viernes, 27 de marzo de 2020

Edición Número 124, Girardot, Marzo 27 de 2020:-JOSÉ HILARIO LÓPEZ



                                                            Edición Número 124 Girardot, Marzo 27 de 2020



JOSE HILARIO LOPEZ

(Ex presidente de la Nueva Granada 1849-1853)

POR MILTON PUENTES*


JOSÉ HILARIO LÓPEZ (1849-1852)




JOSÉ HILARIO LÓPEZ ERA PRESIDENTE  DE LA NACIÓN CUANDO SE CREÓ EL DISTRITO PARROQUIAL DE GIRARDOT EN 1852

El general José Hilario López (1798-1869) marca, en el terreno político del siglo pasado, un jalón luminoso inconfundible, y es el símbolo de las más afirmativas trasformaciones de la vida civil de la nacionalidad. Muchas de estas trasformaciones fueron hijas del empeño romántico de la impetuosa juventud que colaboró en su gobierno; y algunas fueron hasta prematuras mutaciones de la vida nacional; pero que, en todo caso, fueron también señales inequívocas de la vida nueva, sana y robusta de la república.

La personalidad de López es una de las más interesantes de cuantas figuran en nuestra vida democrática. “Ninguna después de Bolívar, aparece más notable ni de mayor trascendencia que la de aquel honrado y nobilísimo patriota”.

No tenía un fondo doctrinario clásico como Santander. Al escoger los colaboradores de su gobierno, vaciló entre sus antiguos compañeros y la nueva generación golgotiana. Pasada su administración se retiró de los gólgotas, para militar en los predios derechistas de los draconianos.

Nació para la lucha, para batallar, para no descansar en la brega. Fue un hombre de presa, con garras, como un ave de rapiña. Todo lo que fue, lo que alcanzó, lo hizo por la patria y para la patria. En la guerra magna, en la Gran Colombia, en la Nueva Granada, en la Confederación Granadina y en los Estados Unidos de Colombia, López es guerrero, caudillo, político, consejero, diplomático y magistrado, del que no se puede prescindir. Es él, durante toda su vida, expresión viva y carnal de la república. Como su hermano, el general Laureano López, desde pequeño buscó los campos horrísonos de la guerra, húmedos de sangre y cebrados por los rayos.

Cuando niño, su familia pierde todos sus bienes de fortuna, y el chicuelo tiene que someterse a los más rudos y humildes trabajos para poder ganar el sustento. Muere su padre, y su madre enloquece por la amargura. Pero el corazón del huérfano no desfallece ni se acobarda ante las fuerzas de la existencia. López ha nacido con una alma destinada para un gran futuro, es un predestinado; esa alma lo alienta, palpita en su ser como una llama inmensa, como un volcán que quisiera estallar. Y lo lleva por el camino de su destino, lo empuja hacia los ejércitos sublimes que combaten por la libertad americana. Y cuando viste el uniforme de alférez, teniendo apenas quince años, y marcha con las dianas a las batallas, presiente, con maravillosa clarividencia, que va hacia su meta, en pos de su misión y que más adelante conseguirá una espada y que con ella trepará a las más altas cumbres.

Y el fuego que lleva en su pecho lo arrebata en las batallas, lo lanza despedido contra las trincheras enemigas, y en todas las horas de la guerra lo anima y lo alienta en la contienda. Un día desgraciado cae prisionero en poder de los ejércitos de Fernando VII y se le condena a ser fusilado, mas recibe tranquilo la cédula de muerte, hace con ella un cigarrillo y se lo fuma impasible; pero su gran destino lo salva y cuando la patrulla de ejecución va a dispararle, se le conmuta la pena. Va entonces a dar a los calabozos realistas, a los mismos que aprisionan a Vicente Azuero, a ese joven extraordinario que más tarde ha de ser un  símbolo de altivez y de fina inteligencia. Y allí, en la mazmorra, se desenvuelven tres largos años de penalidades, de amarguras infinitas, de humillaciones dolorosas para esas dos almas juveniles, hermanas en sus ansias inmensas de libertad y en sus anhelos de redención patria.

Días antes de la batalla de Boyacá, López es puesto en libertad, y él aprovecha esa circunstancia para trasladarse a La Mesa y allí ayudar a una fuga audaz de su compañero, cuando era conducido a Cartagena. De esa manera ambos se salvan para el bien de Colombia.
DIBUJO DE CABALLERO


López sigue luego a Venezuela a proseguir con Bolívar y con Páez la contienda por la libertad de aquel pueblo. Se halla en violentos combates y en todos se distingue por su arrojo, por su intrepidez, por su bravura. Después, en obedecimiento de órdenes de Bolívar, va al sur y no descansa un momento en las interminables campañas para someter las constantes sublevaciones de Pasto contra el régimen republicano. Sus grandes méritos lo han ido enalteciendo y ya ciñe las trencillas de coronel, ya tiene en su cintura esa espada inquieta, relampagueante y afanosa de glorias.

