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lunes, 22 de abril de 2019

Edición Número 71, Girardot, Abril 22 de 2019:-ARGENTINA: NOCHE DE ACORDEONES EN COLOMBIA CHIQUITA: LA CATEDRAL DE LA CUMBIA




                                                            Edición Número 71 Girardot, Abril 22  de 2019



ARGENTINA: NOCHE DE ACORDONES EN COLOMBIA CHIQUITA: LA CATEDRAL DE LA CUMBIA*




POR SAMUEL LOSADA IRIARTE




Integrantes de la Asociación de Amigos Cumbiamberos, un grupo de amantes
 de la cumbia de la zona norte del Gran Buenos Aires


<<Que se levante la pollera, que se levante la pollera, con una negra, ron y vela, con una negra, ron y vela>>. La gente acompaña en el coro al acordeonero. El repique incesante y seco de la caja se hace presente. También suenan la tumbadora, el bajo y, por supuesto, la guacharaca. Un hombre baila solo, desinhibido, goza la vida. Otro, que está apoyado contra la pared y viste una camiseta con un estampado de André Landero, se empina una botella de licor. Adentro de la bodega, donde se planea celebrar el  primer Festival de Acordeón (colombiano) de Argentina, es el trópico. Afuera, otra fría noche de invierno bonaerense.

Todo ocurre en Baldi, un pequeño barrio de Garín, una ciudad con cerca de 100.000 habitantes, ubicada dentro del partido (departamento) de Escobar, justo en el límite occidental de la zona norte del Gran Buenos Aires (GBA), esa especie de megaciudad que comprende la capital federal argentina y su conurbación, en donde viven  cerca de trece millones de personas. Cuarenta y dos kilómetros separan a Garín de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, capital de Argentina, la de los monumentos majestuosos, grandes avenidas e imponentes y elegantes edificaciones, y lo acercan más al paisaje característico latinoamericano, ese de las miles de barriadas que se han levantado a pura fuerza a lo largo y ancho del continente, en donde las calles son destapadas y las casa, que son construidas por sus propios dueños, van creciendo a medida que los ingresos lo permiten.

Baldi es conocido como la ‘Colombia chiquita’, ya que sus habitantes profesan un ferviente amor por la cumbia y la música tropical colombiana. Un amor que se debe, en parte, a los programadores de música que viven allí y que en las antiguas emisoras de radio comunales ponían los temas de Andrés Landero, Policarpo Calle, Aniceto Molina, Lisandro Meza y, quien es el cantante más popular del sector, el artista magangueleño Rodolfo Aicardi.

Sin embargo, aquí, en esta bodega gris de techos altos, donde en esta noche de viernes que apenas empieza hay unas 20 personas, no sonará la música tropical de Aicardi sino las cumbias en acordeón. La bodega, que en un día normal está desocupada, es uno de los lugares predilectos de los habitantes del barrio para organizar fiestas.

Son las 10:00 p.m. y Rodrigo Matías Carrizo, un joven que se gana la vida haciendo fletes en su camión, termina con el tema Negra, ron y velas del barranquillero Morgan Blanco, una canción que se hizo popular en la zona norte del GBA gracias a la versión del mexicano Luis Ornelas. Enseguida, Rodrigo hace un gesto con la boca del resto de su banda y comienzan a sonar las notas de Cumbia en Valledupar del legendario juglar guajiro Luis Enrique Martínez.

<<Oye niña hermosa, lo que te voy a cantar, porque todo el mundo goza, la cumbia en Valledupar>>. Rodrigo, 26 años, tez morena, de mirada recia y de pocas palabras, vino de una villa de Beccar, partido de San Isidro, también en la zona norte del GBA, con su banda Cadencia de Kumbia. Sus inicios con el acordeón son recientes, aunque la cumbia siempre ha estado con él. Rodrigo quería tener ese instrumento que tanto le fascinaba, quería <<el sonido del acordeón de allá>>.  Quería imitar lo que escuchaba en las canciones de Landero, Policarpo Calle, los Hermanos Tuirán, entre otros. Hace unos dos años compró dos Hohner Rey Vallenato, por un valor aproximado de $1.600.000 cada uno. Sin embargo, cuando los tuvo en sus manos sintió que no sonaban mucho como quería, su oído le decía que algo no estaba bien. Los acordeones estaban desafinados. Averiguo por internet dónde se los podían afinar y encontró un lugar en Bogotá: viajó a Colombia con su hermano, se quedó en un hostal, esperó un par de días a que estuvieran  listos y se devolvió a la villa con unos acordeones que ya tenían el sonido que buscaba.

