martes, 14 de septiembre de 2021

 Edición Número 170, Girardot, Septiembre 14 de 2021:-TRAS LAS HUELLAS DE MACHADO



                                                           Edición Número 170 Girardot, Septiembre 14 de 2021


TRAS LAS HUELLAS DE MACHADO

Por Emilia Sáez de Ibarra* 

A Jesús Sáez de Ibarra. El amor de mi vida.

 

Collieure, sur de Francia. Allí reposan los restos del poeta Antonio Machado.


HOY ES SIEMPRE TODAVIA

En Collioure; ensoñación y promesa. Hemos llegado esta tarde. Desde Mallorca a Barcelona. Desde Barcelona adentrándonos en el Ampurdán, Cadaqués, un alto en la cuna de Dalí, donde Marcel Duchamp, su gran amigo, y Johan Miró veraneaban. El Rosellón y la Cerdaña, la presa que nunca quiso Francia devolverle a España. Pirineos adentro, Céret, Le Bouloú, Argelés-Sur-Mer, Elne, Perpignan. Carreteras serpeantes. Autopistas. Autovías. Carreteras de montaña. Para, de sopetón, tras el recodo de Port – Vendre: Collioure. Tenías razón cuando decías que era un viaje difícil. Nuestra Lucíe también lo ha escrito así en el reportaje fotográfico que me ha regalado como recuerdo de esta semana inolvidable. Natxo ni siquiera se ha quejado del palizón de carro. Estaba contento con el regalo que nos hacía, a mí, y a ti, en tu memoria.

Todo comenzó cuando le pedí que me acompañara en el peregrinaje que no pudimos hacer nosotros juntos a la tumba de Machado, y no solo me ha regalado su compañía, también la de nuestras niñas y de Nathalie.

Mañana comenzaré la búsqueda de las huellas de Antonio Machado. Bajaré a este pueblo a donde él llegó tan ligero de equipaje y hasta sin sus versos que se le habían quedado en el aguanieve de los caminos pirinaicos, en el intenso frío de febrero. Bajaré a la búsqueda de esos recuerdos que nuestro poeta guardaba en el corazón allá en su pena, mientras paseaba por la orilla del mar, los pocos días que pudo caminar, y soñaba en la añoranza y escribía sus últimos versos: “estos días azules, y este sol de la infancia”. Yo estoy triste porque tú no estás conmigo. “Ya, el ayer es hoy. Y hoy es siempre todavía”.

A Collioure lo construyeron allá entre 1276-1344 los reyes de Mallorca para residencia de veraneo. Hoy, un pueblo de pescadores, sencillo y cálido, de parajes bellísimos, que ya en el mes de julio mostraba la alegría del verano, las terrazas de los bares repletas de gente, con los televisores proyectando el Mundial de Brasil. Turismo de cercanías y familiar. Enclavado en la costa rocosa pirinaica en el sur de Francia. Catalán y francés. Puro pueblo de frontera: abierto, ambivalente en su lengua y sus sentimientos. Lo despeinan y acarician los vientos de la tramontana, los vientos fríos y turbulentos del norte que soplan en España sobre las costas del archipiélago de las Islas Baleares y Cataluña y desde el norte de los Pirineos del Macizo Central en Francia y se baña en el Mediterráneo, al mar del amargo llanto eterno que canta Joan Manuel Serrat, que consoló el alma cansada de Machado.

Ese mar al que buscando sus atardeceres rojos, llegaron el malagueño Picasso y una estela de artistas que como Matisse, Deraín, Dufy, Chagall y muchos otros, que hicieron de Collioure la ciudad de los pintores, Aunque realmente, el distintivo mayor que la sitúa en la historia es el haber sido para el poeta Antonio Machado el consuelo en los días más tristes de su vida y la tumba de paz en su muerte. Uno de los poetas españoles más leídos en el mundo en la actualidad, símbolo de firmeza en la lucha por la democracia y la libertad, de mente brillante y corazón más limpio.

He bajado a la playa y, por primera vez, he visto una iglesia surgiendo del mar. Como una barca de pescador en reposo atracada en la orilla: Notre Dame des Anges, construida en 1684. Su campanario esbelto e intimista, con una pátina medieval, sirve de faro: es como la metáfora de los orígenes de la iglesia primitiva que despierta emoción en quien la visita. Posiblemente le pasó igual a Machado. Equidistante, está el Castillo Real abriendo el camino por el que vuelvo y por el que Machado también subiría cansado y renqueante.

