Edición Número 118, Girardot, Febrero 11 de 2020:-TITE CURET ALONSO NUNCA SERÁ UN " PERIÓDICO DE AYER"
Edición Número 118 Girardot, Febrero 11 de 2020
Tite Curet Alonso nunca será un "Periódico de Ayer"*
POR ELENA CHAFYRTTH
Eran las cuatro de la mañana y la fiesta por fin
se había acabado, lo que me resultaba extraño pues las parrandas en mi casa
podían durar de dos a tres días si se lo proponían. Verlos tocar instrumentos
de percusión, hablar de música y ver a mi padre mover los pies como todo un
experto, me llenaba el corazón de emoción; aunque por más felicidad que tuviera
anhelaba que la fiesta no durara tanto, tenía seis años y mi energía se había
agotado, quería dormir.
Esa madrugada se me hizo raro que dejaran el
equipo prendido. Entonces decidí esperar un rato a ver qué pasaba, cuando de
pronto sonó “Periódico de ayer”. Esa noche la habían puesto cientos de veces,
así que escucharla una vez más no sería problema. La letra se robó toda mi
atención junto con la melodía, lo que me llevó a preguntarme por aquel
compositor.
El poeta que había escrito tan hermosa canción se
llamaba Catalino Tite Curet Alonso, quien llegó al mundo el 12 de febrero
de 1926, en el barrio Hoyo, del municipio de Puerto Rico llamado Guayama. Su
padre, Catalino Curet Vásquez, fue un gran músico que acompañó como
trompetista a la orquesta del también compositor Simón Madera. Juana Alonso
García, su madre, era una gran costurera y diseñadora que siempre
brilló por su creatividad.
Cuando el compositor
puertorriqueño cumplió dos años de edad, sus padres decidieron separarse,
suceso que lo llevaría a vivir su infancia en Santurce, municipio cerca de San
Juan de Puerto Rico. Tiempo después tomó clases de teoría musical y solfeo con
el profesor colombiano Jorge Rufián, quien le enseñó las bases para que más
tarde sorprendiera con su gran oído al ponerle ritmo a sus letras.
Cuando le preguntaban al
compositor Catalino Curet si tocaba algún instrumento, él, con cierta
nostalgia, respondía que ninguno, pues su madre no quería que fuera músico y
siguiera los pasos de su padre, así que decidió vender el piano que le habían
regalado para que no siguiera aprendiendo.
Sin embargo, su amor por
la música y su obsesión por las letras de los compositores Tití Amadeo y Pedro
Flores lo llevaron a desobedecer los deseos de su madre. Además de esto,
se consideraba un admirador de la música brasileña. De esto existe una
anécdota: su hermana de compositor salía con un brasileño y le
llevaba a su hermano revistas y artículos en portugués. De esta manera el
maestro, inquieto por la cultura y sin tener oportunidad de viajar, se volvió
un experto en el idioma portugués. Lo paradójico de la situación es que su
hermana, aunque viajó varias veces, jamás habló este idioma. Por su lado el
maestro se convirtió en traductor de varios cantantes que querían iniciar su
carrera en español, como Martina, Nelson Ned, Ángela María, entre otros.
Antes que compositor, el
maestro Tite Curet Alonso fue periodista. Dedicó la mitad de su vida a trabajar
en el Periódico “El Correo”, de los Estados Unidos, donde escribió como
cronista cultural y deportivo por más de 37 años.
En repetidas ocasiones,
cuando le hablaban del periodismo, contaba: “El periodismo me dio a mí el
poder de escribir con coherencia, yo aprendí a escribir con verbos y no con
adjetivos. El adjetivo hace muy larga la línea, hay que componer a base de verbos,
porque finalmente el periodismo es una plana que obliga a escribir”.
En 1963, a los 40
años, el maestro Catalino empezó a componer sin estar seguro de sus letras, por
lo que las ocultaba en su escritorio. Dos años más tarde compuso para el músico
Joe Quijano la canción “Efectivamente”, una charanga que puso a bailar a los
puertorriqueños. Decidió titularla de esta manera porque era muy popular entre
los locutores de la época.