El Festival de Acordeones es un gran sueño que quieren llevar acabo la Asociación de Amigos Cunbiamberos, un grupo de amantes de la cumbia de la zona norte del GBA, entre los que se encuentran coleccionistas de música, disyoqueis, difusores, músicos o simplemente amantes de la cumbia. La idea del festival, según Fernando Isaías, uno de los organizadores, es crear una propuesta que contagie al resto de la gente y que cada vez haya más personas que quieran tocar el acordeón. Por su parte, Augusto Santone, otro de los organizadores, dice que uno de los deseos es que el festival pueda crecer cada año y que en otros lugares del mundo vean cómo un grupo de personas en esta parte de Argentina se interesa por la cultura colombiana. Y el evento de esta noche con los tres acordeoneros es apenas un pequeñísimo abrebocas de lo que quieren hacer.

Continúa la fiesta en la Colombia chiquita, ahora suena Mercedes del maestro Adolfo Pacheco, canción que fue popular en la voz y el acordeón de Andrés Landero. Y, aunque es un paseo vallenato, para la mayoría de personas en este pedazo del mundo, y en esta bodega, cualquier ritmo tropical colombiano es catalogado genéricamente como cumbia. El tema lo toca Mariano Gigena, un tipo alto, robusto, que, sin embargo, interpreta el paseo del compositor sanjacintero suavecito, con delicadeza. Inclina su enorme y pesado cuerpo para llegar al micrófono que le sostiene desde su silla de ruedas Marce Tropitanguero, un vecino de la zona que prestó el sonido para la improvisada fiesta cumbiambera.

<<Ayer dijiste te quiero, hoy me pides que te olvide. Después que matas al tigre, Merce, le sales huyendo al cuero>>.

Mariano, 32 años, creció en un barrio donde la mayoría son hijos de provincianos, algo que es característico de la zona norte. En su caso, su familia proviene del Chaco, Corrientes y Santiago del Estero, provincias situadas en el norte de Argentina. Además, en su barrio había peruanos, bolivianos y paraguayos, por lo que el universo musical era rico y diverso. Y la cumbia Colombia, de alguna u otra forma, siempre estuvo presente. Su primer contacto con ella fue, más o menos a los 6 años cuando escuchó la Sonora Dinamita del cartagenero Lucho Argaín.

En 1996 un amigo le puso a escuchar un casete en el que estaban artistas como Andrés Landero, Calixto Ochoa, Lisandro Mesa y los hermanos Tuirán. <<Esta es la verdadera cumbia>>, le dijo. Sin embargo, a Mariano en esa ocasión el sonido del acordeón no lo terminó de cautivar. La cumbia para él en ese momento era otra cosa, algo más ligado a un sonido de una gran orquesta pero no a esas melodías crudas, profundas y llenas de sentimiento del acordeón. Pero,  sin saber muy bien porqué,  quería tocarlo.  Intentó con uno de teclas, el que usan para la cumbia santafecina (Argentina), pero no lo sintió y lo dejó.

El primer acordeón de cumbia o vallenato que vio fue en una tapa de un disco de Landero. Luego, unos años más tarde, cuando tenía 14 o 15 años, fue a la discoteca el Tropitango, conocida como la catedral de la cumbia, a ver el grupo Sabor Vallenato del colombiano  Pedro Osorio. Allí, viendo a Osorio tocar, Mariano se enamoró, esta vez sí,  y definitivamente, del acordeón.

Hace solo dos años, Mariano, fanático a morir de River Plate, pudo comprar su acordeón, un Hohner Rey Vallenato que tiene en los fuelles los colores de la bandera colombiana, y con el que ahora, en esta bodega, toca la Cumbia sampuesana, una de las canciones más representativas de la cumbia en Latinoamérica, compuesta por José Joaquín Bettín Martínez en Sampués, Sucre, quien se inspiró  en el centellear de las luciérnagas y que tiene al público aquí en la Colombia Chiquita, que cada vez crece un poco más, gritando eufóricos unos <<eeaaaaa>> y uno que otro >>juepaaa>>.