Con la esperanza débilmente renacida por aquellos días de sol como su “Olmo viejo”: “hendido por el rayo, y en su mitad podrido/ con las lluvias de abril y el sol de mayo/ algunas hojas verdes le han salido… Antes que te descuaje un torbellino/ olmo, quiero anotar en mi cartera, la gracia de tu rama verdecida/ mi corazón espera, hacia la luz y hacia la vida/ otro milagro de la primavera”. No hubo milagro. Cuántas veces miraría al regreso de la playa, el Castillo Real donde los republicanos españoles, huyendo de la guerra perdida, de refugiados -por orden del presidente francés Dadaliere- pasaron a ser prisioneros.

Quienes escaparon a través de la frontera francesa tuvieron que someterse al internamiento en campos de concentración insalubres a los que llegaban hacinados en trenes de mercancías mientras los trasladaban  de una prisión a otra. Robert Capa poco después de la muerte de Machado visitó el enorme campo de la playa de Argelés-Sur-Mer, donde estaban encerrados en ese momento más de 80 mil republicanos españoles y describiría el lugar como  “un infierno sobre la arena. Los hombres sobreviven bajo tiendas y chozas de paja como protección de la arena y el viento. Sin agua potable sino el agua salobre de agujeros en la arena”. Pero que aún así, podían considerarse afortunados de estar, después de la ocupación de Cataluña, en la única vía de escape que quedaba en la costa mediterránea. En su corazón adolorido, a Machado le sangraba todavía aquella guerra “incivil” española que cobró dimensión internacional por las intervenciones y los intereses de Hitler, Mussolini y Stalin, dispuestos a sacar partido de aquella España dividida en dos zonas, la nacional y la republicana, llamada popularmente la zona roja. Lucha de odios, rencores y venganzas y que, cualquiera de los dos bandos que hubiera ganado, acabaría imponiendo sentencias de muerte.


Sepelio de Antonio Machado en Collieure.

Machado que había vivido en las dos zonas sabía que, en este punto, la retórica de la Guerra Civil era igual: La justificación de las ideas propias de unos y el rechazo de las ajenas. Aquella su España “malherida… de carnaval vestida nos la pusieron pobre, escuálida y beoda para que no acertara la mano con la herida”.

 

LA DIGNIDAD HERIDA

Pero estábamos en el camino que desde la playa me lleva, atravesando la Placette, a la calle, un callejón sombrío junto al lecho de un río, arroyo seco del Douy, que cuando Machado llegó de la estación de Cerbére, todavía arrastraba las aguas de lluvia del invierno, y a su madre, ya muy anciana, tuvo que ayudarle a cruzarlo, en un taxi, Corpus Barga, poeta y periodista español, que tanto ayudó a los Machado, al que la anciana, en su cabeza extraviada, más que por los años, por el horror vivido, le preguntó: “¿ya llegamos a Sevilla?”.

En el lugar lúgubre – como lo llama Ian Gibson-, a la orilla izquierda se levanta, con la tristeza y la dejadez que da el abandono, la Pensión Quintana, la casa destartalada sobre interminable escalera -cerrada a cal y canto- pero que entonces le dio calor de hogar a Machado, a su madre y a su hermano con la esposa.

Contemplo con profundo respeto y emoción la Pensión Quintana, ese relicario de la historia dolorosa de humillación y dignidad herida, símbolo de todos los vencidos de la tierra, donde Machado encontró reposo y al que el poeta Félix Grande lo recordaría años después como a un hombre “muerto de pena, derrota y despedida”. Historia, que en mi última tarde en Collioure me llegaría de boca de Maríe García, la secretaria general de la Fundación Machado, que me parece verla narrándome la historia más contada en los setenta últimos años, el testimonio de la señora Figueres, cuando conoció a Antonio Machado: “llegaron de la estación de Cerbére alrededor de las cinco y media de la tarde. Sin equipaje. Apenas con lo puesto: un traje de chaqueta desgastado, unas pocas pesetas republicanas que guardaba de su último artículo titulado “Desde el mirador de la guerra” publicado en La Vanguardia, de Barcelona, el Día de Reyes, 6 de enero de 1939, y un bastón de madera que le ayudó a caminar en tan largo viaje. Eran dos mujeres y tres hombres. El señor que les acompañaba se llamaba Corpus Barga, José, su mujer, Antonio y su mamá. Se detuvieron en la tienda  y me preguntaron si les podía dejar descansar un momento. Claro está que los dejé entrar, sentaron y les ofrecí un poco de café con leche. Hablamos un rato y estaban tan agotados que no pudieron cruzar el riachuelo para ir al Hotel Quintana. Preguntaron dónde estaba situado, estaba en frente pero no podían llegar hasta él. Entonces el señor que les acompañaba fue a buscar un taxi; y se marcharon al hotel. Al otro día por la mañana, José llegó a darme las gracias por haberles hecho entrar y haberles ofrecido un poco de café. Dije que era cosa muy natural. Que era humano. Cada dos días José venía a la tienda para leer la prensa y algunas revistas y se las llevaba a Antonio. A mi pregunta de por qué no venía todos los días, me explicó que solo tenía una camisa y el día que la lavaba no podía salir.

