jueves, 21 de junio de 2018

Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018.  NUEVA CARRETERA: EL MILAGRO DE GUATAQUÍ


                                                            Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018


GUATAQUI SOLO ESPERA UN MILAGRO
Pueblo anclado en el estancamiento
VIERNES 24 DE JUNIO DE 1994

Por GUSTAVO ARIAS (Corresponsal de EL TIEMPO)*



1994. Guataquí, foto de EL TIEMPO



Es noche de luna llena. Mientras el rugir del río Magdalena alcanza a llegar a la iglesia de Santo Domingo, a dos cuadras del embarcadero, cientos de guataquicenses se agolpan frente a un inmenso algarrobo, esperando que esa noche la llamarada que arranca desde las entrañas de la tierra les anuncie que allí está enterrado el tesoro que los sacará de pobres.

La ansiada escena se repitió durante cada mes, por lo menos hasta hace unos  veinte años, cuando los cinco mil habitantes de Guataquí, en el suroccidente de Cundinamarca, se cansaron de mirar fijamente el terreno donde sus abuelos y los abuelos de sus abuelos decían que existía un cementerio indígena con fabulosos tesoros precolombinos.

En esa época, como ahora, sus habitantes  necesitaban de un milagro para salir del estancamiento, al que se suman en la actualidad el desempleo y la aridez de sus tierras. Necesitaban de un aliciente que les garantizar su futuro.

Carlos (sic) Arturo Rodríguez, un fornido campesino que no demuestra los 86 (sic) años que lleva encima, cuenta que, “sí se alcanzaba a ver brillar la tierra. Cuando alumbraba marcábamos y encontrábamos pendejadas, collares de piedras y chucherías. Nada de valor”.

LA REALIDAD
 Aunque dicen que la aparición de guacas se ha presentado en todo el poblado, a tres cuadras del centro existe una porción de tierra oscura donde se centran los hallazgos.
Allí, según los habitantes, bajo un algarrobo se encuentra el cementerio indígena en menos de cinco metros, en donde a simple vista se observan algunas formaciones que parecen esqueletos.

En diciembre un antropólogo midió, escarbó y se llevó unas muestras pero nadie sabe que concluyó su estudio. “Encontró algunas piedras y cerámicas que también se llevó”, dice Joaquín Ramírez, alcalde de la población. “La idea era que nos dijera los resultados, pero no volvió", señala.

Actualmente los habitantes del poblado están a la expectativa, para saber si efectivamente su tierra alberga aún los restos de los bravíos indígenas panches.
Mientras tanto, de lo que sí están completamente seguros los moradores de Guataquí es de la crítica situación que viven debido al cierre de más de 500 canteras donde se explotaba principalmente el yeso, que era llevado a fábricas de Cali y Medellín, principalmente.

Una resolución del Ministerio de Minas prohibió las explotaciones debido al grave impacto ambiental que ocasionaban. Gran parte de las montañas que bordean la destartalada carretera Girardot-Guataquí se encuentran completamente erosionadas por el efecto de la explotación del material.

En la época de invierno esta carretera es obstaculizada frecuentemente por derrumbes que, de paso, ayudan a su deterioro. La vía es asfaltada desde hace más de 15 años y se estudia la posibilidad de instalar un peaje para, con lo recaudado, reparar la carretera que llega hasta Honda (Tolima).



Guataquí. Túnel de árboles


“A pesar del desempleo, explica el alcalde Ramírez, no ha habido problemas de delincuencia. Mucha gente trabajaba en el yeso, pero era un empleo secundario; algunos cultivan maíz o se dedican a la pesa”, sostiene.

De otra parte, Ramírez dice que la explotación del mineral, no le acarreaba ninguna ganancia al fisco municipal, pues las canteras no pagaban impuestos.

Sin embargo, el terreno árido en que se encuentra Guataquí y la contaminación del Magdalena han provocado la sequía en los cultivos y que los peces sean cada día más escasos, mientras la desesperación de los moradores va en aumento.

En noviembre, el entonces alcalde Carlos Albadán logró que funcionarios del ministerio de Minas visitaran la población para buscarle una salida a la crisis.

