Edición Número 138, Girardot, Julio 13 de 2020:-MEMORIA SOBRE EL CULTIVO DEL MAÍZ
Edición Número 138 Girardot, Julio 13 de 2020
MEMORIA SOBRE EL CULTIVO DEL
MAÍZ EN ANTIOQUIA*
(DE GREGORIO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ)
(TOMADA DE GEÓRGICA AMERICANA)
Gregorio Gutiérrez González |
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Señores Socios
de la Escuela de Ciencias y Artes
(Fragmento)
(Fragmento)
Como es obligación que a todo socio
De nuestra Escuela impone el reglamento
Presentarle, por turno una MEMORIA
Llena de ciencia, erudición y mérito;
Yo, que a fondo he estudiado agricultura,
Que he meditado y consultado textos,
Y que largas vigilias he pasado
Atento siempre y consagrado a eso;
Por amor a las ciencias y a las artes,
En favor de la industria y del progreso,
Y sólo en bien de mi querida patria
Mi MEMORIA CIENTÍFICA os presento.
No usaré del lenguaje de la ciencia,
Para ser comprendido por el pueblo;
Serán mis instrucciones ordenadas,
Con precisión y claridad de método.
No estarán subrayadas las palabras
Poco españolas que en mi escrito empleo,
Pues como sólo para Antioquia escribo,
Yo no escribo español sino antioqueño.
En fin, señores buenos e indulgentes,
Que estos trabajos aceptéis espero;
Y si logro ser útil a mi patria
Veré cumplido mi ferviente anhelo.
1866
CAPÍTULO I
De
los terrenos propios para el cultivo, y manera de hacerse los barbechos, que
decimos rozas.
Buscando en donde comenzar la roza,
De un bosque primitivo la espesura
Treinta peones y un patrón por jefe
Van recorriendo en silenciosa turba.
Vestidos todos de calzón de manta
Y de camisa de coleta cruda,
Aquél a la rodilla, ésta a los codos,
Dejan sus formas de titán desnudas.
El sombrero de caña, con el ala
Prendida de la copa con la aguja,
Deja mirar el bronceado rostro,
Que la bondad y la franqueza anuncia.
Atado por detrás con la correa
Que el pantalón sujeta a la cintura,
Con el recado de sacar candela,
Llevan repleto su carriel de nutria.
Envainado y pendiente del costado
Va su cuchillo de afilada punta;
Y en fin, al hombro, con marcial despejo,
El calabozo que en el sol relumbra.
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Al fin eligen un tendón de tierra
Que dos quebradas serpeando cruzan,
En el declive de una cuesta amena
Poco cargada de maderas duras,
Y dan principio a socolar el monte
Los peones formados en columna;
A seis varas distante uno de otro
Marchan de frente con presteza suma
Voleando el calabozo a un lado y otro,
Que relámpagos forma en la espesura,
Los débiles arbustos, los helechos
Y los bejucos por doquiera truncan.
Las matambas, los chusques, los carrizos,
Que formaban un toldo de verdura,
Todo deshecho y arrollado cede
Del calabozo a la encorvada punta.
Con el rostro encendido, jadeantes,
Los unos a los otros se estimulan;
Ir adelante alegres quieren todos,
Romper la fila cada cual procura.
Cantando a todo pecho la guabina,
Canción sabrosa, dejativa y ruda,
Ruda cual las montañas antioqueñas,
Donde tiene su imperio y fue su cuna.
No miran en su ardor a la culebra
Que entre las hojas se desliza en fuga,
Y presurosa en su sesgada marcha,
Cinta de azogue, abrillantada ondula;
Ni de monos observan las manadas
Que por las ramas juguetones cruzan;
Ni se paran a ver de aves alegres
Las mil bandadas, de pintadas plumas;
Ni ven los saltos de la inquieta ardilla,
Ni las nubes de insectos que pululan,
Ni los verdes lagartos que huyen listos,
Ni el enjambre de abejas que susurran.
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Concluye la socola. De malezas
Queda la tierra vegetal desnuda.
Los árboles elevan sus cañones
Hasta perderse en prodigiosa
altura,
Semejantes de un templo a los
pilares
Que sostienen su toldo de
verdura;
Verales largos de ese palio
inmenso,
De esa bóveda verde altas
columnas.
El viento en su follaje
entretejido,
Con voz ahogada y fúnebre
susurra,
Como un eco lejano de otro
tiempo,
Como un vago recuerdo de ventura.
Los árboles sacuden sus bejucos,
Cual destrenzada cabellera rubia
Donde tienen guardados los aromas
Con que el ambiente, en su
vaivén, perfuman.
De sus copas galanas se desprende
Una constante, embalsamada lluvia
De frescas flores, de marchitas
hojas,
Verdes botones y amarillas
frutas.
