Edición Número 81 Girardot, Junio 20 de 2019
TULIO VARÓN PERILLA*
POR CAMILO PÉREZ SALAMANCA**
El guerrillero rojo de caballo canelo
y espada sangrosa golpeaba todas las noches la puerta del cementerio
|
Fuente: Inquilinos del Novecientos |
Para: Mauro Huertas Rengifo, quien
transitó por estos textos
En público se decía que era un alma en pena, pero en
privado se sabía que era el Guerrillero rojo en su caballo canelo, con la
espada sangrosa, que llegaba a golpear todas las noches la puerta del
cementerio católico. Había nacido para guerrero, fue a la guerra y en ella fue
héroe cortando cabezas. Se hizo invencible en la batalla de la Rusia, donde se
dijo que había pactado su alma con el
demonio. Sus hazañas épicas y matanzas descomunales, lo hicieron una leyenda.
Unido a las guerrillas de Vidal Acosta, de Sandalio Delgado, Cantalicio Reyes,
Nicolás Cantor, Zenón Baraya y Helí Villanueva, descabezaron mil hombres del
gobierno contra el que guerreaban, en una sola noche. Tulio era su nombre y
Varón su apellido. Un infiltrado suyo en el gobierno de Manuel José Uribe y el
General Toribio Rivera, les informó, que diez mil hombres, en cinco batallones
harían cacería guerrillera en Doima, acabando cualquier vestigio de rebeldía.
Los batallones de dos mil soldados se distribuyeron así:
Por Gualanday atacaría el General Pompilio Gutiérrez,
por el camino del Papayo-Doima atacaría el Batallón Briceño al mando del
General Juan Aguilar, por el camino de Caldas (Alvarado)-Piedras, el batallón
al mando del General Nicolás Perdomo, por El Escobal caería el batallón del
General Toribio Rivera mientras que de Ambalema vendría el dirigido por Luis
Virgen González, <<El Moisés de Ambalema>> como le decían. La
estrategia militar gobiernista: <<barrido total sobre Doima, Caldas y
Piedras, sin dejar semilla>>. Tulio Varón y su estado mayor, al comprobar
que estaban cercados, armaron la estrategia leyendo el Manual de Guerrilla de
Avelino Rosas << El León del Cauca>> experto en guerra de
guerrillas, pues participó en Cuba al lado del General Antonio Maceo Grajales,
figura cimera de la libertad cubana, en la lucha de independencia de 1895. La
estrategia escogida, golpear al enemigo y huir, volver a golpearlo en otro
sitio, para agruparlo y romper el cerco. Los dos mil hombres del batallón
Briceño, emprendieron un viaje de once horas bajo un sol incendiario entre San
Luis, Guamo y Doima. Un vigía informó al guerrillero rojo, que un batallón de
soldados insolados, extenuados y hambrientos acamparían en salones y corredores
de los caserones de la Rusia Vieja y la Rusia Nueva. Tulio Varón dividió sus
cuatrocientos hombres en dos grupos. Les dijo: A las dos de la mañana cuando
estén bien dormidos, los atacaremos. Agregó: <<Vamos a entrar a los
campamentos sin camisa y sin hacer ruido. El que esté con camisa será hombre
frío>>. Los descamisados, con machete en mano, sin rastrillar un fosforo,
penetraron en los campamentos y salones donde roncaba el ejército conservador.
Muy pocos despertaron para presenciar su propio holocausto. El soldado Pulecio
que mató al General Juan Aguilar en el acto fue ascendido a Teniente. Durante
meses esa planicie estuvo adornada de calaveras.
El General Toribio Medina y su secretario de guerra en
el Tolima, ordenaron la cremación de los cadáveres. Dicen que la comisión
encargada, cagada de miedo al encontrarse un paisaje horripilante, solo
atinaron a escribir en la pared con un leño:
- <<Liberales matadormidos>>.
Semanas después Tulio Varón y sus macheteros pasaron
por aquel camposanto donde los <<rusios>> gallinazos parecían
danzar. Uno de los guerrilleros alfabetos vio la frase grande, se acercó y con
el mismo leño escribió: <<El que tiene enemigos no duerme>>.
Terminada la guerra se encontró en un puente sobre el
río Opia, cerca a Doima; escrito con letras azules:
-Collarejos: nos cogieron durmiendo, pero los vamos a
matar cagando.
En el otro extremo del puente y con letras rojas:
-Godos: ni durmiendo ni cagando, con los liberales es
peleando.