Le propuse entonces regalarle camisas y todo lo necesario. Les tocó aceptarlo porque tenían su dignidad. Y solo entonces, José me dijo que su hermano era un gran poeta español, pues en su pasaporte Machado se ponía como maestro de escuela. Fue cuando supe quiénes eran.

A los quince días don Antonio se enfermó. Nuestro médico fue a verle y me dijo que estaba muy cansado y que tenía una congestión. La madre agonizaba en la misma habitación en una cama junto a él.

Él murió al otro día por la tarde, no recuerdo la  hora. Ya lo habían trasladado a otra habitación. Lo amortajaron con una sábana blanca y una bandera republicana. Su féretro, también envuelto en una bandera republicana, fue llevado a hombros por seis milicianos, soldados de la República, a la que Antonio Machado fue fiel hasta el final. Su madre no se daba cuenta de nada. Murió tres días después que él. Al entierro de Machado lo acompañaron intelectuales de Toulusse y de Collioure: el ministro Santalo, Jacques Baills, Corominolle, y la señora Deboher, que prestó el nicho. A su madre la enterramos tres días después. Y a su entierro solo fuimos la señora Quintana, mi marido, Corominolle y la familia. Les dejé lo que necesitaban para el luto, ya que no tenían nada”.

 

EL HERMANO CERCANO Y CONVIVIDO

La muerte del poeta ponía de manifiesto uno de los episodios más turbios y tristes de la guerra civil española. Monique Alonso, biógrafa del poeta, habla de la angustia de la familia de Machado, una radiografía repetida de miles de hombres y mujeres hacinados procedentes de los últimos rincones en la España republicana. Ella, hija de exiliados españoles, cuenta que su padre hablaba de los derrotados en la guerra que en la huida pasaban por encima de lingotes de oro de la República y nadie se atrevía a coger ningún bulto, pues la carga era demasiado pesada y los gendarmes esperaban en la frontera.

También comenta Monique la presencia providencial que fue Corpus Barga al conseguir que la embajada española en París cubrieran los gastos en Collioure, el refugio de aquel Machado solitario, angustiado por la incertidumbre de no saber adónde ir.

Poco se conoce del eco de la noticia de la muerte de Machado en España. Apenas que murió en un campo de concentración de Argelés como un exiliado más.


La torre faro en el puerto de Collieure.

El gobierno de Franco inició un expediente de depuración a la figura del poeta en 1941: “La comisión depuradora de Madrid del Ministerio de Educación Nacional acordó por unanimidad proponer la separación definitiva del servicio de Don Antonio Machado con la pérdida de todos sus derechos pasivos”. Es la resolución ignominiosa que todavía ningún gobierno ni socialista ni del PP  ha revocado. Este expediente sigue vigente, como muchas otras causas de aquella etapa gris de la historia en la justicia española. Desde entonces a Machado se le leyó en la clandestinidad, y se tardó 40 años en conocer su triste historia.

Los jóvenes de los años 60 empezamos a leerlo con más libertad”: Traigo a colación el pensamiento de uno de ellos, publicado en EL HERALDO, a través de sus columnas, Jesús Sáez de Ibarra: “Antonio Machado representó para nosotros por su coherencia entre su obra y vida, por el signo de su existencia y el signo de su muerte, la herencia efectiva de ‘palabras verdaderas’, ‘su palabra en el tiempo’, con que nos abrevábamos cotidianamente. El hecho es que Antonio Machado vino a ser nuestro hermano más cercano y convivido”, también comenta Sáez de Ibarra el consejo que el dio el escritor Pérez Caliente, por aquel entonces Premio Adonais de Poesía: “Lee a Antonio Machado. Todos los días algún poema. Machado es rigor, economía de medios y sustantividad”.

Y aquí está el origen de mi visita a la tumba de Antonio Machado. Este viaje que tantas veces soñamos juntos: Aquella recomendación que le dieron a Jesús Sáez de Ibarra, también me la dio él a mí. Los comentarios sobre aquel libro amarillento y desencuadernado Las poesías Completas 1928, Segunda Edición, un tesoro encontrado en el rebusque de las librerías de viejo del que no se desprendía, fueron el pretexto de los primeros encuentros de nuestras vidas. Acabó regalándomelo. Tal vez para no perderlo se casó conmigo. Lo tengo sobre su mesilla de noche. A mi cabecera. “Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda…Una mañana serena… ¡eran tu voz y tu mano/ en sueños tan verdaderas!/ Vive esperanza, quién sabe lo que se traga la tierra/”.