Muestra el cachimbo su forraje rojo,
Cual canastillo que una ninfa
pura,
En la fiesta de Corpus, lleva
ufana
Entre la virgen, inocente turba.
El guayacán con su amarilla copa
Luce a lo lejos en la selva
oscura,
Cual luce entre las nubes una
estrella
Cual grano de oro que la jagua oculta.
El azuceno, el floro-azul, el caunce
Y el yarumo en el monte se
dibujan
Como piedras preciosas que
recaman
El manto azul que con la brisa
ondula.
Y sobre ellos gallarda se
levanta,
Meciendo sus racimos en la
altura,
Recta y flexible, la altanera
palma,
Que aire mejor entre las nubes
busca.
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Ved otra vez a los robustos
peones
Que el mismo bosque secular
circundan;
Divididos están en dos partidas,
Y un capitán dirige cada una.
Su alegre charla, sus sonoras
risas,
No se oyen ya, ni su canción se
escucha;
De una grave atención cuidado
serio
Se halla pintado en sus facciones
rudas.
En lugar del ligero calabozo
El hacha afilada con su mano
empuñan;
Miran atentos el cañón del árbol,
Su coba ven, su inclinación
calculan.
Y a dos manos el hacha
levantando,
Con golpe igual y precisión
segura,
Y redoblando golpes sobre golpes,
Cansan los ecos de la selva
augusta.
Anchas astillas y cortezas leves
Rápidamente por el aire cruzan;
A cada golpe el árbol se
estremece,
Tiemblan sus hojas, y vacila… y
duda…
Tembloroso un momento cabecea,
Cruje en su corte, y en graciosa
curva
Empieza a descender, y rechinando
Sus ramas enlazadas se apañuscan;
Y silbando al caer, cortando el
viento,
Despedazado por los aires zumba…
Sobre el tronco el peón apoya el
hacha
Y el trueno, al lejos, repetir
escucha.
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Las tres partidas observad. A un
tiempo
Para echar una galga se apresuran;
En tres faldas distintas, el
redoble
Se oye del hacha en variedad
confusa.
Una fila de árboles picando
Sin hacerlos caer, está la turba,
Y arriba de ellos, para echarlo
encima,
El más copudo por madrino buscan.
Y recostando andamios en su
tronco,
Para cortarlo a regular altura,
Sobre las bambas y al andamio trepan
Cuatro peones con destreza suma.
Y en rededor de corpulento tronco
Sus hachas baten y a compás
sepultan,
Y repiten hachazos sobre hachazos
Sin descansar, aunque en sudor se
inundan.
Y vencido por fin, cruje el
madrino,
Y el otro más allá; todos a una,
Las ramas extendidas enlazando,
Con otras ramas enredadas pugnan;
Y abrazando al caer los de
adelante.
Se atropellan, se enredan y se
empujan,
Y así arrollados en revuelta
tromba
En trueno sordo, aterrador,
retumban…
El viento azota el destrozado
monte,
Leves cortezas por el aire
cruzan,
Tiembla la tierra, y el estruendo
ronco
Se va a perder en las lejanas
grutas.
Todo queda en silencio. Acaba el
día,
Todo en redor desolación anuncia.
Cual hostia santa que se eleva al
cielo
Se alza callada la modesta luna.
Troncos tendidos, destrozadas
ramas,
Y un campo extenso desolado
alumbra,
Donde se ven como fantasmas
negros
Los viejos troncos, centinelas
mudas.
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*GEÓRGICA AMERICANA / SELECCIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE VÍCTOR MANUELPATIÑO / SERIE <<LA GRANADA
ENTREABIERTA>>, 89
/ INSTITUTO CARO Y CUERVO /
SANTAFÉ DE BOGOTÁ / 2000 / IMPRENTA
PATRIÓTICA DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO, YERBABUENA.
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GREGORIO IGNACIO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ (mayo 9 de 1826, nació en
La Ceja del Tambo – falleció en Medellín el 6 de julio de 1872). Poeta, abogado y
escritor.
Acerca de Memoria… “… describe…detalladamente las labores agrícolas en las vertientes de
la Cordillera Central de los Andes…monográfico, pues sólo se refiere al maíz y
su pareja, el fríjol; describe las prácticas seguidas por los colonos que se
desplazaron hacia el sur a partir de Sonsón y Abejorral para poblarlo que es
ahora el Gran Caldas; destaca el uso del calabozo, herramienta usual aunque no
exclusiva de Antioquia; describe los alimentos típicos, denigrando –con desenfoque
histórico- de la fuerana papa que ahora se ha impuesto; asume un papel de
magíster, desde el nombre de su trabajo como “Memoria científica”, pero
traicionándolo con la unción regionalista y frescamente poética”. (ADVERTENCIA,
de GEÓRGICA AMERICANA).
