Edición Número 159, Girardot, Abril 20 de 2021:-LA CIUDAD EN LA HISTORIA
LA CIUDAD EN LA HISTORIA
2000. Girardot. D.R.A.
DE LEWIS MUMFORD
(EXPANSIÓN COMERCIAL Y
DISOLUCIÓN URBANA –CAP. XIV)
RESUMEN DE CARLOS ARTURO
RODRÍGUEZ BEJARANO
Mirado o mirada en su conjunto, la visión de Mumford
(sobre la desaparición o destrucción socio económica de la ciudad medieval
(¿típica?) podría parecer como que la propuesta capitalista para el sistema de
ciudades del siglo XIX, corrido hacia el siguiente y próximo siglo, es lo menos
deseado, lo no deseado, síntesis de la contradicción de interesados ejemplares sociales
dispuestos a no perecer. Desenlace conocido, la ciudad, la Hidra Metahumana
donde sus testigos duermen más con hambre que con sueño, corre como su autor y
creador, alocadamente y sin cabeza.
De lo parroquial a lo exquisito moderno, ¿Cómo olvidar
el halo romántico de las ciudades, barrios o casas antiguas? Aquí no podemos
detenernos sobre si fue bueno o malo, sino que heredamos. Tal vez la enseñanza,
entre otras, sería cómo no construir ciudades (o ciudad, concepto más amplio)
que chorreen dolor, sudor y sangre. La eterna batalla de los escuadrones de lo
público y lo privado. Englobar las telas de araña cósmicas.
Un cambio de guardia poco imaginado para miles de
miles desde entonces, desde antes, desde ahora: desde siempre, que presuponen
que la sucesión de un estadio social a otro es algo semejante a una fiesta de chicos buenos, ingenuos,
bienintencionados y laboriosos. Debajo está lo espeso las catacumbas con sus
huesos. De Ur a Hiroshima y Nagasaki. ¿En los campos de guerra, se vivirá casi
lo mismo que la guerra en las ciudades? ¿Qué hacer con la moral, la
solidaridad, la bondad y el amor? Como dijo el poeta: somos fruto del verdugo y
la víctima.
Lo por cambiar tenía dentro de sí el germen que lo
haría. La vieja sociedad medieval se encontraba señalada para desaparecer
históricamente, pues anterior a la consolidación de la centralización política
novedosas, fuerzas económicas en formación generaban otro punto de mira.
El mercantilismo no logró crear una alianza duradera
para que las coronas de turno administraran la ciudad medieval. Las nuevas
formas económicas disparaban flechas en diferentes direcciones paralizando el
modelo antiguo. Lo nuevo tomó el nombre genérico de Capitalismo.
¿Qué ciudad encontraron los nuevos hijos amigos de los negocios duros en los siglos medievales? ¿Qué era lo que existía, cuál corsé amablemente católico se interponía entre los chicos de lo nuevo y los chicos de viejo.
La ciudad medieval con su método mercantilista o el
mercantilismo que enlazaba las ciudades más dinámicas no logró aupar un
proyecto económico-político entre las testas coronadas de lo más oscuro de la
Europa Occidental. ¿Por qué? Su sistema confesional de enseñanza no garantizaba
una formación adecuada para los nuevos dirigentes. Más bien la holgazanería, la
extravagancia, poco sol y poco trabajo fueron elementos opuestos a quienes
inevitablemente buscaban sacudirse la perorata sangriazulada.
La igualdad de productores y consumidores sin muchas
oportunidades de nada más, férreamente controlados por los gremios, la iglesia
y la costumbre anti-usura, eran norma marcada. Ciertamente la misericordia con
algo de hipocresía y cinismo conformaban la ética social del bienestar. ¿Cómo
tener certeza de aquellos tiempos, virtualmente mejores que los de sus
sucesores aún no conocidos? Nunca nada afirmativo que se diga sobre tiempos
pasados mejores será cuerdo o sabio. La Biblia no se leía para liberar sino
para controlar; por lo menos hasta Lutero, la lengua de Roma era vista como el
zaguán de la trampa. Más tranquilo, seguro y protegido pero menos individual,
el analfabeta ignorante hincado ante la libertad feudal rezaba por la extinción
de reyes, coronas, gremios y papas. Todo ello seguramente lo asfixiaba.