Uno de los primeros en interpretar la Cumbia sampuesana fue Alfredo Gutiérrez, pero quien la hizo famosa en México Y Argentina fue Aniceto Molina, oriundo de El Campano, Córdoba. Molina, quien falleció en San Antonio, Texas, EEUU, fue uno de los mayores exponentes de la cumbia colombiana (pero no dentro sino de fuera de Colombia) y uno de los artistas más influyentes de la movida cumbiambera latinoamericana.

La fiesta sigue y nadie quiere perderse un solo momento. Ni siquiera los que tienen que madrugar al día siguiente a trabajar, como Fernando Cáceres que a las 7 de la mañana estará a más de 14 metros de altura pintando un edificio. Pero esto es cumbia y no todos los días se juntan tres acordeoneros a tocar.

Llega el turno de Pablo Oliva y su Hohner III Corona Azul tornasolado que brilla en la oscuridad. El primer tema que toca es Marta la reina del artista sucreño Lisandro Mesa, quien es otro de los grandes ídolos y referentes de la cumbia, no solo en la Colombia Chiquita, sino en todo el continente americano. Luego, este joven de sonrisa amplia, se anima, toca, canta una canción de su autoría.

Pablo, 29 años, cuenta con orgullo que creció en el seno de una familia humilde y sencilla. Y la cumbia ahí, siempre ahí: en los parlantes de los vecinos, en las fiestas de cumpleaños, hasta en los partidos de fútbol. Antes de tocar el acordeón, del cual se enamoró en el 2014, tocaba, de vez en cuando, la guacharaca con grupos locales, a la par de ser animador en discotecas y fiestas. El Hohner se lo compró a un colombiano que contactó por Facebook. Costaba una fortuna, casi 4 millones de pesos, pero él lo quería, sí o sí. Hizo un préstamo y hasta rezó para tenerlo. Y lo consiguió.

La tanda de acordeoneros casi termina, son casi las dos de la mañana, pero antes, Rodrigo quiere probar el Hohner de Pablo. Se lo pone en el pecho, les hace señas al resto de su banda para que cada quien tome su instrumento. De repente, empiezan a sonar las notas de la Pava Congona del sanjacintero Andrés Landero, un verdadero himno en la Colombia chiquita. La gente se emociona, canta: <<Yo una tarde en la montaña oí cantar el corcovao. Y vi tejiendo la araña sus redes sobre dorado>>. La bodega gris parece viajar más de 7.000 kilómetros hasta los Montes de María, donde mora el alma de Landero, el dios de la cumbia. Adentro de la bodega, el ambiente cada vez se torna más cálido, parece el trópico; afuera, el frío del crudo invierno bonaerense que penetra hasta los huesos.

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*LATITUD (REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO)/ EL HERALDO/ 14.08.2016/ REVISTA # 1706/ BARRANQUILLA/ (Texto y foto)


 Edición Número 71, Girardot, Abril 22 de 2019

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lunes, 8 de abril de 2019



Edición Número 69, Girardot, Abril 8 de 2019:-ALEJO DURÁN: PRIMER REY DE LA MÚSICA Y EL CANTO VALLENATO




                                                            Edición Número 69 Girardot, Abril 8  de 2019




ALEJO DURÁN: A 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO LEA LO QUE DICE ALEJO, EL 'NEGRO GRANDE', EN SUS PROPIAS PALABRAS

FRASES Y EXPRESIONES QUE PASARON A LA HISTORIA Y DAN CUENTA DEL CARÁCTER DEL PRIMER REY VALLENATO



POR LILIANA MARTÍNEZ POLO



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'Apa' 'Oa' 'Sabroso' era como la firma de Alejo Durán, una de esas expresiones que se volvieron de su propiedad como músico. Sin que las usara, se sentía que hacía falta algo. Sin embargo, para la historia de este juglar -que hoy sería centenario- recordamos algunas de sus frases, recogidas a lo largo de entrevistas diversas que dio y el contexto al que se refería.

Coméntale a la hembra que yo no le escribo con lápiz porque tengo la letra maluca. Pero que venga acá, que le tengo una canción bonita.

1. Coméntale a la hembra que yo no le escribo con lápiz porque tengo la letra maluca. Pero que venga acá, que le tengo una canción bonita.

