domingo, 3 de marzo de 2019

Edición Número 61, Girardot, Marzo 3 de 2019:-PEDRO PÁRAMO QUINTERO (APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN)



                                                            Edición Número 61 Girardot, Marzo 3  de 2019


DON PEDRO PÁRAMO QUINTERO, APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN (I)


 

 

POR CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO*


PEDRO  PÁRAMO QUINTERO


Por la maravillosa tierra de Girardot los reconocimientos a los hombres destacados en su historia a través de un libro no son comunes; destacar uno de ellos bien vale la pena y casi la gloria, que para el caso presente recae en la vida y obra educativa, contada en VIDA Y OBRA DE PEDRO PÁRAMO QUINTERO, APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN** escrito por destacados ex alumnos del Colegio Santander, fundado por el apóstol: José Reynaldo Franco Lozada (Autor y Editor), Ernesto Porras Collantes, Antonio Alexis Gutiérrez Ramírez, Ricardo Humberto Torres Salamanca y otros.
Es por la palabra escrita en los periódicos de Girardot, que las batallas por la educación comenzamos a conocerlas; ellas iluminan la memoria de los antecesores que hicieron grande esta ciudad. Don Pedro nació en Piedras (Tolima) el 31 de enero del año 1903 y falleció en Girardot (Cundinamarca) el 11 de marzo de 1986. Algo lo esperaba, trascendental, como a pocos. ¿Pero cómo intuir qué? Algo que cambiaría su vida y a su vez, agregar algo a ese algo que crecía y esperaba. Un hombre extraordinario a quien poco se ha honrado de manera pública y evidente, Aníbal Villa Navarro, funda un periódico, el primero en la historia de Girardot, y sale a la calle y el mundo el de septiembre de 1906. Lo bautizó EL ESFUERZO, del cual circularon siete ediciones, siendo la del 24 de enero de 1907 la última. Y es a través de este esfuerzo que sabemos aproximadamente qué era lo que se encontraba en estructuración para las generaciones futuras y, cómo era la ciudad cuando nació, creció y desarrolló su inicial periplo vital el Apóstol de la Educación.

“A más de las escuelas públicas oficiales de ambos sexos hay un plantel de educación secundaria para varones, fundado por los notables del lugar con el nombre de Instituto Girardot, en donde se dictan clases nocturnas para obreros; y dos colegios para señoritas llamados de Santa Teresa y La Merced.”1
En esta edición se reseña una lección de geografía local (social y económica) que se dictaba en el Instituto Girardot y en los colegios de la ciudad que se presenta resumida, dado el entusiasmo y celo de sus habitantes por la instrucción de la juventud”. (EL ESFUERZO, Número 1): Girardot al término de la guerra de los mil días (1899-1902), contaba con 5810 habitantes, un banco (Banco Comercial del Tolima) y una imprenta; gozaba del beneficio de la luz eléctrica, de máquinas modernas para la trilla del café, arroz y extracción de fibras, ferrocarril, telégrafo, administración de correos, teléfono, transporte fluvial por el río Magdalena de dos buques diarios; de un avasallador comercio exportador importador de café, cueros, ganados y todo tipo de productos americanos y europeos, de un hermoso puente colgante de hierro sobre el Magdalena y otro en madera y tierra sobre el río Bogotá. “El gobierno del Municipio está a cargo de un Concejo Municipal, compuesto de siete miembros, de un Alcalde, un Personero, un Tesorero, un Juez y una Inspección de policía. Como es cabecera de Provincia, el Alcalde ejerce las funciones de los antiguos Prefectos. Es también cabecera de Circuito de Notaría y Registro y Asiento de una Junta de Beneficencia que hace supremos esfuerzos para construir un Hospital (El Hospital funciona ya en una hermosa sección del edificio, terminada recientemente).”


