Edición Número 88, Girardot, Julio 22 de 2019:-MAGNICIDIOS
Edición Número 88 Girardot, Julio 22 de 2019
MAGNICIDIOS*
Magnicidio es, según la academia de la lengua,
<<Muerte violenta a una persona muy importante por su cargo o
poder>>. En la pequeña tertulia semanal, con mis viejos amigos, se puso
el tema de cuál había sido el más relevante. La discusión de si lo eran los
asesinatos de Lincoln, Kennedy, Mahatma Gandhi, el del archiduque Fernando de
Austria o el de Gaitán, Rafael Uribe Uribe, Galán o las ejecuciones de Babeuf y
Robespierre alargaban indefinidamente el tema. Todos los argumentos eran
sacados de revistas de historia como Clío,
Credencial y otras. Al fin se llegó
al consenso de que era el asesinato de Julio César el más sonado, estudiado,
filmado, más puesto en escena y desbordado, con las constantes y profusas
biografías recurrentes sobre el <<dictator>> romano.
El filme Julio César, basado en la obra de Shakespeare,
con Marlon Brando como Marco Antonio, james Mason como Bruto, gravitó todo el
tiempo en la conversación, lo que demuestra que gran parte de nuestra cultura
es Made in Hollywood.
Las frases <<Y tú también, hijo mío>> o
<<Et tu Brutus>>, que pronunció Julio César al reconocer entre sus
asesinos a Marco Antonio Bruto, hijo de una de sus amantes, se ha hecho popular
ante la ingratitud de una persona querida. Uno de los concurrentes, un ex
seminarista, las citó en latín. Otro lo corrigió recordando que la frase había
sido dicha en griego, pero no pudo recordar cómo era en ese idioma. Quise
lucirme y dije que Borges tenía un minicuento en donde un estanciero reconoce
entre los asesinos que sacan los puñales para matarlo a uno de sus ahijados y
exclama:
<<Pero che, ¿y tú también?>>, y terminaba
Borges << y así se repitió una escena>>.
Para qué dije eso. Salieron a relucir los computadores
y no solo no apareció esa frase sino un texto de <<Frases que Borges
nunca dijo>>.
Aprendí la lección: nunca hay que citar a García
Márquez o Borges sin tener el texto enfrente pues sino los expertos te
aniquilarán.
Cambié de tema y planteé hablar sobre los magnicidios
no logrados, como el atentado del 25 de septiembre de 1828 contra Bolívar.
De los mejores escritos sobre el hecho se cuentan Los
septembrinos y El Prometeo criollo, de Alberto Miramón, libros que alguna vez
tuve en mi biblioteca pero que las mudanzas y la vida los extraviaron. En el
primero de los libros trazaba perfiles de los conjurados Luis Vargas Tejada,
Mariano Ospina Rodríguez y Florentino González, y también el de Manuelita
Sáenz, <la libertadora del Libertador>, como la bautizó Bolívar.
En el segundo de los libros se recalcaba la honda
tristeza en que cayó Bolívar, la cual precipitó su muerte. En la
correspondencia con Manuelita se encuentra esa onda depresiva, pero en sus
cartas a Páez, Montilla y otros, amigos y aliados, no lo expresa, pero se
presiente.
<<Vámonos, volando, aquí no nos quieren>>,
le dijo Bolívar a su criado, mientras este sostenía <<el pocillo con la
infusión de amapolas con goma>>, nos dice García Márquez al comienzo de El General en su laberinto. En la novela
nos presenta a un Bolívar anímicamente muerto.
Otro gran aporte literario, no histórico, nos lo da el
novelista barranquillero Jaime Manrique en su libro Nuestras vidas son los ríos (2006), una estupenda biografía
novelada de Manuelita Sáenz. El libro originalmente escrito en inglés, relata
las melancólicas relecturas que hace Manuelita en su destierro en Paita, Perú,
de las amargas cartas del Libertador después del atentado.
Anoto que la tesis de que Bolívar se convirtió después
del atentado en prácticamente un muerto en vida me la sostuvo el historiador
Claudio Ropaín hace muchos, larguísimos años, tesis que he revivido mientras
escribía este artículo.
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*REVISTA LATITUD DE EL HERALDO/ 23.07.2017/ REVISTA # 1752
**Escritor y profesor colombiano.
Edición Número 88, Girardot, Julio 22 de 2019
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