sábado, 24 de febrero de 2018


Edición Número 15, Girardot, Febrero 24 de 2018 – (III) UN DÍA SIGUIENDO A JORGE ELÍECER GAITÁN


                                                            Edición Número 15, Girardot, Febrero 24 de 2018


(III)
UN DÍA SIGUIENDO A JORGE ELIÉCER GAITÁN




Jorge Eliécer Gaitán
1951. EL DIARIO de Girardot



POR CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO
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Comenzó la tanda de oradores. Don Luis Achury, presidente del Sindicato ferroviario de Girardot, a nombre del liberalismo de la Ciudad de las Acacias, dio la bienvenida a los ilustres visitantes,  ofreciendo la imponente manifestación como grata recordación del importante hecho.

El candidato Darío Echandía, notoriamente emocionado, con palabras vibrantes hizo pública su gratitud por el homenaje presente, pasando a exponer la labor del gobierno lopista y la intención de continuar las reformas, desde el solio presidencial. Hizo el elogio de las masas trabajadoras y ponderó la necesidad de continuar luchando a fin de obtener las reivindicaciones que con justicia esperan. Su discurso fue calificado de maravilloso e interrumpido cientos de veces por atronadores aplausos y aclamaciones a la administración López, a Echandía y a Gaitán.

Un espontáneo liberal, muy conocido, el señor Miguel Ferreira, quiso ocupar la tribuna, se le dejase hablar, al parecer para dar fe de su credo echandiísta, pero las masas presentes no le dieron la oportunidad, por ser conocido de derechas. El entusiasmo era desbordante. Numerosas representaciones de todas las clases sociales, de los sindicatos ferroviarios y fabriles, de las ligas campesinas y los jefes políticos de mayor prestigio en la ciudad. Los oradores obtuvieron un triunfo resonante, el entusiasmo que reinaba era indescriptible.

Muchos, muchísimos, deseaban subirse al tren de la victoria Gaitanista; el estado de gracia Gaitanista era arrollador, como las olas de calor deseando un guarapo frío, bien frío, camisa a camisa, codo con codo… Gaitán es el hombre más famoso de Colombia. Escuchando los oradores que le antecedieron en el uso de la palabra, llegaban a su memoria momentos vívidos de su acercamiento con Girardot. A partir de las denuncias sobre la masacre de las bananeras en 1928 (crimen oficial, de acuerdo con dirigentes gaitanistas), que hizo inicialmente de estación de tren en estación de tren, desde Ciénaga hasta Bogotá, con deferencia por Girardot, recordaba la movilización y el apoyo unánimes de los liberales girardotenses que voto a voto, de manera decidida, valiente y rebelde, lo ungieron diputado por el partido liberal, no de Colombia, sino de Girardot, sí, de Girardot, a mucho honor; fue su primer compromiso por elección popular y cada vez que su verbo encendido disparaba discursos anti oligárquicos, su bautismo liberal se convertía en notas de agradecimiento por el pueblo que seguía a pie juntillas sus sentencias. Todos eran Jorge Eliécer, su pasión política. El amor de los gaitanistas y el odio de las élites y las roscas serviles eran círculos que se reproducían donde quiera que estaba. Combatía el odio y enaltecía el afecto popular de los humillados y ofendidos, deseosos de liberarse de las oligarquías bipartidistas.

En estos tiempos, pensaba, o se está del lado del pueblo o del lado de la oligarquía, que poco a poco va juntándose de conservadora a liberalconservadora. En siete años de gobiernos liberales (desde 1930) he visto, lentamente, un imperceptible interés por liderar procesos entre pocos y peores, quizás explicable acercamiento, de uno y otro lado, pero sin consolidarse plenamente debido a cincuenta años de oprobio hegemónico conservador católico que horadó en la conciencia popular, cárcavas del tamaño de un universo, suficientes para no olvidar fácilmente por los liberales; luego, los pobres del conservatismo estarán del lado de los liberales para hacer causa común y cuando se unan no habrá diques soportantes para detener la ignominia. A menos que…

Cuarenta voladores tronantes como pequeñas bombas de pólvora retumbaron en el Camellón del Comercio, la fiesta liberal echandiístagaitanista continuaba atronadora, no existía espacio para la tristeza; se decía que habían sido confeccionados en Flandes, muy especialmente para este evento, más concurrido que las fiestas de enero. Gaitán, Gaitán… Echandíaaaa… En realidad parecía que celebraban como si estuvieran en la noche de las elecciones o en el palacio de la Carrera. El orgullo digno de Gaitán, le permitía gozar de los sentimientos de rebeldía inmanente de las masas populares en el tránsito hacia el poder político, que comenzaría a solucionar contradicciones, cien apenas años de oprobio.

En el silencio profundo de la noche, Gaitán escuchó los aplausos que aplanaban el pesimismo centenario, y creyó escuchar que su nombre era mencionado por el entusiasmo de 10.000 gargantas, no entendía que lo reclamaban para su discurso de cierre de tan extraordinario encuentro de masas.

El hombre en cuya garganta está el grito de las muchedumbres maldiciendo las oligarquías, su indignación y su cólera, su murmullo de padre y madre arrulladores de la honra de lo mejor de su partido y su país. El gran partido liberal, ese que es la salvación para no llegar a la sima de la iniquidad. Dentro de su partido, batallando contra las miasmas de quienes lo deshonran y contratacan por defender sus privilegios, intentando sepultar su glorioso pasado de idealismo, altruismo y esa larga lucha contra el oprobio y la sinrazón de un régimen sin entrañas. Creyó escuchar la expresión.… Partido Liberal, para que dos segundos después su mirada de guerrero se cruzara con el palpitar de la muchedumbre, disponiéndose una vez más a continuar el trabajo que el destino le endosó. Jorge Eliécer Gaitán, se disponía a hablar.




1945. Caratula de GAITAN, de Milton Puentes



Edición Número 15, Girardot, Febrero 24 de 2018

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