miércoles, 25 de octubre de 2017





Edición Número 7, Girardot, Octubre 25 de 2017 – LUIS EDUARDO CALDERÓN





                                                           Edición Número 7, Girardot, Octubre 25 de 2017    





                                          CALDERÓN


Luis Eduardo Calderón nació en Girardot (Cundinamarca), el 5 de septiembre de 1941 y falleció el 5 mayo de 2014 en Girardot. Casado con Gloria Inés Muñoz el 25 de noviembre de 1962, en Flandes (Tolima); de esa unión hubo tres hijos: Nancy, Aracely y Luis Alberto.
Ingresó joven a la fábrica de ladrillos FLAM, ubicada en Ricaurte, municipio próximo a Girardot, en donde por su capacidad de trabajo, sensibilidad política y social, rápidamente se convirtió en líder y dirigente sindical, por un periodo de 18 años. Una vez retirado de FLAM, su labor política y social recibió el apoyo de sectores populares, siendo por cuatro (4) periodos concejal de Girardot, tres (3) veces diputado a la Asamblea de Cundinamarca y Representante a la Cámara por Cundinamarca.

Las fotografías corresponden al archivo familiar Calderón Muñoz



1991. Representante a la Cámara


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EL LEGADO DE LUIS EDUARDO CALDERÓN

POR EFRAÍN PASTOR NIEVES

Luis Eduardo Calderón* era esencialmente un hombre decente y coherente, de principios y convicciones, de palabra y acción. Un revolucionario en todo el sentido de la palabra: rebelde, libertario, humanista y de buenas costumbres. Igual en la vida pública que en la privada. Un hombre integral. Su vida de luchador por las causas sociales populares se enmarca en la historia del país, la Región, de Cundinamarca y Girardot. Hace parte de ella, porque fue un protagonista de primera línea de nuestra historia.
Por eso, dejó una huella indeleble en la conciencia de las gentes que lo conocieron, que lo siguieron, que votaron por él. Esa huella es su legado político, que construyó con la fuerza del ejemplo, y que hoy nos queda a los girardoteños como una evidencia de que es posible ser mejores, ser honestos y ser libres.
La vida misma fue tallando en Calderón una personalidad recia, de carácter, con alguna rudeza en el actuar cuando se trataba de oponerse a las injusticias y defender los ideales revolucionarios, sin ceder un ápice, sin transacciones de utilidad personal.
Todo empezó desde la cuna. Era hijo “natural”, criado sin padre, de un solo apellido. No pudo asistir a la escuela más allá de la primaria, por carencias básicas de su familia materna en materia económica. Tuvo que irse temprano al duro mundo laboral del rebusque,  y de adolescente se fue de trabajador a una fábrica de ladrillos para ganar un salario mínimo. Allí conoció las razones de la clase obrera, se relacionó con líderes sindicales que lo iniciaron en las ideas políticas que, desde entonces, defendería toda la vida.
La vida de obrero lo forjó como revolucionario. Se convenció de la necesidad de luchar por un mundo distinto, mejor, sin explotación y sin humillaciones en razón de la condición social. Ingresó al Partido Comunista, en el que encontró una verdadera camaradería, una escuela de formación política y una plataforma de acción revolucionaria, en la que se destacó y se convirtió en un importante líder popular, en virtud de sus capacidades y de su coherencia. Con Calderón se demuestra el postulado marxista de que “el hombre piensa como vive”.
Su formación de autodidacta fue extraordinaria. Como lo afirmara el escritor Máximo Gorky en su autobiográfica trilogía “Mis Universidades”, la vida de dirigente obrero le enseñó lo que la escuela y la universidad le negaron por fuerza de la condición social. Tuvo oportunidad de estudiar incluso en las escuelas internacionales de liderazgo en la antigua Unión Soviética y de estudiar el idioma ruso en el que podía expresarse básicamente.
Vino entonces su destacada vida de dirigente político partidista de izquierda marxista, su postulación como candidato a diferentes corporaciones colegiadas de elección popular: varias veces concejal de Girardot, Diputado a la Asamblea de Cundinamarca, Representante a la Cámara por Cundinamarca en representación del Partido Comunista, la Unión Patriótica y las distintas coaliciones electorales de sectores de izquierda e independientes que se forjaron en los años 70, 80 y 90. En todas esas dignidades Calderón se destacó por su verbo encendido, la oratoria, la seriedad de la argumentación de sus debates y alegatos, pero sobre todo por su talante democrático y su don de gentes. En el Calderón revolucionario cabe perfectamente aquello de “Lo cortés no quita lo valiente”.
En los últimos años, Luis Eduardo Calderón, como miles de viejos militantes de la izquierda, padeció la decadencia y el envilecimiento de la política y los partidos como fenómeno que azota a nuestro país al caer bajo el dominio perverso de las mafias del narcotráfico y la corrupción. La desaparición de la escena electoral y política de organizaciones sindicales como la CSTC y el Partido Comunista, que perdió la personería propia, y el aparecimiento de organizaciones más abiertas, democráticas y complejas como  la CUT y la Unión Patriótica, ilusionaron de nuevo el alma revolucionaria de Calderón. De nuevo fue candidato y nuevamente defendió la legitimidad de la participación de la izquierda en los procesos electorales y parlamentarios.
Pasada la noche negra de la exterminación de la UP, surgieron nuevas opciones democráticas, como el Polo Democrático Independiente, Alternativa Democrática y el Polo Democrático Alternativo, y allí estuvo de nuevo Calderón en primera fila enarbolando las banderas democráticas de la renovación. Siempre buscando alianzas y trazando estrategias de unidad en función de la paz y la convivencia democrática. Siempre apostándole a las vías democráticas, políticas, del cambio social.
Desde luego, en estos años últimos de su vida participó activamente en las luchas sociales y populares de los girardoteños, en los procesos de unidad, en los proyectos de integración regional, en la campaña de alfabetización, en la defensa de los usuarios de la salud y de los servicios públicos domiciliarios, en la mesa de competitividad, en los debates públicos, en los medios sociales.
Luis Eduardo Calderón gozaba del aprecio, el respeto y la admiración, como se dice, de tirios y troyanos, porque con él se podía tener diferencias y contradicciones, se podía debatir y discutir; pero no se podía pelear, porque ese era un verbo que él no dejaba conjugar en su presencia.
Girardot le debe a su hijo ilustre, Luis Eduardo Calderón, un homenaje eterno a su memoria de luchador por la unidad, la democracia y la justicia social, que debe quedar como legado para las generaciones que vendrán.
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* Periódico EL DEMOCRATA, Girardot, mayo de 2014



Diputado Asamblea de Cundinamarca




















         Luis Eduardo con Silvia Gechem de Nieto









 Durante su estadía en Moscú




De derecha a izquierda, José Alejandro Aljure Salame, Luis Eduardo Calderón y Rafael Uribe


                                                                                                  Edición Número 7, Girardot, Octubre 25 de 2017



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