Edición Número 99, Girardot, Agosto 24 de 2019:-BENNY MORÉ (¡QUÉ BUENO CANTÓ USTED!)
Edición Número 99 Girardot, Agosto 24 de 2019
BENNY MORÉ*
1919 -AGOSTO 24 - 2019
1919 -AGOSTO 24 - 2019
(¡QUÉ BUENO CANTÓ USTED!)
POR RAÚL MARTÍNEZ RODRÍGUEZ
Benny Moré. Con su guitarra y sombrero alón. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
PRIMERA PARTE
Ahora que ha
muerto hemos vuelto a oírlo y nos sorprende cómo se resiste y se yergue, la
riqueza de registros de su timbre natural que no se daba importancia. Natural, sí,
¡natural!
Su mejor elogio lo
dijo una mujer que vivió toda su juventud en el campo. << ¡Qué voz! ¡Si
parecía un sinsonte parado en una mata de mango!>>
FINA GARCÍA MARRUZ
Hasta hace muy poco tiempo
prevalecía el criterio, expresado por muchos y muy respetados estudiosos de las
culturas populares, de que solo debían ser aceptadas como folclor de un pueblo,
aquellas obras o expresiones que no tuvieran un autor reconocido. Con ello se
limitaba en cierta forma el valor de la creatividad individual. Sin embargo,
este criterio ha variado en nuestros días en los medios de investigación de
carácter más científico y actualizado. Hoy reconocemos en cualquier comunidad
del mundo, a individuos sensibles y creadores que son capaces de sintetizar
intuitivamente elementos de la cultura de su pueblo y, además, darle a esta una
continuidad histórica. Uno de esos ejemplos es Benny Moré, símbolo del folclor
cubano.
Bartolomé Maximiliano Moré,
conocido como Benny Moré, nació a las
7:00 am del 24 de agosto de 1919, en el barrio Pueblo Nuevo del poblado de
Santa Isabel de la Lajas, en la antigua provincia de Las Villas, y en la
actualidad perteneciente a Cienfuegos. Sus padres fueron Virginia Moré y
Silvestre Gutiérrez, pero por razones de índole familiar, Bartolomé llevaría
como primer y único apellido el de su madre: Moré. Virginia Moré trajo al mundo
dieciocho hijos, de los cuales Bartolomé fue el mayor. Poco después del
nacimiento del primogénito la familia se mudó para el humilde barrio La Guinea,
también en Santa Isabel de las Lajas, donde transcurrió la infancia de
Bartolomé. Allí el niño recibió una influencia determinante para su futura
carrera como músico, gracias a la existencia de una cofradía de negros denominada
Casino de los Congos o San Antonio, fundada en el siglo XIX por un grupo de
negros congos libertos, traídos mucho antes del África central y occidental.[1]
Por la rama materna la familia
Moré estaría muy ligada al Casino de Los Congos del barrio La Guinea, pues el
apellido Moré provenía de Ta Ramón Gundo Moré (esclavo del conde Moré), quien
según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel de las
Lajas. La historia familiar contaba que el rey congo había establecido
relaciones amorosas con la esclava Julia
Moré, también propiedad del conde Moré, con la cual tuvo una hija llamada
igualmente Julia, que a su vez tuvo otra hija no reconocida por el padre,
nombrada Patricia, portadora, por supuesto, del apellido Moré. Al intimar esta
con un acaudalado español nacieron cuatro hijas, también <bastardas>,
entre ellas Virginia Secundina Moré, madre de Bartolomé Maximiliano, tampoco
reconocido por su progenitor.
Con el valioso aval de tener
como antepasado a figura tan ilustre como Ta Ramón Gundo Moré, aceptado
históricamente como el primer rey que tuvo el Casino de los Congos en el barrio
La Guinea, Bartolomé Maximiliano Moré recibiría de ellos un especial
reconocimiento por la jerarquía de su origen familiar. Con los miembros del
Casino de los Congos no solo aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka,
los de makuta y bembé, invocadores de deidades (orishas),
con los cuales cantaba y bailaba a la perfección, sino también a interpretar el
son, la guaracha y la rumba. Según su madre Virginia, desde pequeño demostró
una gran vocación para la música, pues se pasaba todo el día <<chillando
como un demonio>> una canción de moda o improvisando y dirigiendo
conjuntos compuestos por machetes, bongoes hechos con latas de leche, guitarras
fabricadas con una tabla y clavos con las cuerdas de hilo de coser, dos palitos
a manera de claves, etcétera. Con ellos se acompañaba sones, boleros y tonadas
campesinas creadas por él, y a los diez años de edad <<rallaba>> un
tres <<de verdad>> que le
habían prestado, con el cual se escapaba de su madre a las fiestas cercanas a
su casa. Siempre se le podía encontrar de pie sobre una mesa cantando y
versando un son manigüero, rodeado de oyentes. Ha narrado Virginia Moré:
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1. (estos se mezclarían en la isla con negros de otras regiones africanas,
y a esta fusión todos aportaron música, bailes, instrumentos musicales,
costumbres y, por supuesto, sus sistemas religiosos).
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Una noche yo estaba planchando y él se escapó para la
fiesta; le dije al otro hijo mío:<<Teodoro, ¿a dónde está tu
hermano?>> <<Está pa’llá p’al son. ¿Tú no oyes el son?>> Y
era como la una de la noche y le digo: <<Quédate aquí pa’cuidar a tus
hermanitos, que yo lo voy a traer de allá. >> Cogí un chucho y me fui
al son y me encontré que le tenían una mesa en el medio de la sala, y él, sin zapatos, encaramado allí encima, haciendo prosas a la gente y diciéndoles
versos. Y dígole: «óyeme, vamos.»
Entonces él, en el momento, me saca una improvisación: Ha llegado laseñora, que no sé cuanto...
(me elevó). Yo le dije que se bajara, que le iba a dar. Pero los
dueños de la casa, me dicen que lo dejara un rato más. Ahora yo, en vez de ir
para mi casa, me quedé como una hora también oyendo lo que él decía.2
La gran estrechez económica familiar no le representó a la laboriosa Virginia un obstáculo para que sus hijos aprendieran las
primeras letras. Al igual que su hermano Teodoro, Bartolomé fue matriculado
en la Escuela de Instrucción Pública José de la Luz y Caballero, donde
siempre se destacó por su disciplina y aplicación. Según sus maestros Lily
Martínez, María Upiana Ross y
Matilde Ledesma, desde los siete años Bartolomé se distinguió por su clara y natural inteligencia para la
matemática y la lectura, y su letra era una de las mejores de su clase.
Con el tiempo, y el nacimiento de otros hermanos menores, aumentaron las
obligaciones familiares, y Bartolomé, por
ser el mayor, tuvo que dejar la escuela al finalizar el cuarto grado. Era necesario
ponerse a trabajar en el campo en tareas como chapear, y sembrar y recolectar productos agrícolas. Desde muy
jovencito le nació la costumbre de
trabajar la tierra y, a la vez, estimular y recrear con sus cantos a los demás,
con su ingeniosa facultad como repentista. La voz potente y aguda del mulatico delgado, inquieto y vivaracho, era
conocida a todo lo largo y ancho del
humilde barrio de La Guinea.