Quizás, una de las consecuencias que Alejandro Durán disfrutó más de su vida de acordeonero y de ser un maestro a la hora de transmitir sentimientos fue el romance que establecía con las mujeres. Algunos eran amoríos pasajeros pasajeros, otros muy sentidos. De hecho, gran parte de sus canciones tuvieron nombre de mujer, algunas con todo y apellido. Esta frase en especial, quedó consignada en el libro Alejandro Durán, su vida y su música, asociada a una anécdota: Una mujer de nombre Elisa le enviaba papelitos de enamorada y al recibir el mensaje, el juglar conquistador le respondió así.

Sin embargo, algo parecido le mandó decir a Fidelina, una de sus primeras musas, cuando después de un rapto fallido, en el que se la "iba a sacar", de la casa, para que fuera su mujer, tuvo que irse lejos. Cuando por fin Fidelina logró hacerle llegar un mensaje para que diera alguna señal, 'El negro' le respondió´con la canción que ha coreado todo el país.

Uno es de donde lo quieran, compadre.

2. 'Uno es de donde lo quieran, compadre'.
Gilberto Alejandro Durán Díaz nació en 1919 en El Paso, que entonces era departamento del Magdalena Grande. Pero la tierra del acordeonero sería toda la Costa, algunos se refieren a él como el "conquistador del Sinú", porque para él la música de acordeón no se dejaba poner límites.

Y de sus correrías de pueblo en pueblo, primero como juglar que cantaba noticias -evocando la imagen de Francisco El Hombre, pasó a componer canciones, a ir de un lado para otro. A grabar en las ciudades como Barranquilla y Cartagena. Y finalmente, se asentó en Planeta Rica (Córdoba), donde vivió sus últimas décadas.
"Me empezó a ir bien y me quedé", era su explicación.

El periodistaJuan Gossaín recordaba una de las entrevistas que le hizo que Alejo le respondió así cuando le preguntó si al fin era de El Paso o de Planeta Rica. Y el maestro del acordeón le respondió: "Vea Joven, uno es de dónde lo quieran".

Soy el hombre de las tres sedes: magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón.

3. "Resulta que ahora soy cesarense. Pero soy el hombre de las tres sedes: magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón".

Esta fue la respuesta que le dio Durán a David Sánchez Juliao en una de las entrevistas más célebres que le hicieron. Hacía referencia a su nacimiento en El Paso, que pasó a ser parte del departamento del César, cuando este se creó en 1967 -lo que, por cierto, impulsó la creación del Festival de la Leyenda Vallenata-. Cuando el juglar llegó a competir en ese primer festival de 1968, ya era hijo adoptivo del pueblo cordobés donde vivía.

Eso de morirse no tiene nada de particular. Todos tenemos que hacerlo tarde o temprano.
Es casi una obligación de nosotros mismos.



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4. "Eso de morirse no tiene nada de particular. Todos tenemos que hacerlo tarde o temprano. Es casi una obligación de nosotros mismos".

Eso lo decía a propósito de la falsa noticia sobre su muerte que se regó, de boca en boca, el 25 de julio de 1975 en julio de 1975 -14 años antes de que esta sucediera en la realidad-.

El juglar era ya una figura nacional, había pasado de ser 'El negro Alejo', a 'El Negro Grande de Colombia' o 'El Rey negro del acordeón' y estaba tocando en Planeta Rica cuando se enteró de la noticia de su muerte y de que, incluso, un amigo muy querido suyo, Victor Julio, se disponía a viajar para llegar a tiempo a su velorio.

Durán lo llamó y le dijo: "Vaya desocupando las maletas, ya que en esta ocasión le ha fracasado el viaje. Pero no se preocupe que le dejo su acordeón. Me le dice a Keta que estoy vivito y coleando".

También, sobre esta misma anécdota, en algún momento dijo: "Soy un muerto dichoso".

Náfer toca mejor... pero el de la fama soy yo.

5. 'Náfer toca mejor... pero el de la fama soy yo".

Quizás por embellecer su leyenda, varios conocedores de su obra y su persona, decían que Durán no era el mejor acordeonero, pero sí el que más encantaba. Incluso le increpaban que su hermano menor, Náfer Durán, tocaba mejor. Contestaba siempre lo mismo.

Sin embargo, cuando lo llevaban a compararse con Náfer -como lo hizo 'La Cacica', Consuelo Araujonoguera durante la primera entrevista posterior al título de rey vallenato- sus palabras sobre su hermano sonaban desprovistas de celo o envidia. Esa entrevista registró el siguiente diálogo:

-Tengo tres hermanos, dos hombres y una mujer.

-¿Los hombres también tocan?