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NOTAS:
Calabozo: Herramienta introducida por los españoles. Especie
de podón con mango largo, no exclusivo de Antioquia, aunque sí usual allí para
el fin indicado de cortar la vegetación arbustiva y herbácea (Uribe Ángel). Ya en el primer tercio del
siglo veinte estaba siendo sustituido por el machete. (Restrepo, A. J.).
Socolar: En algunas partes se le dice socalar. En el
procedimiento de tumba y quema, la acción previa a cortar la vegetación de
sotobosque, que en lenguaje de silvicultura se llama brinzal o latizal.
Matambas: En el occidente se llaman así las palmas inermes del
género Chamaedorea, de cuyas raíces
epigeas con un trozo de astil se solían hacer los molinillos para el chocolate,
como también ocurre, en Tajín, Totonaca,
Papantla, Veracruz con la planta tepejilote, que es del mismo género; pero en
la costa atlántica de Colombia se aplica el nombre a las espinosas del género Desmoncus, que son de pisos bajos. Este
nombre vendría del kogui mitamba,
según Reichel-Dolmatoff.
Chusques: Chibchaísmo aplicado a las bambusoideas del género
Chusquea. En la sierra ecuatoriana las denominan con el quechuismo suro.
Carrizos: Gramíneas varias, especialmente las del género Phragmites y otras de entrenudos largos
(Aulonemia).
Cañones: Troncos o fustes; término aplicado a la porción
desprovista de ramas.
Cachimbo: Uno de los varios nombres de Erythrina poeppigiana y especies afines, leguminosa arbórea común
en los montes de pisos medios y cálidos. En el Valle del Cauca, písamo; en
otras partes, cámbulo.
Guayacán: En este caso debe ser el de pisos altos, Lafoensia aff. speciosa, familia
litráceas, de madera muy dura.
Jagua: “Arenilla ferruginosa que queda en el fondo de la
batea en que se lava el oro” (Uribe Ángel e Isaza). La misma palabra, en este
caso de origen taino, se aplica en gran parte de América al árbol rubiáceo
tintóreo Genipa americana, cuyo fruto fue muy usado como pintura corporal por
todas las tribus del intertrópico en el Nuevo en el Nuevo Mundo, y del que se prepara
una bebida muy común en Brasil, la genipapada.
Azuceno: Uno de los nombres de la rubiácea arbórea
Ladenbergia magnifolia. En Cauca y Valle se llama cascarillo, por su afinidad con la quina o cascarilla.
Floro-azul: Lo trae el naturalista Roberto Jaramillo, en
1950, como Jacaranda caucana, aunque sus flores no son definitivamente azules,
como sí las de J. copaia, especie de
mayor área geográfica que la primera. Pero ninguna de las dos responde a la
descripción de Uribe Uribe, que habla de “hojas tan ásperas que pueden servir
como papel de lija”. Me inclino por la verbenácea Petrea arbórea HBK, que sí hojas ásperas.
Caunce: Nombre antioqueña de la ocnácea Godoya antioquensis. Se confunde con el árbol, muy común en la
América intertropical, llamado en el Chocó y costa del Pacífico pacó, Cespedesia spathulata, aunque este
nombre se dá también (por la semejanza
de la forma de la hoja) a la lecitidácea de fruto comestible, Gustavia superba. El pacó y el caunce
son especies que están esperando ser introducidas como ornamentales en pisos
calientes, por sus bellas inflorescencias amarillas y sus cogollos de color
púrpura.
Yarumo: Nombre taino para especies cecropiáceas del género Cecropia. Es propio de formaciones vegetales en las cuales, sobre
todo en vegas de ríos, es elemento pionero, constituyendo lo que en geobotánica
se llama priserie. El tronco fistuloso, que suele albergar hormigas bravas, es
usado a veces para hacer balsas, y sus entrenudos como vasija.
Galga: Nombre traslaticio de su significado primitivo de
piedra grande desprendida que baja rodando, arma de guerra en todo el mundo, al
hecho de que los árboles más corpulentos en una derriba de monte se hacen caer
sobre varios más delgados, previamente garganteados, para abatirlos de una vez.
Madrino: En el caso anterior, los madrinos son los árboles
más grandes que se hacen caer sobre los más pequeños. Esto es tomado del nombre
de la caballería que va adelante en una recua, guiando a las demás.
Bambas: Aletones o raíces tabulares de algunos árboles tropicales.
Suelen ser de madera más dura pero de corteza más delgada que el tronco. Parece
rasgo genético, casi siempre asociado a raíces superficiales y aun a la
ausencia de la pivotante. Las del carrá del Chocó y costa del Pacífico (Huberodendron patinoi) llegan a tener
hasta quince metros de altura. Como es natural,
en esos casos para derribar el árbol se necesita hacer andamios. En las
construcciones de Buena ventura se acostumbró poner zapatas o bambas de nato (Mora megistosperma) para recibir los
pilotes.
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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR: CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO
Edición Número 138, Girardot, Julio 13 de 2020
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