López no tiene una cultura intelectual. Su vida no le ha dejado tiempo para el estudio; pero él, que quiere ser grande, que se siente llamado por el hado de la fortuna, busca los libros, medita sobre ellos, analiza la vida tierna de su patria que acaba de nacer, y piensa desvelado en sus días venturos. Se forma una conciencia de las circunstancias y comprende cuál es el porvenir de su pueblo. Sabe que se ha luchado mucho por conseguir una libertad, una independencia del yugo extranjero y por eso ve que su país sólo puede ser gobernado por instituciones que garanticen esa libertad y en las que sólo el pueblo sea el supremo dueño de sus propios destinos. De ahí que cuando Tomás Cipriano de Mosquera llega a Colombia procedente del Perú, en misión confidencial de Bolívar para hacer conocer la Constitución Boliviana, López, inmediatamente, considera esa Carta como obra semimonárquica, y arrogantemente moteja a Mosquera de servil y de desleal a la república.

Pero los días corren con su tropel de hechos rudos. Bolívar, en una lamentablemente caída de su indomable espíritu, desconoce la legalidad y se hace dictador. Entonces López, unido a José María Obando, ese guerrillero inflamado y trágico, llama sus milicias en el sur y ambos se enfrentan a la dictadura del Liberador-Presidente. Mosquera salta a combatirlos, pero ellos lo vencen en La Ladera y, más tarde, se enfrentan a Córdoba y al propio Bolívar.

En esos días el Perú desconoce la soberanía de Colombia en sus provincias de Jaén y Mainas y la guerra estalla con el ingrato gobierno peruano. López y Obando cometen entonces una grave falta contra los intereses patrios -así lo reconocieron con amargura más luego-, por no haber depuesto inmediatamente las armas. Pero después se entienden con Bolívar y viene un afortunado avenimiento en Juanambú, casi en los mismos días de la batalla del Portete de Tarqui.

López y Obando son en el sur dos centinelas insomnes, dos azores vigilantes. Nunca están tranquilos. No duermen, viven en completo desvelo, afilando sus espadas. Cuando algún acontecimiento nacional turba la quietud, ellos saltan y rugen como dos leones. Despedazada la vida legal de Colombia por la dictadura de Urdaneta, inmediatamente los dos jefes del sur organizan ejércitos y avanzan sobre Bogotá, para restablecer la legalidad, con su inteligencia y su brazo. Los servicios prestados en esos días a la patria por esos dos titanes, por esos dos paladines, son muy grandes y de extraordinaria importancia. Sin su inmediata y brava acción la república hubiera rodado quien sabe por qué abismos de anarquía y de tribulaciones.

López es un hombre sumamente inteligente, con un aire de contención y de prudencia gallardísimas, es un benedictino estudioso de los problemas nacionales y tiene en el fondo de su corazón un profundo interés civil por las grandes inquietudes de la república. Cada vez que horas sombrías se presentaban en el porvenir nacional, López es elemento de juicio y de consulta. En la presidencia, en los ministerios, en las gobernaciones y en el exterior le sirvió con profundo amor a la patria.

Cuando vio al país libre de sus primeros azorantes peligros, se alejó de la nueva granada para representarla ante la Santa Sede. A su regreso ardía la guerra del 40. Vencidos los Liberales Progresistas, se retira a la vida privada, y en su hacienda de Laboyos estaba, entregado a las labores agrícolas, cuando el partido liberal fue a solicitarle que aceptara la candidatura para la presidencia de la república. Sin ambiciones, sin devorantes deseos de gloria y sólo con el propósito de servirle a la patria, acepta la postulación de su nombre.

La ruidosa elección del 7 de marzo le trae toda suerte de intonsos y adocenados ultrajes de la prensa conservadora. No hubo dicterio, por soez que fuera, que no se le aplicara, ni dilacerante frase que no desgarrara su alma bondadosa. Sin embargo, quiso hasta última hora sobreponerse a esos insultos de inaudita violencia y hacer un gobierno con la colaboración de los dos partidos. Formó su ministerio con Manuel Murillo Toro, Francisco Javier Zaldúa y José María Rojas Garrido. Le ofreció la cartera de relaciones exteriores al doctor Pedro Fernández Madrid, distinguidísimo conservador, pero no la aceptó; y para darle al conservatismo plenas garantías y seguridades de respeto, nombró al general José Acevedo ministro de guerra y marina, y dejó a casi todos los empleados conservadores que tenía Mosquera en su administración. Nada, sin embargo, detuvo la ruda energía sectaria de los adversarios.