Tulio Varón quedó envalentonado por ese éxito de
guerra y con un ejército de borrachos, luego de su nuevo triunfo en la batalla
del Papayo, donde mataron a los integrantes de un pelotón o un batalloncito de
vigías y donde se bebieron los barriles de aguardiente de rentas del gobierno
que cuidaba la guardia del Papayo.
Cabecicalientes, decidieron atacar el cantón militar
de Ibagué. Avanzaron hacia la sede del gobierno regional sobre veloces
caballos. El primer combate se realizó en la calle dieciséis con carrera
quinta, donde los alzados en armas contra el gobierno se hicieron fuertes. Dos
jinetes expertos en enlazar ganado sobre el galope, como saetas subieron por la
carrera quinta con la tarea de enlazar el cañón que el gobierno tenía en la
calle 11 con carrera 5, listo para ser utilizado en caso de pánico. El cañonero
vio el galope de los jinetes y accionó su mecanismo. Hombres y caballos volaron
en pedazos por los aires.
Tulio Varón sobre su caballo canelo galopó por el
camellón del Carmen. Un hombre bajito, delgado y coloreto de apellido Echeverry
tomó un gras de la guerra de 1876 y lo tendió sobre el guerrillero rojo. El
héroe liberal cayó del caballo, retrocedió con pasos débiles, hacia la casa de
Manuel Segura. Al no poder entrar, dio unos pasos más y cayó frente a la casa
de Paula Bedoya. Se desangraba, cuando Echeverry y el <<jorobado del
Salado>> cayeron sobre el moribundo, con machete en mano.
Echeverry y el <<jorobado del Salado>> le
dieron una docena de machetazos.
Curiosamente, Echeverry era amigo del Coronel Arango
(Carne Chulo) que tiempo atrás se le sindicó de dar muerte al General Isidro
Parra. <<El jorobado del Salado>> vivía sobre el puente de Chipalo,
por los caminos al Salado y el Vergel, donde tenía un colmenar. Al conocerse la
noticia del jefe guerrillero, sus hombres huyeron hacia el norte. A los dos hombres
se les unió un ejército de conservadores, que separaron la cabeza del tronco
del difunto y la convirtieron en pelota, jugando con ella dando unos toques,
parecidos al futbol, mientras otros hacían fila para maldecir el resto del
cuerpo.
Monseñor Rojas, primer obispo de la Diócesis del
Tolima, prohibió el entierro del Guerrillero Rojo en el cementerio católico,
porque era ateo, liberal y eso era pecado. En la ciudad no había cementerio
laico. Sus restos peregrinaron a campo abierto, hasta que sus parientes lograron
sepultarlo en el cementerio laico de Facatativá.
Desde ese 21 de septiembre de 1901, los habitantes de
los barrios el Carmen y pueblo nuevo decían que se escuchaba un tiro de fusil y
del fondo del disparo salía el galope de un caballo, por el Camellón del
Carmen, con el Guerrillero Rojo con la espada sangrosa en la mano. Bajaba hasta
la quebrada <<La Hedionda>>, subía al galope por ese basurero
enorme, donde los inquilinos de la plaza de mercado lanzaban los desperdicios y
seguía al cementerio, que quedaba donde hoy está el pasaje Beltrán Herrera, el
centro comercial Los Panches y el edificio del Banco Agrario.
- Tulio Varón –decían en aquel tiempo- llegaba al
cementerio en su caballo que resoplaba, como si lo montaran los demonios. Se
bajaba del caballo en medio de huracanes, relinchos y aullidos de perros.
Caminaba hasta la puerta del cementerio y golpeaba el portón con ansiedad sin
que se abriera. Llegaba cuando las manecillas de los relojes anunciaban la
media noche. Se montaba de nuevo sobre el caballo y se volvía por la ruta por
donde había venido. Sin poder sepultarse.
Los ibaguereños hablaban de un alma en pena y
abandonaron las casas de esos lugares y hasta acusaron al obispo Rojas de ser
el culpable de la presencia de ese espanto por no haber permitido el entierro
del guerrillero liberal.
La leyenda se prolongó hasta 1910 cuando el nuevo
obispo Ismael Perdomo aconsejado por el gobernador Luis Virgen González, buscó
los terrenos para la reubicación del cementerio y encontraron como ideal los
terrenos del <<Culebrero>> en la carrera primera entre calles 12 y
13 donde años más tarde, la curia construyó el Hospital San Rafael, el mejor
hospital de caridad que ha tenido Ibagué en todos los tiempos, y donde hoy se
levanta la clínica Tolima.
