Edición Número 43, Girardot, Noviembre 12 de 2018:-ABAJO LAS ARMAS!
Edición Número 43 Girardot, noviembre 12 de 2018
ABAJO LAS ARMAS!
POR
SANTANDER A. GALOFRE*
SANTANDER A. GALOFRE
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Piedad y misericordia
infinitas para las naciones y los pueblos, para las sociedades, para esa
condensación tan omnipotente y poderosa encarnada en nuestras mujeres y
nuestros hijos.
Que haya, como en las épocas
evangélicas, la gran simiente, la única semilla prolífica y fecunda: el amor de
todos para todos. Que surja, como en los tiempos de Cristo, la palabra sublime:
¡la del perdón!
Ninguno tiene derecho para matar. Que
quede por lo mismo y para siempre proscrita todo lo que en la humanidad sea o
pueda ser labor de destrucción.
Tenía yo a mi lado a la noble y
abnegada compañera de mi vida, y el niño, como pájaro de luz, interrumpía mi
tarea con sus primeras palabras infantiles, y me arrancaba a cada instante la
pluma de la mano.
-Para
qué escribes?
-algún
día, cuando seas hombre, leerás estas líneas, y sabrás entonces que el odio es
el más vil de los sentimientos, y la venganza la más innoble de las pasiones.
Al terminar la lectura del libro,
surgió repentinamente en mi memoria el recuerdo doloroso de la frase de
Rousseau.
Y en la sociedad aislada del pensamiento, me decía: Si un hombre como Juan
Jacobo, que por su influencia decisiva en el espíritu de ciertas generaciones
puede considerarse como un genio, no tuvo inconveniente para decir que una pistola es también una razón, ¿qué
podremos esperar de aquellos en los cuales el arado intelectual no labró ningún
surco, y que juzgan y creen que un cañonazo es el mejor de los argumentos, y
una puñalada la más santa de las oraciones?
Para ellos una bofetada es una idea en
acción, y disparar una bala, poner un pensamiento en marcha.
Después de la lectura de la obra
esencialmente hermosa y bellamente humana de la grande y noble austríaca, la
baronesa de Suttner, contemplaba yo los ojos de mi mujer preñados de lágrimas,
y brotó de sus labios esta frase: “Todas esas angustias, todos esos dolores,
todos esos tormentos, los ha experimentado mi corazón. Piedad para nosotras.
¡Sencillamente piedad!
Y desfilaban ante mí, evocadas por el
poder misterioso del pensamiento, las escenas conmovedoras, sangrientas y
terribles: Solferino y Magenta, la guerra cruel contra Dinamarca, Custozza y
Sadowa, Sedán y Strasburgo, y los episodios de las hienas de la Comuna.
El duelo y el luto en todos los
hogares; la miseria como soberana absoluta de los pueblos; la desolación
produciendo el hambre como fruto supremo; las naciones, una contra otras, en
labor intacta de devastación; el incendio como fulguración roja en las granjas;
la requisa y el robo como explotación legítima; la gran segadora, la muerte,
cosechando cadáveres; los heridos, abandonados en los grandes campos de lucha y
acción, agonizando sin saber por qué agonizan, muriendo sin saber por qué
mueren, sintiendo en sus heridas la tarea destructora del gusano y la ola
invasora de la carne corrompida; la blasfemia, la frase sacrílega que sale de
los labios del moribundo, pidiendo como consuelo supremo la muerte; las
granadas de siniestras estelas y resplandores describiendo la curva pérfida y
maligna estallando en el aire para eliminar las espigas humanas, y excavando en
muchas ocasiones la tierra, antes de matar y herir, como para decir a los
hombres: abiertas están las fosas sombrías; las vírgenes de rodillas implorando
a Dios, elevando al cielo la plegaria eterna, con los labios convertidos en
ascuas por los mordiscos del violador, y haciendo brotar entre lágrimas y
sollozos las frases candentes de corte bíblico: Señor! Soplan sobre nosotras
tempestades de estupro, y lloran millares de mujeres sentadas del lado del
Aquilón; doncellas y viudas estranguladas por la miseria y aceptando por un
óbolo de hambre la caricia brutal del matador; la aniquilación completa del
ahorro y de la riqueza; los sabios y los pensadores siendo máquinas de
destrucción; todos los instintos salvajes del odio; el exterminio como ley
máxima, todas las angustias, todos los tormentos y todos los suplicios desfilan
en esa obra Abajo las armas, de la
baronesa de Suttner.
Sí, abajo las armas; y que sea para siempre.
¡Si la baronesa de Suttner, en lugar de
tener, como tuvo, a la vista el terrible choque de naciones contra naciones, de
pueblos contra pueblos, de razas contra razas, hubiera tenido ante sus ojos la
barbarie y el salvajismo de la guerra civil! El padre matando al hijo, el hijo
matando a la madre, el hermano asesinando al hermano, desencadenada toda la
furia de las pasiones y rotos los más sagrados y queridos lazos de la sangre,
cómo habría sido de trascendental y divino aquel grito, aquel clamor del viejo
militar en su lecho de muerte:
¡La
guerra! ¡Maldita sea!
Ibagué,
Enero de 1908
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*GIRARDOT/ GIRARDOT, NÚMERO
27/ 1908
NOTA: Tras conocer
los resultados de la guerra, la aborrece. Que esto sirva, tal vez, para cesar
el odio. Santander A. Galofre, fue General del ejército, combatió al
lado del General Rafael Uribe Uribe, durante la guerra de los mil días. Terminada esta, sentó
sus reales en Girardot, donde se convirtió en uno de los referentes políticos del partido liberal, vivió luego en
Ibagué. Otro líder liberal, Francisco de A. Salive lo definió: “….peñón musgoso
hecho carácter….frondosa encina política y social.”
Edición Número 43, Girardot, Noviembre 12 de 2018
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