En 1930 Bartolomé
contaba once años de edad. Por esa época Virginia Moré se había
trasladado, en busca de trabajo, al central Vertientes (hoy Panamá), en la
provincia de Camagüey, mientras Bartolomé y Teodoro se quedaban bajo los
cuidados de su abuelo, en Santa Isabel de las Lajas. Una noche los niños,
extrañando a su madre, y por iniciativa de Bartolomé, se .escaparon hacia
Camagüey con el firme propósito de verla y ayudarla en su trabajo como
lavandera de varias familias pudientes del lugar. Bartolomé cooperaba con ella en
todo: recogía y repartía la ropa, después de lavada y planchada, y hasta se
quedaba despierto en las madrugadas, según él para evitar que Virginia se
durmiera y se quemara con la plancha de carbón.
Desde principios de la
década del treinta, la vida de los Moré no dejaría de estar vinculada a la
provincia de Camagüey, especialmente al central Vertientes, con
estancias más o menos prolongadas en Santa Isabel de Las Lajas y La Guinea,
donde seguía residiendo el resto de la familia.
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2. Los
testimonios que se citan en este trabajo han sido tomados de: Amin E. Naser. Benny
Moré. La Habana, Ediciones Unión, 1985.
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A medida que fue creciendo, los primeros compañeros
artísticos que tuvo Bartolomé Maximiliano fueron José Luis Bolívar, Blas Olamo, Enrique Benítez, Julio Escharri, Manolo
Mena, Víctor Landa, y Alejandro Castellanos, con quien perfeccionó la manera de tocar el tres y
la guitarra. Junto a ellos participó en serenatas, enamoró mujeres y se aficionó a los tragos de
ron y aguardiente de caña. Sin abandonar su labor como
carretillero en el central Vertientes,
integró de forma un poco más profesional, con varios jóvenes, el Conjunto Avance. Lo acompañaron en
dicha agrupación los músicos Horacio Landa, Enrique Benítez y Cheo
Casanova.
En 1936, y con quince años de edad, Bartolomé era un
mulato espigado, de gesto nervioso y dueño de una hermosa y bien timbrada voz
de segundo, a pesar de ser una voz aguda.
También se acompañaba con soltura y musicalidad
con el tres o la guitarra. Con el Conjunto Avance ganó celebridad, peregrinando por bailes, guateques y fiestas
de pueblos y caseríos, rodeado
siempre de hombres alegres, mujeres de cuerpos bronceados por el sol y olores a manigua y caña de azúcar. Más
tarde, y como un desprendimiento del
mencionado conjunto, se organizó un trío con Cheo Casanova (voz prima y guitarra segunda), Enrique Benítez (voz falsete
y guitarra prima) y Bartolomé Moré
(voz segunda y maracas), antiguos componentes del Conjunto Avance. Como era de suponer, la música no rendía
lo suficiente, ni siquiera para
sobrevivir, y Bartolomé se vio obligado a mantener en el central su puesto de
carretillero de sacos de azúcar.
Ese mismo
año realizó un intento de establecerse en La Habana, ocasión en que se vería obligado, junto a
su tío Tomás Armenteros, a vender frutos menores de ínfima calidad por los portales del Mercado
Único de La Habana. A causa de su
inexperiencia y juventud, y a la pésima situación económica en que se encontraba el país, a los seis meses
tuvo que regresar con los suyos. De
nuevo en Camagüey, hace pareja con su hermano Teodoro, esta vez para cortar caña de azúcar. A la vez, prosigue su
incansable vida de andarín, de trovador, con la idea más fija que nunca de conquistar la capital con su
voz.
Con casi veinte años de edad, en 1940 Bartolomé se
despidió de su madre en el hotel Ritz del central Vertientes, donde ella trabajaba, y viajó
escondido, indistintamente,
en un tren y en un camión, a la ciudad de La Habana. Antes de llegar a la capital se bajó en el
pueblo de Catalina de Güines, y, sin conocerlo, se presentó al popular cocinero El Congo,
creador de unas famosas butifarras e inspirador del conocido son Échale salsita, de Ignacio Piñeiro.
El Congo, al verlo tan joven, flaco y hambriento, le dio de comer y le ofreció algún dinero para que pudiera seguir
hasta La Habana.
Esta vez venía definitivamente a probar fortuna a la
bulliciosa ciudad. Desde entonces se le vería por el célebre barrio de Belén,
con una guitarra comprada en una casa de empeños, deambulando por cafés, bares,
hoteles, restaurantes, y hasta prostíbulos. También actuaba para los turistas,
en los muelles de La Habana Vieja. De vez en cuando se daba una vuelta por el
cabaret Panchín, de la Playa de Marianao, para oír cantar a Panchito Riset. En
sus momentos de soledad, aún recordaba lo que antes de partir le había dicho a
su madre Virginia: «Me voy para La Habana a ver si triunfo en la música, para
que tú no tengas que lavar y planchar más.»
A finales de la década del cincuenta, en una de sus numerosas actuaciones en el cabaret Alí Bar Club, en La Habana. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
Existen referencias de que en dos ocasiones se presentó
en el programa de radio La corte suprema del arte, de la antigua emisora CMQ, de
Monte y Prado, y en una de esas veces ganó un primer premio. En el barrio de
Belén, donde residió en esa época, formó el dúo Bartolo-Anselmo, y con él
recorrió los recodos de la ciudad, cantando para obtener como propina unas
monedas acompañadas de un trago, lo que resultaba común en el país entre los
llamados «artistas cubanos» ambulantes. Era muy usual verlo trasnochado, con
los ojos nublados por el ron Palmita y con frecuencia enamorado, pero siempre
encantando a todos con su gracia criolla.
Por esos años, Bartolo —con este nombre lo empezaron a
llamar en La Habana— formó parte del Cuarteto Cordero y del Septeto Fígaro,
bajo la dirección de Lázaro Cordero, y con ellos apareció en distintos espacios
radiales de la emisora CMW. Más tarde fue integrante del Conjunto Cauto, de
Mozo Borgellá. Por la precaria economía de esos años, los contratos para bailes
eran exiguos. Las plantas de radio solo pagaban por una transmisión, cuando
más, veinte centavos: diez para el pasaje del tranvía y los otros diez para un
café con leche. Daba entonces más resultado trabajar la calle como artista
ambulante.