Ante esta ciega actitud, resolvió al fin López hacer un gobierno de partido y llamar a los elementos liberales más avanzados para colaborar en su gobierno, y con el equipo ardiente y exagerado de los gólgotas efectúa la más afirmativa revolución civil que haya tenido el país en toda su vida independiente.


PLACA DE LA TUMBA ORIGINAL DE JOSÉ HILARIO LÓPEZ
EN CAMPOALEGRE (HUILA).
AUTOR: KNOMRM. WIKIPEDIA


Su bella y candorosa generosidad nunca se amenguó, ni siquiera en las horas de mayor fragor político. En su gobierno tomaron poderoso aliento las Sociedades Democráticas, las que en algunos lugares de la república, como el Cauca, organizaron los grupos de "zurriagueros", que cometieron intolerables atropellos, que Murillo Toro calificó, con amarga broma, de "retozos democráticos". Inmediatamente que López se entera de estas anormalidades, y ante los informes contradictorios que recibía, resolvió ir personalmente a esa región a estudiar la forma de dar plenas garantías a todos los ciudadanos. Dejó encargado del poder, desde el 14 de octubre del 51, al 21 de enero del 52, al vicepresidente don José de Obaldía; fue al Cauca y con mano de hierro restableció la tranquilidad. Terminada la guerra del 51, las prisiones quedan colmadas de presos políticos; pero López, con noble afán, presiona al congreso para que expida inmediatamente una gallarda y munificente ley de amnistía.

Hay en el gobierno de López un hecho extraordinario, que relieva el brillante sentido civil de este adamantino apóstol de la democracia. En su deseo de que el poder judicial permaneciera en una absoluta y completa apoliticidad, el presidente López censuró la organización de ese poder, tal como estaba establecido hasta entonces. La Corte Suprema "consideró sus declaraciones injuriosas" y dirigió una protesta a las cámaras, por las palabras del presidente. En presencia de este conflicto López presentó, el 30 de marzo del 52, su renuncia de la presidencia ante el congreso, porque pensaba que la pugna surgida fuera moralmente perjudicial para el poder judicial, al que consideraba como “base fundamental del sistema republicano y como al más respetable de todos los poderes de un pueblo culto”.

Qué noción esa suya tan pura de lo que debe ser una república democrática y qué diferente esa actitud a la adoptada más tarde por la Regeneración, cuando por medio de la ley 147 de 1888, llamada ley de trashumancia, que facultaba al ejecutivo para trasladar a regiones inhospitalarias a los jueces y magistrados que no obraban de acuerdo con determinados intereses políticos; y la 100 de 1892, que dejaba también en manos del Ejecutivo la facultad para el nombramiento de jueces, convertía el poder judicial en la más vergonzosa y atrabiliaria de las maquinarias políticas. Así obraba -¡cosa increíble, aberrante e injurídica! – el paradójico “partido del orden”.

López no era un pensador de profundas doctrinas cívico-liberales; más en la práctica del poder dio inolvidables ejemplos de respeto y acatamiento al espíritu civil de la democracia. En el gobierno de Márquez, por ejemplo, ocupaba la cartera de guerra y marina; pensó que esa administración debía organizar la república con hombres de más fino tacto civil y que, por consiguiente, era necesario el alejamiento del gobierno de los prestigios militares. Le insinuó esa idea al presidente Márquez y, para que este la pusiera en práctica, renunció irrevocablemente el ministerio que le había confiado.

Después de su período presidencial, López continúa prestando muy importantes servicios a la patria. En todo momento su espada estuvo preparada para defender las instituciones legalistas. Cuando la dictadura de Melo, fue López su mayor enemigo y posiblemente, sin su esfuerzo para derrocar al dictador, la república hubiera sufrido muy largos quebrantos. En defensa de la legalidad obró también fieramente cuando Mosquera declaró la dictadura en 1867. Amigo dilecto del Gran General, pero respetuoso de la legalidad, no quiso ayudarlo en la guerra del 60, y sólo tomó las armas cuando comprendió que las intenciones del presidente Ospina eran fúnebremente amenazantes para el partido liberal.

El liberalismo vio en López al caudillo de toda su confianza. En 1865 pensó nuevamente en ungirlo con sus votos para la primera magistratura y en contraposición a la candidatura de Mosquera.

Era alto, arrogante, rubio, con un alma sellada para el estéril odio. Tenía un acertado criterio práctico, muy parecido al del general Benjamín Herrera. Popayán fue su cuna, en 1798, y en Campoalegre se apagó su existencia, en 1869. Su nombre no podrá ser olvidado jamás por las juventudes revolucionarias de Colombia.

