Edición Número 146, Girardot, Octubre 23 de 2020:-1984, UNA PROFECÍA SOCIAL DE G. ORWELL
Edición Número 146 Girardot, Octubre 23 de 2020
1984, una profecía social de George Orwell
Por
José Luis Garcés González
1984, la novela de George Orwell, ya no es ficción, ni
imaginación, ni fantasía. Hace rato dejó de serlo. Publicada en 1949, y
titulada con un año que a la sazón podría parecer inalcanzable (1984), ya es
una <<realidad realizada>> que a muy pocos informados podrá
sorprender. Como si hiciera una practicada concatenada, ya Orwell había
publicado en 1943 Rebelión en la granja,
en donde los animales, dirigidos por el cerdo Napoleón, protestan y se amotinan
contra el señor Jones, dueño de esa propiedad, y demuelen en sus conversaciones
la visión rosa de los hombres.
El tema de 1984
es nuestro padecimiento actual: ambición de poder, implantación totalitaria,
control mental, restricción de la libertad, grabaciones telefónicas, correos
intervenidos, cámaras ocultas, espías en el celular o en la televisión, insania
social. El autor la ubica en una región que él llama Oceanía, que siempre se
mantiene en guerra y siempre en forma pomposa anuncia su inevitable victoria.
El protagonista es Winston Smith, quien es funcionario
del régimen como empleado en el Departamento de Archivos del Ministerio de la
Verdad y soporta, además de la orfandad infantil, una úlcera varicosa en el
tobillo derecho. Un día piensa que ya es inaguantable la represión oculta y
pública, y se rebela contra el régimen del Hermano Mayor. Winston titubea,
tiene miedo, pero se decide a llevar un Diario para consignar ese monólogo que
revolotea dentro de su cabeza. Este es el comienzo de la novela cumbre de
Orwell, que fue su último libro, su libro número trece.
George Orwell, nacido en Birmania en 1903, durante el
protectorado inglés, cuando su padre era funcionario de la Corona, tuvo una
vida agitada y pletórica de actividades materiales e intelectuales. Solo vivió
47 años, pero ejecutó tantas cosas como si hubiera consumido más de un siglo.
Qué no fue. Estudiante de un colegio privilegiado -donde también estudió Aldous
Huxley, autor de Un mundo feliz (Brave New World, 1932)-, policía del imperio
inglés en Birmania, lavaplatos en Birmania, lavaplatos en París cuando no tenía
dinero, librero de segunda en Londres, compañero de los hambrientos y
desamparados durante la crisis de 1929, guerrillero en el bando republicano
durante la guerra civil española, cronista y columnista de importantes diarios ingleses, locutor de la BBC, y
comentarista de libros. Toda su creación lo destacó como un clásico de la
lengua inglesa y como un maestro para las nuevas generaciones de periodistas.
Como nadie sabe cuál es el destino de las obras que
publica, 1984 fue utilizada por el
macartismo norteamericano para hacer campaña anticomunista en USA y en el
mundo, pero la intencionalidad de Orwell al escribirla no se ceñía a esas
pretensiones. Él estaba profetizando y señalando las aberraciones a las que
puede llegar el Estado totalitario, y esto no tiene exclusividad política. Lo
hace exagerando, ironizando, burlando, imaginando; todo incluido en una
escritura clara que nos conduce a lo que se ha llamado el placer del texto. Hay
en la novela una doble matización: la que se produce al enunciar el discurso
político, y la que se da al escoger el lenguaje para su denuncia. Orwell
profesaba un socialismo democrático y se consideraba a la izquierda del partido
laborista inglés. Nunca varió de opinión.
El Hermano Mayor es la estructura de poder que se
gesta en 1984, paralela a la existencia del Partido Interior. Omnipotente, ese
<<familiar>> lo ve todo, lo intuye todo, lo sabe todo, y lo que
desea no es vigilarte sino protegerte. Es la idea que manejan todos los
represores. Tienes que aceptar que haya una Policía del Pensamiento o que se
practiquen Dos minutos o una Semana del
Odio. Y que el Estado se desarrolle con solo cuatro ministerios: el Ministerio
de la Verdad (o Miniver), el Ministerio de la Paz (o Minipaz), el Ministerio de
la Abundancia (o Minindancia) y el Ministerio del Amor (o Minimor). Este sistema para completar la manipulación,
se halla protegido por tres consignas centrales colocadas en la fachada del
Ministerio de la Verdad: <<La guerra es la paz / La Libertad es la
esclavitud / La ignorancia es la fuerza>>. Desde esas cretinadas, que son
su verdad, desarrolla el Partido todo su corpus ideológico.
