Edición Número 50, Girardot, Enero 7 de 2019:-ELEGÍA A "DESQUITE"
Edición Número 50 Girardot, enero 7 de 2019
ELEGÍA A “DESQUITE” *
POR
GONZALO ARANGO **
GONZALO ARANGO
(GONZALO ARANGO POR EDUARDO ESCOBAR)
Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja
como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un
poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las más bellas artes. Mataba, se
desquitaba, lo mataron. Se llamaba “Desquite”**. De tanto huir había olvidado
su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.
Lo mataron porque era bandido y tenía que morir.
Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.
Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno
descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto
bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad
de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el
alma, con toda la ferocidad de su alma
enigmática, de su satanismo devastador.
Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el
crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata o Fidel
Castro.
Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que
mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había
un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo
otro cielo que no fuera el siniestro cielo de su patria, este bandolero habría
podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.
Siempre me pareció trágico el destino de ciertos
hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la
Historia, o su propio Destino.
“Desquite” era uno de esos: era uno de los colombianos
que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un
voto. “Desquite” no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al
delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo,
fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.
Aún después de muerto, los soldados temieron
acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible,
invencible.
No me interesa la versión que de este hombre dieron
los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás
del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.
¿Quién era en verdad?
Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la
muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. El habría
dicho: yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice
mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas.
Con razón… Se había hecho guerrillero siendo casi un
niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a
vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en
Colombia: la vida.
En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no
tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo
vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin
porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le
enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a
todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos
sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá
pensar en términos de sangre.
Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión,
miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me
llamaría “General Exterminio”.
Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con
las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la
dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la
mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la
vida es a veces asesina.
¿Estoy contento de que lo hayan matado?
Sí.
Y también estoy muy triste.
Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió
muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo,
pues no hay crimen más grande que el desprecio de uno mismo.
Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este
hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por
su enemigo: toda la sociedad.
¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?
Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque
era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la
medida en que el asesinato lo eligió a
él.
Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el
cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un
inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al
asesino que fue.
¿Qué le dirá a Dios este bandido?
Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque
nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les
negó el derecho de ser hombres.
Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya
purgó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.
Pro tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación
fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.
Entonces, ¿adónde irá Desquite?
Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus
víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y
olvido.
Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin
zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.
Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber
le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabado con filo
de puñal. Sólo decía: “Esta es mi vida”.
Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.
Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿No
habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de
vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta,
entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a
regar de sangre, dolor y lágrimas.
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*OBRA NEGRA NEGACION CREADORA/ GONZALO ARANGO/ SANTAFÉ DE BOGOTÁ, D.C. / PLAZA JANES EDITORES/ 1993
Inicialmente el artículo se publicó en La Nueva Prensa, Bogotá, 14 de abril de 1964.
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**Gonzalo Arango (1931, Andes (Antioquia) / (1976, Gachancipá (Cundinamarca). Poeta y profeta. Incursionó en el periodismo, la crónica, y en momentos estelares de la política colombiana, sin esperar nada a cambio. Proverbial su honestidad. Se le considera fundador y líder del movimiento Nadaísta. En 1957 redacta el primer manifiesto nadaísta, publicado como Primer manifiesto Nadaísta, en 1958.
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NOTA: Alias “Desquite”, cuyo verdadero nombre era José William Angel Aranguren (1936-1964), nació y creció en una de las zonas más golpeadas por la denominada Violencia en Colombia, en el departamento del Tolima. Se hizo célebre por las masacres, asesinatos, robos y crueldad inaudita para con sus víctimas inocentes. Su aureola de terror y temor se convirtió en mito, a tal punto que sus escapes más inverosímiles fueron noticia y titular de periódicos. No solamente asesinaba a sangre fría, sino nadie podía capturarlo.
En
ese revoltijo de heredades violentas a la colombiana, el poeta Gonzalo Arango,
reflexiona sobre el mito Desquite.
Pero Gonzaloarango profetizó su
resurrección, y en esta tierra de barbaridades así ocurrió, más o menos, un
cuarto de siglo más tarde; que aún soportamos: (“Desquite
resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas”).
Edición Número 50, Girardot, Enero 7 de 2019
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