En <<el Culebrero>> se reubicó el nuevo
cementerio y el alma en pena del General Tulio Varón, allí nunca llegó. La
última vez que se escuchó el relincho del caballo canelo, sus resoplidos de
huracán, fue por los días de la demolición del cementerio viejo. Se escucharon
los cascos por el camellón del Carmen –con pasos muy fuertes se fueron quinta
abajo buscando el camino de Doima o tal vez se fue a descansar a su tumba de
Facatativá. Donde los masones permitieron sepultar sus restos. La paz
espiritual tranquilizó a los cuerpos asustadizos de Santa Librada.
_________________
*CAMILO PÉREZ SALAMANCA,
nació en la China Alta Nereda del municipio de Ibagué, el 27 de febrero de
1949, ejerció la docencia entre 1975-1978. El periodismo desde 1974, hasta la
fecha. Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, Capítulo Tolima, 1981.
Cofundador de la Unión Nacional de Escritores 1980. Cofundador de la Academia
de Historia del Tolima 1986. Ha realizado investigaciones históricas sobre el
periodismo en el Tolima, y de Ibagué durante el siglo XX. Jefe de Redacción de
la Revista Tolima de la Contraloría Departamental, 1978-1996. Jefe de Prensa de
la Universidad del Tolima 1986-2004.
**INQUILINOS
DEL NOVECIENTOS/ CAMILO PÉREZ SALAMANCA/ EL QUINTETO DE IBAGUÉ (1) VOL.
204/ PIJAO EDITORES LTDA/ IBAGUÉ, TOLIMA
____________
LIBROS PUBLICADOS:
- Una canción sin ternura,
Cuentos 1980. Reportaje a la Universidad 1996. El país de Pedro Bronco, Novela
1997. Breviario del Periodismo Tolimense, Periodismo 1998. Ibagué: La ciudad
donde Dios leyó un poema, Compilación 2003. El rostro de Afrodita, Cuentos
2004. Inquilinos del Novecientos, Relatos 2007.
INCLUIDO EN LOS SIGUIENTES LIBROS:
1. Trece nuevos narradores
colombianos (Pijao Editores, 1978). 2. El estado de sitio y otras historias
(Carlos Valencia Editores y Grupo Gran Burundun Burunda 1980). 3. Premios de
cuento y poesía (Servicio Civil 1979).
4. Premios de cuento y poesía (Servicio Civil 1981). 5. En esta esquina (Taller
literario El Mohán 1994). 6. Poetas tolimenses (Pijao Editores 1987). 7.
Concurso de cuentos 1988,1989 (Coruniversitaria). 8. Cuentistas Tolimenses
Siglo XX 1989 (Pijao Editores 2002). 9. Compendio de Historia del Tolima (Academia
de Historia del Tolima 2003). 10. Manual de Historia del Tolima (Pijao Editores
2007).
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RAMÓN MARÍN <<EL
NEGRO>>*
POR CAMILO PÉREZ SALAMANCA**
Fuente: Inquilinos del Novecientos
Fue a la guerra por la
libertad
y el liberalismo lo dejó morir
de olvido
Para: Héctor Villarraga
Sarmiento
<<El Negro>> Ramón Marín se fue a la
guerra, ¡qué horror qué miedo!, <<El Negro Ramón Marín, tiene mil
macheteros, y ya sé que muchos van a morir>>, oyó Diosa, una calentana de
Honda, que le estaba apostando al corazón del General. Había llegado muy pollo
de Antioquia, a trabajar en las minas de los ingleses en Frías y Mariquita.
Allí llegó a ser capataz y como tenía don de mando, fue adquiriendo ascendencia
entre los trabajadores liberales. Negro, descendiente de esclavos, muy alto,
fornido, sus proezas en la guerra y en la cama, lo hicieron famoso. Jugaba con
el machete y todas las tardes al salir de la mina, ensayaban con palos como si
fueran esgrimistas en duelo. Ya había participado en la guerra de 1885
destacándose por su intrepidez y valentía. Admiraba a los políticos radicales
Nicolás Esguerra, Aquileo Parra, Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera.
Al estallar la guerra de los <<Mil días>>
en 1899, se incorpora con un ejército regular en el Norte del Tolima. Hizo
parte de la dirección Guerrillera del Tolima con Tulio Varón, Avelino osas,
Ramón Chávez, Sandalio Delgado, Vidal Acosta y Cesáreo Pulido. Consideraban a
Tulio Varón mejor comandante, y Avelino Rosas, <<El León del
Cauca>>, el mejor estratega. Peleó contra los gobiernos despóticos y a
favor de la libertad. En Honda dejó a Dioselina, en Mariquita a Tránsito, en el
Líbano amó a la negra Trinidad y a la Maicera, como llamaban a una antioqueña
de trenzas que le brindó el amor en la fiesta del corazón. Participó en varios
combates donde salió victorioso.
