Edición Número 21, Girardot, Abril 05 de 2018 – LA NOVIA SECRETA DE GABO EN PARÍS
Edición Número 21, Girardot, Abril 05 de 2018
LA
NOVIA SECRETA DE GABO EN PARÍS
Por:
Natalia Orozco
María Concepción Quintana, Tachia, para la historia
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Cuando
Gabriel García Márquez caminaba sin un duro por el París de los 50, terminó
siendo rescatado por una mujer con alma libertaria. Natalia Orozco habló con
ella, al saberse la muerte del Nobel.
“Me queda la felicidad de haber tenido un
presentimiento y haber viajado a verlo a Cartagena el año pasado, 24 horas con
él, ¡estaba más guapo que nunca!”, dice Tachia y al otro lado de la línea,
reivindica que la muerte de quien fuera en los años 50 su enamorado en París,
“es sólo la culminación, más no el fin de una vida maravillosa”. A Tachia la
conocí en la capital francesa en el 2010. Para entonces María Concepción
Quintana, como es su verdadero nombre, tenía 80 años, una elegante belleza y la
memoria fresca que aún conserva. Pensaba hacerle una entrevista para televisión
sobre su relación con el escritor pero tan sólo 10 minutos de intercambio
fueron suficientes para darme cuenta que esta talentosa mujer era más que “la
novia parisina de Gabo” en sus años de indocumentado. Por su carisma, calidez y
sofisticación de pensamiento, entendí por qué el Nobel se enamoró de ella.
Sin embargo, en su apartamento ubicado en la Rue de
Bac y en medio de obras de arte originales de sus grandes amigos y pintores,
habló generosamente de ese año de amor sincero y de penurias con el entonces
“corresponsal del diario El Espectador”.
“Un año de amor, pero una amistad eterna”, dijo.
Comienza entonces a recordar: “era marzo de 1956”.
Gabo, caminando sin rumbo y sin plata en los bolsillos cruzó por el azar a
Tachia, “tenía 27 años y fue en una de las calles cercanas al Museo del
Louvre”. La joven vasca proveniente de una familia burguesa y un papá
franquista, había llegado a París en 1953, huyendo voluntariamente de un romance
intenso y amargo, con el gran poeta español Blas de Otero. Era actriz de
profesión y se dirigía a un recital de poesía: “Gabo me dijo sin dudarlo que no
le gustaba mucho la poesía”. Sin
embargo, decidió acompañarla y muy pronto la relación adquirió un nivel de
intimidad y cercanía.
“Gabo era delgado y tímido, al principio me pareció
algo petulante. Pero muy rápido me di cuenta de que era un hombre dulce y muy
romántico. Me regalaba la puesta de sol y me decía cosas fascinantes”, contó
entonces Tachia con una picardía casi adolescente en su mirada.
García Márquez repetía permanentemente que todo el
mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Pensé entonces que
quizás Tachia hizo por años parte de esta última, que por lo general es la más
apasionada, la más interesante, la más intensa de la existencia y en especial
de un escritor y un artista.
Tachia no esconde que su cercanía con Gabo tuvo lugar
en uno de los momentos de más dificultades económicas de su vida. El Espectador cerró repentinamente y
dejó de enviar el cheque al corresponsal. “Para subsistir, Gabo tuvo que vender
el tiquete de regreso a Colombia”.
Fue así como Tachia compartió con un hombre “que no
abandonaba la escritura”, pero que también recogió botellas y periódicos para
negociarlos con los buhoneros. “Que cantó en los buses en París Honda herida y
La casa en el aire, canciones que eran escuchadas por sorprendidos pasajeros,
que poco entendían las letras, pero que quedaban encantados por el acento y el
folclorismo de la escena”.
“Poco a poco Gabo se me fue instalando en una piecita
de 14 metros donde vivía. Estaba ubicada en la Rue D´Assas, en la antigua
cocina de un hotel particular. A pesar de la escasez, aumentaban el amor y las
hojas escritas”.
Gerald Martin, biógrafo de García Márquez, escribe en
su libro Una vida un sugestivo
capítulo titulado “Hambre en París: La Boheme”. Allí, Martin establece un
paralelo con la historia de Gabo y su novia española y revela un detalle
desconocido dentro de su vida en la ciudad luz (año 56). Fueron entonces los
días en que Gabo abandonó la escritura de ‘La mala hora’ y acosado, el también,
por las penurias del hambre, escribió febrilmente su novela, ‘El coronel no
tiene quien le escriba’.
Por esos días, dice Martin en su libro, Tachia “era dueña
de una mente libertaria y una personalidad arrasadora”. “La vasca temeraria”,
la bautizaría el futuro Nobel, que retrató sus rasgos y su carácter en aquella
Amaranta Ursula de Macondo.
Ramón Chao, escritor exdirector de Radio Francia
Internacional y gran amigo de Gabo, recuerda que Tachia “era una especie de
marquesa du Deffant del siglo XX”. En Le
Monde Diplomatique narró cómo Tachia “reunía en su casa de París a lo más
granado de las artes de aquélla época: Theodorakis, Evtushenko, Álvaro Mutis,
Paco Ibáñez, Antonio Saura, Jesús Soto, etc.” Cuenta que “estos eran ya
famosos. Y entre ellos, figuraba un joven colombiano desconocido: Gabriel
García Márquez. Hombre que no tenía en su haber más que un cuento, La hojarasca”.
La intensa relación terminó en 1956, después de
circunstancias íntimas que Tachia prefiere no volver a mencionar. Un tren, una
despedida de prisa y una amistad para siempre. Tachia se casó años después con
Charles Rosoff, un ingeniero de petróleos, con quien vivó cuarenta felices
años. Por décadas mantuvo la amistad con Gabo e incluso con su esposa Mercedes.
Y veintidós años después de sus amores frustrados,
Tachia Rosoff recibió un regalo: una carta de puño y letra de Gabo, regalándole
su “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”.
“Tachia
bella: Cuando nos conocimos en el helado otoño de 1955, en París, lo primero
que se me ocurrió, al ver tu abrigo de tigre y al oír tu voz, fue que quería
escribir un texto para oírtelo a ti. Esa misma noche me acordé que ya lo tenía:
es el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”. Por eso me alegra de que
tú lo digas por ahí, por el mundo, porque todo fue como una premonición. Te
mando, pues, un beso de bendición con todo el amor”. Gabriel
Tres años atrás debutó en el Teatro Heredia de
Cartagena en Colombia. Con su excepcional voz, Tachia Rosoff, quien hace
recitales por el mundo con el famoso Paco Ibáñez, decidió en esta ocasión
resucitar uno de los textos más conmovedores del Nobel.
El jueves, minutos después de que el mundo se enterara
de la muerte del Nobel, la llamé y le pregunté:
-Tachia ¿volverás con el recital de Gabo al país?
- ¡Claro! –me dice llena de motivación –quiero
llevarlo no sólo a Bogotá. Quiero ir a los pueblos y las grandes ciudades de
Colombia. Pero tenemos que hacerlo cuanto antes, hoy se fue Gabriel, yo tengo
85 años, mañana puedo partir yo.
[Este artículo fue publicado originalmente por Las 2 Orillas]
Edición Número 21, Girardot, Abril 05 de 2018
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