domingo, 29 de diciembre de 2019

Edición Número 114, Girardot, Diciembre 29 de 2019:-ÁLVARO CEPEDA SAMUDIO: EL MODERNISTA


                                                            Edición Número 114 Girardot, Diciembre 29  de 2019




ALVARO CEPEDA SAMUDIO: EL MODERNISTA



POR EFRAÍN VILLANUEVA*



El 'Nene' Cepeda.
Vanguardista e iconoclasta.

EL HERALDO


En uno de los ejemplares de abril de 1984 de la revista semanal L´Express, de Francia, apareció un artículo titulado “Papá Álvaro y sus hijos”. En él, el crítico Patrick Thévenon propone a Álvaro Cepeda Samudio como el precursor olvidado del boom latinoamericano. Cepeda Samudio nació en 1926 en Barranquilla, la región del realismo mágico de García Márquez, la ciudad por la que el mundo entró a Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX.

Algunas menciones biográficas afirman que Cepeda Samudio vino al mundo, en realidad, en Ciénaga, un pueblito de calles polvorientas a una hora de Barranquilla. En el prólogo de Todos estábamos a la espera (El Ancora Editores, 1993), el escritor Alfonso Fuenmayor afirma que, ante la confusión de su lugar de nacimiento, Cepeda respondía con alguna expresión <<nada enfática y se diría que deliberadamente equívoca>>. Fue la viuda Sara Samudio, la madre del escritor, la que le pidió a Fuenmayor «Tienes que rectificar esa mentira. Álvaro no nació en Ciénaga; es tan barranquillero como tú».

En 1954, Cepeda Samudio publicó Todos estábamos a la espera (Librería Mundo,1954), su primer libro de cuentos basado en vivencias personales durante los años que estudió periodismo en la Universidad de Columbia, en Nueva York, entre 1949 y 1951. La publicación de este libro es un reflejo de su personalidad desparpajada. Fuenmayor asegura que el libro estaba listo desde mucho antes, todos «los cuentos revisados y corregidos minuciosamente [...] los amigos de Álvaro casi nos los sabíamos de memoria de tanto leerlos y releerlos. Pero nada que el libro se publicaba». Para García Márquez, los cuentos de este libro ni siquiera deberían existir no solo porque no concibe cómo una persona con un «desorden ambulante, atropellado y vital» como el de Cepeda Samudio podría terminar sentado frente a una máquina a escribir y editar. Pero también porque, de no ser por Fuenmayor y Germán Vargas, los originales se habrían extraviado en la guantera de un carro que Cepeda Samudio había vendido un año antes. En dos ocasiones, Cepeda Samudio recibió quinientos pesos de Rafael Bornacelli, su padrastro, para la impresión del libro. En ambas, la plata se convirtió en cervezas para él y su grupo de amigos para celebrar el hecho de haber conseguido el dinero para financiar el libro. A la tercera oportunidad, los quinientos pesos finalmente se usaron para la publicación.

Este combo de amigos no es otro que el Grupo Barranquilla, la tertulia intelectual de la que hicieron parte figuras culturales como el pintor Alejandro Obregón, nacido en Barcelona, pero criado en Barranquilla desde los seis años; el compositor, bailarín, pintor y diseñador de carrozas del carnaval Orlando Rivera, mejor conocido como ‘Figurita; el empresario Julio Mario Santo Domingo, quien años después y durante décadas sería el hombre más rico de Colombia y aparecería en la posición 108 de la lista de hombres más ricos del mundo de la revista Forbes (2011); el ya mencionado periodista y escritor Alfonso Fuenmayor y su padre José Félix, escritor, poeta y periodista; Germán Vargas, periodista barranquillero quien llevó a Cepeda Samudio al Grupo Barranquilla; Ramón Vinyes, escritor de Cataluña que serviría de inspiración para el sabio catalán de Cien años de soledad.

A Todos estábamos a la espera, su compañero de generación y futuro premio Nobel García Márquez lo saludó en las páginas del periódico El Espectador de Bogotá como «...el mejor libro de cuentos que se ha publicado en Colombia». El hecho de que García Márquez haya sido uno de los grandes amigos de Cepeda Samudio puede darles a sus palabras de elogio un tono de parcialidad. O tal vez le proporciona un mayor carácter.

Cepeda Samudio se inició en la escritura como periodista. En 1985, otro crítico francés, Jacques Gilard, recordado en Colombia por sus estudios sobre el Grupo Barranquilla, recopiló la obra periodística (1947-1955) de Cepeda Samudio en En el margen de la ruta (Editorial Oveja Negra, 1985). Se nos revela aquí a un adolescente que desde finales del bachillerato ya pretendía ejercer, a través de sus ensayos y escritos, una labor y una necesidad de opinar, especialmente sobre temas y situaciones que, a su modo de ver, fuesen en contra del progreso de la sociedad. Una muestra es "Un pequeño mensaje a un gran profesor", una carta publicada en 1947 en el extinto periódico El Nacional, de Barranquilla, en el que reflexiona sobre el poder del gobierno para ejercer la censura: Cepeda Samudio había sido advertido por uno de sus maestros que sus constantes ataques contra el Ministerio de Educación podían poner en riesgo su permanencia en la escuela.