El asalto histórico y sobreseguro contra el sistema
feudal se concentró en la ciudad. Era lo más conocido por el capitalismo, en
ella se concentraba la riqueza, el poder, los negocios, la población hambrienta
de servicios y de comida, las industrias, el comercio entre países, la clase
dirigente, la religión a manipular, el arte, los nuevos esclavos, la mentalidad
para echar a andar semejante riesgo, la
bolsa, la nueva contabilidad, las universidades, el interés, los prestamistas,
los mercaderes, la ganancia, todosdeacuerdo. No fue sencillo, pero ¿habría
funcionado en el campo? La ciudad jalona al mundo y lo transforma. Ayer y hoy
todos desean vivir en la ciudad. ¿Para qué? El mundo es ancho y no ajeno.
Suena fácil a granel decir lo anterior, mas, si el lucro delante de los ojos capitalistas
motivó el tipo de ciudades en el siglo XIX, generando la universalización de la
mercancía y por innúmeros atajos una presumible solución a muchos problemas
individuales o grupales, Adam Smith estaría satisfecho. Pero no es permisible
resucitar. El problema entonces no fue ampliar la malla urbana sino alargarla
más allá de lo necesario, por ejemplo. El abuso del poder.
Pero el mérito, si lo hubo, fue haber intuido que ese
era el mecanismo para hacerse un lugar en el mundo en
esta experiencia a costa de los demás. Así continuamos; la ciudad impera. Todos
quieren acceder al poder tomándose la ciudad capital, al final o al comienzo,
si se puede o si los dejan.
La expansión urbana para el siglo XVII había sido
alterada por todas las formas de poder concentradas en los mercaderes, los financieros
y terratenientes.
Las herramientas que moldearon la nueva ciudad fue obra de avezados
empresarios que con nuevos ideales tales
como los cálculos sobre las utilidades y la renta y la transformación poderosa
de los centros urbanos, lograron introducir hasta los tuétanos las modalidades
del mercado. Todo debía rendirse a los pies del lucro y este fue posible con el
desarrollo del comercio a larga distancia (a través del comercio o del
crédito).
Universalizado el mercado mayorista “Se desarrolló una nueva actitud hacia la
vida: una mezcla de regularidad ascética y de espíritu de especulación
comercial, de avaricia sistemática y orgullo presuntuoso”.
El nuevo orden capitalista destrozó casi todo; lo
novedoso jalonó el concepto de los riesgos calculados.
No existían límites para la adquisición de riqueza.
Para el siglo XIV la preponderancia pasó a manos de estos empresarios que
accedieron rápidamente a los gobiernos simples y complejos, aplicando su nuevo
espíritu a toda la economía. Se consolidó la penetración educativa en las
primeras letras (la contabilidad tenía peso específico). Las primeras
universidades son sucedáneos mayores. Luego la bolsa es “el punto culminante del desarrollo de la ciudad comercial…en gran
escala desde el siglo XIII”. “Entonces, la Bolsa, la Banca Nacional y la Lonja
de los mercaderes fueron las catedrales del nuevo orden capitalista”.
Se evidencia una lucha entre lo nuevo y lo viejo. El
dinero contante y sonante hacía de las suyas. El mercado del núcleo protegido
de la ciudad medieval, bajo la falda del campanario se transformó en una
institución que crecía exponencialmente. De la plaza del mercado a un acto
concentrado en cualquier lugar donde quiera que floreciera un negocio rentable.
(Mercado abstracto).
Este mercado obedecía en particular al hecho de
realizar transacciones monetarias cuyo dios (como ahora) era el lucro y la
reproducción del capital hasta el infinito.
Poseedor de fuerza social, política y económica, el
ojo avizor del capital se posó en las estructuras urbanas de la época para
continuar con su molienda reproductiva: compró en los suburbios tierra y
adquirió edificios venerables pero olvidados: demolición y reemplazo. Sangre y
fuego pecuniario (¿Por qué precisamente en las ciudades?). Porque donde ponían
el ojo ponían el billete que se reproducía inmediatamente; todo era urgente.
Nada era importante.