A este poder se le opone la Hermandad, un supuesto
grupo de conspiradores contra el Hermano Mayor y su poder aplastante y absurdo,
liderado por quien el Partido llama el Gran Traidor: Emmanuel Goldstein, autor
de un hipotético libro de orientaciones contra el establecimiento del Partido
Interior y toda su liturgia ilógica. Precisamente, una de las ceremonias para
envenenar a los militantes son los Dos Minutos o la Semana del Odio, en los
cuales deben participar todos los miembros. Allí gritan, insultan, se
exasperan, se enloquecen, se llenan el alma del veneno necesario para seguir
siendo serviles. Esa fábula de anticipación, como una vez la definiera Savater,
tiene mucha relación con lo que ocurrió durante el plebiscito por la paz en
Colombia, el brexit en Inglaterra, o
con la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos. He allí uno de
los gérmenes de la impropiamente llamada posverdad. Que no es más que la
manipulación y mentira descaradas.
El control que el Hermano Mayor ejerce sobre la
sociedad es de tal magnitud que llega a crear el crimen mental, o
<<crimental>>, pues al Estado no solo le interesa lo que haces o lo
que digas sino también lo que piensas, imaginas o mentalizas. Y si te marginas
de la obediencia o de la ortodoxia, o te rebelas contra ella, para castigarte
está la Policía del Pensamiento.
El control de la libertad individual y de la
práctica social llega hasta el hecho de
que hay máquinas para producir novelas y ninguna mujer del partido puede
pintarse o maquillarse. Ningún hombre del partido puede tener relaciones
extramatrimoniales o con prostitutas; si lo capturan lo condenan a cinco años
de presidio, sino le anexan otros delitos. El partido proscribe el placer en el
acto sexual. El matrimonio tiene que darse entre dos miembros de la
organización, no sin antes ser autorizado por un comité especial luego de
comprobar que entre los dos no existe atracción física ninguna. Y el control es
tanto que nadie puede alejarse más de cien kilómetros de su lugar de residencia
sino se le concede un visado.
La relación entre hombre y mujer tiene un fin concreto:
traer hijos al mundo para que sean miembros del Partido. Pero la llamada Liga
Juvenil Antisexo va más allá: pretende eliminar el contacto entre las parejas y
propugnar por la inseminación artificial. Por ello pregona la abstinencia
sexual total (<<aplazar el gustico>>, en palabras del señor de la
guerra, para que la hagan otros, qué coincidencia). En términos sencillos:
abogan por la liquidación absoluta del instinto sexual.
Frente a represión tan aplastante, nos dice la novela
mediante Winston, solo queda <<la rebelión de la proles>> (el
proletariado). Esa sería la única esperanza de derrotar el régimen policivo del
Hermano Mayor. Pero hay una dificultad infranqueable: los proles carecen de
conciencia. Orwell, sabio y contundente, escribe algo que puede parecer obvio
pero que casi siempre se olvida:<<hasta que no tomen conciencia no se
rebelarán, y sin rebelarse no podrán tomar conciencia>> (P. 80. 2016).
Contradicción insoluble que se le puede aplicar a la sociedad colombiana.
Pero ante tan creciente pesadilla surge, plagado de
clandestinidad y disimulo, el amor adúltero de Winston y Julia. A partir de
esta sorpresiva contradicción, Orwell parece darle un giro más individual y más
humano a la novela. Winston y Julia se aman en secreto, pero aben que algún día
los van a capturar porque la vigilancia es implacable y ellos no creen en los
postulados del Hermano Mayor. Mantienen su relación, primero en los bosques y
luego en un cuartucho que alquilan para las citas amorosas. Pero estos
encuentros tienen que hacerse tomando todas las precauciones posibles y
fingiendo en el mundo exterior que no se conocen. A ambos los unen dos cosas:
el odio hacia el Hermano Mayor y los sentimientos que mutuamente se profesan.