Poseedor de una voz fresca, de hermoso timbre, sensual y
evocadora, de campesino negro, no obstante su miseria Bartolo seguía cantando
con toda la fuerza interior que le reclamaban los ritmos cubanos. Para suerte
de él y de la música nacional, en una de sus correrías Siro Rodríguez,
integrante del famoso Trío Matamoros, lo escuchó cantar en el bar del
restaurante El Templete, de la Avenida del Puerto, y quedó muy impresionado por
la voz y afinación del muchacho. Tal hecho, en ese momento sin mayor trascendencia
para Bartolo, más tarde repercutiría favorablemente en la evolución de su
carrera artística.
En 1944 el joven vocalista se presenta, como otras veces,
en la emisora radial Mil Diez, junto al Septeto Cauto, de Mozo Borgellá. Miguel
Matamoros, guitarrista, compositor y cantante, regresa en 1945 de un viaje, y
de inmediato tenía que cumplir con su conjunto un compromiso contraído anteriormente
con la mencionada planta radial, pero estaba disfónico y debía hacer reposo de
voz. La solución fue pedirle a Borgellá uno de sus cantantes primos, para que
actuara con él durante los días que durara el contrato, y, por supuesto, las
sobradas aptitudes, y las excelentes referencias que dio Siro Rodríguez,
hicieron que el escogido fuera Bartolo. Con el tiempo, la meritoria labor y el
buen carácter del joven sonero se fueron haciendo imprescindibles al Conjunto
Matamoros, lo que motivó que se quedara fijo. (3)
La entrada de Bartolomé al conjunto de Miguel Matamoros
se puede considerar su verdadero debut como cantante profesional, pues con
dicha agrupación tuvo por primera vez un trabajo estable como músico y realizó
sus primeras grabaciones en discos —de 78 revoluciones por minuto—, entre ellas
las tituladas Penicilina, de Alberto
Valdés; Malos vecinos y Ofrenda criolla, de Miguel Matamoros, y Mexicanita, de Nené Enrizo. Oír por primera vez su voz grabada le
causó a Bartolo una rara impresión. Se dice que se paseaba por todo el estudio
de grabaciones con las manos sobre la cabeza, llorando y riendo como un niño.
A partir del encuentro con Miguel Matamoros, la carrera
como cantante de Bartolo se puede catalogar de vertiginosa. No solo tuvo un
trabajo duradero, sino también realizó ese mismo año 1945 su primer viaje a
México, país en el que se consagraría como cantor popular. En sus inicios en la capital
mexicana se presentó con el Conjunto Matamoros en salones de baile, cabarets,
teatros, y en varios programas en la radio emisora XEW, la renombrada «Catedral
de la Radio de México». Actuó además en los centros nocturnos Montparnasse y
Río Rosa, alternando con el famoso conjunto Son de Veracruz dirigido por Raúl de la Rosa.
Cuando finalizaron los contratos del conjunto en México,
Miguel Matamoros decidió regresar a Cuba, pues lo esperaban otros compromisos, pero
Bartolo determinó quedarse. Los motivos fueron, en primer lugar, su casamiento con la enfermera
Juana Bocanegra, y en segundo, las relaciones afectivas y de mutua estimación
que se habían creado entre él y el público mexicano. Al comunicarle su decisión
al famoso autor del son El que siembra su
maíz, Miguel Matamoros le respondería: «Está muy bien, pero tienes que cambiarte
el nombre de Bartolo, que es muy feo. Con él no vas a ir a ninguna parte.»
«Tiene usted razón —le contestó Bartolo—, desde hoy me llamaré Benny, sí, Benny
Moré.»
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3. El Conjunto Matamoros estaba integrado por Miguel Matamoros, Rafael Cueto
y Siro Rodríguez (guitarras prima y segunda, maracas y cantantes); Bartolo Moré
(voz prima); Ramón Dorca (piano); José Macías y José Quintero (trompetas); Cristóbal Mendive (contrabajo), y Agustín
Gutiérrez (bongó).
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SEGUNDA PARTE
Otro de sus ocasionales dúos, esta vez con el polémico Rolando Laserie, desde la pista del Alí Bar Club, en 1958. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
En los primeros meses del año 1946, empezó su residencia
en la populosa ciudad de México, con su desconocido pero definitivo nombre de Benny
Moré; artísticamente solo, y con escaso dinero, se le presentaron algunas
dificultades de tipo sindical, que le impidieron por breve tiempo continuar con
su labor como artista en ese país. Esto pondría una vez más a prueba su tesón y
su definitiva voluntad de triunfar. Entre las primeras personas que lo ayudaron
a salvar los obstáculos estuvieron los mexicanos Pancho Aguirre, dueño del
cabaret La Rosa; el actor de cine Antonio Badú, y el cubano Clemente Piquero (Chicho), bongosero de la afamada orquesta del notable pianista, compositor y
arreglista mexicano José Sabre Marroquín.
En menos de un año Benny Moré formó el Dueto Fantasma, en unión del director de orquesta y cantante
mexicano Lalo Montané y la calidad y afinidad de ambos les permitían alternar sus voces de primo
y segundo. Tuvieron tanto éxito, la demanda del dúo fue tanta, que se vieron
obligados a doblar sesiones en el club Fénix y el cabaret La Rosa, entre otros.
Con el Dueto Fantasma Benny Moré efectuó algunas grabaciones para los discos
RCA Victor acompañado por orquesta y conjunto bajo la dirección y arreglos del
propio Lalo Montané —entre ellas las
tituladas Mucho corazón (bolero), de
Enma Elena Valdelamar, Encantado de la vida (mambo), de Justi Barreto; Ensalada de mambo, creación del propio
Benny Moré, y A media noche (bolero),
de Pablo Cairo. También para el sello RCA Victor grabó, con el acompañamiento
de la conocida orquesta del cubano Mariano Mercerón, Me voy pa'l pueblo (guaracha), de Mercedes Valdés, y Desdichado, de su propia inspiración,
entre otras obras. Desde los primeros momentos estas versiones discográficas
tuvieron enorme éxito de venta, así como excepcional aceptación en discotecas,
programas radiales y victrolas traganickeles. Este éxito abarcó todo México y
diferentes países de la América de habla hispana, y tuvo como consecuencia que,
de inmediato, Mariano Rivera Conde, director artístico de la ya mencionada
firma disquera, le hiciera firmar al Benny un contrato de exclusividad, con la
obligación de grabar una cantidad de obras, en cualquier país en que el artista
se encontrara y con varias agrupaciones bajo la égida de la RCA Victor, como
las orquestas de Mariano Mercerón, Rafael de Paz, Lalo Montané, Arturo Núñez,
Chucho Rodríguez y Dámaso Pérez Prado.
En 1947 Benny Moré contaba veintiocho años de edad y se
encontraba ya en un momento de madurez artística y en plenitud de sus
facultades vocales y musicales. Con su innata intuición podía, sin necesidad de
transición, cantar desde una picaresca guaracha hasta un amoroso bolero; pasar
de un cadencioso son-montuno al vigor rítmico del merengue, la plena o el porro, y luego acometer un sincopado mambo. Para asombro
de todos, esto lo hacía diariamente y con la mayor naturalidad en sus
actuaciones en vivo en la radio, cabarets, teatros y en grandes y prestigiosos
salones de baile, para el disfrute de los buenos bailadores que siempre han
abundado en México.