La idea era agrupar a los explotadores de yeso en una cooperativa, para que preservaran el medio ambiente y explotaran el yeso en menor proporción. El proyecto fracasó por la escasa asistencia de mineros.

Actualmente es común observar, desde temprano, a grupos de hombres jóvenes con sombrero, quienes charlan animadamente en una de las casi diez cantinas que hay sobre la carretera que va a Beltrán. “No tenemos más que hacer, dicen, el maíz todavía no está para recoger”, sostienen en coro.

La administración municipal trata de sacar a Guataquí del marasmo en que se encuentra desde tiempos inmemoriales. La Gobernación de Cundinamarca entregó hace seis meses una piscina semiolímpica, vestidores y zona social completamente terminados a donde llegan habitantes de las diez veredas de la población a disfrutar del domingo.

Junto con empresarios girardoteños se analiza la posibilidad de establecer el turístico (sic) por el Magdalena, llevando y trayendo turistas desde y hacia Girardot.

Mientras el turismo llega, los cientos de chivos y cerdos que pululan por el caserío, continuarán asaltando las cuatro calles buscando comida; la chiva “El Vensedor”, que parece que fue vencida en ortografía, seguirá esperando pasajeros frente al parque principal y en la soledad de las once de la mañana un optimista vendedor de repuestos para ollas a presión, con sus gritos, busca encontrar él también la ansiada guaca.


*Publicado en el diario EL TIEMPO
(Esta nota es una de tantas publicadas sobre su existencia, y tiene el interés de concitar curiosidad, porque a partir de miles de ellas algo de su historia podríamos establecer).
Quizás el MILAGRO espera Guataquí sea la carretera Girardot- Cambao-Puerto Salgar que tiene una extensión de 90 kilómetros; ha sido asfaltada tres veces. La última, entregada al servicio recientemente con especificaciones internacionales podría compararse cuando el río Magdalena era la vía cotidiana, permanente, para la comunicación y el intercambio económico, sus buques y balsas eran los taxis de la época; pero todo acabó con el empuje de un Estado ladrón que se empeñó en quebrar el transporte fluvial y los ferrocarriles, pretextando que las carreteras eran el símbolo de un nuevo país.
La comunicación de Guataquí con el mundo fue una vía terrestre estrecha que poco a poco se amplió, la asfaltaron dos veces, siendo la primera totalmente destruida dada la pésima calidad de los materiales utilizados. La segunda, la realizó la administración de seis meses del gobernador David Aljure Ramírez, con excelentes materiales, que le dio la mano a Bogotá y al país en 2012, cuando la vía Bogotá- Honda a la altura de Villeta colapsó por razones de orden geológico. La de Girardot-Guataquí-Cambao demostró ser la vía estratégica para evitar el colapso de la industria bogotana, la más importante del país. Esa ´carreterita´ le dio la mano al país, porque fue bien construida. Hoy desde Girardot hasta Puerto Salgar es una excelente vía, con algunos lunares que se verán en el corto plazo. Guataquí tiene una segunda oportunidad histórica para mejorar, digamos que el río se transformó en carretera. La decisión de construir, ampliándola con materiales nuevos fue acertada. La nueva vía contempla un puente de un poco más de 400 metros de largo, situado a cinco kilómetros de Girardot, que la une con Flandes (Tolima) y el flujo vehicular del sur occidente del país. (Carlos Arturo Rodríguez Bejarano)



Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018



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Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018.  EL VERDADERO NOMBRE DE LA PAZ (I)




                                                            Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018



EL VERDADERO NOMBRE DE LA PAZ (I)


POR: WILLIAM OSPINA



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Los estudiosos de la historia de Colombia habrán advertido repetidas veces que los procesos de paz que diseña la dirigencia colombiana nunca traen la paz al país.

A veces logran un alivio momentáneo de las tensiones sociales, como en la amnistía a los guerrilleros liberales de los años 50, que fueron después traicionados; a veces crean la ilusión de un gran cambio histórico, que los meses se van encargando de atenuar, como en la reinserción del M-19; a veces desencadenan nuevas violencias, como los diálogos con las Farc en tiempos de Belisario Betancur, que produjeron el holocausto de la Unión Patriótica, o como los diálogos del Caguán, que intensificaron la violencia paramilitar.