1965 .GIRARDOT EN 1965. SEPARATA DE EL DIARIO


En 1903 se crea en la ciudad el Instituto Girardot, que comenzó clases el de enero de 1904, a las 6:00 a. m., convirtiéndose con los días en el más afamado y reputado centro educativo de la ciudad. Su Director fue Eufrasio Cucumá Páramo, tolimense del sur, paradigmático personaje, legendario educador de varias generaciones. La élite girardoseña dilucidó que esta decisión, [“es deber de todo colombiano contribuir, por los medios a su alcance, a la obra del bien común, del adelanto y prosperidad de la Nación”]2, era todo un acierto. A esos notables, todos liberales, masones, cultos, elegantes, ricos unos y otros mucho más preparados y cultos, adhirieron líderes políticos y populares, periodistas en ciernes prestos para las batallas que desarrollarían años luego contra el Moloch jerárquico católico. La población analfabeta porteña comenzó a preparase para sumarse e impulsar el progreso. Nada detenía ese pueblo sediento de saber y ciencia; de reivindicación a través de huelgas que estremecerían el país, de una energía inagotable para la laboriosidad, la honradez, destrezas para actividades necesarias a la reproducción acelerada del capital; la frente en alto para oponerse a la mentira, al fraude consuetudinario en elecciones controladas por Roma y el gobierno eterno conservador, que además de controlar la “instrucción pública” con energía remozada desde 1886, acentuó el uso de muchos fogones para calentar o cocinar odios ancestrales desde los púlpitos contra el liberalismo [“….tristeza muy grande da oír periódicos como “La Voz Católica” de Ibagué hablando todavía de BATALLAS SIN DESCANSO CONTRA EL LIBERALISMO.”]3 Cosmopolitismo por doquier.
Mas también desde la misma Ibagué el periódico EL RENACIMIENTO, expresó: “…. Felicitamos sinceramente al señor Villa Navarro por su feliz idea, lo mismo que a Girardot porque ya cuenta con un órgano de publicidad, generador de adelanto intelectual y material….”4
En el segundo número de EL ESFUERZO, casi la mitad se dedicó al tema de la instrucción, donde consideraba que: “La tolerancia religiosa, observada con sinceridad y lógica, es un elemento indiscutible de civilización y armonía social”.5 En las ediciones 3, 4, 5 y 6 en primera página se promociona la iniciación de clases en el Instituto Girardot, para el de enero de 1907, con alumnos internos y externos, anunciando que el Prospecto se publicará próximamente. Sus líderes reconocían “….la falta de edificios públicos….para escuelas… y…la estrechez del presupuesto municipal de rentas”. (EL ESFUERZO, Número 4). El editorial del Número 5 de 20 de octubre, vuelve al tema de la instrucción pública para precisar “….poner de relieve las ventajas de la instrucción pública y las fatales consecuencias que engendra la ignorancia”.

Don Pedro Páramo Quintero, arribó a Girardot por vía férrea, una tarde de enero de 1926, contratado como profesor por el Instituto Liberal de Girardot, el mejor y más respetado colegio local. Se hospedó en el Hotel Tolima. La ciudad roja de Colombia lo recibía con sus brazos abiertos, efervescente, porque trascendentales cambios políticos se veían venir. Seis años luego, en 1932, funda el Colegio Santander, su obra maestra.

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1.     EL ESFUERZO Serie 1ª, Girardot, 1º de septiembre de 1906, Número 1.
2.     EL ESFUERZO Serie 1ª, Girardot, 1º de septiembre de 1906, Número 1. Editorial.  
3.     EL ESFUERZO Serie 1ª, Girardot, 30 de septiembre de 1906, Número 3.
4.     Ibíd., Número 3.
5.     EL ESFUERZO Serie 1ª, Girardot, 15 de septiembre de 1906, Número 2.


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* CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO, estudió en el Colegio Santander de Girardot, desde kínder hasta 5° año de bachillerato (secundaria) (1960-1970). Por extrañas razones se graduó de Bachiller (6° de bachillerato o secundaria) en otro colegio. Pero se considera santanderino. Sin sus padres tampoco habría llegado a escribir a la memoria de PPPQ. Once años no pasan en vano. De lunes a viernes, ocho horas diarias de clases y el sábado medio día y el domingo a misa católica, impecablemente vestido con saco de paño azul oscuro, pantalón blanco, camisa ídem, corbata negra y zapatos negros perfectamente lustrados a las 6 de la mañana, caminando en silencioso perfecto orden desde la sede del colegio hasta el templo de San Miguel, siguiendo la banda de guerra o de música del plantel. La fuerza de voluntad y la disciplina, el sentido por la lectura voraz, hoy aminorada, la  adquirió allí, pero en su hogar no faltaban dos periódicos diarios, revistas de toda clase, libros y un radio Philips que lo conectaba con el mundo americano y europeo.

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL PERIÓDICO EL DEMOCRATA (GIRARDOT)

** “VIDA Y OBRA DE PEDRO PÁRAMO QUINTERO, APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN”, (José Reynaldo Franco Lozada Autor y Editor y coautores Ernesto Porras Collantes, Gabriel González Galeano, Fernando Arteaga Bocanegra, Ricardo Humberto Torres Salamanca, Luis Fernando Camacho Guzmán, Antonio Alexis Gutiérrez Ramírez, Alberto Barrios Gutiérrez, Jorge Perdomo Vargas, y Gerardo Hernández Páramo (Pascual de Garzón). Prologuista César Augusto Núñez Villalba. Comité Editorial, Carlos Julio Fonseca Méndez, Saúl Martínez Núñez, César Augusto Núñez Villalba y José Reynaldo Franco Lozada.)