A finales del año 1947 se suceden otros logros artísticos
del cantante, acompañado de nuevo por la agrupación dirigida por el maestro
Mercerón. Cada día se consolidaba más el nombre de Benny Moré. Por todas partes
se oían y tarareaban La cocaleca de Víctor Caballé, y Parece que va a
llover, (merengue), de Antonio Mata. La clave de la entusiasta aceptación
pública de estas obras —a veces nuevas versiones de números de los cuales ya se
tenían referencias sonoras por anteriores intérpretes— estribaba en la originalidad
y el nuevo estilo aportados por el cantante cubano, y el éxito alcanzado con
estas obras le permitió al artista penetrar en el difícil mundo del disco en
América Latina. Por otra parte, tenía la gran posibilidad de grabar en buenos
estudios y sentirse respaldado por directores y músicos dueños de acreditadas
agrupaciones, bajo la regencia de la internacional firma RCA Victor. Con Rafael
de Paz pueden recordarse sus chispeantes versiones de títulos que aún siguen
haciendo las delicias de los amantes de la música latina en el mundo entero: Yiriyiribón (mambo), de Silvestre Méndez; Bobo de la yuca (guaracha), de Marcos Perdomo, y Oh, Bárbara (mambo), de Miguel A.
Valladora.
La entrada de Benny Moré en 1948 como primer cantante de
la que sería posteriormente la célebre gran orquesta de Dámaso Pérez Prado,
resultó de suma trascendencia para su vertiginosa carrera, pues le sirvió de
puente para su consolidación definitiva como mítico cantor. Con este encuentro
se reunieron dos genios: en Benny Moré estaban el talento y la intuición
natural; en Pérez Prado, además de todo
eso, el dominio de la técnica y una enorme facilidad para hacer música. De esta feliz unión surgieron
infinidad de grabaciones que aún en nuestros días mantienen intactos no solo
sus valores musicales, sino también su gracia y su frescura. Como ejemplo de lo
que afirmamos, nos vienen a la memoria títulos como Pachito eché (mambo), de Alex Tovar; Rabo y oreja (mambo), de Justi Barreto; Barbarabatiri de Antar Daly, y Bonito
y sabroso (mambo), del propio Benny Moré.4
Una de las primeras presentaciones que efectuó Benny Moré
en vivo con la famosa orquesta de Pérez Prado fue en 1949, en el espacioso
teatro Blanquita de Ciudad México, ocasión en que centralizaron el espectáculo
_________________
4. Por un acuerdo entre el Rey del
Mambo y el sindicato do músicos mexicano, la orquesta tenía que estar integrada
por músicos de ambas nacionalidades. La parte cubana de la agrupación
de Pérez Prado la componían Benny Moré (cantante), Modesto Durán (tumbadero),
Aurelio Tamayo (timbalero), Clemente Piquero (bongosero), Florecita y Perique
(trompetas), y Dámaso Pérez Prado (pianista, arreglista, director y
compositor).
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Al son del mambo, respaldado por la
presencia de un público particularmente entusiasta: tanto Benny Moré como
Dámaso Pérez Prado y su nuevo ritmo mambo, habían llegado a la cima de la
popularidad. Ya por esa época la voz de Benny era conocida en Panamá, Colombia,
Brasil, Puerto Rico, Haití, Venezuela, y desde luego, en su natal Cuba.
En el alegre mundo de la vida nocturna de Ciudad México,
el cantante cubano actuó en infinidad de teatros, entre otros el Margo, el
Blanquita, el Folliers y el cabaret Waikiki, alternando con artistas de tanto
renombre como la legendaria vedette Yolanda Montes (Tongolele), la mexicana Toña la Negra y el destacado pianista y
compositor cubano Juan Bruno Tarraza, de quien Benny cantó el bolero Ya son las doce. En la llamada «época de
oro» del cine mexicano, su imagen y voz fueron recogidas en varias producciones
cinematográficas, como Novia a la medida,
En cada puerto un amor, Fuego en la carne, Ventarrón y Carita de cielo.
A Panamá viajó en 1949 junto a Pérez Prado, para actuar
en los fabulosos carnavales de aquel país, donde ya era muy conocido y
estimado.
Durante los cuatro años de labor intensa como cantante en
México, la voz de Benny había adquirido una mayor extensión, especialmente en
los registros graves. Nuevos matices, expresividad y una gran ductilidad
estaban presentes en todo lo que interpretaba. La faena diaria con
profesionales de sólida formación musical de la calidad de Mariano Mercerón,
Rafael de Paz y en especial los conceptos novedosos de Pérez Prado, habían
influido en el cantante sensible que era Benny Moré, quien muy pronto asimiló
un criterio moderno de la armonía y la orquestación, que procedía de las
mejores agrupaciones norteamericanas de tipo jazzband. Pero, por supuesto, todo
ello filtrado y recreado con un lenguaje, en lo melódico y en lo rítmico, «a lo
cubano», y respaldado por la brillante sonoridad de una verdadera banda, en la
que sobresalían los saxofones y las trompetas. Convencido de la validez de este
estilo, Benny Moré prácticamente había renunciado a ser acompañado de otra
manera.
Desde su temprana época de trovador trashumante y de su
dueto con Lalo Montané, eran proverbiales el sentido armónico y las amplias
posibilidades vocales de Benny para «hacer voces». Viendo en ello un filón
económico, la dirección artística de la RCA Victor le hizo grabar a lo largo de
los años varios discos de boleros y guarachas a dúo con algunas afamadas
figuras contratadas por el mismo sello. Con el magnífico tenor mexicano Pedro
Vargas vocalizó el Benny los boleros Perdón
y Obsesión, del puertorriqueño Pedro Flores; Solamente una vez (bolero), del mexicano Agustín Lara, y La vida es un sueño (bolero), del cubano
Arsenio Rodríguez; en Alma libre (bolero),
de Juan Bruno Tarraza, unió su voz a la del carismático tenor venezolano
Alfredo Sadel. Con el cancionero Tony Camargo cantó los
boleros Esta noche, corazón y Sin razón ni justicia, de Chucho Rodríguez, y la guaracha Deja que suba la marea, de Otilio
Portal. Los acompañamientos corrieron a cargo de las orquestas de Pérez Prado,
Chucho Rodríguez, Benny Moré y la notable agrupación del venezolano Aldemaro
Romero. Todavía se recuerdan sus dúos ocasionales con Roberto Faz y Paulina
Álvarez, y el histórico con Joseíto Fernández, el creador de la célebre Guajira guantanamera. En un programa de
radio en que coincidieron, ambos improvisaron con la música de la famosa
tonada, de lo cual, por fortuna, ha quedado testimonio para la posteridad en
una grabación. Estos dúos ocasionales, caracterizados por el alto nivel
interpretativo de sus compañeros de canto, hicieron posible al Benny lucirse
vocalmente, pues sus cualidades le permitían pasar, en una misma obra, de la
voz prima a la segunda, o de está a la prima, de forma que puede calificarse
sin titubeos como virtuosa.
