Edición Número 29, Girardot, Agosto 3 de 2018. LOS CURANDEROS EN EL NUEVO REINO DE GRANADA AL FINAL DEL SIGLO XVIII
Edición Número 29, Girardot, Agosto 3 de 2018
LOS
CURANDEROS EN EL NUEVO REINO DE GRANADA AL FINAL DEL SIGLO XVIII
POR
ANDRES SORIANO LLERAS
FUENTE: LA MEDICINA EN EL NUEVO REINO DE GRANADA,
DURANTE LA CONQUISTA Y LA COLONIA
Como en todas las épocas, en la colonia hubo en el
Nuevo Reino de Granada numerosos individuos que ejercieron la medicina o una de
sus especialidades sin haber seguido estudios en Universidad alguna y en
consecuencia sin haber obtenido el título que pudiera acreditarlos para
ello. Esto estaba favorecido en esa
época por la circunstancia de que no se habían organizado todavía los estudios
médicos en el territorio de la Nueva Granada, lo que hacía más difícil el
obligar al cumplimiento de las disposiciones que se habían venido dictando casi
desde la terminación de la Conquista para el control del ejercicio profesional.
En Santafé hubo una partera muy conocida que se
llamaba Melchora, que vivía en la calle de las Béjares y que cuando tuvo
bastante clientela se hizo también curandera. “Su terapéutica se reducía, dice
Ibáñez, a cortar el cabello, ordenar baños de agua fría y buscar crisis interna con agua de pollo fría”.
Otro curandero notable fue el maestro Casallas, que
era un gran barbero y un hombre muy humilde. Era flebotomista y sangraba por
orden del médico o del curandero.
Con motivo de la ausencia de Santafé del Doctor De
Froes de Carballo en 1794 se dedicaron públicamente al ejercicio de la medicina
los curanderos Ignacio Orenes, Francisco Muñoz y Manuel Alfaro.
En sus “Memorias para la historia de la medicina en
Santafé de Bogotá”, Ibáñez trae varias historias clínicas de Domingo La Rota,
de las cuales escribió 30 entre 1790 y 1800. He aquí algunas:
“Caso 2° El maestro Pinto Joaquín Gutiérrez y la
señora Mariana Acero, fueron a casa y me suplicaron fuera a Serrezuela a
medicinar a Antonia Gutiérrez. Fui
(llevando la mortaja el moso) la hallé semimuerta, paraliticada, sin sentido ni
acción vital; nada tragaba ni deponía. Hice traer una artesa y siete botijas de
agua, habiéndole quitado el cabello, la puse en ella y la mantuve una hora. Ese
baño sirvió de no morir ese día; y al otro orinó gran cantidad de orina negra y
espesa. La puse otra vez en el agua y comenzó a aflojar el cuerpo e
inmediatamente vomitó mucho, comenzó a hablar: y en voz imperceptible pidió
sopa y tomó algunas cucharadas, tragaba bien orchata sin dulce y después obró
seguidamente, varias evacuaciones el mismo día, ya hablar, conocer y
raciocinar; al tercer día la puse en el baño encargué dieta, orchata nitrada,
una y otra ayuda fría con jabón, y me despedí. Quedó tan buena que quedó
pariendo varios hijos a los quince años que no paría. Era mujer de Luis
Salgado, sus hijos no fueron origeros. Esta curación se le debe al sabio Pomme,
y a mí que no le despreció y que tan pública cuanto Joaquín Gutiérrez, Mariana
Acero, la enferma, y Salgado son conocidos, estimados, y visitados de muchos amigos.
Caso 3° El Padre jubilado fray José Ovalle, enfermó de
gran cólico espasmódico, humoral y ventoso, causado de pasiones de espíritu y
de un viaje violento a Cartagena, y mal asistido. El médico le dio cuatro
purgas, y lo empeoró. Me llamó y dije que se hiciera llevar a casa de sus
sobrinas para poderlo curar, porque estaba en la celda provincial del convento Grande
y era Visitador, señalé abluciones y cada dos horas un escrúpulo de tártaro
vitriolado, y comenzó a hacer sus evacuaciones con toda facilidad, cesando los
dolores, y era de ver a su sobrina bañando a su tío con y él en la cama
conversando con el señor Echavarry, Secretario del señor Compañón, que siempre
lo encontré con él. No se hizo más remedios. Después le señalé la continuación
del nitro fijo, me llamó a la Villeta, para varios enfermos; estuve veinte
días, y lo tomaba con profusión; me hizo presentar escrito al Provincial y a
continuación de su licencia, me dio certificación. Vean los médicos cómo se
cura un gran mal con unos simples remedios, y la virtud de las abluciones. En la Villeta varios enfermos como lo
certifica dicho padre jubilado.