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DON PEDRO PÁRAMO QUINTERO (II)


 


POR CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO*


1927. PEDRO PÁRAMO QUINTERO (TRAJE BLANCO)


Continuamos rememorando VIDA Y OBRA DE PEDRO PÁRAMO QUINTERO, APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN”. Mientras Don Pedro aprendía a ser niño y joven, despierto para nutrir razón y corazón, esperando que cualificaran los tiempos y personajes de Girardot, esta, con los adalides de la instrucción y la prensa como portavoz de lo nuevo, exponían públicamente lo que era necesario hacer. Partía el proceso de la educación para todos con los mejores augurios. Más que palabras, “El amor a la Patria; el innato deseo de contemplarla…. en la lista de las naciones avanzadas y…. contribuir con nuestro óbolo al engrandecimiento de Colombia,..…. últimos, eso sí, en esa procesión de intelectuales que desfila, que sigue con pie firme y brazo fuerte el camino de la luz, puestas las miradas en el horizonte del progreso, con el corazón repleto de dulces esperanzas y sin otro objetivo que el de realizar nobles deseos.”(EL ESFUERZO, E. E. N° 3). Amor, patria, Colombia, camino, luz, progreso, corazón, esperanza, nobles deseos.

Girardot había nacido a la modernidad con el modelo capitalista de producción, en tanto que a su alrededor las formas productivas semi feudales se desdibujaban tímidamente; progresivamente absorbía producciones, mano de obra, saberes, ciencia, mentes toscas con inteligencia silvestre, resultando una fuerza de trabajo de extraordinario rendimiento, culto al trabajo y exigencias para vivir mejor. Los líderes entre los notables y líderes y jefes entre el pueblo llano coincidían en construir ciudad-civilización, siendo la educación, un arma con mucho poder en ese proceso hacia el progreso. Cambiaba el medio ambiente, también el carácter, ser cosmopolita era genético en Girardot, se hablaba de civilización en este punto que generó un verdadero proceso de desarrollo regional con alcance nacional; tanto que curiosamente un hotel se denominaba Cosmopolita, inaugurado con gran sarao con invitados ilustres del momento. (GIRARDOT,  G.   11, 1908)

El 31 de noviembre de 1902, oficialmente termina la guerra de los 1000 días al firmarse en Panamá “en el acorazado Wisconsin, el tratado que extinguió definitivamente el conflicto”. La tarea del partido liberal en todos sus frentes fue “… el apoyo decidido a la paz a cuya sombra veremos realizarse el triunfo del verdadero progreso.” (E.E. 3, 1906). En esfuerzo postrero apostilló: “… haced algo por estas víctimas de la ignorancia… la educación es el arma más poderosa y la ignorancia el enemigo más terrible.” (E.E. 7, 1907). Las guerras por la educación en su etapa inicial contaron con la tribuna de los periódicos liberales, “….Y el periódico, portentosa manifestación de adelanto, de lucha y de triunfo, es, también el tentáculo poderoso con que se anuncia la resurrección, cuando no el nacimiento de un pueblo que demanda su curul en el concierto de los pueblos civilizados.” (G. 4, 1908).

Pero eso no disolvía las contradicciones sobre la forma y el contenido que debía tener la instrucción entre los niños, jóvenes y adultos analfabetas o no, ya que la jerarquía católica coadministradora del poder nacional ejemplarizaba con la amenaza desde el púlpito, a todos aquellos que siguieran la acción del partido y las ideas liberales. Siendo la ciudad liberal hasta los tuétanos, la masonería una impronta, con dinero inglés que se jugaba tranquilamente en las calles como imagen de la riqueza en manos de todos, llevar a la práctica la instrucción pública sin la regencia de los curas de turno, casi todos extranjeros, era desafiar abiertamente el proyecto político regenerador con sede en Bogotá y Roma. De frente o de lado esa insurgencia se dio y a la larga rindió frutos, sin utilizar odio, contumacia, calumnia, injuria, chisme o venganza; por supuesto algunos pagaron caro el enfrentamiento como el intelectual Antonio L. Amézquita, fundador del primer Colegio Santander de Girardot, (1913-1916), pedagogo, ex tesorero de la prefectura y empresario. El miedo incubado en los cerebros oscuros de cierta masa indolente, quebró económicamente la empresa osada de este notable hombre.

En tanto, la vejez y lo nuevo, regresaba: el largo viaje por la educación lo comenzó Emeterio Daniel, el primer maestro de la primera escuela que se fundó en la ciudad, un poco después de 1855; Rufino Vargas; Camilo Latorre; Pedro Simón Cárdenas; Felipe Abondano, José Marcelino Pardo (párrocos); Eufrasio Cucumá Páramo; Angel María Paredes; los primeros curas católicos que enseñaron bajo techos de palma; Señorita Amanda Díaz; Edelmira Caycedo, eminente institutora, Directora del Colegio Santa Teresa de Jesús; señorita Concepción Rincón, Directora Colegio La Merced; Señorita Cuéllar, encargada Colegio Sagrado Corazón de Jesús; Ana Lucía Reyes; Hermana Dominga; Eugenio Herrán L., Presidente de la Junta Directiva del Colegio Instituto Girardot y Antonio L. Amézquita, entre otros. La progresión de cuerpos y almas era indetenible.