 

UN POETA SIN TUMBA

Pero estábamos en los alrededores de la Casa T.H. Quintana. Ahora no hay un alma alrededor. Los herederos viven en París y no han llegado a un acuerdo económico para que la Fundación Antonio Machado les compre la casa para museo del poeta.

Mi corazón vuelve a latir más contento al reclamo del jolgorio de mis nietas que vienen corriendo gritando que ya saben dónde está el cementerio. Lo que no sabían era la impresión que se iban a llevar al empujar la puerta entreabierta al ruido de sus goznes. Por primera vez veían un cementerio.La mayor demoró en entrar. La pequeña, con su perro y agarrada de la mano de su padre, siguió mis pasos. Al verme, mi Clara rompió a llorar recordando al abuelo adorado. Yo nunca olvidaré las lágrimas de mi Clara.

Me temblaban las piernas mientras me acercaba hasta donde, a ras de la tierra, está la tumba de Machado: gris, en cemento pulido. Sobriedad, sencillez y humildad. Yo diría que demasiado humilde. Escrito, el paréntesis de la dos fechas que abren y cierran la vida de todo ser humano, su nacimiento: 1875, y su muerte: 1939. Flores frescas junto a otras marchitas, testimonio del recuerdo continuo que visitantes de todas partes rinden homenaje a la memoria del poeta. Junto a la tumba, un buzón donde se depositan las miles de notas y cartas que después se guardan en la Fundación Antonio Machado. El alcalde de Collioure, Michel Moly, el abanderado de la causa de Machado, está empeñado en que “los jóvenes sepan, que la gente más representativa de su país ha tenido que irse y morir fuera. Machado  no es Collioure, es la representación de toda Europa”.

Desde 1958  los restos de Machado junto con los de su madre fueron trasladados a esta tumba. Gracias a que José María Corredor, amigo de Machado y de Paul Casals, escribió un artículo en Le Figaro Littéraire: “Un poeta sin tumba”, con el que lanzaron una petición para recoger dinero para que el poeta reposara en su propia tumba.

Los primeros en corresponder fueron André Malreaux, Albert Camus y Paul Casals (de los que también se dice acudieron a acompañar el entierro de Machado), y el expresidente colombiano Eduardo Santos, y el sindicado de UGT, también contribuyeron junto con los habitantes de Collioure, que lograron recoger más de doscientos cincuenta mil francos. Y el municipio regaló el terreno.

Sobre la lápida sus versos más emblemáticos: “Cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca ha de tornar/ me encontraréis a bordo ligero de equipaje/ casi desnudo, como los hijos de la mar”. En la cabecera la bandera republicana, ajada por las inclemencias del tiempo, como un símbolo de aquella República que no parece cuajar en suelo español. Y que siempre ha coincidido con los tiempos revueltos y las fallas de la monarquía. Las dos veces que ha sido proclamada, la I República, el 11 de febrero de 1873-1874, tras la renuncia, prácticamente huida, de Amadeo de Saboya, en un ambiente de asesinatos políticos, jergas agresivas en las cortes lideradas por Emilio Castellar, republicano ardoroso y brillante orador de la que llegó a ser presidente. Efímera República  que terminó con el golpe de Estado del general Pavía. La II República empezó con otra huida -renuncia del rey Alfonso XIII en 1931-1939, que fue -comenta Santos Juliá- la primera democracia española del siglo XX y que fue derrotada por un golpe militar que desencadenó una larga y cruenta guerra civil, cuya paz degeneró en una dictadura. Con la muerte del dictador Franco, tras 37 años de imposición de silencios y 75 de aquellos días negros, España, que tantos consideraron en pro de sus intereses creados, que era anárquica e ingobernable, ha sido ejemplo de sensatez y ecuanimidad en su historia más reciente de los últimos treinta y nueve años, logrando una democracia ejemplar cuyos ecos le llevan como homenaje a Machado los españoles que visitan su tumba, que acaba con su verso a ras de tierra Mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, al amor, cerca del Duero. Ayer, durante el franquismo, un lugar de peregrinación, y hoy, en la democracia, un santuario laico.

 

“ANTONIO MACHADO ESTÁ DONDE LO COLOCA LA HISTORIA DE ESPAÑA”

El último 23 de febrero de este año homenaje de conmemoración de los 75 años de su muerte, la Junta de Andalucía expresó su deseo de que los restos mortales del poeta regresen a Sevilla. La ciudad que le vio nacer.