Desde sus inicios en 1944, en EL HERALDO de Barranquilla, hasta 1972, en su trabajo como columnista y editor en el Diario del Caribe, Cepeda Samudio mantendría un tono crítico y directo en una Colombia que sufría de los malos manejos de un sistema gubernamental bipartidista. También tenía una visión de mundo e incorporaba a sus columnas temas de posguerra como el de la cuestión árabe-judía, la dictadura de Franco, el Plan Marshall, la Doctrina Monroe. Con su misma postura sin pelos en la lengua se permitía además usar el sarcasmo y el humor, como en su artículo titulado “Decadencias de las suegras”. Gilard afirma que siempre será preferible leer la literatura de Cepeda Samudio, pero que su periodismo <<interesa ante todo por ser fuente de datos sobre una trayectoria de escritor, también interesa por ser obra de un periodista ejemplar>>.

En Vivir sin fórmulas, la vida intensa de Álvaro Cepeda Samudio (Planeta, 2012), Claudia Bancelin nos cuenta que Cepeda Samudio trabajó para los Santo Domingo desde 1958 hasta su muerte. Durante ese tiempo no solo dirigió el periódico Diario del Caribe. Sino que también fue el creador de dos de los eslóganes publicitarios más recordados por los colombianos: “Águila, sin igual y siempre igual” y “Costeñita, tan buena la grande como chiquita”, ambos para dos de las cervezas que todavía se siguen bebiendo en el país. El Álvaro empresario también tenía creatividad.

Pero pocos rememoran su lado de hombre de negocios. Por el contrario, casi todos lo recuerdan por su alegría, por la fuerza de su presencia donde quisiera que estuviese, por la sencillez de vivir la vida como viniera. Entonces, no podía ser de otra forma, Cepeda Samudio nunca se preocupó por convertirse en un escritor de éxito. En el Festival Gabriel García Márquez de 2015, celebrado en Medellín, el periodista Enrique Santos Calderón dijo que Cepeda Samudio «se burlaba de la solemnidad de la vida. Vivía la vida como si no hubiera un mañana».

En octubre de 1972, Obregón regresa de Nueva York a Barranquilla con el cuerpo de Cepeda Samudio, quien murió por las complicaciones de una leucemia descubierta apenas tres meses antes. A su entierro, el 15 de octubre, asiste una multitud, la mayoría amigos.

Diez años después, en 1982, Daniel Samper Pizano escribió una evocación a Cepeda Samudio para la Revista Diners. Cuando llega la hora de hablar del funeral dice: «Teníamos la esperanza de escuchar de un momento a otro una risotada y que apareciera en su jeep el maestro con un vaso de whisky en la mano gritando 'parranda de maricones, les mamé gallo, era mentira, todos a la Tiendecita, al sancocho, carajo, qué corronchos son, por Dios'. Pero no pasó nada de esto. El maestro quedó allí en el prado, cubierto por un monte de coronas de flores». {L}


&&&&&&&

SOBRE EL VOLUMEN
La entrega en un único volumen de la edición crítica de la obra literaria de Álvaro Cepeda Samudio facilita la lectura integral del trabajo de un escritor que se caracterizó, ante todo, por los experimentos formales basados en la libre adopción -de los primeros en América latina- de técnicas narrativas complejas como las angloamericanas, francesas y rusas por un lado, y tan dispares, por el otro, como la periodística, la dramatúrgica y la cinematográfica.

Entregar a la atención del público internacional la edición crítica de la obra literaria del colombiano Álvaro Cepeda Samudio tiene tres significados primarios: facilitar el acceso al destinatario último para quien ha sido escrita: el lector; rendirle justicia a un autor, a una obra y a una entera vida dedicada a la actividad más inútil e innecesaria que exista en cualquier sociedad humana: el arte; contribuir a crear las condiciones objetivas para que obra y autor se confronten con el evento más significativo a nivel mundial en el campo literario de la segunda mitad del siglo XX: la Nueva Novela Latinoamericana. Y, en fin, que obra y autor encuentren una colocación definitiva en el ámbito de la cultura hispánica.

(Fabio Rodríguez Amaya: pintor y profesor titular de la Universitá degli Studi Bergamo, Italia. Coordinador, junto a Jacques Gilard, de la obra de la Colección Archivos.)
_____________________
*Efraín Villanueva: escritor barranquillero residente en Alemania.

REVISTA LATITUD # 1737 / LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO / 09.04.2017 / BARRANQUILLA - COLOMBIA / Textos y foto

Edición Número 114, Girardot, Diciembre 29 de 2019

**



*

No hay comentarios:

Publicar un comentario