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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR: CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO
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*MILTON PUENTES / HISTORIA DEL PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO / TALLERES GRAFICOS MUNDO AL DIA / BOGOTA /1942
LUIS FELIPE USCÁTEGUI (Miniaturista)
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OPINIÓN DE SIMÓN BOLÍVAR SOBRE JOSÉ HILARIO LÓPEZ VALDÉS:

En el “Diario de Bucaramanga” se lee: “José Hilario López es un hombre sin delicadeza y sin honor, un malvado, un fanfarrón ridículo lleno de viento y de vanidad, es un verdadero Quijote. Lo poco que ha leído, lo poco que sabe, le hace creer que es muy superior a los demás. Sin valor, sin espíritu militar se cree capaz de mandar y poder dirigir un ejército. Todo su saber consiste en el engaño, la perfidia y la mala fe”.
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NOTA: Cuando Girardot se constituye en Distrito Parroquial el 9 de octubre de 1852, José Hilario López fungía como presidente. La fracción mayoritaria del liberalismo (gólgotas) lo llevó al máximo cargo político de la Nueva Granada. El nuevo Distrito se ubicaba en el Cantón de Tocaima, pero cercenado de éste; la decisión de su nueva vida política, administrativa y jurídica la refrendó la Cámara Provincial del Tequendama mediante Ordenanza (hoy su equivalente y denominación es Asamblea Departamental).
Se colige que la influencia de los gólgotas radicales fue importante para la aprobación de la Ordenanza, confirmar el nombre que su población había escogido y defender luego en la misma Cámara la creación del reciente Distrito, pues los indignados políticos de Tocaima se constituyeron en los más enconados rivales de Girardot. No lo lograron, una visión de futuro, un presagio, talvez, mantuvo al puerto sobre el río Magdalena con vida política independiente. Y no se equivocaron. El presente lo demuestra.
Como síntesis, un accionar lacerante, inevitable, del periplo lopista durante 4 años -1849-1853.
Se podría afirmar que el período de presidencial de José Hilario López contribuyó a la ruptura del legado colonial: “Libertad definitiva de los esclavos, represada desde 1821, expulsión de los jesuitas, inicio de la Comisión Corográfica, eliminación del monopolio del tabaco, supresión de la pena de muerte, eliminación de los resguardos y la prisión por deudas; restablecimiento de la libertad de prensa y el juicio por jurados, limitación del sistema de crédito eclesiástico y mayores atribuciones administrativas y presupuestales como el impuesto a la renta”. 
(CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO)



Edición Número 124, Girardot, Marzo 27 de 2020

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viernes, 20 de marzo de 2020

Edición Número 123, Girardot, Marzo 20 de 2020:-JOSÉ BENITO BARROS



                                                            Edición Número 123 Girardot, Marzo 20 de 2020


CIEN AÑOS DEL “COMPOSITOR DEL RIO”


JOSE BENITO BARROS PALOMINO
(El Banco (Magdalena) 21 de Mayo 1915 - Santa Marta (Magdalena) 12 de Mayo 2007)




JOSÉ BARROS. RED INTERNET




POR OSCAR JAVIER FERREIRA VANEGAS*

En los cien años del natalicio del gran Maestro, la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO), rinde homenaje a uno de sus más grandes compositores colombianos, Maestro José Benito Barros Palomino, en los cien años de su natalicio. El Maestro Barros fue socio fundador, Presidente defensor de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia.




 EL BANCO, “VIEJO PUERTO”
El Banco, Puerto fluvial, con una posición estratégica sobre el río Magdalena, fue muy importante en la Colonia para la economía. El Banco, es un lugar paradisíaco, rodeado de agua, pues además del Magdalena es bañado también por el río Cesar y la Ciénaga de Zapatosa.

Muchos Extranjeros, libaneses y portugueses, sumados a los españoles invasores, arribaban al puerto en busca de negocios, comenzando a influir en el aspecto socio económico y cultural de la región. A El Banco, llegaban grandes barcos, llevando mercancías o viajeros. Pero esa época brillante fue desapareciendo, con la construcción de la carretera nacional y el ferrocarril, que aceleraban los viajes y dieron vía libre al transporte de mercancías por medios diferentes al fluvial. Entonces, con los años, El Banco se sumergía en un letargo grande, olvidado por las administraciones y los gobiernos. El puerto llegaría a ser verdaderamente famoso, por ser la cuna del gran Maestro de la Composición Musical, gloria de Colombia, José Benito Barros Palomino.