El consejero andaluz de Educación, Cultura y Deporte, Luciano Alonso, ha señalado que le gustaría que los restos de Machado volvieran a Sevilla, la el patio de su autorretrato que canta Machado. El consejero dio las gracias a Collioure y al pueblo francés en su conjunto, “por acoger a Antonio Machado, refugiar  su sueño eterno y sobre todo, por mantener el aliento ejemplar que supone su tumba como un lugar de peregrinación para todos aquellos que persiguen la belleza y la justicia”. “Si hoy, 75 años después de su muerte, tanta gente visita a Machado, es porque su espíritu de lucha ha llegado a ser un símbolo de democracia y libertad” y se siente orgulloso de que Collioure forme parte del mapa sentimental de Andalucía y sea centro de peregrinación para su memoria democrática.

En su intervención, Alonso también ha subrayado que “Machado representa una de las mayores cumbres literarias de la historia de España, símbolo de un hombre comprometido con su tiempo que se reveló contra la historia de charanga y pandereta. Que conoció las dos Españas y que no quiso que ninguna de ellas volviera a helarnos el corazón”. En ese homenaje el  representante andaluz también ensalzó a los que se vieron abocados al exilio, como María Zambrano, Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Juan Rejano,  Francisco Ayala y Adolfo Sánchez Vásquez, entre otros. Para el titular de Cultura, “el destierro de nuestro poeta fue también el destierro de las libertades, ahora asentadas en nuestro sistema democrático. Y se lamentó de que el gobierno central, presidido por Mariano Rajoy, “vuelva a olvidar a Antonio Machado” al no acudir ninguna representación institucional a los actos conmemorativos que se han celebrado en la localidad francesa este año.

Por su parte, el alcalde de Collioure y presidente actual de la Red de Ciudades Machadianas, Michel Moly, ha elogiado el papel que Andalucía juega en la conservación de la memoria viva del poeta, pero asevera que, ahora todos quieren a Machado, y junto con el presidente actual de la Fundación Antonio Machado, Manuel Núñez Encabo, se opone a la repatriación de los restos del poeta. Los dos se pronuncian con energía: “Antonio Machado está donde le coloca la historia de España. Si está aquí es porque hay unos hechos históricos de los que debemos sacar una lección para que no se vuelvan a repetir. Le expulsan de España por su defensa de la democracia”. También esgrime el señor Moly el macabrismo que supondría la discusión por los restos del poeta entre las siete ciudades machadianas: Sevilla, Madrid, Soria, Baeza, Segovia, Valencia y Barcelona.

Hay que reivindicar al Machado de todos, fuera de partidismos y provincianismos. Lo importante es que es un poeta universal y patrimonio de la humanidad. Y que ser agradecidos es de bien nacidos y Collioure, que acogió al poeta en la incertidumbre de su huida de su país y ha conservado y ensalzado su memoria, si es justo que siga siendo el refugio de paz para el reposo de sus restos. Y el testimonio de lo que sucedió.

Pienso como el alcalde y como Maríe García que, en mi última tarde en Collioure, devoró kilómetros de carretera desde Perpignan para mostrarme la Fundación Antonio Machado y sus archivos, que precisamente en la víspera de nuestra llegada se había clausurado la jornada de puertas abiertas de la fundación. Nunca olvidaré aquella tarde-noche acabada en la calle Quai Camille Pelletan, hoy llena de restaurantes y turistas, la de los paseos al mar de Machado. La vida, que tiene sus detalles y premia la obstinación o se compadece de lo que premia la obstinación o se compadece de los que hurgamos en los entresijos de la historia, primó mis esfuerzos por acercarme al espíritu del poeta que propició el amor de mi vida. Aquella noche hablamos de los recuerdos del corazón, del dolor de las ausencias del amado, imposible de curar puesto que solo se cura -la muerte que no perdona lo sabe bien- con la presencia del amado, como decía San Juan de la Cruz.

Recuerdo esa mañana del regreso desandando los caminos pirinaicos que con tanta ilusión hice. Dejando atrás la Cataluña francesa. La entrada  a Barcelona, la mañana radiante de luz mediterránea. La música en el carro de mi hijo con la voz de Serrat, las canciones de nuestra vida, “aquellas pequeñas cosas que nos dejaron un tiempo de rosas” y la voz del Cigala alimentando mi nostalgia “en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse, imborrables recuerdos que siempre guarda el corazón”…

Ya estoy en nuestra Barranquilla. Pensando en ti. La fuerza que me ha hecho atravesar medio mundo, en homenaje a tu amor simbolizado en la compañía del viejo libro de nuestro poeta, que ha estado conmigo todo el viaje y con los dos, toda nuestra vida junta. Ya ha vuelto a tu mesilla de noche. Cerremos nuestra aventura con sus versos:… “Caminante, son tus huellas el camino…Y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar…”.