Era todo un gran ídolo popular. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
Desde 1945 hasta 1950 Benny Moré residió en Ciudad
México. Aunque en ese hermoso país, tan entrañable para los cubanos, había
forjado afectos, triunfado plenamente y adquirido un sólido prestigio
artístico, en el fondo no se sentía realizado. La nostalgia por su familia y
amigos, por la patria, y el deseo de obtener laureles en su isla, donde
consideraba que no era conocido lo suficiente, fueron razones de peso para que
a comienzos de los años cincuenta el Sonero Mayor se encontrara definitivamente
en Cuba. Había dejado atrás comodidades, satisfacciones materiales y
espirituales, amigos y hasta los amores que no suelen faltar a los
triunfadores.
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TERCERA
PARTE
A su llegada a la ciudad de La Habana, decidió estar un
tiempo con su madre Virginia Moré y sus hermanos en Vertientes y en su querida
Santa Isabel de las Lajas. Al regresar a la capital coincidió con una de las
estancias en Cuba de Mariano Mercerón y su orquesta: muy identificados por sus
anteriores actuaciones en México, Benny y Mercerón se ponen de acuerdo de
inmediato y aceptan un primer contrato para presentarse durante una larga
temporada en el estelar programa de radio De
fiesta con Bacardí, transmitido por la emisora Cadena
Oriental de Radio desde la ciudad de Santiago de Cuba hacia toda la isla. En
esta oportunidad los cantantes Fernando Álvarez y Pacho Alonso, en los inicios
de su carrera como vocalistas, le hicieron el coro a Benny Moré. Desde los
primeros programas que salieron al aire se suceden varios éxitos en la voz de
Benny con la orquesta de Mercerón. Son los primeros en su tierra, a pesar de
que muchos de esos números eran populares en otros países. No lo podía negar:
era feliz.
Una vez finalizado el compromiso con la casa Bacardí y el
maestro Mercerón, en 1952 Benny Moré regresó a La Habana, reclamado por Amado
Trinidad Velazco, «El Guajiro de Las Villas», dueño de la emisora radial RHC
Cadena Azul, una de las plantas más poderosas de la época. La urgente solicitud
sería para que el cantante cumpliera una delicada misión: según me dijera en
conversación personal muchos años después el destacado musicólogo cubano
Leonardo Acosta, «solo el Benny pudo con su hondo sentido asimilar y ensayar el
nuevo ritmo Batanga», creado por el
sobresaliente pianista, arreglista y director de orquesta cubano Bebo Valdés.
Desgraciadamente, después de la salida de varios programas, el ritmo batanga, a
pesar de ser interesante desde el punto de vista musical, no tuvo la
repercusión que se esperaba, es probable que por la falta de un mejor horario y
del apoyo financiero de un anunciante que pagara los gastos de la llamada
Super-Banda de Bebo Valdés, sus arreglos y excelentes músicos.
Contratado Benny por la popular emisora Radio Progreso,
la con justicia llamada «Onda de la Alegría», se hace acompañar por la orquesta
de Ernesto Duarte, una de las mejores agrupaciones existentes en aquellos años.
En estas transmisiones diarias en vivo y con público que colmaba el
estudio-teatro de la planta, era donde se podía entender la genuina
identificación del artista con su pueblo.
Como la RCA Victor mantenía a Benny Moré sujeto a un
contrato, muy rápido comienzan a salir sus discos de 78 y los primeros de 45
revoluciones por minuto, acompañados por la orquesta del maestro Duarte,
grabaciones que se vendían como pan caliente en las tiendas y discotecas de la
isla. Ya por estos años el Benny contaba con la facultad de convertir
simultáneamente varias de sus grabaciones en hits parades en la radio, y sus números se oían en cada esquina en
que hubiera un bar con una victrola. El bolero cubano iba adquiriendo con él
connotación y estilo nuevos, irrepetibles para otros intérpretes. Lo que
cantara el Benny, prácticamente no lo podía cantar nadie más. Son de la
preferencia popular en los primeros años de la década del cincuenta los boleros
No me vayas a engañar, de Osvaldo
Farrés; Por ser como tú eres, de José
Badán Slater, y Cómo fue, de Ernesto Duarte; y asimismo lo sones montunos Adiós, Palma Soriano, de Ramón Cabrera, y Bombón de pollo, de su compadre Enrique Benítez.
Benny Moré con Félix Chapottín en los años cincuenta. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
Aunque desde los primeros momentos la asociación
Benny-Duarte dio resultados positivos en los aspectos económicos y artísticos,
pronto se vio afectada por algunas desavenencias entre ambos, que se fueron
agravando hasta llegar a la ruptura de su unión. Se dice que el motivo
fundamental fue la discriminación racial practicada por Duarte, ya que el Benny
se percató de que este mantenía una orquesta integrada solo por blancos, para
la televisión, teatros, bailes y fiestas particulares. Según decían, y él aseguraba
haberlo confirmado, no lo llevaban a él por ser negro. Benny Moré se quejó a la
RCA Victor, cuya gerencia le dio toda la razón, mantuvo su parte en el contrato
y reconoció que, entre los dos, la figura real que «vendía» era la de Benny
Moré. A partir de ese instante se fortaleció de nuevo en el cantor su viejo
anhelo de cantar con una orquesta propia que respondiera a sus intereses
artísticos y, por supuesto, económicos.
Mientras reflexionaba acerca de cómo organizar su banda,
a principios de 1953 a Benny Moré le ofrecieron grabar para la firma discográfica cubana Panart,
acompañado por la ya famosa Sonora Matancera, de Rogelio Martínez. De plano se
negó, ya que, según sus propias palabras, «esa sonora nunca le había sonado».
Pienso que el verdadero motivo de su rechazo fue que ya por esos años, como se
ha dicho, estaba acostumbrado a sentirse apoyado por toda la violencia sonora y
los buenos arreglos de las bandas integradas por metales. Sin embargo, por esa
justa determinación del artista, los coleccionistas perdimos la gran
oportunidad de contar en nuestras fonotecas con alguna curiosa e inestimable
grabación de la tantas veces antológica Sonora Matancera acompañando a Benny
Moré.