-Sí, toítos tocamos: Náfer, Luis Felipe y yo

-Mira, Alejo, te voy a hacer una pregunta comprometedora, pero me contestas con esa franqueza con que me has dicho lo demás. ¿Sí? ¿Cuál de ustedes tres, sinceramente, crees tú que toque mejor?

-Náfer es el mejor de todos tres. (...) Náfer es mejor y tiene mejor preparación que yo.

-Pero eso de la preparación no tiene nada que ver con el toque

-Pero es que el que más aprende más sabe...

Yo vengo diciendo es que los intérpretes de hoy son muy llorones. Y al amor no se le llora, al amor se le canta.

6. "Yo vengo diciendo es que los intérpretes de hoy son muy llorones. 

Y al amor no se le llora, al amor se le canta".

Alejo fue de esa generación que hizo las primeras grabaciones fonográficas de un folclor campesino que conquistaba a punta del nomadismo de sus intérpretes. En los 70 ya estaban en furor las primeras estrellas, cuando la figura del cantante empezó a competir con el protagonismo del acordeonero y grupos como El Binomio de Oro, si bien eran exitosos, se consideraban demasiado románticos en sus letras, en contraste con el costubrismo y la crónica de las letras anteriores.

En ese contexto, Durán -en la entrevista dada a Alberto Salcedo Ramos- explicaba: "Ahora lo que hay son mazamorras de palabras raras que no emocionan a los cantantes y menos al público. Son cantos que más demoran en hacerse que en desaparecer, porque no tienen historias sino lágrimas. Tampoco tienen emoción y un músico sin emoción no es músico".

Durán no llegó a oír la evolución que tuvo el "vallenato llorón" que criticaba en los años siguientes. Curiosamente sus palabras  sobre esa corriente son las que muchos intérpretes de generaciones siguientes esgrimen hacia la 'nueva ola', el movimiento que surgió entrada la década del 2000 que después se alejaría del romanticismo para dedicarse a los ritmos alegrones y de letras ligeras y aún más efímeras que, paradogicamente, lleva el nombre de una de las composiciones de Duran: La nueva ola.

Los hijos a veces lo vuelven a uno cobarde. Pero son lo mejor que uno hace.



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7. "Los hijos a veces lo vuelven a uno cobarde.

Pero son lo mejor que uno hace. Vea que, después de todo, no soy tan pobre".

Se lo dijo a Alberto Salcedo Ramos, en una visita que el periodista le hizo en su casa en Planeta Rica. En medio del cuestionario, dos de sus hijos pequeños cruzaron por el patio, y el rey vallenato puso el foco sobre su descendencia.

-¿Cuantos hijos tiene? -le preguntó el periodista.
-En total, tengo veinticuadro.
-Veinticuadro, ¿con la misma?
-Sí, con la misma, pero con distintas mujeres.

Yo tenía que estar enamorado para seguir componiendo, o despechado, tal vez, porque a la hora de la verdad los temas de componer son dos: el amor o la decepción.

8. Las mujeres fueron todo para mí. Con decirle que hasta negocio fueron.

Pues yo tenía que estar enamorado para seguir componiendo, o despechado tal vez, porque a la hora de la verdad los temas de componer son dos: el amor o la decepción.

Esta frase, también dicha a Salcedo Ramos, derivó hacia la esencia de sus composiciones:

"Lo demás es invento y a mí no me gusta inventar. Los de hoy que lo hacen (...) allá ellos. Si un tipo es capaz de emocionarse cantando embustes, cosas que no le han sucedido, que lo haga. Nosotros los vivos preferimos cantar lo que se nos ocurre. Por eso tampoco aceptamos componer en serie, por encargos, porque nuestras canciones tienen que ser sentidas por nosotros. No impuestas".

Pueblo, me he acabado de descalificar yo mismo.

9. "Pueblo, me he acabado de descalificar yo mismo".

Al percatarse de cometer un error en la digitación, quizás un acordeonero que compitiera hoy en un Festival Vallenato, rezaría para que nadie -en especial el jurado- lo notara.

Sin embargo, Alejo Durán, el favorito para llevarse la corona del primer Rey de Reyes del Festival, en 1988, una competencia que nació para conmemorar las dos primeras décadas de este concurso de acordeones, actuó de modo muy diferente.