Tite Curet decía, como un
presagio, que su fuente de inspiración y alegrías siempre serían la mujer. Fue
así que en 1968 escribió “El gran tirano”, en un principio escrita para el
bolerista cubano Roberto Ledesma. Sin embargo, este no se interesó en la
composición, razón por la cual el maestro Curet le cambió el nombre por “La Tirana”
y la modificó para ser cantada por una voz femenina, la de La Lupe, quien
cambiaría la historia del compositor, llevándolo con este tema a lo más alto de
la fama, pues transmitía con su voz lo que “Don Tite Curet” había plasmado en
su letra.
En 1970, en Estados
Unidos, en la Calle 23, esa misma en la que el músico y compositor cubano
Arsenio Rodríguez inmortalizó con su letra “Hay fuego en el 23”, se encontraron
dos hombres nacidos en Puerto Rico que la vida uniría para que empezaran a
hacer música. En esta calle se saludaron el compositor Catalino Curet y el
cantautor Cheo Feliciano. Allí prometieron que su próxima reunión sería en
su tierra y así fue.
Los dos se necesitaban
mutuamente: por una parte, el compositor Tite Curet Alonso siempre había soñado
con escribir algo para el cantante. Por la otra, Feliciano llevaba fuera
de los escenarios varios años, pues su adicción a las drogas lo había alejado
de la música. Necesitaba reencontrarse a sí mismo.
Fue así que el 26 de
agosto de 1971, el creador puertorriqueño escribió la eterna “Anacaona”,
inspirada en una canción de la orquesta Lecuona Cuban Boys. Luego de que el
tema fuera todo un éxito, el maestro se enteró, sin querer, de que había
contado la historia de “La Cacica”. Esta canción de inmediato marcó dos hechos
importantes en la vida de Cheo Feliciano: volvió a los escenarios y encontró en
el maestro Tite Curet a su cómplice eterno.
Feliciano recordó
siempre cuando firmó un contrato para grabar con el sello de la
Fania. Debía grabar diez temas y solo tenía nueve. Entonces llamó a su amigo a
contarle lo que pasaba. A los pocos minutos llegó el compositor puertorriqueño
con una sonrisa y la letra de un bolero lista para grabar. La escribió en
una bolsa de papel por el camino. Esta llevó por nombre “Mi triste
problema”, y en ella plasmaba las emociones de su amigo como si él mismo las
hubiese vivido.
Desde ese momento la vida
del maestro Tite Curet Alonso tomó otro rumbo. Sus versos se volverían
inolvidables. Transcurría la década de los 70. Ya se utilizaba el
término “salsa”, una mezcla de viejos ritmos cubanos con ritmos como
boogalo y chingalín. Era un camino peligroso, ya que los grandes de la salsa
exploraban otros sonidos, pues en los últimos años el rock había sido
protagonista de la historia de la música, y con estos nuevos ritmos la salsa
lograba posesionarse y robarse el corazón del público. La salsa
necesitaba de letras con profundidad. En conclusión: la salsa necesitaba
de Don Catalino Tite Curet Alonso.
Alonso compuso varios
boleros para el cantante Tito Rodríguez, pero el que más llamó la atención del
público fue “Tiemblas”. Escribió para Ray Barreto “El ojo de
obatalá”, y le daría vida a la canción “La esencia del guaguancó”. Compuso para
Willie Colon “La palabra dios” y “El benjamín”, y le dio vida a “Juanito
alimaña”. Escribió para Rafael Cortijo, quien había sido su gran amigo
desde la niñez, “Los entierros”, “Presencia” y “El prestamista”, y le
entregó a Bobby Valentín “Huracán de pasión”. Para el cantante Santos Colón
compuso los boleros, que también le dieron popularidad como compositor, “Somos
amantes”, “Qué engreída” y “Te amé”, entre otros.
En 1976 Héctor Lavoe
decidió lanzar su álbum “De ti depende”, en el que inmortalizó la canción
“Periódico de Ayer”. Willie Colon participó como arreglista y productor del
álbum, quien experimentó con un arreglo de cuerdas utilizado solo para el
bolero, lo que causó que fuera uno de sus arreglos emblemáticos. Todo
esto, junto con la noticia producida por un desamor, fueron la combinación
perfecta para que, como melómanos, en algún momento de nuestra vida dedicáramos
o recordáramos esa canción.