NACE JOSE BARROS
Uno de los trashumantes viajeros que llegaría al Banco en su época de oro, fue don José María de Barros Traveseido, comerciante portugués que buscaba negocios en la región y la población que, en ese entonces, era uno de los puertos más prósperos del río Magdalena, la arteria fluvial más importante de Colombia. Allí conocería a Eustasia Palomino, con quien organizo un bonito hogar.

La historia de José Benito Barros Palomino, comenzó el 21 de marzo de 1915, cuando nació, siendo uno de los cinco hermanos del hogar de Eustasia Palomino y José María de Barros. Su padre se radicaría definitivamente en el puerto, convirtiéndose en un próspero comerciante y llegando a ser alcalde. Lamentablemente, cuando José Benito apenas cursaba cuarto de primaria, vio morir a su progenitor, quedando al cuidado de su hermana Clara, abandonando la escuela. “Yo era un muchacho completamente avispado, (refería el Maestro)… Buscaba la moneda como fuera, haciendo lo que fuera; a mí me tocó vender a esa edad almojábanas, arepas, leche hervida por la calle, para ganarme los 40, 30 centavos diarios. Entonces los amigos importantes de mi papá que se ponían en las esquinas, en las sombras de los palos de matarratón a tomar, me llamaban para que les cantara. Yo les cantaba, y en esa época era son cubano, tango, boleros, rancheras. Yo no sabía hacer cumbias, ni porros, ni vallenatos, ni nada de esa vaina, eso no se conocía, y si se conocía no se cantaba, porque eso era vulgar”.

Benito, como le decían coloquialmente, se convirtió en el jefe de la casa, haciéndose cargo de su hermana Clara y de su hermano menor Adriano. Nos refería el maestro que, en esos días, había conformado un grupo de amigos lustrabotas, con los que se reunía al final de la tarde, después de haber trabajado todo el día, frente al teatro del pueblo, para hacer sonar las monedas en sus bolsillos, a ver “quien sonaba más fuerte”. “Tenian una empresa de emboladores, cobraban 5 centavos a clientes como el cura o el alcalde o el telegrafista del pueblo, -contaba mi papá- y cuando ya los tenían, se iban a chicanear al teatro a hacer sonar las monedas en los bolsillos”, comenta su hija Veruschka.


EL COMPOSITOR


JOSÉ BARROS. RED INTERNET


Fue entonces cuando descubrió su amor por la música y el don de cantar. El niño José Benito, se deleitaba con las fiestas patronales que se realizaban en honor a la Virgen de la Candelaria, patrona de El Banco, y siempre estaba presto a participar en las verbenas, bailes de pilanderas y toques de tamboras con los ritmos autóctonos.
Adriano Barros, hermano del Maestro, recuerda como el niño José Benito, comenzó sus andanzas con la “barra” de cinco amigos con los que hacía travesuras y comenzó a dar serenatas con una guitarra. A los doce años conoció a Magdalena, su primer amor, su primer beso, y ella fue la inspiración para componer “Nena”, la primera de las casi mil obras que crearía en su prolífica vida como compositor. Luego, se enamoraría de Edith Cabrales, un amor de verano a quien compondría su hermosa canción ‘Momposina’. Decía el Maestro Barros: “era una muchacha de unos 18 años, atractiva, que fue a El Banco a pasar vacaciones y los muchachos nos enamoramos de ella, pero entre esos amores el que triunfó fui yo”.

Barros sentía fluir la música en sus venas, escuchaba a su tío Roberto Palomino, interpretar la guitarra; y le pidió le enseñara a tocar el instrumento; fue su primer maestro. José Barros fue un autodidacta; con sus pocos años de Bachillerato, se inclinó hacia la lectura, fascinándose por la literatura y la cultura rusa. (Con el tiempo sería un verdadero fanáticobautizo a sus últimos hijos Katiuska, Veruschka y Boris, y al parque del pueblo como “La Plaza Roja”).