 

Collioure-Barranquilla, promesa cumplida

Verano-otoño 2014.

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*LATITUD / LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO / 26.10.2014

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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR: CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO

Edición Número 170, Girardot,  Septiembre 14 de 2021

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martes, 7 de septiembre de 2021

 Edición Número 169, Girardot, Septiembre 7 de 2021:-GARZÓN Y COLLAZOS, CUARENTA AÑOS DE AUSENCIA



                                                           Edición Número 169 Girardot, Septiembre 7 de 2021


GARZÓN Y COLLAZOS, CUARENTA AÑOS Y MÁS DE AUSENCIA

 

POR MARÍA CRISTINA GARZÓN DURÁN*




Eduardo Collazos y Darío Garzón (derecha) en una de sus

presentaciones en Bogotá. Detrás de ellos, entre los dos, el maestro

Oriol Rangel. Fotos: Archivo EL TIEMPO

 

El niño se acercó al maestro Alberto Castilla, cuando este lo llamó. Siempre se escondía con sus compañeritos de juego, cada vez que veía al director del Conservatorio del Tolima. Con apenas 12 años, Darío Garzón se encaramaba en un cajón de madera, para dirigir a su grupo, mientras le sacaba melodías a una peinilla cubierta con una hoja de naranjo, que los demás músicos también utilizaban, soplando para conseguir un sonido similar al de una dulzaina. Simulaban ser una orquesta. El maestro le preguntó al niño si quería estudiar en el Conservatorio y él le respondió que no tenía cómo pagar la matrícula, ya que su papá no estaba de acuerdo con su inclinación musical. El maestro Castilla pagó la matrícula de 1,50 pesos, y lo vinculó al claustro, así cambió totalmente el rumbo de su vida y dio inicio a su exitosa carrera musical.

El pasado 23 de noviembre [de 2017] se cumplieron 40 años de la desaparición de la agrupación que mi padre, Darío Garzón Charry, conformó con su amigo Eduardo Collazos, que le abrió camino a uno de los formatos más queridos de la música andina colombiana.

Mi padre nació en Girardot el 9 de enero de 1915 en el hogar de Flora Charry y Ramón Garzón. A la edad de 6 años se trasladó con su familia a la ciudad de Ibagué en donde inició sus estudios. En sus ratos libres dedicó tiempo a aprender guitarra, tiple, bandola y, en el Conservatorio del Tolima, estudió clarinete, flauta, piano, solfeo, canto y teoría de la música, también formó parte de su coral. Además llegó a convertirse en profesor y más tarde, en asistente del maestro Alfredo Esquarcetta, sucesor del maestro Castilla.

Enseñó canto y música, creó coros y grupos instrumentales en los colegios y escuelas de Ibagué, y como profesor del gobierno departamental recorrió el Tolima recopilando temas folclóricos y haciendo arreglos musicales.

Por su parte, Eduardo Collazos, hijo de Ramón Collazos y Segunda Varón, nacido en Ibagué el 13 de octubre de 1916. Desde muy pequeño aprendió a interpretar la música de cuerdas, pues su padre pues su padre y sus tíos maternos tenían una estudiantina.

En 1935 mi padre dirigía y actuaba con el grupo Los cuatro alegres muchachos. Dos años más tarde, necesitó un guitarrista y le recomendaron a Eduardo Collazos, destacado intérprete del tiple, quien se acopló al conjunto y se entendió vocalmente muy bien con él, así surgió el dueto Garzón y Collazos. Mi padre era la primera voz y tocaba la guitarra y Eduardo hacía la segunda voz y rasgaba el tiple.

Su primera presentación fue el Club Mary de Ibagué y su interpretación Hurí, entre otras, conquistó al público ibaguereño. En los años siguientes, actuaron en las emisoras: Ondas de Ibagué y La Voz del Tolima, ello posicionó al dueto en suelo Pijao.

Luego, viajaron a Cuba, con enorme éxito y en 1942 realizaron con la R.C.A. Víctor sus primeras grabaciones: El pescador, El boga y Las lavanderas. Las dos últimas musicalizadas por mi padre.

Su primer disco de larga duración, Flor del campo, grabado por el sello Vergara, obtuvo tal acogida, que las emisoras y los bares debían adquirir varias unidades de los acetatos, pues de tanto ponerlo se les dañaban los surcos.

Para el año de 1945, el dueto realizó su primera de varias giras por el país, donde cosecharon grandes triunfos.

Un año más tarde hicieron su debut en la radio, en emisoras como la Nacional, Nueva Granada, La Voz de Bogotá, y en Radio Santafé (programa diario durante tres lustros) y conquistaron el gusto por la música andina.