FUENTE: LA MEDICINA EN EL NUEVO REINO DE GRANADA,
DURANTE LA CONQUISTA Y LA COLONIA
Caso 4° El padre misionero fray José Palacios de la
Vega, europeo, flaquísimo, padeció un fuerte cólico, me llamaron de la
enfermería: estaba muy aventado y con fuertes dolores, sólo movía los brazos y
con calentura; hice que se le diera una dosis doble de tártaro vitriolado en
caldo, y se le puso una gran bayeta mojada en todo el vientre. Con esto aflojó
visiblemente el volumen del vientre, e hizo una fetidísima y larga evacuación
de viento, inmediatamente orinó bastante y muy encendidos y calientes los orines:
luego comenzó a gritar: que me obro, (y como no se podía sentar, hice unos
bultos de cueros, mandé levantarlo de espaldas, y se los puse en los riñones);
y en servicio de cobre bajo, evacuó bastante, diciendo en voz alta, que me
quema! Y se alivió; ya se le había antes repetido el tártaro. Volví a la tarde,
estaba dormido, y no lo vi, pero se terminó la cura con baños de tina y con el
uso del nitro fijo hasta que engordó mucho. Ocho padres había en la enfermería;
y todos los que conocieron al padre Palacios, antes y después, dentro y fuera
del Convento, fueron testigos de su perfecta salud. Tengo su certificación, y
otra por escribano de lo que el Ilustrísimo señor Compañón dijo a mi favor por
lo que el señor Echavarri, y dichos dos padres le informaron porque eran sus
amigos.
Caso 5° Catalina de Matías Abondano (alias la Ojeada),
tomó vino y se le detuvo el flujo menstrual. Un boticario mandó para cólico
histérico, agua de hinojo, caldos piperinos, y cataplasma de ruda y cebollas
fritas y aplicadas al vientre con que se inflamó el vientre y puso en sumo
peligro: porque si en cualquier lugar interno es peligrosa la inflamación, potiori título en el útero como miembro
tan delicado. Quince días llevaba de calentura, y excesivos dolores en la
arteria seler, y parva, rubicunda, los ojos espantosos, y llorosos,
asustadísima porque el boticario le preguntaba: ¿incha algo? y por haber visto
ella a otra que abrieron y murió: le di esperanza de remedio; ordené por toda
bebida, pues era grande la sed, orchata de almendras sin dulce, con doble dosis
de nitro fijo; una lavativa de infusión de manzanilla y jabón, por la mañana, y
otra por la noche; bayeta mojada en agua de malvisco, incesantemente aplicada,
caldos sin condimento, y no más. Al otro día confesó alivio y la arteria había
aflojado; se repitieron los mismos remedios; al tercero día más alivio y mejor
pulso; díjome está más chico el dolor; dije ¿qué tan grande? Respondió que como
un fuerte. Repregunté y ante ¿qué tan grande? Como una mano; se hizo lo mismo y
a la noche se exsacerbó mucho y me llamaron; fui con intención de sangrarla y
ya había reventado la inflamación; purgó bien y sólo añadí inyecciones al útero
de aristoloquia redonda (uncia, droga de la botica).
Tomó en ocho días cuatro onzas de nitro en la orchata.
Quedó tan alentada que a otros ocho días fue a la comedia. Solo tenía una hija
que casó con el relojero Lugo y parieron en una semana y tuvo más hijos. Este
caso fue notable por las particularidades que le acompañan y la mucha gente que
lo supo.
Caso 6° Un maestro herrero del puente de San
Francisco, terrible gotoso, me pidió remedio; le aconsejé dieta húmeda, esto es
los vegetales como la calabaza, lechuga, pollo, arroz y buen pan, y le envié
como cosa de dos onzas de nitro fijo diluido, para que fuera echándole a el
agua común un poquito, de suerte que le durara diez días; al 4° pidió más,
envié igual cantidad, y a otros cuatro días fue a visitarme, y me dijo haber
caminado mucho, sin incomodidad, y ya pudo trabajar.