El guerrillero liberal
Ramón Marín, jefe de los rebeldes del Norte, capturó una banda de
abigeos que robaban ganado, para venderlo en Antioquia. Los abigeos estaban
dirigidos por el cuatrero Cristo de Jesús Salavarrieta (mucho nombre para un
goloso). Marín los envió a Honda para que fueran juzgados de acuerdo a las leyes.
Los forajidos dijeron ser liberales, y que les robaban a los godos, lo que
enfureció al negro, quien dijo <<mis tiros son por la libertad y no para
robar a los contarios>>. Dijo que
no toleraría los abusos de ninguna clase contra el contradictor, así fueran
<<godos come liberales>>, según registro del periódico clandestino
<<La Revolución>>, septiembre 2, 1901.
Asesinado su compadre Tulio Varón en la toma de
Ibagué, se regresó afligido al norte a reorganizar los ejércitos
desmoralizados, por la desaparición del caudillo de la espada y héroe de la
Rusia. Cuando había reorganizado las huestes revolucionarias del norte, una
noticia lo sacó de casillas: la guerra había terminado. ¡No hemos perdido la
guerra, para claudicar! No entendía por qué Rafael Uribe Uribe y Benjamín
Herrera se rendían con una ira tan
grande como su cuerpo, aceptó por disciplina y disolvió su ejército, quienes se
fueron de peones a las haciendas de los enemigos. Este hombre de Marmato, que
se declaró tolimense y peleó en la guerra, se fue al estanco a beber por la
derrota liberal. Vivió por la libertad, por la libertad fue a la guerra y el
liberalismo lo dejó morir de olvido.
Ibagué, 24 enero, 1998 – 8 de mayo 2007.
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*CAMILO PÉREZ SALAMANCA,
nació en la China Alta Nereda del municipio de Ibagué, el 27 de febrero de
1949, ejerció la docencia entre 1975-1978. El periodismo desde 1974, hasta la
fecha. Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, Capítulo Tolima, 1981.
Cofundador de la Unión Nacional de Escritores 1980. Cofundador de la Academia
de Historia del Tolima 1986. Ha realizado investigaciones históricas sobre el
periodismo en el Tolima, y de Ibagué durante el siglo XX. Jefe de Redacción de
la Revista Tolima de la Contraloría Departamental, 1978-1996. Jefe de Prensa de
la Universidad del Tolima 1986-2004.
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DEL NOVECIENTOS/ CAMILO PÉREZ SALAMANCA/ EL QUINTETO DE IBAGUÉ (1) VOL.
204/ PIJAO EDITORES LTDA/ IBAGUÉ, TOLIMA
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SANDALIO DELGADO*
EL GENERAL DE LAS DOS GUERRAS
QUE CREÍA QUE LAS FOTOS SE ROBABAN EL ALMA
POR CAMILO PÉREZ SALAMANCA**
|
Fuente: Inquilinos del Novecientos |
PARA: LUIS CARLOS DELGADO
PEÑÓN, UN LEGADO DE SANDALIO
Sandalio Delgado dominaba los ríos, lo mismo que
amansaba los potros salvajes. General de la guerra sin haber asistido a la
escuela; imbatible guerrero en la
llanura caliente donde, como fantasma, asaltaba los ejércitos patalimpios del
gobierno. Sandalio Delgado, Tulio Varón, Avelino Rosas, Vidal Acosta, Ramón Marín,
Cesáreo Pulido, Ramón Chaves, Heli Villanueva, Segundo Santofimio fueron
caudillos del máuser y jefes de peonadas ascendidas a soldados. Héroes de la
libertad para los rojos, diabólicos criminales para los azules. El gobierno los
cazaba a llano abierto, como si trataran venados. La iglesia los había retirado
del altar degradándolos a demonios humanos. A comienzos de la última centuria
del segundo milenio. Eran los estertores de la guerra que dejaría fuego para
todo el siglo.
Sandalio Delgado dejó en 1899 el encanto de ver parir
la tierra, recoger la cosecha y saborear la sandía de la estepa caliente para
ir a buscar la muerte. Afiló el machete, limpió los grases, alistó los peones
que creían en la libertad por el color y se perdieron en la llanura cuando se
inició la contienda, absurdo combate donde la pólvora fue lujo, el machete y la
audacia la tecnología. Los hombres de Delgado, bisoños y soñadores de utopías,
fueron a defender el rojo libertario del atropellador y arcaico azul. No sabían
de las intrigas que el poder central amamantaba en Bogotá, tampoco de los
podercitos lacayuelos de los jefes de Ibagué, que parecían sátrapas de
imperiecitos.