  De esa manera, los famosos traganíqueles de los cafés bogotanos comenzaron a alternar sus tangos y boleros con bambucos, pasillos y guabinas, y las voces de Garzón y Collazos comenzaron a escucharse en los salones y en los grilles de lujo.

En el año 1950, la agrupación se radicó en Bogotá, en donde continuaron su estrecha relación con la radio y se vincularon con Sonolux, grabando con los sellos Lura y Continental, su ascenso hacia la fama se fue consolidando.

Mi infancia y la de mis hermanos (Darío, Constanza y Carlos) transcurrió viendo a nuestro padre levantarse muy temprano para dictar clases en diferentes instituciones docentes como la Universidad Pedagógica Nacional, los Colegios Mayor de Cundinamarca y La Enseñanza. La alternaba con sus presentaciones en la radio y su contacto con la Academia Folclórica Luis A. Calvo de la cual fue fundador y por años, su director. Así mismo atendía los compromisos artísticos del dueto -dentro y fuera del país-, creaba y dirigía grupos musicales en entidades como el Hospital Militar Central.

Esta vocación por la docencia también se la contagió mi padre  a su compañero Eduardo Collazos, incorporándolo a la Academia Garzón y Collazos que inicialmente funcionó en Bogotá.

Al pensar en sus enseñanzas, creo que mi padre nos legó la disciplina, la responsabilidad, la orientación al logro, la entrega y la versatilidad. Además, nuestro amor por la música andina ya que, como profesor del colegio, mostró su alto nivel de exigencia, característica de la que hizo gala durante toda su vida.


Se les bautizó como los 'Príncipes de la Canción Colombiana',

nombre que lleva el concurso nacional de duetos, en Ibagué, 

que se celebra cada año. Foto: EL TIEMPO

Uno de sus logros fue obtener el escalafón en Bellas Artes del Ministerio de Educación Nacional.

A través de ocho lustros de carrera artística, Garzón y Collazos impusieron su estilo y se convirtieron en el dueto más imitado del país. Grabaron centenares de bambucos, pasillos, guabinas, bundes, valses, danzas, sanjuaneros, torbellinos, y rajaleñas, algunos inspiración de mi padre, como las dedicadas a sus cuatro mujeres: mi abuela (Madre), a mi mamá (Te juré mi amor), a mi hermana Constanza (Niña de los labios rojos) y a mí (Tus ojos).

La agrupación popularizó y convirtió en éxitos obras de compositores colombianos como: Cenizas al viento, Pescador, Lucero y Río, Yo también tuve veinte años y Pueblito Viejo, de José A. Morales. Así como Espumas, Al Sur, Oropel, Los Remansos, Los Guaduales y El Barcino, de Jorge Villamil. Otros de sus éxitos fueron Negrita, de Luis Dueñas Perilla; El bunde tolimense, de Alberto Castilla; Soy colombiano, de Rafael Godoy; Tupinamba, de Adolfo Lara; Ora sí entiendo por qué, de Pedro J. Ramos; El Sanjuanero, de Anselmo Durán; La Ruana, de Luis Carlos González; Guabina chiquinquireña, de Alberto Urdaneta; e Ibaguereña, de Leonor Buenaventura de Valencia.

Garzón y Collazos grabó discos acompañados de los maestros Oriol Rangel, Luis Uribe Bueno y Jaime Llano González, con Sonolux por 20 años y con Preludio. El éxito de sus últimos álbumes les permitió recibir varios discos de oro y platino.

Recuerdo las narraciones sobre sus viajes, una vez consagrados en Colombia. Se sentía muy orgullosos de su histórica presentación ante los soldados colombianos que luchaban en la Guerra de Corea y aquella memorable en el Carnegie Hall de Nueva York, liderando la representación de la música folclórica colombiana en el exterior.

El 23 de noviembre de1977 en Bogotá, partió a la eternidad Eduardo Collazos, dando por terminado el dueto denominado ‘Príncipes de la Canción Colombiana’. Esto impidió hacer la gira de despedida por el país que tenían planeada.

Después de la muerte de su compañero y amigo, mi padre se radicó en Ibagué, por orientación médica, continuó enseñando en su Academia Musical Garzón y Collazos, y participó en diferentes actos como artista o como jurado. Fue presidente de Sayco para el Tolima y adicionalmente fundó la Peña Taurina La  Cacerina en honor al célebre diestro Pepe Cáceres.

Un año antes de su partida, recibió la gran condecoración en la inauguración de la Concha Acústica Garzón y Collazos, por más de 50 años de vida artística.