Eufrasio Cucumá Páramo había iniciado su apostolado educacional en 1881, cofundador, dirigía el Instituto Girardot, nombre que simboliza un poema: Bárbula. Enseñaba, un laborador asiduo, un artista de la humanidad que ha sabido modelar el cuadro y darle el colorido que demandan las escabrosidades de la enseñanza, distribuía becas a los niños más pobres y capaces, convocaba, publicitaba su obra esencialmente paternal, laboriosa y de completa abnegación y sacrificio… allende el horizonte curvo, universal,…con el propósito de dar una educación sólida y conocimientos enteramente prácticos no solo a la juventud de Girardot sino a la de los pueblos circunvecinos. (G. 7, 1908). El concejo municipal intercedía también para la aplicación a becas y el doctor Elisio Medina, gobernador de Cundinamarca impulsaba el apoyo a la educación y casi todo tipo de obras para el engrandecimiento de la ciudad (el presidente actuando a través de él). Todo fluía con dinámica radical. Los exámenes se sucedían con autoridades y personajes notables de la pasada confrontación, los centros educativos aumentaban con nuevos alumnos, verdaderos privilegiados, en un país con ochenta por ciento de población analfabeta. ¡Qué batalla por la civilización y el progreso! En el Instituto Girardot se impartían también clases nocturnas para obreros.


PEDRO PÁRAMO QUINTERO


El pedagogo más representativo de la ciudad, se preguntaba: ¿Cuál es pues, el medio de formar el hombre bien educado en el más alto sentido del vocablo? Respuestas tenía en su corazón: Todo consiste en grabar en el corazón del niño desde muy temprano la virtud de la humildad y el sentimiento de humildad y el sentimiento de dignidad. (Ibíd.) Exaltaba el deseo visceral de una sociedad justa, igualitaria, en paz, ya que “La sociedad girardoseña espera mucho de este Instituto así como de las Escuelas y Colegios establecidos aquí. Penoso me es confesar que si he conseguido bastante adelanto en lo intelectual, no pasa así en lo moral, pues deja todavía, por desgracia, mucho qué desear.” (Ibíd.)

Continuaba con la salida al problema: Leibniz dijo, y dijo con razón, “si se reforma la educación se reformará el género humano.”…..la educación desarrolla las cualidades morales…. forma los sentimientos…. La educación es el fin…. produce hombres….Consideraba fundamental la familia en el proceso educativo,… Para conseguir este fin que persigue esta Dirección imploro vuestra valiosa cooperación y os suplico la muchísima vigilancia externa de vuestros hijos…. Nada importa tanto como el cultivo del corazón…. El corazón es el centro de la vida….por que la formación del corazón constituye la obra principal de la educación.” (Ibíd.)


Nuevamente la prensa le cedía otra oportunidad en la calle de oro del periodismo porteño, para dar a conocer su vitalista propuesta educacional: Para llevar a feliz término la obra colosal del verdadero progreso nacional, necesitamos hombres que usen bien sus fuerzas, que acumulen la energía de su carácter, la sabia de su cerebro, ¿Y será verdad que para cambiar la corriente en que ha venido envuelta la juventud se debe poner la educación primaria y superior en manos extranjeras? No lo creemos así. En nuestro país hay verdadera vocación pedagógica y abnegación para seguir el espumoso apostolado de la enseñanza hasta el sacrificio. Establézcanse Escuelas Normales en todas las capitales de los departamentos dirigidas por pedagogos de los países más adelantados y se verán salir de allí los apóstoles que han de formar los hombres del presente siglo.” (G. 14, 1908). (En Ibagué comenzó a funcionar en 1910 una Escuela Normal y allí precisamente quien sería después Don Pedro Páramo Quintero, comenzó a estudiar con demoledora fuerza de voluntad y furia desesperada por ser un adalid contra la ignorancia).

La experiencia girardoseña daba frutos, Don Eufrasio conocía de primera mano el esfuerzo realizado por mantener a flote el Instituto Girardot, y lo sustentaba frente a cualquier contradictor: “Emprendamos, pues, una nueva cruzada contra la ignorancia, procuremos darle a la juventud que se levanta enseñanzas verdaderamente científicas y prácticas……. La ignorancia es una enfermedad……Para curar este terrible mal tan peligroso,..….Es preciso hacer sacrificios de dinero, de tiempo y de esfuerzos. Secundemos la obra del gobierno estableciendo en todas partes colegios privados para educar allí a los hijos de la clase pobre que no pueden ir a la capital de la República.” (Ibíd.)

