Edición número 1, Girardot, octubre 12 de 2015
Guataquí, 447 años
GUATAQUI: 447 AÑOS DE OLVIDO [1]
por: Carlos Arturo Rodríguez
Bejarano
“Mi Patria: Apiay, Tocaima,
Popayán, Cartagena de Indias, Cali, Guaduas, Las Islas, Altazor, Apauta,
Sáname, Giragua, San Martín, Villa de Leiva, Ubaté, Guataquí,Cáqueza, El Viento
de los Llanos, La sombra de los Andes, Las Palmas...”. (EDUARDO CARRANZA).
En el siglo XX, del mes de abril este Municipio de Cundinamarca, al sur occidente, a orillas del Río Grande de la Magdalena, cumplió secretamente 447 años de “descubierto” y “fundado” por barbudos españoles, violadores de indias, violentos robando oro e iniciadores de una mezcla étnica sin par en el mundo.
Para quienes saben cómo es la Historia, Guataquí podría remontarse al año 1239. La fantasía oficial de algunos historiadores da a este globo de tierra la supuesta fundación hacia 1656. Esto es un insulto a sus moradores que nunca lo han sabido, afortunadamente.
Los indios Guataquíes aportaron su estratificación social al nuevo amo feudal y vientres femeninos para aumentar el número de esclavos; su conocimiento del medio natural, hostil al invasor; fuerza de trabajo y metales, sobre todo oro, proveniente de las playas de Yuma; maíz, el mejor de los cereales, desconocido en ese entonces para los españoles y otros alimentos; información valiosa sobre los grupos indígenas con los que realizaban intercambios permitiendo doblegarlos y por sobre todo una concepción filosófica del mundo, que temporalmente al menos permitió a los desarrapados opresores podrirse en busca de El Dorado. Los sobrevivientes al regreso aniquilaron por las armas o por el sexo a los indias que quedaban; en el siglo XVIII en Guataquí no se encontró un indio puro para enviarlo a España.
De su antigüedad no se duda. Para los ratones de la Historia, está claro considerarlo el primer Puerto del Alto Magdalena y posiblemente de todo el Río. Jiménez de Quesada luego de fundar a Santa fe de Bogotá el domingo 27 de abril de 1539 (casi al mismo tiempo se funda Guataquí), parte con Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán el 12 de mayo rumbo a Guataquí. La ruta posible pudo ser La Mesa, Tocaima, Cabecera Municipal de Jerusalén y la Ribera Occidental del Rioseco hasta su desembocadura, donde se encuentra Guataquí.
Veinte días después embarcaron en dicha población rumbo al mar y de allí a España. Es posible que Maqroll el Gaviero nos dé a conocer las especificaciones, madera de la nave y particularidades del viaje, que debió ser muy rápido por la velocidad con que llegó a nuestros oídos la noticia.
Las noticias viejas más frescas nos hablan de la contribución de duros macheteros y fusileros a todas las guerras de consolidación del Estado Nacional. Los rescoldos de la última guerra desaparecieron con la muerte de Rosendo Trujillo “El último de los Antiguos”, a la edad de 96 años, ocurrida en 1985. Emilio Pérez el último testigo, una tarde lluviosa de 1948 de la creación de la Junta Revolucionaria en sesión del Honorable Consejo Municipal, falleció en febrero de este año. Ya casi no hay nadie que cuente el cuento. Se cree que el Cura Párroco de Pasca (Cundinamarca), Jaime Hincapié sepa muchas cosas.
Pero hay cosas que no resisten una carretera con camiones de manivela, una planta de luz tan ruidosa como un perro toreado por el diablo, ni barcos leñateros fondeados en el vacío. Los viajes a pie se terminaron, volvió la oscuridad y las lámparas de petróleo para llamar al taxi mojado, reposan debajo de la cuja de Serapia Pulecio de Toledo, esperando un viaje infinito y definitivo.