También a Winston y Julia les repugna que hubiese una
Brigada para la Reescritura buscando modificar el pasado, y que los acosaran en
todas partes las telepantallas que observan el mínimo movimiento, que los niños
sirvieran de espías o pidieran entusiasmados que los llevaran a ver las
ejecuciones de los prisioneros de guerra, y tantos otros atropellos que
ordenaba la cara la cara ancha, el bigote negro y los ojos perseguidores del
Hermano Mayor.
La realidad les ha enseñado que todo o del Hermano Mayor es una falacia. Su
ideario podía ir contra la justicia, la ciencia, la lógica, la verdad, pero
había que aceptarlo para mantenerse libre o permanecer vivo. No hay duda de que
Orwell profetizó a Trump cuando este niega las consecuencias del cambio
climático o hace acusaciones sin mostrar el más leve fundamento.
Winston y Julia son apresados en el cuartico donde se
encontraban y copulaban. Los separan y torturan. Ellos habían convenido en que ninguno
delataría al otro. Pero ante tan inaguantables sufrimientos, la delación no era
acusar de delitos reales o supuestos a la otra persona, sino mantener la
fidelidad de los sentimientos. Frente a las atrocidades, seguir queriéndose.
Sabiendo el torturador O’Brien (quien los engañó
haciéndoles creer que era su copartidario) que Winston le tenía pavor a las
ratas, lo acosó con una jaula llena de estos enromes roedores para que,
maniatado como estaba, le devoraran el rostro. Cuando el gritó todo descompuesto
y en la máxima desesperación dijo que eso se lo hicieran a Julia, le trocaron
el castigo.
Cuando O’Brien lo interroga, quiere demostrarle al
reo, en pose filosófica, que él, Winston Smith, era el último humano, y que lo
que el Partido Interior, o Hermano Mayor, buscaba no era destrozar el cuerpo
del culpable sino dominar su espíritu. <<Lo segundo que debes entender es
que el poder se ejerce sobre las personas. Sobre el cuerpo, pero, ante todo,
sobre el espíritu. El poder sobre la materia, o la realidad externa, como la
llamarías tú, carece de importancia… Controlamos la materia porque controlamos
la mente. La realidad está en el interior del cráneo>> (Pp. 279-280).
Orwell, aquí, se anticipó a las hipótesis del doctor Llinás sobre la existencia
de lo objetivo.
No se sabe si los jefes de las dictaduras de los años
ochenta en el cono sur leyeron esta novela, pero hay que aceptar que sus
horrores superaron las atrocidades que se imaginó Orwell en 1984, pero después de todas las
implacables sesiones de humillación y de ultraje, Winston y Julia retornan a la
sociedad. Física y mentalmente diferentes. Ya no cometerían el
<<crimental>>. Cuando en un día de marzo de mal tiempo se
encuentran por casualidad, se reconocen,
pero ningún sentimiento se alberga entre los dos. Winston camina unos minutos
al lado de ella, pero percibe que nada sienten entre sí. Les han modificado el
espíritu. Son incapaces de amar.
El Hermano Mayor se ha impuesto. El lenguaje, el
pensamiento, los valores individuales, los enunciados de la ciencia y de la
lógica, todo lo ha transformado a su antojo. Winston, ya modificado, seguirá
con su rutina yendo al Café Castaño a que le sirvan en abundancia su habitual
ginebra de la Victoria y de pronto a practicar el mate en dos jugadas de ajedrez,
empezando siempre con las blancas. Había luchado, pero había sido vencido,
hasta en el amor.
Esta no es una novela solo de anticipación. Sino de
advertencia y, aunque suene anacrónico, de denuncia. Y, quizás, una áspera
profecía que en el mundo de hoy pretende convertirse en una oscura realidad.
Ella es un inmenso aporte de Orwell; y una dura llamada de atención para
nosotros.
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*LATITUD /
LA REVISTA DOMINICAL DE EL HERALDO / 23.07.2017 / BARRANQUILLA / REVISTA # 1752. TEXTO Y FOTOS.