INICIO DE SUS VIAJES
A los 17 años de edad se fue a vivir a Santa Marta, la hermosa bahía frente al maravilloso Mar Caribe. Allí fue reclutado en la milicia obligatoria, estableciendo una gran amistad con el soldado Jaime Gutiérrez, quien le enseñaría a mejorar sus conocimientos sobre la guitarra y el canto. Escuchaba con nostalgia las noticias que le traían sobre las fiestas de su pueblo, y al terminar el servicio decidió regresar a El Banco. Corría el año 1934 y Benito, como le decían todos, se embarcó como polizón en un barco que viajaba por el Magdalena. Su proyecto era poder llegar a Barrancabermeja, y de allí seguir a Medellín, pero al llegar a Barranca fue sorprendido y obligado a abandonar el barco. Su único equipaje eran unas cuantas mudas y su guitarra. No se amilanó, hizo amigos en la plaza de Mercado y hasta conformó una agrupación musical. En Barrancabermeja vivió dos años. Escuchaba sobre la “Fiebre del oro”, y planeo con otros amigos viajar a Segovia, Antioquia, a donde llegó y trabajó como minero durante un año. La soledad, el abandono, el peligro, la aventura y el espíritu locuaz de aquellos verdaderos topos de la tierra lo inspiraron para componer “El Minero”, canción que presentaría en un concurso musical en la Voz de Antioquia, resultando ganador. Transcurría 1935 y se radicó en Medellín en el bohemio barrio Guayaquil. Estaba en la ciudad cuando falleció trágicamente Carlos Gardel. El tango se puso de moda y José Benito no podía quedarse atrás, así que comenzó a componer en ese género musical. Su espíritu aventurero lo llevó a embarcarse como polizón con destino a México, pero fue sorprendido y deportado a Panamá. De allí se embarcó nuevamente hacia Perú. Sin dinero, se hospedaba en hoteles de barrios bajos y permanentemente debía empeñar su guitarra para subsistir. Pero siempre su talento le servía como sostén. Al respecto recordaba el Maestro: “Yo andaba por todas esas ciudades y pueblos con una guitarra vieja. En esas casitas de los mercados, las niñas de vida bastante alegre, mis amigas, me daban dormida porque yo cantaba en las emisoras mas baratas y les dedicaba canciones”.

En el Perú contacto los sitios nocturnos y nos comentaba una anécdota singular. Debía presentarse en un show, pero no tenía vestido, por lo que otro artista del lugar se ofreció a prestarle su smoking. Esa noche interpretó sus composiciones y, para sorpresa suya, entre los asistentes se encontraba el gerente de la RCA Víctor, quien al escucharlo le dio su tarjeta personal y lo contrató para que grabara con la disquera. El artista que le prestó el traje se lamentaba diciendo “y ¿porque a mí que llevo tantos años cantando en ese lugar, nadie me graba?”…

En Lima grabó en su voz, sus primeros éxitos para RCA Víctor, entre ellas el famoso tango “Cantinero sirva tanda”: “Oiga, mozo, traiga pronto/ de lo mismo que ha servido/ para ver si así me olvido de lo que me sucedió/ No es que yo me esté muriendo/ por lo sucio que ha jugado/ pero estoy decepcionado/ porque ayer me traicionó”. Buenos Aires era su obsesión, pues desde niño le fascinaban los tangos de Gardel. Allí, en esa ciudad de inmigrantes, conoció verdaderamente el tango, con sus letras quejumbrosas de desamor, traiciones y desdichas.

Animado por el éxito obtenido, y precedido de su éxito internacional, en 1940 viajó a Bogotá. El paisaje sombrío y gélido de la sabana bogotana lo recibieron, pero José Benito estaba feliz y preparado para soportar con estoicismo cualquier eventualidad. La ciudad capital contaba con un ambiente bohemio especial para sus propósitos musicales. Se encontró con el tamborero Jesús Lara Pérez “Tumbele”;  y compartieron residencia.


EN MEXICO
En 1944 viajaría a México. En la Plaza Garibaldi se reunía con compositores e intérpretes y aprendió como se hacían las rancheras. México, el país del cual había sido deportado cuando joven, ahora lo reconocía. El presidente Díaz Ordaz, lo condecoraría con el Águila de Plata, en reconocimiento a su gran talento musical, y el Maestro Agustín Lara, lo destacó como “el compositor más grande de Latinoamérica”.


EXITOS MUSICALES



JOSÉ BARROS. RED INTERNET



En Bogotá comenzaban a triunfar las orquestas de Alex Tovar y Lucho Bermúdez. Fue entonces cuando el Maestro José Barros, compuso la famosa cumbia “El gallo tuerto”, obra inspirada en la historia de un borrachito que entró un domingo a la misa de siete gritando “Cocoroyoooo…..” La obra, grabada primero en su voz, fue un éxito nacional, y después consagrada por Luis Carlos Meyer, convirtiéndose en un hit internacional.


JOSE BARROS Y LAS DISQUERAS
En 1946, Antonio Fuentes lo invitó a grabar en su disquera, creando para tal fin “Los trovadores de Barú”, del cual también fueron vocalistas: Tito Cortez, el Dueto de Antaño, el Trío Nacional, Bovea y Guillermo Buitrago, logrando éxitos contundentes con las obras del Maestro Barros: “El vaquero”, “Momposina, “El chupaflor” y “Navidad negra” ocuparon primeros lugares en Colombia, Venezuela y Panamá. En 1960 se estrenó el nuevo sistema de grabación estereofónico de esa compañía disquera, con la versión de “Navidad negra” por “Pedro Laza y sus Pelayeros”. Pero la relación económica de Barros con Fuentes se deterioró a partir de las liquidaciones por concepto de ventas de sus obras. En Cartagena le graba canciones a la Orquesta del Caribe, dirigida por Lucho Bermúdez, para una disquera llamada Discos Preludio. Decide entonces viajar a Bogota.