Ello debería enseñarnos, no que la paz no es posible, sino que es compleja, y que requiere enfrentar en su profundidad las causas de la violencia y empeñarse en corregirlas. Mientras los esfuerzos sean parciales, es un error llamarlos la Paz, porque se generan unas expectativas que la realidad no tarda en disipar.

Hasta ahora la característica común de esos procesos es que siempre procuran señalar la responsabilidad de uno de los bandos: guerrilleros liberales, M-19, Farc, paramilitares, pero la dirigencia nacional siempre se absuelve a sí misma. Es más, siendo grandemente responsable de las condiciones que producen la violencia y que la prolongan, la dirigencia que formatea esos procesos siempre es la que juzga y la que perdona, o la que acusa y prohíbe el perdón.

Más que otras veces, ahora se ha llamado pomposamente paz al proceso de desarme y desmovilización de las Farc, aunque nadie ignora que es largo el camino que va de La Habana a una paz verdadera. Por varias razones: una, porque el conflicto con las Farc, siendo tan largo y tan costoso en vidas y en recursos, es apenas uno de los muchos conflictos que vive Colombia. Existen otras guerrillas, existe la violencia del narcotráfico, existen las bandas criminales, el nombre que ahora reciben los paramilitares al servicio del narcotráfico aliados con la delincuencia común, existen muchas formas activas del crimen organizado, múltiples formas de economía ilegal, algunas altamente depredadoras de la naturaleza, y un creciente fenómeno de corrupción que agrava el sentimiento de desamparo de las comunidades y su desencanto ante la política.

Como la naturaleza, la violencia colombiana le tiene horror al vacío, y en su caldo de cultivo no se puede hacer desaparecer a un actor violento sin que venga otro a reemplazarlo enseguida, a veces con mayor ferocidad. Las Farc, por ejemplo, eran crueles e implacables en su lógica de secuestros y asaltos, pero como necesitaban de los campesinos tenían que obrar como un escudo de protección para los pequeños cultivadores desamparados por el Estado, de modo que su desaparición, en el contexto de un Estado que tiene dificultades para reemplazarlos en sus funciones e incluso para garantizar su segura desmovilización, podría dejar a los cultivadores en manos de la violencia sin freno de las mafias.

Es el caso en que males más incontrolables reemplazan a los males conocidos: un proceso de paz tendría no solo que prever estas cosas sino que estar en capacidad de resolverlas, si no quiere obrar como el aprendiz de brujo que libera una fuerza y después no sabe cómo contenerla. Además, de algún modo habría que aprovechar esas fuerzas antes ilegales, que pueden volverse aliadas del Estado, para que contribuyan al avance de una mínima institucionalidad que le sirva a la gente sin violencia y con beneficios reales.

El diálogo reciente careció de un proyecto de juventudes en un país donde los jóvenes son la guerra. La prueba de que este es un conflicto parcial es que el diálogo se centró en asuntos agrarios siendo Colombia un país donde el 80 por ciento de la población está en las ciudades. Miles y miles de jóvenes sin oportunidades, sin educación, sin un horizonte de vida que les ofrezca dignidad y seguridad, tienen que venderse a la violencia porque sólo la violencia les brinda algún ingreso.

Quien esté interesado en la paz de Colombia tiene que considerar una estrategia de ingreso social que les brinde a los jóvenes la posibilidad de sobrevivir y capacitarse, cumpliendo tareas que fortalezcan su sentimiento de pertenencia a la sociedad y su compromiso con ella. En un momento de la historia en que el mundo entero requiere planes de reforestación, protección de la naturaleza, cambio de paradigmas en el modo de vivir y de consumir, recuperación de valores esenciales, solidaridad, acompañamiento de sectores vulnerables, liderazgo cultural y reinvención de los modelos de emulación social, es prioritario brindar a los jóvenes la oportunidad de protagonizar los cambios civilizados, para lograr incluso algo asombroso pero harto posible: que la proverbial abnegación de los jóvenes les permita ser ejemplares para una sociedad que nunca supo ser ejemplar con ellos.