Caso. Ahora se me ocurre de la jaqueca del doctor
Pedreros que tanto lo hizo padecer, legítimo hipocondríaco, tomando siempre
dulce, chocolate de canela y vino, y de una consumición capital que los
doctores quisieron curar con crémor tártaro, vinagradas y otros disparates, se
aumentó y murió con los brazos en la cabeza. El vinagre le hubiera servido en
abluciones. El tártaro vitriolado y no crémor; el nitro fijo (que no usan)
tamarindos, una corta sangría, los pediluvios o medio baño: la raedura de
Buchan, y baño frío en la cabeza, pero nada de eso hasta que se le consumieron
los sucos húmidos por su mucho calor y sequedad, cuando estaba en sus sentidos
me preguntaba y estaba ausente. Después lo vi y no pude socorrer, lo sentí como
mi mayor amigo, pero fui testigo de las justas inútiles de los doctores. Cuando
la cabeza padece por el demasiado calor.
Caso 7° Un músico de violín u arpa llamado Mariano,
indio de Ubaté; la primera vez que fue Ezpeleta a Zipaquirá, fue traído en
mantas con una fiebre pútrida ya los veinte días, cuando ya estaba casando
moscas, y estaba fétido, espantoso, muchas lagañas secas, la lengua muy negra,
marasmo, el pulso duro, y seler,
ardorozo el cutis etc. Le quité el gran cabello que se usaba, pedí agua, y
bayetas, le quité la camisa y ablucioné instruyendo a su mujer y suegra cómo
había de seguir humedeciéndole la cabeza y cuerpo: dije le hecharan muchas
ayudas de agua y orchata sin dulce. Esto se repitió, y a los cinco días comenzó
a humedecer, y limpiar la lengua: inmediatamente reanimé a sus jentes para que siguieran lo
mismo e hice botar la cama al corral, y se estuvo en varios cojines viejos,
pues no había más. Se admiraron de lo mucho que evacuó (sin el menor purgante
porque lo que diluye y humidece, afloja, y naturaleza hace su oficio). En enero
enfermó, a mediado de febrero lo comencé a medicinar y la semana santa, tocó
las pasiones, ¿hubiera vivido con los remedios que los médicos le mandaban?
Engordó bien.
Caso 24. Carlos Quiroga (Mayordomo de Ramón Básquez
hermano de dicha Catalina al otro lado del puente) amansador, y aporreado tuvo
la misma suerte con terrible calentura, y no sediendo con las sangrías y
remedios, la catalina dijo: con esto me alenté yo: le preparó la raíz de lirio,
vomitó, arrojó la postema por la vía de la orina, y se alentó. Este es nuestro
tártaro emético patriótico con lo cual comienza
Dioscorides, su obra botánica, y dice que es bueno para infinitas cosas.
Es inocente: cura las llagas, y úlceras inveteradas y también dice: cubre los
huesos desnudos de carne. Los médicos no lo mandan porque no es de botica y se
desacreditaban”.
…….
En Medellín ejercían los empíricos Bárbara Vélez,
comadrona y yerbatera y José María Upegui, cirujano, quien según Gil “era el
árbitro en fracturas y dislocaciones, sangrías y ventosas, amputaciones y extirpación
de tumores artificiales”. Además extraía muelas.
El Doctor Pantaleón de Arango era jurista pero
prefería las actividades médicas en las cuales se hizo a una vasta reputación
en Antioquia.
Carmen Peña o Madrid era una mujer de baja extracción
social, que tuvo numerosa clientela entre las clases populares de la misma
región.
También José María Lalinde, de mayor cultura, ejerció
la medicina en Antioquia al finalizar el siglo XVIII y comenzar el XIX.
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Nota: La transcripción se hizo respetando el texto “La
medicina en …”
FUENTE: BIBLIOTECA DE HISTORIA
NACIONAL VOLUMEN CXIX / ANDRES SORIANO LLERAS EN “LA MEDICINA EN EL NUEVO REINO
DE GRANADA, DURANTE LA CONQUISTA Y LA COLONIA”/ EDITORIAL KELLY 1972, BOGOTÁ,
D. E.
Edición Número 29, Girardot, Agosto 3 de 2018
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