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CUARTA
PARTE
LA BANDA
GIGANTE DE BENNY MORÉ
Con su fama y el prestigio de su nombre, no le fue
difícil a Benny agrupar, por los meses de julio y agosto de 1953, algunos de
los mejores instrumentistas del país, con el fin de formar su primera Banda
Gigante, la legendaria tribu, como le gustaba llamarla. Los primeros
participantes de su orquesta fueron Ignacio Cabrera, Cabrerita (pianista y arreglista); Miguel Franca, Santiago
Peñalver, Roberto Barreto y Virgilio Vixama (saxofones); Alfredo Chocolate Armenteros, Rigoberto Jiménez
y Domingo Corbacho (trompetas); José Miguel (trombón); Alberto Limonta
(contrabajo); Rolando Laserie (batería); Clemente Piquero, Chicho (bongó); Tabaquito (tumbadora) y Fernando Álvarez y Enrique
Benítez (cantantes-coro). Los primeros ensayos se efectuaron en un local de la
Calzada de Infanta y Pedroso, en el barrio del Cerro. Por la excelente calidad
de los músicos y los arreglos, desde los ensayos iniciales el sonido de la
orquesta fue impresionante y, como se dice entre los músicos, «a lo macho». El
esperado debut se produce el 3 de agosto de 1953, en el conocido programa Cascabeles Candado, de la antigua CMQ
Radio.
Por la alta audiencia de la emisora, la nueva orquesta de
Benny Moré fue conocida de inmediato en toda Cuba, y los contratos para
amenizar bailes y verbenas no se hicieron esperar —el primero de ellos se llevó
a efecto en la Colonia Española del pueblo de Placetas, hoy provincia de Villa
Clara. Por esta época, asimismo, realiza frecuentes presentaciones en emisoras
nacionales como CMQ Radio y Radio Progreso; y en la televisión, en el Show del mediodía y el Cabaret Regalías, del canal 6. También
en los famosos shows de variedades de los fastuosos teatros Warner, del Vedado, y América, de la
calle Galiano entre otros. Por supuesto, reanuda sus comprometidas y esperadas
grabaciones con su firma discográfica, las cuales pronto se ponen a la venta en
toda América.
A mediados de 1954, Benny Moré ya era conocido por el
sobrenombre de «El Bárbaro del Ritmo», reiterado por un público que lo
idolatraba. El origen del apodo, según Israel Castellanos (delegado de la
orquesta), tuvo lugar en Santiago de Cuba:
…estábamos parados en una esquina y
pasó una muchacha que estaba bien y Benny dijo: « ¡Mira qué bárbara!» Cuando
eso estaba de moda el número suyo, ¡Oh,
Bárbara!, y entonces, le salió del corazón a un muchacho que estaba parado
en la esquina y contestó a Benny: « ¡Qué va, compay, el bárbaro es usted!» Esa
misma noche, en la CMKW, surgió El Bárbaro del Mambo, y lo estuvieron llamando así
hasta que vino para La Habana. En la capital empezó en el programa de Batanga y
ya no le podían llamar el Bárbaro del Mambo. Entonces Ibrahín Urbino, locutor
del programa, lo presentó como El Bárbaro del Ritmo.
La Banda Gigante de Benny Moré, desde los primeros meses
de su integración, tuvo una concepción única de la sonoridad. No importaba que
los arreglos fueran de Ignacio Cabrera (Cabrerita), de Pedro Jústiz (Peruchín) o de Generoso Jiménez: a todos ellos el Benny siempre
les pedía con exactitud lo que deseaba en relación con el ritmo, la armonía y
los efectos tímbricos. Como músico empírico, pues no dominaba la escritura
musical, se reunía con ellos en el piano y les iba dictando la figuración
rítmica que él sentía, mientras los arreglistas iban transcribiendo lo que
Benny señalaba, que respondía a sus ideas sobre la orquestación y el estilo.
Contando con su prodigiosa memoria musical, se aprendía los arreglos y dirigía
la orquesta mientras cantaba; daba las entradas y cierres a sus músicos con
gestos muy personales sumamente expresivos, bailando y enardeciendo a «la
tribu» y a los bailadores. Con esto se producía una hermosa relación técnica y
una comunión de vida intensa entre todos.
Afirma su
cantante y compadre, Enrique Benítez:
Cuando estábamos ensayando y Benny
mandaba a parar la orquesta, olvídense, algo andaba mal. Muchos no nos dábamos
cuenta, pero él sí. Tenía un oído que era un radar. No se le escapaba nada, por
insignificante que fuera. Se ponía las manos en la cabeza, dejaba de cantar y se viraba: « ¡Aguanten,
aguanten ahí… Aquí hay alguien que está atrasado… Fíjense bien cómo es la
cosa.» Entonces se ponía a hacer con la boca: «Cum pa, cum patá, cum pa…» hasta que la gente cogía el golpe.
Benny Moré le imprimió a su orquesta el aire típico de
las antiguas agrupaciones soneras cubanas, y desde los primeros años de fundada
la banda, sus discos se ponen a la venta en Haití, República Dominicana,
Venezuela y Cuba.
Una anécdota que
habla por sí sola de sus grandes dotes como organizador de conjuntos, es
contada por su médico de cabecera, el doctor Luis Ruiz Fernández:
Llegamos a un restaurante campestre
y allí estaba una [orquesta] típica que parecía una pelea de gallos […]. Cuando
la gente lo vio, vino la invitación, era inevitable: ¿qué cantará? Terminó de
comer, subió a la tarima y comenzó a organizar aquello. Le pidió un tumbao al
piano y a la percusión. Los violines empezaron a guardar los instrumentos. Los
llamó y les dijo: «Pero, ¿no van a acompañarme?» Les marcó la melodía. La
descarga duró dos horas y aquello era música de la buena.
Creo que es necesario hacer un aparte y referirnos a la
faceta creativa, de inspirado compositor, de Benny Moré. Músico cuyas ideas creativas
exhiben una asombrosa fluidez, en sus boleros, sones-montunos, guarachas,
rumbas y mambos, los giros melódicos y armónicos, y las letras, son modelos de
sencillez, pero siempre muy bien hilvanados y con buen gusto. Como en toda
verdadera obra de arte, la lógica artística y el agudo sentido estético eran el
resultado de una genuina y libre inspiración. Muestra de lo que decimos se
encuentra en sus boleros Amor y fe, Conocí la paz y Ahora soy feliz; en el son montuno Santa Isabel de las Lajas; en las rumbas Rumberos de ayer y De la rumba al cha cha chá; en la guaracha Mi saoco; en el afro Dolor carabalí, y en los mambos Bonito
y sabroso y Ensalada de mambo,
entre otras composiciones. La interpretación personal que de ellos hacía el
propio autor, les confería el estilo justo para una acabada e inconfundible
realización.
El Benny con su esposa Eraida y sus hijos Barbarita y Robertico. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
Entre 1954 y 1958 Benny Moré y su Banda Gigante van
consolidando su renombre, no solo en Cuba sino también en otros países. A
partir de 1955 «El Bárbaro del Ritmo» inició giras por Venezuela, Jamaica,
Haití, Colombia, México y Estados Unidos, donde fue recibido como un genuino
ídolo y actuó en bailes celebrados en ciudades importantes, como Caracas, en
Venezuela, y Cartagena, Barranquilla y Medellín, en Colombia. En estas
significativas plazas alternó sus presentaciones con famosos artistas, entre
ellos la admirada
vedette brasileña Carmen Miranda y el barítono colombiano Carlos Ramírez. En
Panamá obtiene indiscutible éxito en las fiestas populares celebradas en los
toldos al aire libre, en el cabaret Dragón de Oro, y en la ciudad de Colón, que
lo aclamó.