La muerte lo sorprendió en Ibagué el 23 de marzo de 1986. Recibió un multitudinario homenaje póstumo -como el de su compañero Collazos-, que congregó a personalidades del gobierno y de la comunidad, y a músicos y artistas de todo el país, quienes junto con las voces del pueblo, los acompañaron hasta su tumba interpretando El bunde tolimense y algunas de sus composiciones: Soy tolimense, Madre, Nadie como tú, El boga, Campesina del Tolima, La canción del vaquero, A ti, madre del alma, La comadrita, Las lavanderas, La subienda y .

Durante su trayectoria, el dueto Garzón y Collazos recibió decenas de condecoraciones en Honduras, Argentina, México, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela; la Orden de San Carlos del Gobierno de Colombia y el reconocimiento del Congreso de la República y bustos de los maestros en su tumba.


1955. PUENTE FÉRREO / GIRARDOT

FOTO: VIZCAYA / 'EL DIARIO' DE GIRARDOT

Es imposible no recordar lo publicado: 

EL TIEMPO: “Ha desaparecido el último vestigio del más grande de todos los duetos musicales de nuestro país: Garzón y Collazos. La primera voz del maestro Darío Garzón y su inigualable guitarra viajó para unirse a la segunda voz y al singular tiple de su inseparable compañero y amigo Eduardo Collazos. Entre nosotros queda su legado: un código de amor por las cosas de la patria, labrado con la autenticidad que solo tienen los hombres del pueblo. Que nacen en él, crecen con sus valores y aprenden a amarlo, a respetarlo y a hacerlo respetar”.

“Durante cuarenta años, Darío Garzón Charry y Ángel Eduardo Collazos Varón vivieron el uno para el otro, unidos por las cuerdas de dos instrumentos musicales que los llevaron a la fama, interpretando los aires autóctonos de la zona andina colombiana”.

“Garzón y Collazos se constituyeron en el binomio principesco de la canción colombiana y llevaron al país y al mundo el mensaje musical de nuestra tierra. Por su desaparición, Lloran los guaduales y El boga tiene una pena.

La Fundación Musical de Colombia: “El más representativo en todos los tiempos es sin dudas el dueto Garzón y Collazos; tras su huella y bajo el impulso que su dimensión forjara, se han conformado otros tantos en el Tolima y en el resto del país, quienes día a día trabajan por la conservación del patrimonio cultural de Colombia, manteniendo viva y vigente la herencia musical de los ‘Príncipes de la canción’”.

Además el 23 de marzo, fecha del fallecimiento de mi padre, fue escogido como Día Nacional de la Música Colombiana (Ley 851 del Gobierno de Colombia).

Año tras años, sus hijos varones, herederos musicales de  Darío y Eduardo, les rinden homenaje en su tumba, cantándoles las canciones que ellos interpretaron en vida.

Su legado nos llena de orgullo, porque durante toda su vida, contribuyó enormemente a forjar la identidad cultural de los colombianos, con sus composiciones, interpretaciones y, ante todo, mediante la enseñanza de nuestros aires patrios, a centenares de niños, jóvenes y adultos.

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*Hija de Darío Garzón y consultora empresarial.

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*Fuente: Periódico EL TIEMPO, BOGOTÁ / SÁBADO 9 DE DICIEMBRE DE 2017.

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ADMINISTRADOR Y COMPILADOR (AD): CARLOS ARTURO RODRÍGUEZ BEJARANO.

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NOTA (AD): En Girardot, la ciudad donde nació el Maestro Darío Garzón Charry, es poca la difusión de su legado. No busquemos culpables, de todos modos, lo público debería haber construido el andamiaje para que su memoria no disminuyera en el corazón de sus paisanos. Como ciudadano y en mi calidad de presidente del Centro de Historia de Girardot no conozco ningún referente conmemorativo físico que recree a nuestro ilustre ciudadano, así como a Ángel Eduardo Collazos Varón, porque sin este no habría sido posible la creación amorosa, sincera de color y patria,  que los dos magistralmente recrearon y continúan haciéndolo, porque lo excelso no merma, crece, incluso en el olvido.

A nivel de las instituciones educativas locales, muy probablemente no olvidan los aires andinos, pero se requiere dirección, metas a varios plazos.

Y el público, aún conserva en el eterno corazón florido del romántico, un altar para esas canciones que enamoran para lo bueno, lo agradable, lo posible y lo digno.

Tendremos oportunidad de comenzar a rescatar el legado de GARZÓN Y COLLAZOS: PROPONGO A QUIENES TENGAN TIEMPO QUE SUELTEN AL AIRE UNA CANCIÓN DEL DUETO CADA TRES DÍAS.

ANTE EL MAESTRO RETIRAMOS EL SOMBRERO. HAREMOS ALGO.

Edición Número 169, Girardot,  Septiembre 7 de 2021

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