Las siguientes palabras parecían dirigidas a todo Pedro Páramo a la espera de una oportunidad en un país semifeudal donde predominaba la instrucción fanática y anticientífica, nada racional ni razonable. Los liberales que lideraban la separación de la iglesia del poder laico no eran necesariamente ateos, algunos serían agnósticos, otros masones, la mayoría católicos, sin creerle a ningún cura; la religión (católica) podría enseñarse pero no de la manera como la instrumentalizaba el curato de turno: “Fundemos establecimientos donde no sólo se enseñen ciencias sino también artes y oficios. Es necesario separarnos de la empleomanía que da escasamente el pan de cada día, pero no la independencia que hace al hombre dueño y señor de mismo.” (Ibíd.) Para 1908 el gobierno nacional planteaba reformas a la instrucción pública y Don Eufrasio las apoyaba desde su óptica: “En cuanto a la exigencia de que todas las Escuelas, deben ser regentadas por maestros graduados, es muy justa e imperiosa. Más, para lograr tal objeto, es preciso formarlos primero en las Escuelas Normales, y establecer estímulos honoríficos y remunerarles suficientemente su ardua labor a los que sean lo que deben ser: sacerdotes y apóstoles de la civilización.” (G. 16, 1908)

El 20 de julio de 1908 se llevó a cabo la celebración 98 de la creación de la República, en un desfile multitudinario donde casi todo el pueblo ovacionó a los 510 estudiantes (9 por ciento de la población en su momento), de las escuelas públicas urbanas y rurales (San Lorenzo y Guavinal) y colegios privados, junto a sus líderes, electrificantes oradores. El mismo día en la escuela rural de Guavinal, los escuelantes se batieron heroicamente con respuestas acertadas y creíbles en sus exámenes con el Consejo calificador, todos notables personajes de las últimas guerras recientes; pasaron aritmética, historia patria e historia sagrada. La noticia de celebración patriótica, se constituyó en la primera registrada en un periódico citadino, porque la del Centenario probablemente se llevó a cabo, pero no se conoce, dado que no existen registros desde diciembre 31 de 1908 hasta abril 9 de 1911, cuando aparece LA SAETA, otro periódico liberal con ediciones desaparecidas.

Quizás la siguiente sea la más completa descripción sobre los exámenes realizados en los colegios durante dos días e iniciada el 16 de noviembre: “…en el local de la Escuela de Varones 1, dirigida por Carlos A. Santos B. ….Leída la lista contestaron 35 alumnos… se procedió al examen individual sobre Religión e Historia Sagrada…..Aritmética....presidiendo los actos el presbítero Dr. Primo Mora, se cantó por la Escuela el Himno del Niño y después de invocar el nombre de Dios, siguió el examen de Lectura, Escritura y Objetiva….A la tarde siguió el examen en Gramática, Historia Patria, Geografía y dibujo Lineal combinado con Geometría. Se cerró el acto con el canto de El Corderillo.” (El Inspector Local, PRIMO MORA, Pbro.- Por el Prefecto, el Secretario, Arturo Miranda D.- La Junta Calificadora, Cayetano Falla-Uldarico Rocha T.- José J. Vernaza- El Director, Carlos A .Santos C.).” (G. 26, 1908) Poco a poco la actitud de los partidos por afianzar el orden y la paz en seis años de paciencia liberal, beneficiaba el país y la ciudad, de manera particular, dando por sentado que: “El Consejo debe elaborar el Presupuesto de Rentas y Gastos para el año 1909, calcando sobre absoluta preferencia al ramo de Instrucción Pública.” (Ibíd., 1908)

El Instituto Girardot anunciaba el aviso final de año, precisando: “este acreditado establecimiento continuará bajo la dirección de Eufrasio C. Páramo y abrirá su matrícula el 20 de Enero próximo”, (G. 28, 1908). (No siempre se mencionaba completo el primer apellido del pedagogo sabio, su sustrato indígena en una sociedad mestiza blanca). El estatus del sabio pedagogo era garantía de éxito educativo. Siendo el más representativo de Girardot y la región circundante cunditolimense, podía asumir con gozo en su quinto cumpleaños de funcionamiento, “la exhibición espléndida de los trabajos de instrucción y educación en los Establecimientos, tanto públicos como privados, que nada han dejado de desear en sus adelantos.” (G. 30, 1908)

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* PUBLICADO EN EL PERIÓDICO EL DEMOCRATA (GIRARDOT)


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DON PEDRO PÁRAMO QUINTERO (III)