Aprendió el ataque -huye- ataque de la cartilla
guerrillera de Avelino Rosas que trajo de Cuba <<El León del
Cauca>>, donde fue combatiente de Maceo. Fue grande en Venadillo, Lérida,
La Sierra, Alvarado. El grupo de
Venadillo, lloró con lágrimas de niño el incendio de Piedra hecho por el
General azul Pompilio Gutiérrez. El Tolima no era por entonces arrocero,
algodonero ni cafetero, sino minero y panelero. Eran otros tiempos, otros
hombres, casi otra geografía, sin trenes, carros ni carreteras.
Sandalio Delgado no escribió la O en una pizarra, no
le hicieron una fotografía, pero donde ponía el ojo ponía a bala. Defendió al
Partido Liberal, a su bandera, no pidió canonjías ni sitial honorífico,
participó en todas las batallas del centro. Lloró como un niño el asesinato de
Tulio Varón y se llenó de odio por su descuartizamiento público. Cuando los
propietarios del Partido Liberal firmaron las capitulaciones en Chinácota,
Wisconsin y Neerlandia dijo: ¡Cobardes, entregando las armas nos vuelven carne
de cañón!
Meses después dijo en Venadillo, luego de las
ejecuciones de Ramón Chaves en Miraflores, Rogelio Chaves y Cesáreo Pulido en
El Espinal, que el tiempo le había dado la razón. Sandalio Delgado hablaba de
las arbitrariedades de la guerra, del decreto 1320 de 1902, con el cual el
presidente José Manuel Marroquín designó a Neiva capital del Tolima, por
insinuación del comandante de las fuerzas gubernamentales Toribio Rivera,
convirtiendo a Ibagué en cantón militar y al alcalde Natalio Moncaleano en un
firmón de los dueños de sables y uniformes azules.
Sin ser hombre de letra menuda se reía del decreto
1491 del 31 de diciembre de 1901 del jefe civil y militar Toribio Rivera, en el
que obligaba a los tolimenses que se trasladaban de un lugar a otro a tener
pasaporte, con el argumento que era una forma de evitar el tránsito de las
guerrillas liberales. El pasaporte era expedido por autoridades militares, con
permiso para movilizarse los días 1, 10, 20 de cada mes. Los permisos
especiales se concedían el 3, 13 y 23. El pasaporte de movilización en el
Tolima,, le era negado a los desertores y enemigos del gobierno.
Terminada la contienda Sandalio Delgado compró una
finca de nombre Lusitania, entre Venadillo y Alvarado. Volvió a cultivar la
tierra, a cazar venados y a comer sandía. Los detractores han dicho que en sus
borracheras de semanas maldecía a los señoritos del partido. <<Ganamos la
guerra en el Tolima a machetazos y al final los perdimos en unos papeles
firmados en la mesa de dos barcos, por los que aquí no pelearon>>.
Agregaba: <<Pa’ que putas se pelea, si se gana y los de arriba dicen que
perdimos>>. Desilusionado de las armas y el partido se retiró a los
cuarteles de invierno donde murió de viejo.
Setenta y cinco años después de terminada la
contienda, surgió en la política su nieto Luis Carlos Delgado, quien recordó al
guerrillero de la planicie caliente. Para los días del esplendor de Delgado
Peñón quisieron sus seguidores hacerle un homenaje al Guerrero de Venadillo con
un busto de bronce, pero al no saberse su rostro, un lambón compró en una
chatarrería a un Santander desportillado y en Venadillo se elevó a Delgado a la
categoría de Santander, aunque los contradictores decían que habían degradado a
Santander. Lo colocaron en el parque de los Venados, con discursos, concierto,
aplausos y coctel. Los conservadores y los opositores de Delgado
dijeron:<< Ni tanto honor, ni tanta indignidad>>. Luego de
discusiones, el busto de Santander sin bigote y con las patillas limadas, fue
trasladado con honores marciales a la casa de gobierno municipal, que por
acuerdo del Concejo se llamó<< Palacio Sandalio Delgado>> hasta que
otro Concejo por acuerdo la llamó <<Casa de gobierno municipal>> y
se quedó como testigo mudo del ejercicio burocrático de la localidad. Un
alcalde contrario a delgado, en venganza con la bancada Delgadista, que no le
aprobó un acuerdo, hizo trasladar al Santander degradado o al Sandalio Delgado
santanderizado, al colegio de bachillerato.