La empresa norteamericana RCA Victor, desarrolló una vasta red internacional con almacenes vendedores de fonógrafos y su empresa disquera. El gerente de esta empresa era Jack Glottman, quien crearía su propia cadena de almacenes de electrodomésticos con el nombre J. Glottman y el tema: <<Nuestra firma respalda su compra>>. Glottman, al conocer la llegada a Bogota de José Barros lo felicita porque tenía 1.200 dólares de regalías producto de la composición de dos tangos y le pide componer cumbias y porros.


JOSE BARROS CIEN AÑOS
Pero fue en Medellín, donde le graban su más grande éxito, “La piragua”, para Sonolux, donde Alonso Fernández Ochoa, director fundador de la agrupación los Black Stars, escuchó la canción y encomendó a Luis Carlos Montoya, los arreglos musicales. El intérprete fue Gabriel Romero. José Barros confesaría lo siguiente: <<Unos amigos vallenatos grabaron “La piragua”. Cuando Hernán Restrepo, de Sonolux, oyó la canción dijo: “¡Esto es un hit mundial!”. Después vendría “Violencia”, grabada por la misma agrupación.
Entre su prolífica herencia musical se encuentran tangos, rancheras, currulaos, baladas, paseos, pasillos, valses peruanos, porros, cumbias, chandés, y hasta trató de lanzar su propio ritmo al que llamó Catanguelé.


SUS MATRIMONIOS
La mujer fue siempre la máxima inspiración de sus canciones. En Bogotá, José Barros conocería a Tulia Molano, una agraciada jovencita de escasos quince años, de quien se enamoró formalizando su relación el 12 de junio de 1943 en la iglesia del Sagrario, ceremonia a la que asistieron todos los amigos músicos quienes le hicieron “calle de honor”, según nos comentaría el maestro. Con Tulia tuvo dos hijos: José y Sonia. Esta sería la primera de las tres uniones formales que tendría el Maestro.

Años después, se unió a Amelia Caraballo, de quien se enamoró a primera vista. Con ella tuvo cuatro hijos: Adolfo, Alberto, Alfredo y Abel Guillermo. En 1956, se separó de Amelia, a quien el maestro siempre consideró como su gran amor y a quien dedicaría el pasillo “Pesares”.

En 1966 se casó por última vez, con una hermosa jovencita llamada Dora Manzano de cuya unión nacieron Katiuska, Veruschka y Boris. Dora lo abandonó, dejándolo a cargo de sus tres hijos. Pero el Maestro Barros fue un excelente padre y estuvo con ellos hasta el final de sus días, propiciándoles mucho amor y seguridad.


LA HISTORIA DE “PESARES”
José Barros, tendría que demostrar su magistral y prolífico sentido creativo, componiendo música que se consideraba del interior del país. Entonces creó el hermoso el pasillo “Pesares:” El Maestro Barros nos refería: “Esa canción es la que más recuerdo cómo la hice. Estaba sentado por la tarde en el muelle. Y empecé a recordar a la mujer mía de ese entonces Amelia Caraballo y allí sentado cogí papel y lápiz para sacar la letra y la música de algo que no es inventado, es puro amor, es un padecimiento real, fue algo que me pasó”.

En sus canciones describe amores, costumbres, creencias, tragedias, paisajes etc. Con su disposición innata a la música y a la observación de todo lo que lo rodeo y las experiencias que poblaron su mente, logró en sus canciones el sincretismo mágico entre la musicalidad portuguesa heredada de su padre y el folclor cargado de leyendas.


LA PIRAGUA
DE GUILLERMO CUBILLOS
El maestro José Barros siempre buscaba historias diferentes para sus canciones. Trataba de que los títulos de sus obras fueran originales, que no se parecieran a otros. Recordó la vieja historia que le contaran, de un cachaco de Zipaquirá, que comerciaba entre El Banco y el interior, y que un día decidió construir una barca gigante para llevar sus mercancías por el río, y cuya historia inspiraría al maestro para componer su inmortal “Piragua”. Comentaba José Benito, que tuvo un pequeño problema para hacer rimar la estrofa finalizada en “cumbia”, y por ello tuvo que inventar el nombre de Pedro  Albundia, para lograr su cometido.