POR CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO*


1962. TREINTA AÑOS DE FUNDADO EL COLEGIO SANTANDER


En el año de los cuarenta años (1932-1972) nace la frase clásica, de molde imperecedero: “El Colegio Santander es un templo donde se modela el carácter, se educa la voluntad y se prepara al ciudadano del futuro”.
Se solucionó la contradicción ideológica y religiosa. Don Pedro, desde siempre, jugó acertadamente la carta de no provocar; el capitán del submarino que nos inculcó junto con la mayoría de profesores, sin saberlo a veces, el criterio liberal frente a todo o casi en la vida, podía estar tranquilo. En el 72, con motivo de los cuarenta, el paso a la tierra de leche y miel, sin que nos hiciera daño la mezcla, se corroboró. Nadie arrima impunemente de una cuarentena, pocos los privilegiados. Colegio transparente. El Santander se encontraba más lúcido. En esa década ante un fraude algunos soldados iniciaron una pequeña guerra, precisamente porque la rebeldía innata heredada nada había construido por la sencilla razón de que nunca tuvo el poder. No se trata tampoco de suponer que Don Pedro era poco católico, pues a pesar de ser enseñador de Carreño, su fidelidad no rayaba en el fanatismo o la descalificación pretendidamente moral.

Luego de la primera promoción de bachilleres, Nuevos tiempos ciertamente contribuyeron para que la audacia y la fe inconmovible de Don Pedro rindieran frutos. En lo ideológico, político, social, económico y cultural el país cambiaría muchísimo, desdibujándose paso a paso la impronta jerárquica católica y vaticana (de vaticinar). En 1970, en el Colegio Santander cesó la obligación de asistir a la misa católica todos los domingos a las 7 a. m., en la Iglesia de San Miguel; dejo de ser, junto al traje de saco azul oscuro, corbata negra y algún corbatín saltador, camisa y pantalón blancos, zapatos negros y medias blancas, inescrutable silencio, con paréntesis de murmullos para los más débiles o creyentes, un peso muerto, plomo fundido en el alma. Las mujeres en los salones de clase comenzaron a copar pupitres. El Tiempo y El Espectador y Cromos, nos traían pétalos de sabiduría, los nadaístas con el profeta Andino Gonzalo Arango y otros menores, se hicieron íntimos amigos de la ciudad de las acacias y de la plaza roja de Colombia. Todo lo anterior era mejor que la mantequilla.

Le dijimos adiós a la iglesia de la novena con doce. Nos convertimos al laicismo. Eufrasio, Amézquita y todos los libertarios de todas las huelgas y protestas obreras que precedieron la fundación del Colegio Santander podían sentirse reivindicados. La jerarquía católica no estaba interesada en criticar algo que formaba parte normal del país como las nubes blancas de todos los días. Por la interrelación mayor con el país y los sucesos mundiales a través de la televisión y el cine, nos convertimos en más ciudadanos del mundo. No más fotografías en traje blanco y sombrero blanco. Se escucharon aplausos en el cielo. Hasta el tren se acabó. Fin de ese escenario.

Saboreaba Don Pedro en el fondo de su corazón el sueño desde la escuelita de Piedras Alejo Villa, al séptimo cielo, con conocimiento intuitivo, espontáneo y serio de su labor académica, con inmenso amor y apostolado por su profesión. El espíritu de la justicia distributiva y la solidaridad marcaron siempre su existencia. Su vida como su andar rápido contrastaba con los pasos pausados y vigilantes, caminando con lentitud y sin afanes cuando era necesaria la observación para tomar las decisiones necesarias.

El Colegio Santander de Girardot fue la vida y obra del Maestro, su jugada maestra. Un hombre solo no vale nada. Al comienzo con Julio Buriticá  Ghiraldo, Narciso Avellaneda, Pedro E. Reyes Roa, el profesor Flórez, luego Helí Santacoloma Camacho, Uldarico Conde Tovar, Manuel Jesús Smith Távara, Aníbal Obed Lerma, Jairo Bonilla Marroquín, Jorge Hurtado de Mendoza (con perfil de virrey colonial), Rafael María Arteaga Giraldo, José Maeztu, Jaime Escobar León, Pablo Emilio Blanco, Justino de Mugira, Maurice Auger, Carlos J. Rodríguez Camacho, Neftalí García Carvajal, Constantino Martínez Rodríguez, Jorge García Ferro, Rosendo Álvarez Trujillo, Eduardo Santacruz Ricardo…, y con cientos más logró su cometido.
En abril de 1963 se funda la Casa Cultural de Girardot, punto de partida de lo moderno hacia la cultura en el puerto. Destacados hombres y mujeres de la educación y las letras, entre ellos Don Pedro, de la economía y de diversos saberes, se asocian y durante más de una década mantienen viva la vida cultural girardotense, visto hoy como referente en la historia local. Su otra asiduidad social le permitió mantener una relación de toda la vida con el Club de Leones de Girardot, entidad que ha prestado invaluables gestos de apoyo social a la población de escasos recursos económicos, toda una extraordinaria actividad sin ánimo de lucro. En la práctica Don Pedro cumplía lo que predicaba.