La oposición descubrió desconcertada que un profesor
de historia creó la cátedra Sandalio Delgado al que todos los jóvenes de
Venadillo le dieron la categoría de héroe nacional y todos los días en la
formación, le cantaban cuatro veces el himno nacional.
Maldiciendo la equivocación, el alcalde ordenó
arrancar el busto del colegio y guardarlo en los depósitos de chatarra de la
alcaldía con pedazos de carretillas de hierros torcidos.
En 1993, el cronista autor de esta historia, acompañad
de Alfonso Castellanos, el de <<Yo se quien sabe lo que usted no
sabe>>, entraron a los depósitos de chatarra, y encontraron el busto del
General Delgado, cagado su rostro por un gallo de pelea que estaba preso por
orden del alcalde.
Este cronista pudo verle el rostro cagado al General
Delgado, por la noche en sueños; lo vio cuando le decía: <<Al que le
cagaron la cara fue al General Santander>> y se lanzó al abismo del
onirismo para no permitir que los paparasis contemporáneos dispararan sus
cámaras, porque creía que este invento civilizador se robaba el alma y él no se
la iba a dejar quitar por una foto pendeja.
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*CAMILO PÉREZ SALAMANCA,
nació en la China Alta Nereda del municipio de Ibagué, el 27 de febrero de
1949, ejerció la docencia entre 1975-1978. El periodismo desde 1974, hasta la
fecha. Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, Capítulo Tolima, 1981.
Cofundador de la Unión Nacional de Escritores 1980. Cofundador de la Academia
de Historia del Tolima 1986. Ha realizado investigaciones históricas sobre el
periodismo en el Tolima, y de Ibagué durante el siglo XX. Jefe de Redacción de
la Revista Tolima de la Contraloría Departamental, 1978-1996. Jefe de Prensa de
la Universidad del Tolima 1986-2004.
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DEL NOVECIENTOS/ CAMILO PÉREZ SALAMANCA/ EL QUINTETO DE IBAGUÉ (1) VOL.
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CAMILO ACOSTA
POR CAMILO PÉREZ SALAMANCA
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Fuente: Inquilinos del Novecientos |
¿Mi padre, será mi padre?
o un minero del Pañuelo. Mi madre lo dijo, y yo no lo sé explicar
Para: Jorge Alfonso Gutiérrez Muñoz
Nací el veintisiete de febrero de mil novecientos dos, cuando todavía se
escuchaban los disparos de grases y fusiles de la guerra civil. Nací en la
hacienda de San Diego, de Don Rudesindo Torres, que con sus hermanos Heraclio y
Demetrio, habían peleado en la guerra de 1886 en el Batallón Vesga que organizó
en Ibagué el doctor Aníbal Galindo y José María Vesga y Santofimio.
La hacienda San Diego quedaba en un plan, un poco arriba de la ribera de
la quebrada El Pañuelo, que le decían más abajo, Chipalito. En la parte
occidental se construyó el barrio San Diego a mediados de 1953. En los sesenta,
los jóvenes de San Diego, Belén, Santa Bárbara y el 20 de julio jugaban futbol
todo el día hasta que los González, nuevos propietarios de lo que quedaba de la
hacienda, construyeron la urbanización La Sofía.
Antes de la guerra de los Mil Días, San Diego era una hacienda ganadera
y después de la guerra, (como) los ejércitos conservadores del gobierno, al
mando de Nicolás Perdomo, Toribio Rivera y Pompilio Gutiérrez, se robaron todo
el ganado de los Torres para poder mantener ese ejército de campesinos
ascendidos a militares.
Contaba mi madre que una vez fue a Ibagué (al centro) y desfilaba el
Batallón Briceño por la calle Real, iban para Doima o Gualanday. No se podía
romper la fila y había que esperar todo el tiempo, el paso del ejército. Eran
tantos los hombres, que decía ella, se puso a contarlos y se le acabaron los
números y siguieron pasando. El desfile comenzó a las 8 de la mañana y a la 1
de la tarde todavía pasaban jipatos con fusil. Terminada la guerra San Diego
fue una pequeña hacienda cafetera.
Mi padre era Camilo Acosta y mi abuelo fue el General Vidal Acosta de
muchas batallas y guerras civiles. Mi mamá se llamaba Eugenia, prima hermana de
mi padre aunque las malas lenguas decían que era hermana de él. Lo mismo decían
sus enemigas. Vidal Acosta era un mozo simpático, con lanas apenas en su
bigote, más don Juan que Guerrero y sin mucha convicción marchó a la guerra con
la columna Ibagué del batallón Conto que organizó el General Tulio Varón.
