martes, 18 de septiembre de 2018

Edición Número 33, Girardot, Septiembre 18 de 2018.- COMPENDIO DE HISTORIA DE MÉXICO


                                                            Edición Número 33, Girardot, Septiembre 18 de 2018





COMPENDIO DE HISTORIA DE MÉXICO



POR LUIS PÉREZ VERDÍA

[LUIS PÉREZ VERDÍA (1857-1914), abogado maestro, diplomático e historiador. Entre sus obras se encuentran los Apuntes para la guerra de independencia en  Jalisco (1886), la Historia particular del Estado de Jalisco (1910) y el Compendio de Historia de México (1883) con una larga vigencia como libro de texto en escuelas secundarias. De esta obra hemos tomado un párrafo que expresa una de las versiones más extendidas.]*





1847. Territorio perdido por México en 1847
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Durante la administración del señor Herrera se declaró la guerra a los Estados Unidos, cuyo suceso es una de las más odiosas injusticias que por la fuerza  han cometido con México las naciones poderosas.

Como lo llegó a prever el conde de Aranda, los Estados Unidos habían tratado de extender sus dominios, a  cuyo efecto adquirieron poco a poco por diversos títulos la Luisiana, las Floridas y el Oregón y aún no satisfechos, trataron de ocupar a Texas. Ofreció el ministro Poinsset comprar al gobierno aquel Estado en 1825 y 1827; y aunque volvió a ofrecerse de nuevo un arreglo, lo rechazó México, de suerte que entonces aquella gran nación adoptó otra vía, que siendo menos directa era, sin embargo, mucho más infame.

Procuró  primero insurreccionar a los colonos contra toda justicia, favoreciéndolos como queda dicho, hasta el grado de hacer que el general Gaines ocupara con sus tropas a Nacogdoches en plena paz, invadiendo de esta suerte el territorio nacional. Reconoció luego la independencia de Texas y celebró enseguida con la nueva república un tratado con fecha 12 de abril de 1844, en virtud del cual quedaba anexada a la Unión,  con cuya conducta ofendió tan gravemente a México, que el ministro D. Manuel Eduardo de Gorostiza pidió sus pasaportes y cortó relaciones.

Las cámaras americanas reprobaron el tratado de anexión celebrado con Texas, tan inicuo así era; pero obstinado aquel gobierno en la idea, sólo varió de medio, pues hizo entonces que en la cámara de diputados se propusiera fuese agregado a la Unión dicho territorio; y como fuese aprobado en 1° de marzo de 1845, por una mayoría de veintidós diputados y únicamente de dos senadores, quedó consumada la iniquidad. No contenta aún aquella potencia, le dio al nuevo territorio una extensión que geográfica y políticamente jamás tuvo, haciéndolo lindar con el río Bravo del Norte, de tal suerte que cuando del modo más contrario al Derecho Internacional violaba las fronteras mexicanas introduciendo sus ejércitos hasta las riberas del Bravo, fingía hipócritamente creer que era México quien violaba las suyas, para de esa suerte de agresor que era, convertirse en agredido. Por estas causas se declaró la guerra entre las dos repúblicas a mediados de 1845.






Todavía fingieron los Estados Unidos querer la paz y nombrar a Mr. John Slidell, ministro plenipotenciario en México; mas porque no se le quiso recibir como a tal,  sino sólo como a enviado especial y extraordinario, supuesta la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los dos países, llegó a decirse que el gobierno mexicano no quería la paz.

El presidente Herrera, con grandes  dificultades, pues la escasez de recursos era tal que las rentas eran insuficientes en un 23 por 100 para cubrir las solas necesidades ordinarias de la administración, reunió un cuerpo de tropas de seis mil hombres que a las órdenes del general Paredes Arrillaga, salió para el norte; pero movido éste por bastardas ambiciones, se pronunció en San Luis Potosí el 14 de diciembre de 1845 y, dando la espala al enemigo extranjero, volvió sobre la capital, donde por haber secundado el plan la guarnición, entró triunfante el día 2 de enero siguiente.

Tomó la presidencia D. Mariano Paredes Arrillaga, quien habiendo pretextado que la administración del señor Herrera no atendía la campaña extranjera con el cuidado que reclamaba, no por eso se ocupó más de ella; pues adicto a la forma de gobierno monárquica, trató de establecerla en aquellos tan críticos instantes, emprendiendo negociaciones en favor del infante don Enrique, hermano del esposo de doña Isabel II y fomentando los odios de los partidos políticos precisamente cuando la unión de los mexicanos era más necesaria. De acuerdo el gobierno español con el partido conservador le ayudó eficazmente a realizar sus propósitos invirtiendo el ministro de aquel reino más de cien mil pesos en intrigas políticas. El mismo día 1° de enero volvió el Estado de Yucatán a separarse de la república porque el gobierno no respetó las bases; de inmediato se reanudaron las buenas relaciones. En diciembre siguiente se pronunció Campeche proclamando la neutralidad del Estado en la guerra americana, pronunciamiento innoble y egoísta que fue secundado por los indios armados  al efecto por los separatistas y que triunfó fácilmente aunque dejando en Yucatán regueros de sangre y la semilla fecunda de la guerra de castas que tantas desgracias habría de producir allí, en México, una dificultad política más y en la historia una página de ignominia.

Se convocó un Congreso, se fundó un periódico monarquista llamado El Tiempo, a la vez que Slidell volvía con sus pretensiones de ser recibido como plenipotenciario que de nuevo fueron rechazadas y se mandó un ejército a Matamoros,  mandado por el general don Pedro Ampudia.

No podían ser peores las condiciones del país para proveer a su defensa contra el extranjero, hay que decirlo con dolor: gobiernos inestables; completa penuria; un ejército desmoralizado y corrompido, sin organización ni disciplina y sin un solo jefe capaz; los partidos políticos efervescentes e implacables; el clero egoísta y el pueblo frío. Circunstancias funestas que originaron necesariamente la catástrofe, ¡enseñando a la nación que el patriotismo debe ser la primera virtud de todo pueblo que quiera vivir y ser respetado!...

De esta suerte quedaron los Estados Unidos dueños de aquella considerable parte de nuestro territorio, sobre cuyo hecho se expresaba así el distinguido estadista americano Mr. Henry Clay, en su correspondencia con Mr. Channing: “Hay crímenes que por su enormidad rayan en lo sublime; la toma de Texas por nuestros compatriotas tiene derecho a ese honor. Los tiempos modernos no ofrecen ejemplo de rapiña cometida por particulares en tan grande escala”.

El historiador Bancroft declara a su vez “que el gobierno de los Estado Unidos no tuvo la razón de su parte; tal es el veredicto de todas las naciones civilizadas y esto lo han reconocido los mismos ciudadanos americanos”.
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*FUENTE: Mexicanos y Norteamericanos ante la guerra del 47/ Josefina Vásquez de Knauth/ Primera edición en la colección SEP/SETENTAS: 1972/ Secretaría de Educación Pública/ México/ “LA IMPRESORA AZTECA, S. DE R. L. /15-III-1972





Edición Número 33, Girardot, Septiembre 18 de 2018



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