Interpretaba uno de sus himnos, el Pedazo de acordeón. La gente esperaba que el ya veterano juglar volviera a ser el primero. Pero no alcanzó a llegar a la mitad de ese himno con el que 20 años atrás ganara para abrir las páginas de la historia del festival. Fue cuando detuvo la canción y diciendo estas palabras. "Pueblo, me he acabado de descalificar yo mismo", procedió a retirarse del escenario.

El público y los mismos jurados insitieron en que volviera a la tarima e interpretara la canción, aunque ya la corona de Rey de Reyes no recayera sobre él -de haberle insitido en eso, de seguro Durán no lo hubiera aceptado-. Y él mismo en una conmovedora escena, le puso la corona a Nicolás 'Colacho' Mendoza.

Sobre el tema, en una entrevista posterior haría el siguiente comentario:

Yo he perdido una tarima, pero no perdí mi pueblo, que era lo que me interesaba.

10. Eso es propio de la competencia.

Hay que perder, ¿oyó? Pero a mí prácticamente no me afectó eso en nada. Yo he perdido una tarima, pero no perdí mi pueblo que era lo que me interesaba. Yo sigo con mi pueblo. Yo no perdí nada.
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EL TIEMPO---POR: Liliana Martínez Polo  09 de febrero 2019 , 07:07 a.m. (TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PUBLICADAS POR 'EL TIEMPO') Redacción CULTURA​


Edición Número 69, Girardot, Abril 8 de 2019


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martes, 19 de marzo de 2019

Edición Número 64, Girardot, Marzo 19 de 2019:-URDIMBRE DEL CANTO VALLENATO




                                                            Edición Número 64 Girardot, Marzo 19  de 2019




URDIMBRE DEL CANTO VALLENATO*


POR LIBARDO BARROS**


Las múltiples realidades donde nació el vallenato lo han elevado a la categoría de macrogénero musical.
Sus diversas influencias y la manera como se constituyó históricamente pone

 una voz de alerta
 a quienes se reclaman como sus exclusivos exponentes y no aceptan su natural evolución.


En el sur de La Guajira a las palabras se las acentúa de una forma emparentada con el canto. El fraseo de la lengua cotidiana está hecho para acomodarse a esta particular manera de hablar. En esta zona se canta como se habla y se habla como se canta. Ello explica la proliferación de cantantes y compositores guajiros de música vallenata. Como tal, el aporte de esta región es insoslayable al momento de abordar cualquier asunto relacionado con este aire musical.

Los habitantes de otras regiones del país por mucho que lo intenten no podrán cantar el vallenato como lo hacen los nativos de toda la zona de influencia de los municipios de Fonseca, San Juan del Cesar, Villanueva, Urumita y El Molino. Porque no es cuestión de voluntad, ni siquiera de una opción personal de quien lo intente, es algo que está metido en el inconsciente de quienes nacen y se crían en estos pueblos.

Lo mismo les pasa a quienes cuya lengua materna es el castellano hablado en Andalucía o en Cuba, el italiano del norte o el portugués del nordeste brasilero, lenguas cuyos hablantes las han hecho con tal plasticidad para resaltar en ellas su enorme filiación con el canto. De ahí que Lola Flores, Benny Moré, Luciano Pavarotti y María Bethânia representen la manera en que las culturas de sus pueblos de origen han predispuesto, adaptado, el uso de su lengua para cantar; o el canto para recordar, mientras se ejecuta, su manera cotidiana de hablar.

La adaptabilidad de los órganos del aparato fonador a las maneras propias de ciertos pueblos en el uso de la lengua debería ser estudiada en profundidad. Debido a que esto tiene un gran peso conceptual a la hora de encontrar las motivaciones psicológicas y culturales que den cuenta de las causas que predisponen a un pueblo a sobresalir en el arte musical.

En La Junta, corregimiento de San Juan del Cesar, existen elementos que dan luces sobre algunas de las causas de dicho fenómeno. Sus habitantes, dicharacheros ingeniosos, hábiles cuenteros, versados en nombrar la realidad con una particular entonación, son además hábiles tejedores de mochilas de lana y de fique. A la caída del sol, bajo una sombra cualquiera, hombres y mujeres de este pueblo tejen mientras cantan bajitico para animar sus puntadas. Da la impresión de que este es un lugar en donde la delicadeza está mejor repartida. Gracias a esa antigua y habilidosa conjugación de la urdimbre del tejido con el canto fue posible que allí naciera uno de los mejores cantores de la música vallenata: Diomedes Díaz. ¿Y por qué fue en La Junta y no en otro lugar donde nació este cantor?