El capitalismo legó elementos para la economía humana,
simplificó “el complejo orden social de
la ciudad en la rutina simplificada del mercado”. Su concepción moral
y espiritual se traslapó de la religión
a los negocios con extraordinario éxito; ¿por ejemplo, la postergación de los
placeres momentáneos por otros mayores y difusos hacia el futuro le generaba
incertidumbre o la seguridad del poder del dinero? Transformó la opinión
dominante incrementando el consumo y las ganancias.
Sedujo la aristocracia de las ciudades medievales y no
sin plena satisfacción las convirtió en puertos libres y bodegaje de mercancías
libres de casi todo. La segunda seducción, ¿quién se opone al progreso de esas
ciudades? Eran exitosas y libres, es decir, ¿quién puede exigirle normas a
quien las creó?
La nueva libertad consistía en ninguna limitación por
parte del municipio, nada por la solidaridad comunitaria y todo por la gloriosa
ganancia.
El capitalismo fue un fenómeno revolucionario tanto
como el desarrollo del Estado Nacional. La economía del medioevo terminó
superada por el intercambio de mercancías, el profuso comercio con comarcas
lejanas, la ciencia y la técnica y por los resultados concretos: las ciudades
que eliminaban restricciones a los nuevos iluminados se convertían en
prósperas. Por ese camino conmocionó y suprimió la vida urbana medieval
colocándola al servicio del lucro y el dinero.
Para “apoderarse” de extensos terrenos para especular
con precios de oro, sus gestores se fijaron en la forma de cómo obtenerla:
demolieron el uso y el derecho feudales. Construyeron hacia el cielo donde fue
necesario y en los demás, alquiler o venta de terrenos pequeños para los
desesperados que huían hacia la libertad. Entre más pobres, mayor valor de los
alquileres y, mayor valor de las ganancias. Los ricos por supuesto no vivirían
nunca en esos antros. El número de necesitados que huían a las ciudades superaba
la oferta de habitaciones, masa que en poco tiempo era reemplazada por otra horda
de desesperados o de optimistas; aquellos envejecían jóvenes o morían jóvenes
dadas las difíciles condiciones para ejercer sus empleos, con sueldos
misérrimos y muchas horas de labor. La pobreza enriquecía a los constructores
de ciudades “mediáticas” tanto como el consumo de los centros más antiguos.
A partir del siglo XVII comienza en gran escala la
especulación con las edificaciones. Aparecería un medio de locomoción que
influiría sobre la concepción de la ciudad y mayores ganancias para los dueños
del negocio. “La naturaleza y el propósito de la ciudad fueron recubiertos por
la desintegración social, la desorganización física y la especulación
comercial”. Los demás actores resultaron incapaces o impotentes para evitar
semejante desastre.
Aunque de rápido crecimiento, los adelantos técnicos y
la sutileza para armonizar con los grupos humanos no fueron casi siempre a la
par, los puertos mejoraron lentamente en su eficiencia. A su alrededor hizo
carrera la abyección física y social. Puesto que la movilización de mercaderías
y su rápido intercambio se realizaban en lo fundamental por el medio acuático,
es entendible la importancia que significaba para sus genitores.
El capitalismo luego de audacias sin límites en sus
comienzos acusa considerable desdoro comparable a sus rápidas ganancias
(exclusivo devenir de las ciudades comerciales). ¡La estética reñía con el
lucro!
La planeación (trazado en parrilla) en manos de
mercaderes acelerados por pingues ganancias -mirado históricamente- condujo a
una decrepitud urbana cada vez peor; lo novedoso continuó reflejándose en la
construcción de líneas de transporte cada vez más extensas y longitudinales, y
el monstruoso transporte masificado, todo un buen pretexto para el trazado en
damero para mayor especulación con la tierra arrebatada al pasado feudal y a
veces presente, claro. De esa mayor área citadina fue creciendo lentamente la
gran ciudad de ciudades: la megalópolis.
Por delante vinieron los semáforos y un presunto orden. Que viva la nostalgia. Que viva Amsterdam.
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*Carlos Arturo Rodríguez Bejarano, presidente y
Miembro fundador del Centro de Historia de Girardot.
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CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO: Administrador y
Compilador.
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