Don Tulio, decía mi madre, era muy amigo de los Torres desde la guerra
del 76. Un hombre de pipiripao, por el que chorreaban babas las muchachas. A él
le gustaban los caballos finos, el aguardiente de caña, los gallos de pelea,
las mujeres bonitas y difíciles. Detestaba a los voltiados de partido, a las
mujeres fáciles, a los hombres chismosos y a los curas de Ibagué.
La columna Ibagué se armó con jóvenes del notablato de la
ciudad, como Segundo, Emilio, José María
e Ismael Santofimio, José Joaquín y Enrique Caicedo, Mardoqueo y Tulio Varón,
Mario Carvajal, Guillermo Vila (que hizo parte de la dirección nacional de la
guerra de 1886) que eran los que mandaban a la pionada, porque esos
guerrilleros eran peones patirrajaos. Los Varón, Santofimios, Vilas, Caicedos y
Carvajal se nombraron capitanes, coroneles y generales sin haber ido a la
escuela militar.
Mi papá decía y mi mamá creía que en poco tiempo los liberales
derrocarían al gobierno del anciano presidente, José Manuel Sanclemente y hasta
se creía que la revolución pondría en el solio al ibaguereño raizal Nicolás
Esguerra nacido en Bogotá por accidente pero tolimense total si el presidente
no era Uribe Uribe o Benjamín Herrera, por eso es que no se puede ensillar sin
traer las bestias.
Cuando estalló la guerra, mineros de Antioquia, Valle del Cauca, Cundinamarca y Nariño le
habían puesto el ojo a unos filones de oro, que decían eran muy grandes y
estaban enterrados a orillas del nacimiento de la quebrada El Pañuelo (la que ahora
cuando crece produce avalanchas y deja damnificados a los habitantes de los
barrios Santa Cruz, Santa Bárbara, San Diego y el Veinte de Julio). <<Los
buscadores de oro>> subían por entre las piedras de la quebrada El
Pañuelo hasta su nacimiento y regresaban por la noche a dormir a la hacienda de
San Diego. Los mineros por entonces tenían fama de donjuanes, no se les iban
las muchachas bonitas, a las que les gustaba hacerles regalitos en oro y
regalitos en hueso y carne a las que les creyeran sus historias de amor.
Mi padre, aconsejado por el General Tulio Varón, dejó a mi madre de
hornera en la casa de las señoritas Melendro. Mi padre se fue a la guerra y
creo que no se fue feliz, porque no era guapo, según mi madre, sino
bochinchero, de esos que se las dan, ofrecen partido, machetazo adelantado
hasta que encuentran la horma de su zapato y se les acaba la verraquera; en cuanto berrinche liberal se daba, él
estaba listo metiendo la trompa, sacando el machete y haciéndolo sonar. Cómo
sería de <<busca ruidos>> y <<compra peleas>>, que se
fue a Bogotá a lomo de mula con el
doctor Nicolás Esguerra y participó en la pedrea contra la casa del presidente
Sanclemente, organizada por el Senado de la República, para impedir la
ceremonia de posesión del mandatario, el 3 de Noviembre de 1898. El Gobernador
del Tolima, Manuel Casabianca lo metió cinco veces a la cárcel por escándalo
político, le multó la mano derecha con cinco pesos, que era como un millón de
pesos hoy. El alcalde Ibagué, Félix C. Reina, también lo multó con dos pesos,
cincuenta centavos veinte reales, si utilizaba la mano izquierda contra
conservador alguno.
Para octubre de 1899 como ya dije, dejó a mi madre donde las señoritas
Melendro y él se fue a dar tiros por la libertad. La contienda duró casi tres
años y dejó más de cien mil muertos y al país en la absoluta miseria, en donde
la dieta era yuca asada, agua de panela con un pedazo de carne de venado, cuando
se estaba de buenas y se lograba cazar. Mi padre durante la guerra le mandaba a
mi mamá cartas de amor, con dibujos de Eros’ y Cupido, que ella pensaba eran
angelitos de la guarda y también dibujaba corazones atravesados por flechas.
Ningún guerrillero raso podía venir a Ibagué, porque lo detenían los
gobiernistas y lo fusilaban sin juicio en los riscos de la Pioja, que era una
hondonada inmensa, rellena con tierra por allá en los años veinte cuando se construyó
el terraplén de la diez para pasar al panóptico y a la hacienda de Belén. El
parque Centenario se remodeló para los cuatrocientos años de la ciudad, por el
alcalde Francisco González Torres. Pero el alcalde que le trabajó a la
canalización de la Pioja fue el general Aurelio Valencia, que salía con los
presos a trabajar.