Un día le preguntaron al
poeta Tite Curet si había visto la película de la bailarina Isadora Duncan. Él
respondió que había ido a cine solo dos veces en su vida y ya había
transcurrido un buen tiempo desde la última vez. Así que, inquietado por el
personaje femenino, decidió ir al bar de una amiga que llevaba el mismo nombre
de aquella bailarina. Ella le prestó un libro sobre la vida de la artista, y
sin conocerla ni haberla visto nunca, compuso una bella letra: “Cuando bailó se
liberó, tal vez autentico fue el mensaje de Isadora, en cada amor una pasión
vivió, y a nadie se encadenaba Isadora”, tema que interpretaría la cantante
Celia Cruz.
Para el maestro Tite Curet
su tierra era magia, montañas de dónde provenía el agua cristalina, lugar donde
las cuadras cobraban vida, donde todos bailaban la misma armonía, al son de la
bomba, la charanga, el belé y los ritmos africanos. Caminó y recorrió su
tierra, hasta que tuvo los versos perfectos para rendirle un homenaje, su
canción titulada “Andando la tierra mía”, que fue interpretada por el
cantante italiano Tony Croatto.
Había algo más que el
compositor Tite Curet lograba sin proponérselo. Con sus letras no solo le
escribía al amor, también le escribía a su raza, al orgullo que sentía por ser
negro. De este sentir surgió: “Las caras lindas, las caras lindas de mi gente
negra, y en cada beso bien cautivadora”, tema que se convirtió en un himno para
los puertorriqueños, interpretado por Ismael Rivera. Lo mismo ocurrió con
su tema “Juan Albañil”, la historia de un hombre que trabajaba muy duro para
construir un edificio y tiempo después no pudo entrar al edificio que él mismo
había construido.
Acercarme a la vida del
maestro Curet Alonso me ha llevado a pensar que aquellas personas que
admiramos, así no las hayamos conocido, nos acompañan en los momentos más
difíciles. Digo esto porque una tarde del año 2012 llegaba de
visitar en la clínica a mi abuelo, y descubrí al cantante y bailarín
Roberto Roena y su Apollo Sound, con su tema “Marejada Feliz”. Recuerdo que lo
primero que me aprendí fue “Su pelo color del azul y sus ojos azul del
mar, son dos cosas que en la vida yo nunca podré olvidar”. Aquellos versos
describían al señor Luis Alberto, mi abuelo, pues sin saberlo esa tarde en
medio de la letra ya me estaba despidiendo de sus ojos y su hermoso cabello,
pues al otro día murió. Cuando los días pasaron y pude controlar un poco mi
dolor busqué al compositor de “Marejada feliz”. Mis manos temblaron cuando
leí el nombre de don Tite Curet.
Esa tarde, al descubrir
su composición, prometí escribir sobre aquel hombre que compuso y amó el
vallenato sin ser colombiano, o “sin necesidad de ser Gabriel García Márquez”,
como él mismo decía. Prometí que hablaría de aquel hombre que le cantó a Puerto
Rico hasta sus últimos días. Esa tarde tuve la certeza de que le haría un
homenaje a aquel compositor que conquistó al mundo escribiendo en sus versos
más verbos que adjetivos.
El maestro y gran
compositor boricua Catalino Tite Curet Alonso pasó sus últimos días en el
hospital Sinaí, de Baltimore, debido a problemas cardiacos y de circulación.
Murió el 5 de agosto de 2003, al lado de su hija Hida Curet y sus
nietos. Se había radicado en Estados Unidos dos meses antes. Este
lamentable suceso ocupó la primera plana en el corazón de los amantes de la
poesía y las canciones inolvidables, noticia que nunca ha sido parte de un
periódico de ayer.
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FUENTE: https://www.elespectador.com/noticias/cultura/tite-curet-alonso-nunca-sera-un-periodico-de-ayer-articulo-903882 / EL ESPECTADOR / FEBEREO 10 DE 2020 / BOGOTÁ
Edición Número 118, Girardot, Febrero 11 de 2020
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