(Leído el 28 de noviembre en el Coloquio Salida de la Violencia, Construcción de la Paz y Memoria Histórica, en la Casa de América Latina en París).

https://www.elespectador.com/opinion/el-verdadero-nombre-de-la-paz-i-columna-726331



Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018



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Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018.  EL VERDADERO NOMBRE DE LA PAZ (II)



                                                            Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018

EL VERDADERO NOMBRE DE LA PAZ (II)


POR: WILLIAM OSPINA



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La dirigencia le ha fallado tanto al país que cierto rechazo popular a los acuerdos se debe a la creencia de que les van a dar a los reinsertados oportunidades que el resto de la sociedad no ha tenido.

Lo alarmante del plebiscito de octubre de 2016 no es que el No haya ganado con el 20 % de los votos, y ni siquiera que el Sí apenas haya obtenido menos del 20 %, sino que el 80 por ciento de la población le haya dado la espalda a un proceso que era una gran oportunidad para el país. Porque una indiferencia del 60 % y un rechazo del 20 % prometen poco en términos de aclimatación social de una paz que no puede llegar si la ciudadanía no se la apropia, una paz que en realidad ni siquiera hay que hacer con la ciudadanía sino en la ciudadanía. La paz tienen que ser los ciudadanos: sólo ellos pueden ser la convivencia y la reconciliación, sólo ellos pueden ser el perdón y la memoria, la solidaridad y la construcción de otra dinámica de la vida en comunidad.

El crecimiento actual de los cultivos ilícitos nos debe recordar que la hoja de coca es uno de los únicos productos de la pequeña agricultura colombiana que tienen demanda y consumo en el mercado mundial. Bien sabían los funcionarios de Naciones Unidas que formularon el malogrado proyecto de diálogo del Caguán que no sería posible un proceso de paz sin una suerte de Plan Marshall para la reconstrucción del campo colombiano, que no fue arruinado sólo por la guerra sino por una política de desmonte de la agricultura, un cierre de oportunidades para los pequeños productores y un retroceso de la economía al extractivismo del siglo XVI.

Diseñar la economía pensando sólo en vender las riquezas naturales, explotando el suelo desnudo, despojó de estímulos a la producción, vulneró la ética del trabajo, estimuló el culto a la riqueza sin esfuerzo y fortaleció la corrupción, porque las sociedades vigilan y defienden sobre todo lo que es fruto de su labor, la economía que brinda subsistencia pero también sentido de pertenencia y dignidad. Si el mundo quiere la paz de Colombia no puede seguir consumiendo sólo su petróleo, su carbón y su cocaína, tiene que contribuir a la reconstrucción de la economía real, que podría ser una floreciente alianza de la productividad con el conocimiento, en uno de los países más biodiversos del mundo.

Ya la economía cafetera, que le permitió al país vivir modestamente pero con dignidad durante cien años, ha demostrado que hay formas posibles muy refinadas de participación de una sociedad campesina en el mercado mundial. La producción cafetera, democrática, sofisticada y ejemplar, tendría que ser un modelo, aunque estoy lejos de pensar que en nuestra época podamos vivir sólo de la pequeña producción campesina.

Pero también hay una combinación alarmante en Colombia: una clase terrateniente que es dueña de la mitad de la tierra productiva, pero que no tiene ninguna vocación empresarial. A nadie le importaría de quién es la tierra si produjera lo que puede y tributara lo que debe, pero esos millones de hectáreas a la vez confiscadas e improductivas, la cósmica ineptitud de un modelo de propiedad que sólo adora el alambre de púas, están en la base de muchos de nuestros males.

La corrupción de hoy, la danza de los millones en la contratación pública, que ha corrompido la ley y la justicia, reposa sobre una corrupción anterior: la privatización de los mecanismos electorales, la construcción de un Estado de privilegios que se reelige manteniendo a la ciudadanía en la ignorancia y en la indiferencia. Esa es la otra violencia, que está en la raíz de todo, y que hace que cada diez años haya que hacer una reinserción de guerreros pero que nunca se haga el urgente proceso de paz entre el Estado y la sociedad, entre la vida y la política.