Sólo Tulio Varón o Segundo Santofimio, visitaron a Ibagué durante la
contienda, vestidos de mujer o sacerdote. En sus visitas a la ciudad se
escondían donde los Melendros o los Torres que no participaron en esta guerra.
El General Tulio Varón hablaba con mi madre sobre los rigores de la guerra y le
traía cartas de mi padre. Muerto el general Tulio Varón en la toma de Ibagué,
el 21 de septiembre de 1901, en el camellón del Carmen (carrera 5 entre 14 y
15), mi padre huyó con los hombres de los generales Ramón <<El
negro>> Marín, Sandalio Delgado y mi abuelo Vidal Acosta.
La guerra de los Mil Días terminó con la proclama de Riofrío, el 30 de
noviembre de 1902 poniendo fin a los
horrores de la guerra.
Ya asesinado en las calles de Ibagué el General Tulio Varón, hecho
prisionero en la Jagua. Cesáreo pulido y cuatro compañeros más, quienes fueron
fusilados el 13 de noviembre de ese año en El Espinal por el general Gabriel
Calderón, también allí fue muerto Emilio Santofimio, en Purificación Ismael
Santofimio; Aristóbulo Ibáñez, sin hombres y enfermo, fue descuartizado en
Boyacá. En Miraflores José María Santofimio, Ramón Chaves y cinco compañeros
fueron capturados en Riomanso; cuando pretendían viajar al exterior; fueron
amarrados con rejos, llevados al pueblo en Riomanso, jurisdicción de Miraflores
(Rovira) donde fueron fusilados, sin ningún proceso, dos días después de
firmada la paz en el barco inglés y a 39 días de firmado el primer tratado de
paz, en la hacienda bananera de Neerlandia, de propiedad de un holandés.
Mi padre huyó por Media Luna, El Salado y San Bernardo, buscando la
cordillera de Palomar con diez descamisados, que todavía soñaban con la
libertad sin someterse como peones en las haciendas de los hombres que antes
habían combatido.
Para la navidad de 1902, regresó mi padre por mi madre, donde las
Melendro que habían dejado de hornear. Yo tenía para entonces 10 meses de
nacido. Se fue a la hacienda San Diego de don Rudesindo Torres y ahí la
encontró. Le llevaba un vestido de tela zaraza comprado a los turcos de la
calle Real. Mi padre al verme me desconoció.
- Eugenia, ¿ese niño es hijo de un minero? Preguntó mi padre con furia.
- De quién va a ser! Pues suyo!
- ¿Usted me cree Eugenia caído del zarzo?
- ¿Cómo va ser mío si hace tres años y medio me fui a la guerra y no
había vuelto a verla?
- Es tuyo Camilo.
- Si hubiera sido siquiera del General Varón, respondió mi padre.
Mi padre salió con el alma despedazada por el camino de El Salado. Mi
madre me cogió en sus brazos y se quedó llorando. Lloró su amor toda la vida.
Yo veía llorar a mi madre día y noche con un llanto de resignación.
Algunas veces venía a dejarle dinero y mercado y volvía a irse. Mi madre
seguía llorando con el llanto melancólico de las abandonadas.
Vino a mi bautizo, me besó en la frente, me dio el apellido, le dio una
escritura, de una pequeña finca a mi madre; abrazándolo le pidió perdón y él le
dijo:
Un hijo no es pecado y abrazado a ella se marchó a la eternidad sin
pronunciar un quejido.
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*CAMILO PÉREZ SALAMANCA,
nació en la China Alta Nereda del municipio de Ibagué, el 27 de febrero de
1949, ejerció la docencia entre 1975-1978. El periodismo desde 1974, hasta la
fecha. Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, Capítulo Tolima, 1981.
Cofundador de la Unión Nacional de Escritores 1980. Cofundador de la Academia
de Historia del Tolima 1986. Ha realizado investigaciones históricas sobre el
periodismo en el Tolima, y de Ibagué durante el siglo XX. Jefe de Redacción de
la Revista Tolima de la Contraloría Departamental, 1978-1996. Jefe de Prensa de
la Universidad del Tolima 1986-2004.
**INQUILINOS
DEL NOVECIENTOS/ CAMILO PÉREZ SALAMANCA/ EL QUINTETO DE IBAGUÉ (1) VOL.
204/ PIJAO EDITORES LTDA/ IBAGUÉ, TOLIMA/ 2007
Edición Número 81, Girardot, Junio 20 de 2019
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