Pero no todo fue
satisfacción para el artista en estos viajes; también hubo sinsabores. En 1957,
en Caracas, un empresario fraudulento trató de guardarse parte del dinero
obtenido por las actuaciones de sus músicos, y el Benny, tornando cartas en el
asunto, obró drásticamente obligándolo a devolverle el fruto de su trabajo y
del de su «tribu». Fue este el famoso episodio en que golpeó la cabeza del
empresario con una cabilla, típica acción de «machismo» tropical. Tuvo sobradas
razones para acudir a un artefacto corno ese, pues conocía de las anteriores
prácticas de boxeo de su adversario, que ya en otras ocasiones había engañado a
artistas cubanos, entre ellos la vedette Blanquita Amaro, el cancionero
Fernando Albuerne y el Trío Hermanas Lago. El pianista y cantante Ignacio Villa (Bola
de Nieve), que en ese momento se encontraba en Caracas, y el cantante y
amigo venezolano Alfredo Sadel, utilizaron sus influencias y lograron sacar de
la cárcel a Benny y hacerlo regresar a su país. Toda Cuba se sensibilizó con el
incidente, y apoyó la justa postura de Benny Moré.
Desde 1956 Benny
comenzó a grabar los famosos sones montunos dedicados a distintas ciudades
cubanas, como Manzanillo, de Radamés
Reyes; Santiago de Cuba, Palma Soriano y Marianao, de Ramón Cabrera, y de su propia autoría Santa Isabel de las Lajas y Cienfuegos. Nadie le ha cantado a Cuba
mejor que Benny Moré en estos sones.
Viajó a los Estados Unidos en 1957 y 1958 para
presentarse en Los Ángeles y Nueva
York. En Hollywood amenizó la ceremonia de entrega de los premios Oscar, y
después actuó en la ciudad de Nueva York. En una de estas ocasiones viajó solo
y fue acompañado por la famosa agrupación del mexicano Luis Alcaraz. Ya por
esos años, la que para muchos constituyó su segunda orquesta, estaba integrada
por los siguientes músicos: Lázaro Valdés (pianista); Mauro Gómez, René Aiyón,
Fernán Vincent y Diego Loredo (saxofones); Aníbal Martínez, Jorge Varona, Pedro
Rodríguez y Pedro Jiménez (trompetas); Generoso Jiménez (trombón y arreglista);
Ramón Caturla (contrabajo); Jesús González (batería); Jesús López (tumbadora);
Enrique Benítez, Gil Ramírez, Delfín Moré y Alfonso Eliseo (cantantes-coro); e
Israel Castellanos (secretario y delegado).
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QUINTA PARTE
Entre 1958 y 1962 la salud del Bárbaro del Ritmo se va
deteriorando. Su médico y amigo, el doctor Luis Ruiz Fernández, le diagnostica
una grave cirrosis hepática. El enfermo se cuidó de su dolencia dejando de ingerir
bebidas alcohólicas, pero no hizo el imprescindible reposo, sino todo lo
contrario: incrementó su actividad musical. Era constante su presencia en
bailes, cabarets, radio y televisión, y a pesar de su fortaleza física, cada
día se quebrantaba más su organismo. Por estos años actuó en el Liceo de
Consolación del Sur, en las sociedades de blancos y negros de San Juan y
Martínez, y en la Colonia Española de Pinar del Río. Realizó fatigosos viajes a
las provincias orientales para presentarse en Guantánamo, Manzanillo, Santiago
de Cuba, Las Tunas, Holguín, y en su amado pueblo de Vertientes, en Camagüey.
En la provincia de La Habana también amenizó fiestas en Regla, Güira de Melena
y Marianao.
Como era habitual en él, estos lugares fueron escenarios
de grandes triunfos, especialmente en los tradicionales bailables de los
jardines de las cervecerías Tropical y Polar, en el Salón Mambí de Tropicana, y
en las monumentales fiestas denominadas «Papel y Tinta», organizadas por el
periódico Revolución y celebradas a
todo lo largo del Paseo del Prado, en la ciudad de La Habana, donde se
agrupaban los mejores conjuntos y orquestas, junto a bailadores de toda Cuba. Y
como si esto fuera poco, su criollísima voz no faltaba en la vida nocturna
habanera: los cabarets Alí Bar Club, Sierra, La Campana, Night and Day; los
hoteles Habana Libre y Riviera, y el fabuloso Tropicana, lo reclamaban una y
otra vez. El Benny estaba extenuado, pero no descansaba: se le veía también
anunciado en los teatros América, Martí y Tosca, y fue invitado de honor al
Primer Festival de Música Popular Cubana, efectuado en 1962 en el teatro Amadeo
Roldán (antiguo Auditorium). El agotado y enfermo Benny Moré tenía tantos
compromisos con su pueblo, que por esos años cobró fuerza el mito de su
«informalidad». Pero su público y quienes lo conocieron bien, sabían que esa
informalidad circunstancial no fue lo más representativo de su valiosa vida
artística. Muestra de ello es que estuvo ofreciendo lo mejor de su arte a la
tierra que lo vio nacer, hasta los últimos días de su agitada existencia.
No le tuvo temor a la vida, sino al contrario, disfrutó
de ella como si cada instante fuera el último. No estaba consciente, por su
modestia, de su verdadera significación dentro de la cultura cubana, y, en
plena fama, era frecuente verlo en cualquier bar o bodega de esquina, en un
anónimo lugar, bebiendo cervezas y rodeado de gente sencilla de su pueblo,
haciéndose él mismo la segunda voz sobre uno de sus discos reproducidos en una
victrola traganickeles, improvisando todo un fabuloso espectáculo que de seguro
seda ovacionado en muchos lugares del mundo. Fue derrochador, de su energía
física, de su talento y de su sensibilidad. El calificativo de Sonero Mayor
adquirió su verdadera dimensión con él, a partir de sus excepcionales facultades musicales, aunque
dominaba no solo los secretos del son sino también los del bolero, la guaracha,
el guaguancó, el mambo, el changüí oriental y la mayoría de los ritmos del área
del Caribe. Nadie como el Benny a la hora de hacer un «guajeo» acompañado por
los cueros y metales, luciendo el saco largo y ancho, el sombrero alón, los
tirantes que suspendían los anchos pantalones y el bastón. Aunque no todos los
cubanos se vistieran así, el pueblo se veta representado en él, por su gracia
viril y su criollismo bien definido, alejado lo mismo de la ostentación que de
la vulgaridad. Su manera de bailar venía del estilo popular, pero depurado e
insinuante.