Sólo una cosa podemos esperar hoy: que la expectativa que ha despertado en un sector consciente de la sociedad el proceso de diálogo y la desmovilización de las Farc, unido al tremendo desprestigio de la dirigencia colombiana, a la que le interesa mucho desarmar a los insurgentes pero no abrirle horizontes de participación y de iniciativa a la comunidad, despierte en sectores cada vez más amplios la necesidad de un nuevo proyecto de país y el afán de hacer realidad unas reformas económicas y sociales que han sido aplazadas por muchas décadas, y la condena histórica a una dirigencia que persiste en su mezquindad y en contagiar su discordia. No sólo los mercaderes que envilecen la política, sino los grandes poderes económicos que se lucran de la miseria, de la depredación de la naturaleza y de la entrega del país al pillaje legal e ilegal.

El verdadero nombre de la paz en Colombia es democracia: el fin de las maquinarias y el diseño de una economía que beneficie por fin a la gente, y sincronizar la agenda nacional con la urgente agenda del mundo: energías limpias, protección de la naturaleza, detener y revertir el cambio climático, poner a la comunidad en el primer lugar de las prioridades, y convertir la cultura en el dinamizador de una sociedad de creación.

(Leído el 28 de noviembre en el Coloquio Salida de la Violencia, Construcción de la Paz y Memoria histórica, en la Casa de América Latina en París).

https://www.elespectador.com/opinion/el-verdadero-nombre-de-la-paz-ii-columna-727523



Edición Número 26, Girardot, Junio 21 de 2018



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viernes, 1 de junio de 2018


Edición Número 25, Girardot, Junio 1° de 2018 –1912.  D. MANUEL UGARTE EN GIRARDOT


                                                            Edición Número 25, Girardot, Junio 1° de 2018


D. MANUEL UGARTE




Manuel Baldomero Ugarte
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Baldomero_Ugarte




Este ilustre viajero se encuentra desde ayer entre nosotros.

         Viene Ugarte desde las hermosas pampas argentinas, del uno al otro extremo de este Continente, precedido por la fama, pregonando las amenazas de una raza y señalando los peligros de la otra. Hace la larga y peligrosa travesía, sin otra arma que la de su verbo sonoro, a cuyo ritmo el corazón de la familia latino-americana; aletargada por la hipnótica esencia de su propia grandeza, despierta y palpita azarosa.

         De benéficos resultados para la América del Sur será, no lo dudamos, la sublime y fecunda labor a que Ugarte se ha consagrado con fe de apóstol, enamorado de su ideal de hermosura incomparable.*

         Tiempo era ya de que ante, no digamos la amenaza que, para Hispano América, envuelve el imperialismo yanky, sino ante el avance de aquél, emprendido con sin igual descaro y artería, las naciones del Sur de este continente, unidas y fuertes pudiesen poner a raya al coloso del Norte*; pero no es tarde aún, si la decisión, el empeño, la confraternidad y el valor de sus hijos, responde a la inminencia del peligro en que están estas repúblicas, de una absorción premeditada y brutal, como es la emprendida por quienes son con el débil, valientes; con el fuerte, cobardes!*

         En lo que a Colombia respecta, a esta feliz y salvadora iniciativa de unión, fuerza y cariño, aportará entusiasta y resuelta toda la inmensidad de su odio de ultrajada, toda la intensidad de su dolor, y toda la majestad de su valor y de su gloria legendaria.

         Interpretando, por el nuestro, el estado de alma nacional podemos decir a Ugarte cuán grato es al pueblo colombiano no la visita con que ha venido a honrarlo.

         Nueve años hace que los colombianos vivimos <<amando la sangre que brota la herida>> que a traición, entre las sombras, se nos hizo; nueve años hace que nuestro pecho destila el odio, su veneno, gota a gota, y que procuramos, no que la herida cicatrice, sino que constantemente desbridada por el filo del recuerdo, nos duela intensa, irresistiblemente para poder así consagrarnos de un modo más perenne a la esperanza del castigo!*

         Mientras lo hacemos personalmente, reciba Ugarte con nuestro respetuoso saludo de bienvenida, la más alta expresión de nuestra simpatía.