Jairo Daza Hinojosa, de 59 años de edad y amigo de infancia de Diomedes Díaz, reconoce que la tenacidad y el convencimiento de este cantor para imponer su arte fueron dignos de exaltación. Consideró su arte como un encargo que sus paisanos le encomendaron. Y ellos mismos consideraban que un talento de esos era demasiado grande como para quedarse inédito.

Cuenta Marciano Martínez, compositor y amigo entrañable de este juglar, que muchas de las veces que llegó a su finca de Carrizal (caserío cercano a La Junta) casi de madrugada, lo mandaba buscar para hablar y contar cuentos hasta el final de la tarde. Una forma muy usada por los nativos de los pueblos de no perder su polo a tierra con las costumbres de la tierra natal.

Hablando con otro juntero, Javier Gámez, ingeniero de 46 años de edad, concluimos que el fenómeno Diomedes Díaz no se puede entender aislándolo del pueblo donde bebió aquello que su música hacía sentir, mezclado con un estilo que resaltaba su gracejo y su talento personal para el canto, que incluye el saber de vaqueros, campesinos y tejedores de La Junta. Aunque era normal que en un comienzo no lo aceptaran, la tímbrica de su aguda y melódica voz, capaz de adaptarse a todos los registros, terminó gustando de tal manera que ya ni el mismo Diomedes se lo creía. Al final, por no saber administrar tanto éxito, la fama hizo estragos en el hombre sencillo que había dentro de él. Pero esa es otra historia.

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Lo que no han podido comprender sus cultores y defensores es que el vallenato es un macrogénero, como la cumbia, el jazz, el son cubano o el porro, que son expresiones musicales que no desconocen ni dejan por fuera nada de lo que se da en su entorno.

El vallenato, valorado a partir de este concepto, incluye en su recorrido histórico los antiguos cantos en copla y estribillos españoles, entre los que sobresale el villancico (de “villano” o pueblo rústico que los cantaba), los cantos e instrumentos musicales de los esclavizados africanos y los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta (arhuacos (o ikas), wiwas, kogis y kankuamos); a los cuales se suma el gran aporte de los indios wayuu con su música, muy cercana también a la cadencia expresiva de su lengua. Este sincretismo de la música, el habla y el canto convergen en una zona específica de la cual Valledupar es un componente más. Pese a que con el tiempo, por razones socioeconómicas, no culturales, se convirtiera después en su epicentro. Gracias a la conjugación de estos y otros hechos, el vallenato traspasaría sus primitivos linderos y se integraría a la música de cada nuevo sitio de acogida sin ningún tipo de complejo.

Así ha ocurrido con la cumbia, que ha seguido desarrollándose para trascender en pocos años sus antiguas fronteras culturales. Es por eso que hoy día se habla de la cumbia argentina, la peruana, la mexicana, que no son más que versiones con las que cada pueblo la recrea y se apropia de ella.

El vallenato no puede ser la excepción. Cada zona de la Costa Caribe colombiana donde se cultiva esta música ha recreado una versión propia del vallenato. Incorpora los sonidos más afines de su realidad a este género. Y no hay que entrar en discusiones que no tienen nada que ver con esta dinámica. Porque, como ya se ha dicho y se dirá, el supuesto vallenato tradicional no es tan puro como lo quieren hacer ver.

Me contaba Marciano Martínez que él aprendió a versear sin ir a ninguna escuela. Siguió una tradición y con base en ella compuso canciones tan sentidas como Amarte más no pude, Usted y La juntera. Cuando llegó a la adultez descubrió que hacía tercerillas, redondillas o cuartetas y décimas. Su canto estaba inscrito en las formas tradicionales del romancero español, lo supiera o no.

 
Carlos Mario Rincón Mendoza, compitiendo en la categoría infantil-juvenil
 del Festival de la Leyenda Vallenata 2014.


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La traición del vallenato que se gestó en Valledupar y otros pueblos del departamento del Cesar, entre los cuales Patillal es el más reconocido, no podría dejar por fuera a compositores y cantores tan importantes como Luis Enrique Martínez, Rosendo Romero, Octavio Daza, Silvio Brito, los hermanos Zuleta, Marciano Martínez y Chema Ramos, entre muchos otros, y aunque el lugar de confluencia de este macrogénero musical estuvo en Valledupar, fue gracias al aporte de otros pueblos que acogieron como epicentro a dicha ciudad.

