carácter erótico y termina en un gran torbellino de cruces de parejas en cuadrillas (fila de hombres y fila de mujeres, enfrentadas) de gran vivacidad y frenesí.

El Fandango. Nombre  español que nos recuerda el fandanguillo. Sin embargo, debe notarse que “fandango” es más propiamente la reunión festiva (formar un fandango, estar metido en un fandango, etc.) en la cual se danzan diversas tonadas: porro, paseo, cumbia. Es, como lo anota con propiedad Zapata Olivella, en algunas regiones del Litoral, una variante de la Cumbia, tan poco diferente de ella, que puede considerarse como una misma cosa.

El porro, así como el Paseo y el Son Vallenato y el Mapalé ya no son danzas típicas. El Mapalé fue vistosa coreografía del rito al fuego, del cual talvez quedó el símbolo usado en la Cumbia (mazos de velas), pero todos son hoy bailes de salón –de pareja unida-  sin desarrollo coreográfico propiamente dicho. Ya hemos visto cómo el fenómeno coreográfico desaparece al unirse la pareja.

Otro tanto –con respecto a su valor folclórico- podríamos decir de las tonadas: Puya, Gaita, Jalaíto, etc.

Los juguetes coreográficos llamados Cabildo, Paloteo, Gallinazos, Garabato, Indios Forotos, etc., no son danzas de pasos y figuras definidas, sino juegos coreográficos o juguetes cómicos danzados.

No resulta explicable el porqué muchos folclorólogos (y con mayor frecuencia los folcloristas) hablan del Merengue como danza y tonada folclóricas colombianas  por el solo hecho de que en el Litoral Atlántico se baila dicho aire como uso trasculturado. Aclaremos: el Merengue es y ha sido siempre el baile típico más característico de la República Dominicana. Su etimología es muy definida: del vocablo francés “méringue” (melindre) que ya indica una característica modal de su coreografía, el melindre, en castellano tiene como segunda acepción: manjar a base de miel o de azúcar (merengue) que equivale a melindre, de donde tomamos el adjetivo melindroso, melindrosa que se aplica a quien “afecta extremada y nimia delicadeza”. Esta derivación de la voz francesa nos sugiere que la danza dominicana mencionada se derivó de alguna coreografía europea, ya que la República Dominicana sufrió gran influencia francesa por la vecindad de Haití y aun porque en cierta época fue dominio francés.

Es cierto que el Merengue dominicano se divulgó  mucho en la costa norte de Colombia, particularmente en el departamento del Magdalena, en donde ha sufrido algunas modificaciones que son las causas para que se le atribuya origen colombiano.

Volviendo a la Cumbia, danza y tonada de la zona del Litoral y por lo que atañe a su coreografía o atuendo vestuario para la escena, podemos puntualizar. La indumentaria estilizada por el coreógrafo Jacinto Jaramillo establece: para el hombre: pañuelo rojo al cuello, anudado; sombrero costeño de palma (paja) o de hojas (negro y blanco). Franela a rayas rojas y blancas, mangas a medio-brazo. Pantalón ceñido, blanco. Pies desnudos o con abarcas. Para la mujer: pañuelo blanco con lunares rojos o negros, enroscado en lo alto de la cabeza. Blusa ajustada, descotada, sin mangas, unida a la falda; esta con boleros o farales y en color blanco con lunares. Gargantillas y aretes vistosos. Pies desnudos. Mazo de velas.

Coreografía.- Más que a ninguna otra danza es aplicable a la Cumbia la diferenciación entre las coreografías amorfas, simples, que danza el pueblo con omisiones y desorden de figuras o pasos y las coreografías estructuradas para escena. Sin modificar las rutinas fijas de los pasos en la Cumbia popular, podemos ordenar así las figuras siguiendo como pauta musical la Cumbia colombiana, de Efraín Orozco, por ejemplo.

Entrada.- A los compases de introducción de la música entra la pareja (o las parejas, ya que es de preferencia una danza colectiva), adelante el hombre y detrás la mujer. Al iniciarse el canto “Cumbia, cumbia, un canto de mi tierra”, las parejas, colocadas frente a frente, realizan los pasos de rutina que traían en la marcha de entrada, pero ahora en el puesto y terminando en giros, por dos veces, en opuestas direcciones.

Retroceso.- A la letra “se baila más que el Bunde” y hasta cuando dice el canto “también se baila aquí”, ejecutan, frente a frente, un paso de retroceso, pero que se estabiliza en el puesto con tres apoyos del talón y un avance del pie derecho o izquierdo, alternativos, resbalado hacia adelante y un poco lateral o colocado el pie con el extremo hacia derecha o izquierda.

Cruces.- Al estribillo “una vieja gaya también quiso probar”, se cruzan las dos filas opuestas de hombres y mujeres hasta quedar, luego de un giro, en posiciones cambiadas. A la frase “se baila más que el Bunde” reanudan la figura segunda (retroceso en el puesto).

Persecución.-  A la repetición de “Cumbia, cumbia” (tema inicial), cada pareja gira en círculo, y los hombres, en el paso de rutina característico de la Cumbia, persiguen a las mujeres, llevando los mazos de velas, hasta el momento en que ellas van agachándose en paso de balanceo de caderas hasta quedar casi sentadas en el suelo, mientras los hombres les entregan los mazos de velas que ellas reciben con los brazos en alto. Este acto de recibir los mazos ocurre cuando la música repite: “dices que sí”.

Llamas.- A la letra “se baila más”, comienzan las mujeres a incorporarse en igual meneo de caderas y con los mazos en alto para dirigirse a los hombres en ademán de quemarlos y cambiando de mano los mazos de velas en cada cruce. Repiten ahora los cruces pero con las llamas en poder ahora de las mujeres, al estribillo “una vieja, etc.”.

Salida.- A la frase final “se baila más”, huyen las mujeres en paso de rutina, cambiando de brazo las luces, en alto, y a la vez, con el brazo libre insinúan la línea de la cadera siguiendo su movimiento y perseguidas por los hombres, que con ambos brazos colocados hacia adelante como tratando de abrazarlas por las caderas y en pasos agachados, acuclillados, van girando por el ruedo hasta el punto en que se acerca la frase “y se acabó”, con que termina la huida por el fondo de la escena.

Esta coreografía es adaptable, con los ajuste consiguientes, a las cumbias estructuradas en canción (Cumbia Sanjacintera, cumbia Sampuesina, Cienaguera, etc.) o bien a las simples tonadas de Cumbia.

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*Textos sobre música y folklore Vol. 1 / Boletín de la Radiodifusora Nacional de Colombia. 1942-66 / 1969-71 / INSTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA / 1978 / IMPRESA LTDA. / BOGOTA - COLOMBIA




Edición Número 92, Girardot, Agosto 3 de 2019



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