Durante la construcción de su Templo Católico en el siglo XVI, los indios que no pudieron ser convertidos a la Fe, al morir le separaban sus huesos de las carnes y molidos con piedra los juntaban con los demás materiales para que la mezcla “cogiera”. Perdió su frontispicio original una noche de vendaval. Por descuido, una escalera en forma de caracol, un órgano y el espacio para los coros, se derrumbaron. Nunca más hubo música en su interior.
En 1589, un mago solicitó el monopolio de la navegación en el Alto Magdalena porque decía tener un nuevo ingenio.
En el siglo XVIII comenzó el intríngulis de los ejidos comunales.
En 1809 con el Padre Pescador, perdió la oportunidad de comenzar la sublevación de Independencia y el honor de los primeros fusilados. Apenas se consiguió tumbar a un curita chapetón. Bolívar nunca en su delirio recordó haber estado allí en 1821.
Entre 1866 y 1874 se le quiso convertir en punto terminal de un ferrocarril que uniera Bogotá con el Alto Magdalena. No sobra agregar que los rieles los llevaron a Europa manos sacras para continuar la Revolución Industrial.
En 1876, Edouard André en misión científica por poco pierde su mano derecha al intentar acariciar un cocodrilo en el puerto de San Juan. En París, bebiendo sidra comentaba el insuceso con mucho humor negro y no dejaba de repetir entre estruendosas carcajadas de finas damiselas que regresaría para cazar el cocodrilo por la cola.
Al término de la Guerra de los Mil Días, sus guerreros fueron atrapados como moscas en los lazos de mestizas barrigonas.
En 1920 se perforó en busca de petróleo y encontraron los residuos de un tanque de gasolina antiguo.
Durante la violencia sus músicos se silenciaron porque descubrieron que así le quedaba fácil a la policía dar con los guerrilleros del diablo.
Lo cierto es que últimamente ha tenido de alcaldes a vendedores de plátano, tahúres, burócratas, cantineros, vendedores de boletas de rifas de televisores en blanco y negro, alcohólicos indoblegables, gariteros ad hoc, abogadas con el alma en una flor; ilustrísimos reformadores del código asnal, oriundos de sitios de los cuales nadie ha escuchado mentar en muchas vidas y fotógrafos remendones.
Tiene un acueducto, el mejor de toda la región en construcción desde hace cinco años. Una gallera para que Mejía Vallejo escriba el otro día señalado y una inercia de la alcaldía por aplicar la ley para restituir los ejidos comunales al municipio.
Cada noche las escucho revolotear en las copas de los diomates y algarrobos; vienen de los cerros del oriente, cruzan el río sin tocar sus aguas, trastean el amor y antes de aclarar remontan los cielos en dirección a las estrellas.
Ahora que me viene a la cabeza, “¿si se acaba el amarillo, con qué haremos el pan?”, recuerdo al mico Antonio Lozano leyendo los Hijos de Sánchez echado sobre su cosecha de maíz, a Belisario Torres consumiendo ajo, el mejor remedio para todos los males, porque “donde hay envidia eso no es bonito” y al maestro Puentes y al chueco Célimo hablar de canoas robadas y sin hacer, de muertos y trabajos extraños.
Y llegó a tener un cantor en azul quien en sus días últimos se decía no sé por qué me olvidé de Rosendo, no sé…
[1] RODRÍGUEZ Bejarano Carlos Arturo en El Demócrata, Semanario, Girardot, agosto de 1986.
CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO AUTOR DEL LIBRO: "CRONOLOGÍA POÉTICA DE GIRARDOT 1900-1930". LANZAMIENTO EN BIBLIOTECA BANCO DE LA REPÚBLICA-GIRARDOT-CUNDINAMARCA-COLOMBIA. NOVIEMBRE 13 DE 2014
Soy de El Espinal y vivo en esta mi amada ciudad.
ResponderEliminarEstoy maravillado con estas publicaciones históricos.
Felicitaciones.