Lo mismo pasó con el son cubano. Es en La Habana donde encontró unas condiciones socioeconómicas favorables. Desde el inicio de las guerras de independencia, los soldados y muchos campesinos expulsados de sus campos trajeron consigo sus ritmos representativos (nengón, kiribá, changüí, sucu sucu, etc.), los cuales, gracias a una serie de acertadas fusiones de estos con músicos habaneros, dieron origen al afamado son, que con justicia desde sus inicios se le llamó son cubano, no son habanero.

Los géneros musicales, al igual que los instrumentos musicales, acomodan sus formas a la realidad de su entorno. La ópera, el son cubano, el flamenco, la cumbia, el porro, el vallenato, etc., se integraron al patrimonio cultural de la humanidad y ya no pertenecen solo a sus pueblos de origen.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

  • •
En El Paso (Cesar) se desarrolló un estilo de vallenato que bebió de la música de los pueblos del río Magdalena; ejemplo de esto fue el aporte de la música de tambora de Altos del Rosario (sur del departamento de Bolívar), incorporada por Alejandro Durán en sus sones. Y Andrés Landeros, Enrique Díaz, Los Corraleros de Majagual y Adolfo Pacheco tienen en sus cantos acentos y expresiones propios de la cumbia y el porro, los que, a su vez, integran músicas de sus regiones. Carlos Huertas, como otros compositores, dijo más de una vez lo mucho que aprendió del bolero y la ranchera para luego incorporarlo a sus composiciones vallenatas.

En consecuencia, no son las anécdotas ni las dinastías de una región las únicas válidas para explicar la historia del vallenato. Todas tienen cabida, porque todas convalidan una manera propia de asumirlo y recrearlo. No se puede excluir caprichosamente lo que no se inscribe en una forma que se pretende exclusiva, y en consecuencia, hegemónica, de determinada zona porque negamos la dinámica de los pueblos. La dialéctica del arte, el cual una vez publicado es susceptible de cuestionamientos y cambios.

Al igual que muchas expresiones populares, como por ejemplo el merengue y la ranchera, el vallenato atraviesa una crisis importante. El paso de esta música a los centros urbanos exige una mejor formación de sus compositores e intérpretes. A nivel latinoamericano Juan Luis Guerra y Rubén Blades son un ejemplo de ello. Los temas que cantan desarrollan temáticas del lugar donde habitan: el vecindario, la calle, el policía, el ladrón, las enfermedades, etc. Y ni qué hablar de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina en España, o el Cuarteto de Nos, en Uruguay, por citar solo algunos. En estos grupos prevalece un acompañamiento musical que fusiona instrumentos y géneros universales.

Pese a que las emisoras se las ingenian para vender la peor música a sus oyentes mientras van embruteciéndolos entretenidamente al negarles la posibilidad de acceder a otros estilos musicales, a los actuales consumidores de música popular del mundo, que prefieren emisoras de internet, les importa la calidad interpretativa de los temas y, en igual medida, el uso del lenguaje para abordarlos.

Sin olvidar que Gabriel García Márquez advirtió más de una vez que su obra maestra Cien años de soledad no era más que un vallenato de 350 páginas, Al emparentar un género literario de tanta trascendencia como la novela con un aire musical, el premio Nobel realzó aún más las credenciales con las que el vallenato debe presentarse en el contexto universal. Y la obligada pregunta es si el vallenato así como va tiene posibilidades de continuar ocupando un sitial importante en la música universal.

El vallenato, al igual que la cumbia, el porro, el jazz y el son, se ha librado desde hace mucho tiempo de los encasillamientos aldeanos en los que lo han pretendido encerrar, con la excusa de mantener su pureza, de mercachifles que no han hecho más que empobrecerlo.

Considerar al vallenato como patrimonio exclusivo de determinada región significa cortarle el vuelo hacia lugares con mentalidades tal vez más dialogantes, abiertas. Hace rato que esto pasó, y no se sorprendan si después de ser asumido como propio, en el nuevo lugar de acogida pueda encontrar su tierra de promisión.
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*LATITUD/ 04 de Mayo/ 2014/ LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO
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**Profesor de Uniautónoma y la Escuela Normal Superior La Hacienda.
libardobarros@gmail.com



Edición Número 64, Girardot, Marzo 19 de 2019


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