En diciembre de 1968, a los 65 de edad, el Apóstol de la educación fue condecorado con la medalla cívica CAMILO TORRES en reconocimiento a su obra educativa de más de 45 años, siendo el Dr. Ricardo Rocillo, delegado del Ministerio de Educación, quien impuso la condecoración.
Los periódicos y revistas se constituyeron en fiel reflejo de los intereses culturales del colegio. Cada generación de grupos estudiantiles establecía su impronta, adaptando el nombre de la empresa periodística acorde con la visión que habían desarrollado. En 1963 aparece “EL VOCERO ESTUDIANTIL”, El Heraldo, un periódico legendario, y en 1968, “IMPACTO” (Revista mensual del Colegio Santander al servicio de la cultura de Girardot). Para 1972 de manera especial aparece una revista para contar la cresta de la ola de 40 años de sacrificio. Se calcula que en 40 años se capacitaron 20.000 colombianos en el colegio; en 1932 comenzó con 32 alumnos en primero y segundo de primaria y en 1971, contaba con 185 estudiantes de primaria y 419 de bachillerato.

En una nota escrita en la edición conmemorativa el profesor caribeño licenciado en Español y Literatura, Evaristo Hernández Fernández (Q.E.P.D.) expuso: “El COLSAN… No ha cumplido, porque su obra tiene principio pero no puede tener fin. No ha llegado a la meta porque su objetivo es servir y ésta labor es imperecedera. Tiene un compromiso que debe cumplirle a la sociedad girardoteña, legítimo juez de sus actuaciones.”

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*PUBLICADO EN EL PERIÓDICO EL DEMOCRATA (GIRARDOT)

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PEDRO PÁRAMO QUINTERO, EL MAESTRO (IV)



PEDRO PÁRAMO QUINTERO


Esta cuarta y última nota sobre Don Pedro Páramo Quintero nunca se publicó en el medio escrito que publicó los tres restantes; es la primera impresión pública y en medio electrónico.
William Ospina publicó su reconocimiento a un rector del colegio donde estudió en el departamento del Tolima. Me pareció tan similar a la historia de PEDRO PÁRAMO QUINTERO, QUE ME DIJE ES COMO SI LA HUBIERA ESCRITO PARA HONRAR LA MEMORIA DEL TOLIMENSE DEVENIDO GIRARDOTEÑO. ANDÁBAMOS SINTONIZADOS EN LAS CARRETERAS DE LA HISTORIA.
(CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO)


El 11 de septiembre de 2015, en el Auditorio de la Biblioteca del Banco de la República de Girardot, se llevó a cabo un acto para honrar la memoria del insigne educador tolimense, devenido en girardotino desde muy joven, al fundar el Colegio Santander en 1932, Don Pedro Páramo Quintero, nacido en Piedras (Tolima). Estas palabras fueron leídas por el suscrito, pero no son de mi autoría, sino del escritor tolimense William Ospina. Cuando encontré este texto me pareció calcado a lo que quería expresar por el ilustre educador. Cambié unas pocas palabras, lo demás no es mío. Gracias William. De tolimense a tolimense.