Fue la estrofa:
Doce bogas con la piel color Majagua/ y con ellos el temible Pedro Albundia/ en las noches a los remos le arrancaban/ un melódico rugir de hermosa cumbia…



JOSE BARROS CIEN AÑOS

JOSE BARROS COFUNDADOR Y PRESIDENTE DE SAYCO
En su permanencia en Bogotá, el Maestro Barros conoce a un grupo de destacados compositores: Lucho Bermúdez, Alex Tovar, Carlos Viecco, Francisco Cristancho y a Jorge Olaya Muñoz, Presidente del Sindicato de Músicos de Bogotá, quien propuso la creación de una sociedad autoral, tal como lo habían hecho otros países. Entonces se une a Olaya para crear la SAYCCO (con doble c) Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, a la que pertenecían, no solo compositores, sino escritores, actores, libretas y toda la pléyade intelectual de la época. Barros ingresó como socio fundador, y llegó a ser presidente de la entidad.

José Barros siempre fue leal a la causa de Sayco, y estuvo acompañando las políticas reivindicatorias pregonadas por Jorge Olaya, para implementar una Ley que defendiera a los compositores, como lo fue la Ley 86 de 1946, la primera que autorizó el recaudo del derecho autoral en Colombia. Su implementación no fue fácil, pues los cobradores de Saycco eran sacados a machete de los establecimientos que utilizaban la música, pero se negaban a cancelar el derecho. A diferencia de otros autores, que trataron incluso de crear entidades para hacer paralelismo a Sayco, el Maestro José Barros fue un guerrero fiel a la causa de Sayco, defendiéndola siempre ante los medios y acompañando a Jorge Villamil, Rafael Escalona y otros presidentes, a reuniones de alto nivel para defender la sociedad autoral.

En 1960, José Barros decide detener su viaje trotamundo y regresa a su Banco natal. Añoraba la brisa del río que arrulló su niñez, los amaneres rojos que cambiaban el color de las casas, y su mecedora frente al viejo río de La Magdalena. Y pasaba largas horas mirando el transcurrir eterno de las aguas, reviviendo nostálgicos recuerdos y creando en su mente alguna nueva canción; viendo volar las garzas, y a los pescadores desde las canoas arrojando sus atarrayas.


JOSE BARROS CIEN AÑOS
Es entonces cuando en compañía de varios amigos crea el Festival Nacional de la Cumbia, evento que aun congrega los máximos exponentes de la composición, interpretación y baile de la reina Cumbia. El Festival no es un reinado sino un imperialato pues, para el Maestro, El Banco, es la capital del Imperio de la Cumbia.

El evento sigue realizándose a pesar de las dificultades, a cargo de su hija Veruschka, la presidente de la fundación José Benito Barros Palomino.

Siempre de camisa y corbata, pese al calor de El Banco; José Barros era un hombre parco, poco asequible al común de la gente, pero excelente persona con quien lograba llegar a su corazón. Cada día repetía su rutina visitando a su gran amiga Carmen Martínez, la maestra de la danza y, de paso, detenerse donde Socorro Cárdenas en la Droguería Torcoroma, o donde Lucia Pisiotti, para retornar al declinar de la tarde, a su casa. Ya tenía dificultades para caminar, debido al “Síndrome de Meniere”, que alteró su equilibrio. Como no tomaba -y mucho menos parrandeaba-, tenía un especial sentido de observación.

El Banco se hizo famoso, pues allí vivía el insigne Maestro José Benito Barros. Grandes personajes, desde presidente hasta estrellas de la televisión iban a visitarle.

Tal fue el caso de Jimmy Salcedo, quien grabo con el Maestro una entrevista para programar de televisión.

José Barros fue un gran lector de poesía y por eso aprendió a manejar muy bien la escritura. Sus letras son perfectas “eso se refleja en lo que componía en el uso de la gramática, la métrica”, dice orgullosa su hija Veruschka. “Barros solo curso hasta Tercero de primaria, pero uno de sus sueños era que sus cuatro libros inéditos salieran a la luz pública, entre ellos: “Cuando iban a matar a Zandalio Zapata” y “En Busca de Estrellas”, además de un documento autobiográfico. La letra de “La Piragua”, fue considerada por Gabriel García Márquez, como una obra maestra de la literatura española.

Tuve el gran privilegio de ser discípulo y gran amigo del Maestro Barros, con quien departí largas horas en sus visitas a Bogotá escuchando sus sabios consejos sobre la vida y la música. 
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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR: CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO
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*EDICIÓN ESPECIAL DE SAYCO A LA MEMORIA DE JOSÉ BENITO BARROS PALOMINO.
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Edición Número 123, Girardot, Marzo 20 de 2020

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