1945. Benny Moré con el famoso grupo sonero de Miguel Matamoros. Segundo, de derecha a izquierda, de la segunda fila. BENNY MORE de Raúl Martínez Rodríguez |
El pueblo lo consideró siempre como parte de la familia,
pues en él veía reflejadas muy preciadas virtudes de la tradicional ética del
cubano. Siempre tenía su bolsillo abierto para un amigo, y hasta para un
desconocido, y no olvidaba a un amor del pasado cuando a este tocaba el
infortunio. En los últimos años de su vida tenía en su casa del reparto La
Cumbre, en las afueras de la ciudad, un sembrado al que llamaba «El Conuco», y
que cultivaba él mismo: allí criaba cerdos y aves de corral (tomeguines y
canarios también), a los que, en broma, les ponía los nombres de artistas y amigos queridos,
entre ellos los de los cantantes Celeste Mendoza y Bola de Nieve.
A finales de 1962, al Benny y a su Banda Gigante les
propusieron realizar una extensa gira por algunos países de Europa, pero
declinó la invitación: ya eran evidentes en el rostro del Sonero Mayor los
estragos de su enfermedad. Solo le quedaban pocas semanas de vida, aunque su
espíritu batallador lo mantenía en pie. El 16 de febrero de 1963 tuvo que
regresar a La Habana, después de amenizar un festejo en el pueblo de Palmira,
actualmente provincia de Cienfuegos, a causa de un intenso malestar. Muy grave,
fue ingresado en el antiguo Hospital de Emergencias de La Habana. Durante los
días en que estuvo en estado de coma, numerosas personas acudían al centro
hospitalario, de día y de noche, para conocer los partes médicos sobre la salud
del Benny, antes de que estos se dieran a la publicidad oficialmente por la
prensa, la radio y la televisión. Muchas veces esas mismas personas se
encargaban de echar a rodar por toda La Habana noticias sobre algún cambio,
menor o mayor, en la gravedad del paciente.
A las 9:15 pm del día 19 de febrero de 1963, a la
temprana edad de cuarenta y tres años, se extinguió la vida del Bárbaro del
Ritmo, del Sonero Mayor. Sus funerales dieron la medida de su inmensa
popularidad. Desde que se supo la noticia, una gran multitud de pueblo lo
acompañó, pues su muerte conmovió a todos los sectores de la sociedad. Por
petición expresa del artista, sus restos fueron sepultados en su pueblo natal,
Santa Isabel de las Lajas. Durante todo el recorrido de la caravana por la
Carretera Central, los poblados y ciudades paralizaban prácticamente sus
labores para darle el último adiós a su ídolo. Una vez en su pueblo, en el
barrio de la Guinea, la Sociedad de los Congos lo despidió con un solemne rito
funeral mayombero de origen bantú, a base de banderas para abrir los caminos y
espantar los malos espíritus.
1957. En el reparto La Cumbre. |
Bartolomé Maximiliano More, el Benny, fue bohemio,
trashumante, sincero, desbordado, mujeriego, machista, sensual, tierno,
violento, derrochador, pero sobre todo, un cubano auténtico. No fue un hombre perfecto. Los orishas tampoco lo
son.
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APÉNDICE
BENNY.
CARACTERÍSTICAS ZODIACALES Y ASTRALES
Al nacer el 24 de agosto de 1919
a las 7 de la mañana, su vida estuvo regida por tres signos que de una forma u
otra marcaron sus características muy similarmente.
ASTROLOGÍA ZODIACAL. VIRGO, CON ASCENDENTE VIRGO
Los nacidos entre el 23 de
agosto y el 22 de septiembre están regidos por el planeta Mercurio (algunos
astrólogos dicen que por Vulcano). Son extremadamente honestos, muy lúcidos,
corteses, de espíritu práctico, con una gran determinación de no perder tiempo
ni eludir deberes, conscientes de que
sus anhelos de progresar no deben quedar relegados a un segundo plano.
Enfrentan la vida de una manera muy realista y no son dados a perder el tiempo en
sueños por realizar; poseen un gran don de adaptación y una versatilidad
extraordinaria. Los nacidos bajo este signo se caracterizan por su tacto,
refinamiento, sinceridad y buen gusto y están provistos de brillante intelecto,
que les da capacidad de resolver intrincados problemas mediante su innata
disposición lógica. Suelen ser fanáticos de la perfección, lo que los inclina a
criticar a menudo a los demás. Son también extremadamente limpios. Muy
enamorados y siempre en busca de sexo aunque estén casados, aman el trabajo y
lo desarrollan en toda su capacidad.
ASTROLOGÍA LUNAR CHINA. CABRA
Comprende los nacidos entre el 1° de febrero de 1919 y el 20 de enero de
1920.
Son individuos permanentemente inquietos por su seguridad, ya sea
laboral, profesional o amorosa.
Dotados de excelentes cualidades
de habilidad e inteligencia, pueden sortear los problemas de la vida con
relativa facilidad. Son muy caprichosos,
pero suelen gustar cuando se lo proponen.
HORÓSCOPO DE LOS DRUIDAS. EL PINO
Los nacidos entre el 24 de
agosto y el 2 de septiembre son personas que saben acentuar sus cualidades
hogareñas; les gustan los objetos de valor y las casas bonitas. Conocen lo que
quieren y luchan por ello. Exigentes y valientes, enfrentan la vida con la frente
en alto, y saben llevar sus deseos a vía de hechos. Suelen tener éxito en su
trabajo, independientemente del tipo de actividad que desarrollan. Son tercos y
casi nunca pueden apartarse del camino que eligen. Son rápidos y exactos en sus
acciones; anteponen a todo su bienestar y comodidad personal. Sensibles e
impulsivos en el amor, se entregan fácilmente. De inteligencia aguda y
pensamientos ordenados, resultan muy buenos organizadores. Los hombres son
excesivamente agradables para las mujeres.
EVELIO FERNÁNDEZ REYES
_________________
SANTA ISABEL DE LAS LAJAS
(Autor: Benny Moré)
(Son montuno)
Santa Isabel de Las Lajas
querida,
Santa Isabel.
[Bis]
Lajas, mi rincón querido,
Pueblo donde yo nací,
[Bis]
Lajas, tengo para ti
este mi cantar sentido;
siempre fuiste distinguido
por tus actos tan sinceros,
tus hijos son caballeros
y tus mujeres altivas,
por eso grito ¡qué viva
mi Lajas con sus lajeros!
Santa Isabel de Las Lajas
querida,
Santa Isabel.
[Bis]
Mi cantar quiero que sea
perfumado porque lleva
saludos para La Cueva,
Guayabal y La Guinea;
Pueblo Nuevo se recrea
viendo que yo soy sincero,
que abro mi pecho entero
igual que mi corazón,
al gritar con emoción,
orgulloso, ¡soy lajero!
Santa Isabel de Las Lajas querida,
Santi Isabel.
[Bis]