1912. LA PLUMA


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*N. del C.: En 1903, Panamá, a instancias de los E.E. U.U. de Norteamérica, se separa de la República de Colombia. El partido liberal colombiano y en general su población, manifestaba rechazo y animadversión ante la “traición” de que habla la nota. Una herida abierta encuentra Ugarte al pisar tierra girardoteña, liberal hasta el infinito. Esta nota  forma parte de un texto mayor compilado en proceso de edición (CARB). La cursiva es del compilador.
Fuente: Periódico liberal LA PLUMA. Serie I, Girardot, Noviembre 24 de 1912


 Manuel Baldomero Ugarte

(Buenos Aires27 de febrero de 1875 - Niza3 de diciembre de 1951) fue un escritor, diplomático y político argentino. Militó durante un tiempo en el Partido Socialista y formó parte de los círculos literarios y periodísticos de su ciudad natal. Fundó y editó el diario La Patria y la revista Vida de hoy.
Residió en el extranjero durante varios años. Entre 1897 y 1903 residió en París, en esta etapa se forja su pensamiento hispanoamericano y socialista. Durante un viaje a los Estados Unidos, en 1898, descubre la tendencia imperialista de ese país al estudiar las invasiones a México, Cuba y Nicaragua, lo cual lo llevó a adoptar una posición decididamente anti norteamericana y anti imperialista. Representó a la República Argentina como embajador ante México en el periodo de 1946 a 1948, ante Nicaragua en 1949 y ante Cuba en 1950. ​
Ugarte criticó duramente la injerencia de los Estados Unidos en la región, reflejados en hechos como la invasión a México, la escisión de la provincia de Panamá de Colombia, y otras intervenciones diplomáticas, comerciales y militares del país del norte en los asuntos internos de las naciones sudamericanas.
La visión de Ugarte retoma la idea de José de San Martín y Simón Bolívar respecto a la unidad de las ex colonias de raíces españolas en una Federación Latinoamericana,​ en sintonía con la idea del exiliado León Trotski, de los «Estados Socialistas de América Latina».​ En contraposición, la visión panamericana propuesta por el Departamento de Estado de Estados Unidos, postulaba un origen y destino común de todas las naciones americanas desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Ugarte veía en esta idea los designios del imperialismo de Estados Unidos para establecer pequeños países de escaso peso político y someter a toda América a su supremacía.
Sus obras incluyen libros de viajes, escritos políticos, novelas, cuentos y poemas, algunos de los cuales fueron traducidos al francés, inglés, italiano y ruso. De su obra poética, de corte modernista, destacan Palabras de 1893, Versos de 1894, y Vendimias juveniles de 1907. Es autor también de libros de cuentos, como Cuentos de la Pampa de 1903, Cuentos argentinos, 1908, y de ensayos literarios, artísticos y sociopolíticos como El arte y la democracia, 1905, La joven literatura hispanoamericana, 1906, El porvenir de América latina, 1910, El destino de un continente, 1923, El dolor de escribir, 1933, La dramática intimidad de una generación, 1951.


Biografía

Nació en una familia de buena posición económica e hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
Su temprana vocación literaria le permitió escribir sus primeros trabajos a los quince años. Se convirtió en un ávido lector y su familia le pagó la edición de sus primeras poesías. Esto le permitió tomar contacto con los más destacados literatos de la generación del 80.
En 1897 realizó su primer viaje a París para continuar sus estudios. Asistió a cursos de sociología y filosofía, aunque gran parte de su tiempo lo dedicó a las actividades propias de los jóvenes argentinos de familias ricas: la diversión, la vida bohemia y, especialmente, las damas francesas. Vivió de cerca el Caso Dreyfus, sobre el cual escribió, lo que constituyó su acercamiento a los temas políticos.
En 1898 Estados Unidos interviene en Cuba, lo que provocó el repudio de muchos latinoamericanos, entre ellos el de Manuel Ugarte. Fue a raíz de este conflicto que comenzó a manifestar su interés por los temas sociales, en general, y su acercamiento al socialismo, que tenía en Jean Jaurés una de las figuras de mayor prestigio.
Llegó a Colombia en noviembre de 1912. En Bogotá habló ante 10.000 personas. Ecuador también le brindó una cálida recepción en el teatro de Guayaquil. Grita ante 3000 concurrentes su fórmula de rigor: «Unámonos». Ese mismo reclamo se escuchó en Quito, junto a otro que decía «América Latina para los Latinoamericanos».

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FUENTE: https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Baldomero_Ugarte



Edición Número 25, Girardot, Junio 1° de 2018



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