No deja de ser sorprendente que en un país donde cada quien tiende a defender sólo sus intereses, alguien escoja ser maestro: el camino de la generosidad, una carrera que no promete a nadie ni riqueza ni reconocimiento, y que ni siquiera tiene asegurada la gratitud de sus beneficiarios.
En Colombia se rinden pocos homenajes, y a quienes menos se brindan es a los educadores. Pero si alguien ha salvado al país son ellos, en condiciones adversas, con presupuestos mínimos, entregados a una labor abnegada, siempre menos valorados que los políticos y los guerreros, pero cada noche preparando el día que viene, cada año pensando en el siguiente, transmitiendo lo que ha aprendido la humanidad y esforzándose porque las nuevas generaciones sean también creadoras de conocimiento.
Pedro Páramo Quintero, don Pedro, como lo llamamos siempre, representa ese conjunto de valores que le permitieron a esta sociedad sobrevivir mucho tiempo: la responsabilidad, el sentido de comunidad, el interés por el porvenir, el afán de transmitir la herencia de la civilización.
Una obsesión de la literatura y el arte en Colombia es el tema de la casa perdida. Desde niños oímos: “Ya no vive nadie en ella, y a la orilla del camino silenciosa está la casa”. Colombia es un país de desplazados, de desterrados, un país de despojo y de olvido. ¿Cómo no rendir homenaje a alguien que dedicó su vida a la construcción de una casa que fuera el hogar de generaciones de jóvenes, una casa de conocimiento y convivencia, destinada a compartir todo lo que tiene sentido para la comunidad?
Muchas grandes hazañas de nuestro país tienen protagonistas secretos, que no reclaman publicidad; artífices como este maestro, que por pura vocación dedicó su vida a lograr que Girardot, en el sur occidente de Cundinamarca, tuviera un centro educativo digno de su historia.
En un país que cada cierto tiempo sucumbe a la barbarie, era navegar contra la corriente, pero él lo logró. Si hemos visto caer la vieja arquitectura de la zona cafetera, si hemos visto desaparecer instituciones y morir tantas costumbres, son en cambio muy contados los ejemplos de empresas generosas, de trabajos hechos en beneficio de la comunidad sin vanidad y sin estruendo.
Yo soy beneficiario de ese esfuerzo. Yo vivía con mis padres a tres cuadras de la sede eterna de la carrera novena entre calles catorce y doce y llegué, o mejor me llevaron mis padres, a un colegio llamado Colegio Santander en enero de 1960, (yo no lo sabía, después lo supe, cuando llegué quizás a cuarto año de primaria), para comenzar el kindergarten, kínder a secas, y claro, me enamoré de mi primera profesora, cuyo nombre olvidé. Él, don Pedro, era ya ese varón serio y firme que nos hacía sus alocuciones al comenzar la semana. Nosotros veníamos a poner en duda el mundo: él sabía responder por lo establecido.
Creí que acababa de aparecer en nuestra vida, pero después supe que era de tiempo atrás amigo de mis padres. El señor Páramo encarnaba la seriedad, cuando había seriedad en el mundo, la responsabilidad, una autoridad con la que yo, más de una vez, como buen adolescente, estuve en conflicto.


PEDRO PÁRAMO QUINTERO. DIBUJO POPULAR


Mi relación con el colegio era difícil: las clases siempre comenzaban antes de que yo acabara de despertar, muchas veces vi la gran puerta cerrarse antes de que pudiera cruzarla, y siempre volví a casa con un fardo de culpas, las tareas que al final no alcanzaría a hacer, por andar pensando en las lunas de Júpiter. Pero lo importante es que en aquellos tiempos alguien encarnaba el orden, el centro de gravedad de nuestra vida. El rector, el señor Páramo, asumía esas tareas con convicción y con profunda responsabilidad. De verdad casi nunca llegué tarde.
Hay seres cuya presencia llena el espacio, cuyo espíritu se funde con el sueño que han realizado. Él le dio forma a esa institución; y en un pueblo cambiante, en una edad violenta, supo trazarle un rumbo generoso al tiempo y un sentido a la vida.
Nombrarlo es nombrar una época. Era la línea firme y vertical que nos permitía jugar con el espacio, la tradición que nos permitía experimentar, inventar, incluso levantarnos contra la tradición. Yo le agradezco al misterio del mundo poder estar ahora, tantos años después, expresándole mi gratitud.
En sus tiempos, por ese colegio fluía el mundo. Habíamos ido allí a buscar la historia, el lenguaje, los rudimentos de la filosofía, las perplejidades de la psicología, la ciencia inalcanzable de los números, el álgebra, “palacio de precisos cristales” como la llamó un poeta, y de pronto, como un viento poderoso e inesperado, pasaron los años sesenta, que educaban tanto como las escuelas: el despertar de la juventud planetaria, la invasión a Checoslovaquia, las canciones de los Beatles, que olían a hierba y a incienso oriental.
Y mientras veíamos pasar los wadis, los ríos que no llegan al mar, y perseguíamos los cardúmenes, y examinábamos el abdomen de las abejas en el patio lleno de Leonardo Favio y de Javier Solís, aparecieron las proclamas de Camilo Torres, la voz de Piero cansada de la tarde, la cercana explosión del boom latinoamericano, y vimos sin entenderlo cómo lo personal se fundía con lo colectivo.
La muerte de Martin Luther King y la llegada a la Luna se mezclaban con esos primeros amores que siempre amenazan con ser los últimos: los ojos de Alba Luz, los labios de Marlén, la voz de Lila. Y las primeras flores de nieve soleada en las cartas de Gonzalo Arango cayeron sobre las flores de fuego que iba abriendo el sodio en el agua, y el viento seco de Carlos Santana que nos trajo Woodstock, se llevó de pronto la adolescencia.
Era la edad de las grandes tormentas. Y yo recordaré siempre que Pedro Páramo Quintero allá, arriba, entre rayos y tempestades, mantenía el cielo en su sitio, mientras a nosotros se nos desbarataba entre las manos nuestro improvisado cielo de cada día.
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Edición Número 61, Girardot, Marzo 3 de 2019


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